Cambio de personalidad

Déjenme platicarles mi historia.

Yo era una señora muy tímida, aunque no soy fea y tengo un cuerpazo de infarto, me sentía menos, razón por la cual (recién casada), mi esposo batallaba mucho conmigo para que me vistiera con ropa sexy.

Él es abogado y tiene un pene grande y gordo.

La primera vez que me la metió me dejó adolorida por un par de días; pasó el tiempo y sus negocios lo obligaban a salir de Celaya frecuentemente, a veces llegaba borracho y me cogía a la fuerza, lastimándome cada vez que lo hacía y obligándome a mamársela y tragarme su semen.

Me reclamaba que no era nada cachonda, que me faltaba más putería.

Pasó el tiempo y empecé a tratar de vestirme bien y me di cuenta que muchos hombres me halagaban; empecé a tener confianza en mi misma.

Tengo 9 años de casada y 37 de edad; y hace tres años que engaño a mi esposo, quizá se preguntarán por qué. Resulta que una vez llegó a la casa con dos de sus mejores amigotes, llegaron medio borrachos.

Yo estaba en el cuarto y bajé porque escuché que habían entrado; yo estaba vestida con una camiseta de él, sin brasier y un short. Bajé descalza y le reclamé por el estado en que venía, empezó a insultarme y les decía a sus amigos que yo estaba bien buena pero que no me atrevía a mostrarlo a los demás:

– Ahorita les voy a demostrar lo buenota que está esta cabrona-, y me subía la playera delante de ellos y varias veces me vieron los senos.

Me decía que me desnudara para que ellos decidieran si es que esta buena.

También les decía que me encantaba mamar la verga y tragarme el semen, yo le decía que se callara, pero él seguía insistiendo y levantándome la playera hasta que la rompió y me tomó de un brazo para que no me escapara.

Sus amigos me vieron, y no paraban de reírse. Al fin logré zafarme y cuando empezó a bajarme el short y corrí a las escaleras para dirigirme al cuarto.

Me encerré y ellos siguieron tomando y riéndose de lo ocurrido.

Eran como las tres de la mañana y no lograba dormirme por la pena y el coraje que sentía; cuando de pronto alguien tocó la puerta de mi habitación.

De momento me espanté y saltando de la cama, pregunté quién era, era uno de ellos; para esos momentos ya no se escuchaba ruido y me imaginé que mi esposo y el otro estaban dormidos, y por supuesto, éste cabrón quería usarme.

En esos momentos me dije a mi misma que llamaría a la policía, pero en una mezcla de coraje con venganza para que se le quitara lo pendejo al cabrón de mi esposo.

Abrí la puerta y entró abrazándome y manoseándome, quería gritar pero me detuve y correspondí a sus torpes caricias.

Me agarraba las nalgas, me quitó otra playera que me había puesto, mientras seguía besándome y mamándome los senos, y me quitó el short con todo y pantaleta; yo lo empecé a desnudar, cosa que le sorprendió pero no le tomó importancia; lo jalé a la cama y empezó a besarme mi vagina y todo mi cuerpo.

Después de un buen faje, me volvió abrir las piernas y se me subió para metérmela de un sólo golpe; curiosamente me encontraba lubricada, por lo que su fierro entró con facilidad, aunque no muy grande me gustaba como me estaba cogiendo; si, ¡ahí en la cama de mi esposo y mía!…

Pensaba en el bochorno que pasaría cuando se enterara que por su culpa me había cogido uno de sus amigotes. Jorge, el amigote, no tardó mucho en venirse dentro de mí, en esos momentos pensé en las enfermedades sexuales y dije: «Si este cabrón esta enfermo de algo, pues ya me lo pasó», pero no me importó del todo y dejé que me aventara hasta la última gota de leche dentro de mí.

Era la primera vez que recibía otra verga diferente en mi cuerpo.

Jorge se acostó a un lado y me paré a ver a mi esposo en la sala, bajé desnuda.

