Enseñanzas a un compañero de oficina
El relato que les contaré, sucedió cuando un compañero de oficina me pidió que le diera unos consejos, ya que estaba próximo a casarse.
Conocí a Javier, cuando ingresó a la empresa donde trabajo como secretaria del departamento de finanzas.
Él había terminado la universidad, y había entrado a trabajar ahí de inmediato debido a sus buenas calificaciones.
Nos hicimos amigos rápidamente y a la hora de almorzar salíamos hacia algún restaurante de los alrededores.
Durante la hora del almuerzo, me contaba que tenía una novia que era algo mayor que él.
Javier tendría alrededor de 23 años y me comentó que su novia ya había tenido experiencia con otros hombres, pero que a él no le importaba eso.
Yo le dije que hacía bien en pensar así, ya que en estos tiempos era natural que una chica tuviese algo de experiencia en ese tema, pero debido al machismo la mayoría de los hombres querían siempre ser los primeros en la vida de una mujer.
Además de eso le dije que si las chicas no le permitieran a un hombre que les haga el amor, no podrían lograr esa experiencia de que tanto se jactaban.
Javier concordaba con mis opiniones, y en un momento de la conversación me confesó que estaba preocupado, ya que él no tenía esa experiencia de la que hablábamos, y no quería hacer un mal papel al momento de la verdad.
Era por eso que quería que lo aconseje como hacer sentir bien a una mujer.
No pudimos seguir hablando del tema ya que debíamos regresar a la oficina, pero le dije que si deseaba a la hora de la salida podíamos continuar con el tema.
Me agradeció y volvimos al trabajo.
Mientras laboraba en mi escritorio, pensaba en lo que habíamos hablado y la manera en que podría ayudarlo. Javier era muy guapo y si yo hubiese sido soltera, encantada le hubiese hecho el favor de enseñarle de manera práctica la manera de seducir a una mujer.
Cuando ya casi era la hora de salida, él se acercó a mi sitio para ver si podíamos salir juntos y continuar nuestra conversación.
Le dije que me esperara un momento ya que iba al tocador a arreglarme un poco.
Al salir estuvimos caminando, y en un momento me dijo si podíamos ir a su departamento para conversar tranquilamente.
No vi nada de malo en ello y acepté acompañarlo, además yo podría controlar la situación si intentara propasarse.
Llegamos a su departamento el cuál era muy bonito, y me invitó a sentar preguntándome si deseaba algo de tomar.
Le dije que me sirviera lo mismo que él.
Mientras lo esperaba me empecé a sentir un poco nerviosa, y no sabía a que se debía ya que no estaba haciendo nada de malo.
Además antes de salir de la oficina había llamado a mi marido para decirle que iría a visitar una amiga.
Me dijo que no me preocupara, ya que él vería un programa de televisión que le gustaba mucho.
Esa tarde estaba vestida con una minifalda color café, y una blusa de gasa color beige. Usaba pantimedias ya que el clima estaba un poco frío, y debajo tenía unas braguitas blancas y un sujetador de media copa.
En el trabajo tenía que sentarme con cuidado, ya que mis compañeros varones no perdían oportunidad de intentar ver algo cuando me movía por algún motivo.
Javier me alcanzó un vaso, diciéndome que era vodka con jugo de naranja.
Se sentó en un sillón frente a mí, y yo hice un brindis por su futuro matrimonio.
Mientras bebíamos él me decía que cuando me conoció había pensado que era soltera, pero cuando se enteró que era casada pensó en lo afortunado que era mi marido en estar casado con una chica tan linda como yo.
Le agradecí el cumplido, y empezamos a hablar sobre lo que a él le interesaba.
Javier volvió a comentarme la inquietud que tenía por hacer sentir bien a su futura esposa, y yo pensaba como hubiese querido que mi marido fuera igual, ya que cuando me hacía el amor pensaba solo en satisfacerse, sin importarle si yo sentía placer o no.
El vodka que estaba tomando me había desinhibido un poco, así que le dije a Javier que lo que más nos gustaba a las mujeres, eran las caricias y besos preliminares antes de la penetración.
Me di cuenta lo directa que había sido en decir esto, y me sonrojé un poco al momento que me disculpaba por mi franqueza.
Javier me dijo que agradecía mi sinceridad y que por favor continuara. Mientras yo seguía hablando noté que él me miraba de pies a cabeza, y en un momento se sentó a mi lado.
Sé que es mucho atrevimiento, pero me gustaría que me dejaras tocar tu rostro para ver si lo hago bien, me dijo.
Sin darme tiempo a responder pasó su mano por mi mejilla, y acercó su cara a la mía.
Sentir el calor de su mano, hizo que decidiera enseñarle cómo excitar a una chica.
Luego me beso en la mejilla y con sus labios mordió mi oreja, haciéndome sentir una electricidad por todo mi cuerpo.
Yo no tenía necesidad de indicarle nada, ya que lo que hacía en verdad me estaba excitando.
