El Macho Alfa
Nunca pensé que algo así me pudiera ocurrir, pero estoy aquí para decirles que esto parece como si no hubiera pasado hace un año.
Para que tengan una idea mas clara de las cosas, les pondré en antecedentes.
Soy una mujer felizmente casada ya por ocho años, madre de dos encantadores niños y con un esposo que me adora.
No somos ricos, ni mucho menos, pero como mi esposo es un abogado exitoso en un bufete, podemos considerarnos de clase media alta.
En la época del «incidente», llevábamos siete años de casados y ambos, mi esposo Pete y yo éramos completa y mutuamente fieles.
La luna de miel hacía tiempo que había terminado, pero nuestra relación sexual era bastante buena y ninguno de nosotros, bueno por lo menos yo de seguro, había sentido que el pasto crecía mas verde del otro lado de la cerca.
Desde luego que a veces veía hombres atractivos y pensaba que como serían… ya saben, en la cama, pero no pasaba de fantasías para estimular la libido.
Somos una pareja de treintañeros con una vida confortable juntos y que básicamente la vamos pasando bien. Y aquí es donde el relato comienza.
Como vivimos en una gran ciudad y el bufete de Pete trabaja con muchas compañías.
Recibimos infinidad de invitaciones a eventos relacionados con su trabajo.
La mayoría de las veces aburridos a morir, pero invariablemente la cena es muy buena y ocasionalmente el orador ofrece algo interesante.
Bueno, pues hace como un año, fuimos a una conferencia de caridad para los niños abandonados.
En este evento en particular y por causas que desconozco, a alguien se le ocurrió reservar los lugares separando a los matrimonios en diferentes mesas.
Como no conocía casi a nadie, deseé haberme quedado en casa, pues no estaría con Pete para hacerme compañía.
Lo último que hizo Pete al separarnos fue darme un beso en la mejilla y desearme suerte y se largó a buscar su mesa.
Yo di vueltas por el salón hasta que encontré la mesa veintitrés y desde luego, había un lugar con mi nombre en una tarjeta sobre mi plato.
Cuando me iba a sentar una voz ligeramente detrás de mí dijo: «Bueno, por lo menos me sentaron junto a una bellísima dama, ya con eso valió la pena venir» volteé a ver quién era mi admirador secreto y para mi sorpresa era alguien conocido, bueno, no personalmente, pero lo había visto en la televisión cientos de veces y sentía como que lo conocía.
«Hola» dijo él con una sonrisa cautivadora, «Me llamo Jamere Jenkins, pero todos me dicen JJ» Debo haberle parecido idiota, porque me parece que estaba con la boca abierta, pero logré presentarme y me senté, él se sentó junto a mí y me dijo: «Vengo representando al equipo esta noche, los patrocinadores quieren una figura, así que me invitaron, pero por lo que estoy viendo me alegra mucho haber aceptado» debo haberme puesto de mil colores, pero cuando la estrella del equipo local de baloncesto profesional te lanza piropos… bueno, tengo que admitir que me sentí de maravilla.
En persona JJ resultaba mas galán que en la TV Todo en él era perfecto, desde la ropa que usa hasta la perfecta hilera de blanquísimos dientes, que brillaban cada vez que lucía su sonrisa de un millón de dólares.
Y por lo que había leído si valía un millón de dólares, ya que JJ era muy popular como promotor de un sinnúmero de productos.
Debo admitir que aunque no había yo tenido mucho contacto con afroamericanos, era obvio que a este lo encontraba extremadamente atractivo.
Mientras pasábamos la tarde, JJ se hacía mas y mas amistoso, aprovechando cualquier oportunidad para tocarme el brazo, como para hacer hincapié en lo algo que había comentado.
Era embarazoso, pero cada vez que hacíamos contacto, yo sentía una descarga eléctrica correr por mi cuerpo, me parecía la reacción de una colegiala.
Nuestra mesa estaba en un extremo del salón, cerca de una puerta que daba a un corredor, así que era fácil para los que estábamos ahí, salir para ir al baño o hablar por teléfono, sin que lo notara toda la concurrencia, como en otras mesas.
El caso es que, durante una parte especialmente aburrida del programa, JJ se inclinó sobre mí y me musitó al oído «En dos minutos di que vas al tocador, yo lo haré ahora» Antes de que pudiera preguntarle ¿Por qué? Él se había parado y desaparecido por la puerta lateral. Me quedé sentada y confundida. ¿Qué querría una estrella como JJ con una ama de casa de los suburbios?, pero en exactamente dos minutos me incorporé diciendo que iba al tocador y hacia allá me dirigí.
Casi llegaba a los baños cuando lo oí. «Kaye» Dijo en voz baja «¡Por aquí, rápido!» Caminé despacio hacia él, pensando que, que demonios quería, aunque mi subconsciente me decía que debería dar media vuelta y huir.
Cuando estuve junto a él, me tomó del brazo y me jaló a un cuarto de trebejos, donde apenas cabíamos, lleno de implementos de limpieza, con una enorme aspiradora industrial.
«Q-qué quieres?» Musitó la colegiala dentro de mí, como si no supiera yo exactamente cual era la respuesta. «Solo esto» Dijo él antes de presionar sus labios sobre los míos y dándome uno de los besos mas apasionados que jamás haya experimentado. Quedé alucinada, casi como una venada que al darle la luz de los faros en los ojos quiere correr pero no es capaz de hacerlo. Entonces susurró roncamente a mi oído. «Kaye, desde el instante en que te vi, supe que debería tomarte»
«¿Tomarme?» Dije respirando profundamente, «Soy una señora casada, no podemos…» Pero él me silenció dándome otro de sus extraordinarios besos, de esos que te debilitan las rodillas y tus resoluciones desaparecen. La potencia que sentí en sus brazos era increíble y la clara fuerza de su personalidad era suficiente para hacer que la mas fiel de las esposas olvidara del todo a su esposo e hijos.