Él estaba tirado bajo la mesa y su otro amigote en el sillón, sin pensarlo me senté junto a José, el otro compinche, y le saqué la verga y empecé a mamársela; sobresaltado balbuceó:

– ¿Qué pedo?-

Pero se quedó callado hasta que se vino en mi boca, la verga le olía feo, bueno no tan feo, pero así se la mamaba a mi marido cuando me obligaba a tragarme su semen. Lo dejé en el sillón sin dar crédito a lo que había pasado.

Subí a mi cuarto y le dije al otro que se saliera ya que iba a descansar.

Jorge se levantó y me besó ardientemente, estaba saboreando el semen de su amigo, ya que me lo había echado en la boca, pero él no sabía y me besó muy rico. Me puso de a perrita para penetrarme nuevamente.

Al siguiente día me desperté como a las 8:30 de la mañana, y bajé a ver a mi esposo. Estaba en el baño de abajo, José ya se había ido, pero Jorge, se había quedado.

Me sonrió y me dijo que si lo que se acordaba que había pasado, realmente había pasado, y le dije que sí, tocándole la verga por encima del pantalón.

Me dijo que luego me hablaba, tenía un aliento muy feo, a borracho. En esos momentos salió mi esposo y sin verlo a la cara me subí para ducharme.

Cuando me estaba duchando, entró y me pidió disculpas, por lo sucedido durante la parranda.

Ni le contesté, sólo deseaba decirle que sus dizque amigos, me habían metido la verga, que tenía semen de otros hombres en mi cuevita y en mi boca, pero preferí quedarme callada.

Pasó el tiempo y al parecer sus amigos no le mencionaban nada de lo ocurrido. Jorge me habló a la casa para invitarme un café, que acepté gustosa.

Trabajaban juntos los tres, pero esa vez Jorge no fue a trabajar. Me invitó a desayunar y posteriormente nos fuimos a un hotel.

Esa vez me vestí con una blusa roja pegada al cuerpo, un vestido abajo de las rodillas y unas zapatillas altas y abiertas.

En cuanto me vio, me halagó y ya en el hotel, me desnudó completamente, besando cada rincón de mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta la cabeza. Yo le correspondí mamándole la verga, que la verdad se le veía rica.

Me metía su vaina hasta que el glande chocaba con mi garganta, y cuando se quería venir me detenía para que no lo hiciera. Me la metió por mi puchita, y por mi culito; por mi boca y entre mis tetas.

Yo estaba encantada, pues tenía mucho tiempo que no experimentaba una cogida como me la estaba dando.

Me cogió en muchas posiciones, se vino en mis tres fundas.

Se corría y descansábamos, para volver a continuar. Tenía semen en mis senos, en mi vagina, en mi culo, en mi boca, en mi estómago.

Yo no me cansaba ni él tampoco, lo curioso es que yo no sentía sentimientos de culpa, y al preguntarle a Jorge que por qué hacia esto si era uno de los mejores amigos de mi esposo, me contestó que se sentía mal con él pero también mi esposo la regó y ni modo, a él le tocaba disfrutarme.

Habíamos llegado al hotel como a las 11:00 de la mañana y salimos como a las 4:00 de la tarde.

Cuando llegaban a la casa a terminar algún trabajo y mi marido entraba al baño o salía a comprar algo, le mamaba la verga a Jorge.

En una ocasión mi esposo entró al baño, para esto yo ya me vestía con vestidos arriba de las rodillas.

Entramos a la cocina para besarnos. Jorge me volteó para levantarme el vestido, hacerme a un lado el calzón y metérmela. ¡Era excitante, porque mientras mi marido estaba en el baño, su amigo me estaba cogiendo en la cocina, o se estaba viendo en mi boca!… Yo le absorbía hasta la última gota de semen.

No me lo van a creer y dirán que soy bien puta y muy puerca, pero en una ocasión le susurré a mi amante que quería su semen y le pedí que me los diera en un vaso.

