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Las clases de alemán

Las clases de alemán

Como ya he comentado anteriormente, en algunos de mis relatos, soy arquitecto, bueno… arquitecta, soy una persona con muchas inquietudes, entre ellas está el aprender idiomas, hablo perfectamente inglés y francés, ahora estoy en el penúltimo curso de alemán.

Se acercan los exámenes y he contratado a un profesor a domicilio para repasar las últimas dudas sobre el temario final; es un hombre joven que está cursando la carrera de filología germana, es español de padres nativos, con un gran dominio del idioma.

Es increíblemente atractivo, muy alto y fuerte, con el cabello casi blanco de rubio, enormes ojos azules y una personalidad muy marcada y peculiar.

Es más joven que yo, él tiene 23 años, yo 29, soy una mujer con un físico corriente, pero a pesar de ello, tengo un cuerpo que gusta a los hombres, muchas redondeces y todas en su sitio.

Tenía clase el martes por la tarde de 4 a 7 de la tarde, y como siempre llegó puntual, vestía un pantalón vaquero y camisa azul, y yo camiseta blanca y faldita marrón, entramos en la habitación que yo llamo “despachito”, que la tengo habilitada con mi pc y accesorios de oficina, para poder trabajar en casa cuando la faena aprieta.

Nos sentamos alrededor de la mesa y sacamos los libros y los apuntes. Yo aquel día estaba caliente, mi marido no me folló aquella noche y me quedé con las ganas, pero aquello tenía que resarcirlo.

Hans, que así se llama, sacó sus lapiceros para marcar apuntes, y yo cogí uno de ellos, con la mirada caida me lo metí en la boca chupándolo suavemente y acariciándolo con la lengua, pude apreciar que se estaba poniendo nervioso y aquella situación me excitaba, me sentía como una zorra pervirtiendo a un muchacho joven.

Él seguía intentando prestar atención a los apuntes en cuestión, pero yo insistí insinuándome más, con el lápiz me acariciaba el cuello y lo iba bajando hasta el escote de la camiseta, me acariciaba los pezones que ya estaban duros y sobresalían de mi sujetador.

Hans se humedecía los labios, como si se muriera de sed, yo le ofrecí un refresco y como si cayera del cielo asintió con la cabeza, me fui a la cocina y aproveché para quitarme las bragas y el sujetador, para así agilizar la faena, cogí dos latas de la nevera y me las llevé al “despachito”.

Allí me estaba esperando, con un boli entre las manos, sin saber a donde mirar, abrí mi lata y empecé a beber y después de un sorbo de bebida fría y burbujeante bajaba la lata por mi cuello, al igual que el lápiz, me rozaba las tetas y eso hacía que mis pezones se apreciasen, más todavía.

El bebía, sin decir palabra, solo miraba. Seguí acariciándome con la lata, la bajé hasta mi cintura y me levanté la camiseta lo justo para poder ver mi ombligo.

El se llevó las manos al paquete, como si no quisiera que se le empinara el rabo, pero no lo conseguía.

Me levanté la falda para poder pasar la lata por mis piernas, le cogí un dedo y me lo llevé a la boca para chupárselo lascivamente, supongo que no daba crédito a lo que estaba viendo, por que tenia cara de pasmao, mmm¡¡ me encantaba ver aquella inocencia en sus ojos, saber que, posiblemente nunca se había tirado a una niña mayor de 20 años.

Me dijo:-pero que estás haciendo

-Tranquilízate, no pasa nada, déjame hacer, verás como te gusta.

-Pero… tu marido?

-Está de viaje, hasta mañana no vuelve.

-Pe…

-Shhhhh, calla y come.

Y le ofrecí mis pechos, con sus preciosos y rosados pezones, no los rechazó, me senté a horcajadas encima suyo y me agarró el culo mientras me chupaba las tetas.

Yo me frotaba con su paquete, que se le había puesto realmente duro y grande.

Me cogió a pulso y me tumbó encima de la mesa.

Me arrancó la falda de un tirón y me abrió las piernas, se sentó delante de mi coñito, como si fuera un ginecólogo, cogió el lápiz que yo estaba chupando y empezó a jugar con él, me acariciaba el clítoris y el ano, me estaba volviendo loca, con la otra mano me apretaba las tetas y me estiraba los pezones, mmm.

Empecé a notar su lengua en mi chochito, chupaba y chupaba, lamía como un perro y seguía metiéndome el lápiz por el culo, cogió otro y también lo introdujo, tardé poco en correrme.

Me incorporé y enérgicamente, le desabroché los pantalones y le bajé los calzoncillos, apareció una preciosa y enorme verga ante mis ojos, joven y cargada de adrenalina, me la metí en la boca y se la empecé a morder, como se muerde un bombón que no quieres que se acabe, me la sacaba de la boca y le chupaba los huevos, redondos y grandes como manzanas.

Volví a agarrar aquel nardo para chuparlo y saborearlo, cogí el lápiz con el que me había hecho la paja y se lo introduje en el ano mientras iba mamando, parecía que le gustaba, no puso resistencia, así que seguí metiendo y chupando, hasta que advertí que le quedaba poco tiempo para correrse.

Solté la verga y lo senté en la silla y de nuevo, me senté encima suyo, me acariciaba el clítoris con su nabo, me excitaba muchísimo, metí la punta dentro de mi culo, la metía y la sacaba como si de un juego se tratara, mientras le ofrecí mis labios y mi lengua, los cuales no rechazó a esas alturas de la calentura.

Finalmente, me metí toda su polla en mi coñito, me movía circularmente y hacia arriba y abajo, tardó en correrse lo que tarda en deshacerse un cubito de hielo en el fuego, me alzó de nuevo para chupar el néctar mezclado de los dos y, besarme para que también yo pudiera degustar el sabor del placer.

Dá gusto dar clases con un profesor tan competente, aun queda tiempo para los exámenes.

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