Nos separamos y él dijo quedamente. «Eres una de las mujeres mas bellas que he visto y quiero que sepas que voy a poseerte» No podía creer lo que estaba pasando, lo mas irreal era el hecho de que yo estaba asintiendo de acuerdo con él, yo, una mujer casada, haciendo el amor con un negro que acababa de conocer en el cuarto de limpieza.
Otra vez, él sabía que decir y cuando decirlo. «Kaye, ¿alguna vez te han tomado rudamente, digo, verdaderamente con rudeza y totalmente sometida por alguien que está trastornado por tenerte?» Para este momento mis rodillas estaban hechas de gelatina y todo lo que pude fue murmurar «N-no, nunca»
«Da la vuelta Kaye» Dijo suavemente «De espaldas a mí, inclínate hacia la pared, apoyando tus manos en ésta.» Aun insegura de mí misma, no ofrecí resistencia cuando él gentilmente pero con firmeza me hizo girar y e inclinarme al lado opuesto de él. «¿Q-qué vas a hacerme?»
Dije, tratando de ver sobre mi hombro «¡Mira hacia la pared!» Me ordenó «¡Lo sabrás enseguida!» Podía yo ahora escucharlo respirar fuertemente, pero mezclado con el sonido de sus jadeos, escuche el inconfundible ruido de una cremallera que se abre y casi involuntariamente resollé ante el anuncio de lo que ocurría a mis espaldas.
«¿Estás lista Kaye?» Preguntó quedamente «¿L-lista para qué?» resoplé «Aun no me has dicho que es lo que quieres conmigo» «Oh, Kaye» refutó «Me decepcionas, ¿No sabes lo que significa que quiero tomarte?» «No estoy segura» Dije débilmente «Debes decírmelo, no estoy acostumbrada al juego de palabras» «¡Ooooohhh!» Dijo «Ya veo, no estás segura de cuales son mis motivos, ¿verdad?» «A-así es» Contesté «Debes ser mas específico» «Hmmmmm» Hizo él y luego dijo: «Quizá esto sea mas específico» y con un movimiento rápido, me levantó la falda colocándola sobre mi espalda con una mano y con la otra me arrancó las bragas, dejándome desnuda de la cintura para abajo, excepto por mis zapatillas, claro está.
Colocó su dedo explorando mi vagina y dijo: «Vaya, vaya, vaya. Parece que tu chochito si sabía lo que yo quería, pues está tan mojado como el de cualquier otra mujer que haya yo tacado» «Oh, Dios mío» Clamé «Continúa haciendo eso, se siente riquísimo» «¿Mi dedo?» Dijo él, incrédulo «Eso no es nada, ¡siente esto!» y de un solo empujón me encajó su duro pene hasta las profundidades de mi ya empapada vagina. «¡Oooooooohhhh, Dios mío!» Gruñí. «¡me llenas completamente, oh JJ cógeme fuerte, oooohh se siente tan bien, yo nunca…!» «¿Tú nunca, qué?» preguntó quedamente «¡Yo nunca había tenido algo como esto antes!» Dije, mientras jadeaba fuertemente. «Me estás dando desde atrás y no se parece a nada de lo que sentido antes, tan llena de verga y con una tan dura y tan gruesa.» «¿Entonces tu esposo, nunca te coge así?» Preguntó él inocentemente.
«No tienes idea» Suspiré «Él nunca podría hacerme sentir así, ¡oooooohhhh, creo que me estoy viniendo, cógeme mas fuerte!» Y eso fue lo que él hizo, encajando adentro y afuera su erección, como un ariete, rápido y fuerte sin perder el paso. Desde luego que mi orgasmo fue de época, una mujer blanca tomada por un gigantesco pene negro, la fantasía de muchas, para mí una realidad.
Mientras él continuaba cogiéndome, pensé ¿que haría yo si tuviera la oportunidad de tener este monstruoso palo dentro de mí todos los días?, ¿Lo aceptaría? para cuando mi tercer orgasmo ¿o fue el cuarto? Se desarrolló a través de mi cuerpo que me llegó la respuesta.
¡Donde y cuando fuera, ahí estaría! En mi último orgasmo, él se puso como loco, porque su clímax se presentó al mismo tiempo que el mío, entonces, torciéndome un poco, coloqué mi mano sobre su boca y que bueno que se me ocurrió hacerlo, porque pude amortiguar el rugido que dejó escapar, al tiempo que inyectaba su semen en mi mas que receptivo coño. Gracias a Dios que estaba ahí la aspiradora, sino hubiera yo caído derechita al suelo.
Me escurría semen por las piernas, pero JJ supo arreglarlo, introdujo suavemente mis bragas rotas en mi vagina, hasta formar un tapón de esperma.
Entonces él se subió el cierre y yo me compuse el vestido y después de echar un vistazo para asegurarnos que no había moros en la costa, ambos fuimos a sentarnos a nuestros respectivos lugares, conversando banalidades, como si no hubiera ocurrido algo fuera de lo ordinario.
De regreso a casa, mi marido me preguntó si había conocido alguien interesante en la reunión, riéndome por dentro le platiqué que me había sentado junto JJ y que él me había tenido ocupada.