Se fue al baño y me surtió el pedido; no fue difícil sacar el vaso, pero lo hizo discretamente.

Esa vez hice agua de horchata, y vacié el esperma en la jarrita de agua que me estaba tomando, ya que él y mi esposo tomaban cerveza; tan sólo esa acción hizo que sintiera un placer sin igual, pensar que mi marido estaba frente a mí y yo disfrutaba el semen de su amigo en cada sorbo que tragaba y el pendejo ni se daba cuenta.

A pesar que cambié mi manera de vestir, él seguía llegando borracho, pero ya no le decía nada.

Jorge me dijo que el otro amigote, José, también quería cogerme, ya que se acordaba como se había venido en mi boca y lo que me gustó de Jorge es que no le contó nada de lo que pasó después de esa noche. José decía que también él me había usado y que tenían la fantasía de cogerme entre los dos al mismo tiempo.

Una ocasión, mi marido tuvo que viajar a la ciudad de México en plan de negocios, se fue casi cuatro días. Jorge me invitó a una fiesta a Irapuato, yo soy de Torres Mochas.

Resulta que para esas fechas ya Jorge me había cogido por todos lados, ya todo mi cuerpo transpiraba a su semen.

En esa ocasión, me vestí con una blusa negra semitransparente que dejaba ver discretamente mi brasier negro y una falda corta, arriba de las rodillas; parecía que iba a un velorio, ya que mi tanga era negra y las zapatillas eran altas, abiertas de la punta y talón y también de color negro; por supuesto que sin medias.

Desde que me recogió cerca de mi casa (en Celaya), ya me iba manoseando en el coche y me decía que estaba yo bien buena.

En el trayecto a Irapuato, le saqué su fierro y se lo iba mamando. Le pregunté si le había dicho a su amigo José, algo de nosotros dos, y me dijo que no le había dicho nada. Le pregunté si José le había contado algo, y me dijo que sólo le contó que yo se la había mamado.

Total que llegamos a la fiesta y entrando, luego, luego capté las miradas de hombres y mujeres. José también había sido invitado a esa reunión.

En cuanto llegamos, José me barrió de pies a cabeza y me susurro al oído que estaba preciosa, Jorge a su vez me decía que me quería coger en ese momento, a lo que yo le respondí que no comiera ansias, que tenía toda la noche para metérmela.

Pasaron los tequilas y brandys, y me tomé dos tequilas y ellos como 5 o 6 cada uno. Bailé con ambos sin ningún problema, hasta que José me dijo al oído que a qué me habían sabido su esperma; le respondí que me había quedado con las ganas de sentirlos pero no en mi boca, si no en mi vagina; inmediatamente pude observar que se encendió, se puso colorado.

Después me enteré que le dijo a mi amante que me la quería meter, y Jorge le contestó que yo venía con él y que me dejara en paz.

Al yo escuchar eso, les hablé a ambos y le dije que yo estaba con ellos porque yo quería estar, que nadie debería de sentirse mi dueño ni mi acompañante, que si yo quería me podía ir con quien me gustara de la fiesta. Los dos se quedaron callados y no discutieron más.

Me tomé dos tequilas más y ellos creo que también dos.

Ya pasadas las tres de la mañana, le dije a Jorge que nos fuéramos, para mi sorpresa José dejó su coche en el estacionamiento y se subió con nosotros.

Mi amante iba manejando, después manejé yo y luego José. Me imaginaba con dos fierros dentro de mi cuerpo en algún hotel.

Pero durante el trayecto, les empecé a sobar sus reatas por encima del pantalón, bajé sus respectivas cremalleras y les saqué las vergas erectas.

Me agaché a mamar primero la de Jorge y José me acariciaba las nalgas, después me volteé con José y se la mamé, pero no iba en la cuarta chupada cuando la cabeza de su verga chocó con mi garganta empezó a venirse; no me aparté, si no que al contrario, empecé a mamársela con más fruición.