Me besaba el cuello y yo echaba mi cabeza hacia atrás, para dejar que me coma a besos.
Luego sentí sus dedos desabotonar mi blusa y no hice nada por detenerlo.
Con un dedo jaló mi sujetador hacia abajo, dejando mis senos al aire. Lo miré en ese momento y vi que tenía un gran bulto debajo de su pantalón.
Podía a través del pantalón imaginar el tamaño de su verga, y le pedí que me la mostrara.
El se levantó del sillón y se puso frente a mí, mientras se bajaba el pantalón y los boxers que traía puestos.
Quedó ante mi una verga de buen tamaño, con una cabeza grande y colorada.
Le dije que con el tamaño de su verga no debería preocuparse por quedar bien, y la agarré con mi mano y empecé a corrérsela.
Separé un poco mis piernas para dejarle ver mis braguitas a través de mis pantimedias, y metí esa verga grande en mi boca.
Me daba la impresión de estar chupando una banana por lo larga que era, y agarrándola desde su base la mamaba deteniéndome en la cabeza para chuparla con mis labios.
Que morbo sentía en chupar semejante verga, a diferencia de la de mi marido que parada llegaba solo a nueve centímetros de longitud.
Esta oportunidad no podía desaprovecharla, así que me levanté del sillón y dándole la espalda me levante la falda y me baje las pantimedias y las braguitas hasta mis rodillas.
Luego me incliné en el sillón y el se arrodilló para chuparme el interior de mis piernas hasta llegar a mi concha, que en estos momentos dejaba salir mis fluidos.
Podía sentir claramente como me chupaba los labios de mi vulva, metiendo su lengua por mi vagina.
Le dije que ya no aguantaba más, y que quería que me penetrara con esa tranca dura. El se paró detrás mío, y enfiló su verga hacia mi concha.
Sentí que la cabeza se abría paso, hasta entrar totalmente. Se quedó un momento quieto, haciéndome desear mas que empezara a bombearme.
Luego empezó a meter y sacar con rapidez, haciéndome sentir como chocaban sus huevos en la entrada de mi coño.
Cuando yo estaba por entrar en éxtasis, la sacó diciéndome que quería tirarme totalmente desnuda.
Me quité rápidamente la ropa y él hizo lo mismo, para luego empezar a besarnos en la boca.
Me agarró de las nalgas y yo levanté una de mis piernas para que él pudiese penetrarme nuevamente.
Metió su verga y me tomó de la otra pierna arrinconándome contra la pared, y así parado comenzó a culearme de una manera maravillosa.
Yo tenía mis brazos en su cuello para poder sostenerme, y él me ayudaba a que me clavara en su verga agarrando mis nalgas.
De pronto sentí un torrente caliente dentro de mi concha, en el momento que chupábamos nuestros labios mutuamente.
Nos quedamos en esa posición durante un momento y teniendo su verga aun dentro, sentí que su dedo índice estaba metido en mi ano. Le dije si le gustaría metermela por ahí también, y me dijo que si.
Nos fuimos así desnudos a su habitación, y le dije que se echara en la cama boca arriba.
Yo me paré en la cama a la altura de su pecho mirando hacia sus pies, de tal forma que su cuerpo quedó entre mis piernas.
Así parada me incliné sin doblar mis rodillas y le empecé a chupar la verga mientras desde su posición, él podía verme el culo y mi concha.
Una vez que la tuvo bien parada me adelanté un poco para sentarme sobre su verga.
Como la cabeza era gorda, entró con cierta dificultad, pero una vez dentro empecé a subir y bajar, dando la impresión que estaba haciendo sentadillas.
Cuando mis piernas se cansaron, apoyé mi espalda sobre su pecho y dejé que él se empezara a mover mientras me agarraba las tetas con sus manos.
Que delicia sentía mientras su verga se deslizaba por mi recto. En un momento me abrazó fuertemente, indicándome que ya estaba por correrse.
Apreté mi ano para que sintiera mas placer y seguidamente eyaculó dentro mío, mientras con mi mano masajeaba mi clítoris para sentir un orgasmo que completara la cojida que me estaba dando.
Luego nos bañamos en medio de caricias y besos debajo del agua, mientras que le decía que el alumno había superado a la maestra.
Luego me vestí y le pedí que lo que esa tarde había sucedido, lo tomara como un buen sueño y que nunca lo comentara de ahora en adelante.
Al llegar a mi casa, mi marido me dijo que quería hacerme el amor y pensé que seguramente había visto alguna película erótica.
Estaba cansada luego de la sesión de sexo que había tenido con Javier, pero no podía rechazarlo ya que podría haber sospechado.
Me quité la ropa y me eché con las piernas abiertas para recibir la verguita de mi marido.
Exactamente demoró un minuto en correrse, y su semen se mezcló con la abundante leche que aún me quedaba en la concha por la descarga de Javier.
Luego de esto se quedó dormido y envidie a la que sería la futura esposa de Javier por las noches que iría a tener.