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El día que provoqué a mi amante

Hace unos doce años ya tenía más de diez de casado. En esa época mi esposa, Liz, y yo teníamos una grave crisis, acababa de confesarle una infidelidad. Mi deseo sexual hacia mi esposa había decaído muchísimo.

Mi amante era una bella muchacha recién graduada de veinticuatro años, pequeñita, rubia, con unos ojos azules que eran un sueño.

Era además muy coqueta y tenía fantasías sexuales que compartía conmigo en la cama.

Con ella lograba hacer el amor más de tres veces seguidas a pesar de mis treinta y tres años, cosa que hacía tiempo no lograba ni deseaba con Liz.

Mi joven amante se enamoró de mí, cuando llegaba a su casa me saltaba encima como una gata y caímos juntos en el sofá de su sala. Al principio trató que abandonara a mi esposa, pero a pesar de todo yo tenía una historia construida y un hijo pequeño y no quería perderme su educación.

El ambiente familiar era muy bueno.

Así que mi amante llegó a proponerme que, antes de perderme, podría ser la otra muchos años pero debía dedicarle algún rato diario y un fin de semana al mes.

Liz comenzó a notar que algo me pasaba, yo estaba horas ensimismado pensando en mi amante y en la vida que podríamos llevar juntos.

Al mismo tiempo quería que la llama de pasión de mi matrimonio se avivara. Por eso confesé la infidelidad y puse en alerta a mi esposa.

Esto tuvo algún resultado, por años mi esposa se negó a tener sexo anal; sin embargo comenzamos a tener sexo con más frecuencia y sesiones salvajes de sexo anal. En ese sentido superó a mi amante que siempre me negó su culo, decía que solo después de casarnos.

Por un tiempo me sentí enloquecido, se me reseca la boca aún del recuerdo. Liz tiene un hermoso, grande y bien proporcionado culo y vista en cuatro patas resalta su abultado coño depilado. Yo primero introducía mi pene en su vagina caliente y húmeda para que se lubricara bien, después poco a poco lo metía en su culo apretado, mientras tanto ella se masturba con su mano derecha, a veces sentía el roce de sus dedos en mi escroto, era una sensación fascinante.

Mi objetivo era provocarle un orgasmo por el culo, a ella que siempre me lo había negado. ¡Y claro que lo logré! Me movía como un poseso, no solo de atrás a delante sino también en círculos, su culo, al principio apretado, se dilataba enormemente.

La sensación de eyacular en su recto era espectacular. Quería despertar sus bajos instintos, hacerla una mujer más puta, con más deseos de follar y no solo conmigo, soñaba con hacer un trío con otra chica o con un chico, pero en plan hetero. Alguna vez llegué a proponérselo, pero nunca me tomo en serio.

Mi mente rota estaba entre dos deseos opuestos: reavivar mi matrimonio o provocar que mi esposa me abandonara para irme libremente con mi amante. En mi cobardía era incapaz de tomar la decisión yo solo. Así que un día le di a mi amante el número del celular de Liz y la provoque diciéndole: “a que esta noche no te atreves a enviarle un mensaje a mi esposa diciéndole que eres mi amante y vienes con todo a por mi.

“Ella rió y me dijo que lo haría…pero llegó la noche y el mensaje no llegaba. Yo estaba cada vez más nervioso y exitado, así que cogí mi móvil y le envié un sms: “cobarde”.

Esa provocación enfureció a mi amante de tal modo que le envío un mensaje a Liz diciendo: “quiero a tu marido para mí, así que esto es la guerra”.

Liz dio un salto en la cama muy nerviosa y molesta – pero que se cree está tipa – entonces la llamó y se dijeron muchas cosas.

Al final colgó y me dijo: “… la voy a llamar para proponerle hacer un trío contigo, los tres juntos, y tu y yo vamos a tener un sexo anal que se va a morir de envidia, a ver si se aplaca y nos deja tranquilo… “Yo me quedé de piedra, callado…

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