Sentía como se me resbalaba el semen por mi garganta. Jorge se molestó y le gritaba a su amigo:

–  ¡No mames cabrón, no te pases pinche Pepe; no te vengas en su boca güey!… ¡No mames cabrón!… -, pero no me quité hasta que dejó de eyacular dentro de mi boca.

Al ver enojado a Jorge le dije que no se pusiera payasito, que si no se acordaba (la primera noche que subió a mi cuarto), después que bajé a ver a mi esposo, José se había venido en mi boca y que si no recordaba, él me había besado y saboreado el semen de su amigo.

Los dos se quedaron callados, y le dije a José que manejara, ya que quería sentir la verga de Jorge en mi puchita. Inmediatamente José se pasó al volante y Jorge y yo empezamos acariciarnos en la parte trasera del automóvil.

Mi amante me zafó el brasier y me quitó la tanga, la que le aventó a su amigo.

Vi como José tomó mi prenda y empezó a olerla y nos observaba por el espejo como Jorge me acariciaba, como me mamaba los pechos, como me abrió las piernas y me lengüeteaba la pepa.

Uno de mis pies quedó junto a la cabeza de José, quien inmediatamente me quitó la zapatilla y empezó a lamer mi pie. En ese momento, Jorge lograba ensartarme con su arpón bien parado.

Oye, se me deslizó hasta dentro sin dificultad alguna; creo que soy más puta de lo que pensaba.

Sentía una sensación de placer y nerviosismo, ya que José se había detenido a la orilla del camino y en lo que me la metía Jorge, él me metía la lengua entre los dedos de mi pie. Jamás había sentido tan rico como esa vez; sentía la verga de Jorge hasta el tronco y la lengua de José en mi tobillo.

Fue tanta la excitación que alcancé un orgasmo como nunca antes lo había sentido; en esos momentos sentí el esperma de Jorge entrar en mi cuerpo, sentía en cada empujón, y más y más semen se depositaba en mi interior; yo vibraba de placer, a tal grado que le dije que no se vaciara del todo, que quería también su leche en mi boquita, cosa que no pude conseguir, ya que se vino totalmente.

Al ver esa candente escena, José no pudo aguantarse más y con el fierro bien parado, le pidió a Jorge que se quitara, pues me la quería meter inmediatamente. Jorge se apartó de no muy buena gana, y me montó José, que como ya me había dado cuenta, era un eyaculador precoz; se vino casi luego, luego. ¡Imagínense, dos clases de semen en mi vagina!… Afortunadamente tengo un dispositivo intrauterino, porque si no, quedaría embarazada y quien sabe de quién.

En esas estábamos cuando se acercó un automóvil con luces altas y torreta, ¡era la policía!; me bajé la blusa y la falda, pero no encontré mi zapatilla y vieron mi tanga encima del tablero del coche.

Entre Jorge y José hablaron con ellos, no sé cuánto dinero les dieron, y no sé qué les dijeron, sólo sé que uno de los policías me preguntó si estaba a la fuerza con esos hombres, y que si no era puta, a lo que le respondí que estaba por mi gusto y que no era puta (ja, ja…, si supieran que me las como a puños). Aunque me bajé la blusa mi brasier estaba desabrochado y se me veían las tetas.

Revisaron el auto y me dieron mi tanga, y uno de los policías hasta me ayudó a ponerme la zapatilla, y me dijo que tuviera cuidado, que luego violaban a las chicas y las mataban, que nos retiráramos de ese lugar y que para eso había hoteles.

Ya en camino, me entró un gran cansancio por las emociones que había vivido esa noche. José me quitó la tanga y no me la dio.

Me dejaron muy cerca de mi casa, ya para entrar en la misma y así, sin cambiarme, me quité las zapatillas y me metí a la cama.

Dormí muy rico, tan sólo pensando en la aventura que había pasado.