Sailor Moon: Un futuro diferente II
Esa mañana los rayos del sol iluminaron magistralmente la belleza de El lago encantado.
Las aguas cristalinas, agitadas por el viento, emitían pequeños destellos que le daban el aspecto de un espejo de plata.
Los árboles se mecían suavemente al compás de la brisa matutina y el canto de los pájaros daba una atmósfera de paz y tranquilidad.
Aunque en el interior del hotel esas dos cosas estuvieran ausentes.
La razón era la desesperación de Serena por encontrar algo que ponerse para su cita con la misteriosa mujer llamada Ángel.
Simplemente la poca ropa que llevaba, tomando en cuenta que solo iba con su familia de fin de semana, le parecía de pésimo gusto.
-¿Porqué traje esta ropa?- pensaba una y otra vez parada frente al espejo de la habitación.
En tan solo unos minutos intento todas las combinaciones posibles con su ropa. Pero ninguna la dejo satisfecha.
Al fin se decidió por una falda plisada en color azul pastel, una blusa blanca de manga corta y unas calcetas cortas.
Para su calzado escogió unos zapatos tenis también en color pastel.
Cuando se miro al espejo adopto varias poses, como una modelo tratando de encontrar su mejor lado, pero tampoco quedo del todo convencida.
Por fin tuvo que resignarse a que no podría hallar una combinación mejor, sobre todo tomando en cuenta que no llevaba más ropa.
Nerviosa tomo asiento en la cama y espero, el tiempo parecía especialmente lento aquella mañana, luego se levanto y camino de un lado a otro del cuarto.
En ese momento una voz la saco de sus pensamientos. -Serena.- era mamá Ikuko quien la miraba desde la entrada.- Vamos a desayunar.- la joven princesa la miro fijamente mientras trataba de encontrar una excusa para no ir con ellos.
En ese momento el teléfono sonó. Serena prácticamente se lanzo sobre el aparato para contestar. -Bueno.- dijo dándole la espalda a su madre.
-Hola pequeña.- la subyugante voz de Ángel la hizo estremecer.- Nos vemos en el lobby.- sin más colgó. Serena se volvió hacia su madre, quien la miraba extrañada.
-Lo siento mamá, la señorita Ángel me invito a desayunar.- antes de que Ikuko pudiera decir algo Serena salió de la habitación. La mujer sintió una rara inquietud, algo malo estaba pasando. Serena llego al lobby del hotel y busco con la mirada a Ángel, pero no la encontró; en su lugar se encontraba la chofer, vestida con su recio uniforme oscuro. Al ver a la joven la chofer se le acercó, sus ojos parecían los de una fiera, y le hablo con tono áspero.
-Soy Jessi, chofer de la señorita Ángel. Te llevare con ella.- fue todo. Sin esperar respuesta echo a caminar rumbo a la salida. Serena se sintió un poco desconcertada pero termino por ir detrás de ella. Afuera del hotel los aguardaba la poderosa limosina negra. Marcialmente Jessi se colocó a un lado de la puerta trasera y la abrió para que Serena entrara. No bien la joven lo hizo, Jessi cerró de un solo golpe. Luego tomo su lugar su la limosina emprendió la marcha. Serena se sentía cada vez más nerviosa, sobre todo cuando el hotel se perdió de vista, se sentía vulnerable y eso la asustaba. Por un momento considero la posibilidad de pedirle a Jessi que la regresara, pero el solo pensar en Ángel la impulsaba a continuar.
Por suerte la limusina bajo la velocidad y finalmente se detuvo.
La puerta se abrió y Serena se apeó del vehículo. Antes de que pudiera hacer alguna pregunta Jessi le señalo un conjunto de cabañas que se veían a unos 100 metros.
Serena supo entonces que se encontraba al otro lado del lago, en la sección de cabañas privadas, eso la tranquilizo y sin esperar más echo a andar.
Al llegar a las cabañas noto que casi todas estaban cerradas y vacías, sin duda por la temporada baja, pero al final llego hasta una de las más grandes, provista de dos plantas, y ahí encontró a su misteriosa anfitriona, cómodamente sentada y tomando el sol matutino en una terraza.
-Hola Serena.- dijo llamándola por su nombre por primera vez.
-Hola.- respondió la princesa.
-Pasa y sube. El sol esta delicioso.- La chica obedeció y entro en la cabaña, el lugar era de lo más confortable, provisto de chimenea, con un mobiliario en acabado rustico que daba un aspecto viejo a la cabaña, algunas esculturas y tapetes decoraban a estancia. Al fondo había unas escaleras de pino, temerosa de parecer mal educada Serena ascendió lentamente, evitando taconear, hasta que llego a la planta alta. Ahí descubrió que la casa tenía al menos tres habitaciones, pero lo que le importaba en realidad era llegar a la terraza. Así paso sin mirar detenidamente hacia los cuartos. Al llegar a la terraza la joven miro a su anfitriona tendida cómodamente en una silla plegable de tela, vistiendo un diminuto traje de baño que apenas la cubría. Serena se ruborizó y pudorosa desvió la vista.
Ángel la miro de reojo, admirando a candor, y sonriente se incorporo para acercarse a ella. Serena se estremeció al sentir el cuerpo de Ángel junto al suyo, lentamente volvió la cara y se encontró de frente con ella. Era aún más hermosa que el día anterior. Sin embargo, esta vez, Ángel solo le dio un beso rápido en la mejilla. Serena se sintió extrañamente rechazada. Ángel se puso de pie y camino hasta una pequeña mesa, provista de una gran sombrilla, donde tomo asiento. Con un suave ademán le indico a Serena que fuera a su lado cosa que la joven hizo de inmediato. No bien lo había hecho la joven vio entrar a Jessi llevando una gran charola plateada, provista de campana, misma que deposito con sumo cuidado sobre la mesa.
-¿Me acompañas a desayunar Serena?- la princesa respondió moviendo a afirmativamente la cabeza. Jessi retiro la campaña y dejo al descubierto el contenido de la charola. Frutas, néctares y agua era todo. Serena se sintió un tanto desilusionada dado su natural apetito, pero no queriendo parecer impertinente se limito a sonreír mientras tomaba una manzana. Ángel también sonrió y juntas dieron cuenta de todo. Al final Ángel hizo una señal y Jessi se marcho llevándose la charola.
Ángel la vio desaparecer dentro de la casa, luego miro a su invitada; Serena aún daba cuenta de una sabrosa pera. -Bueno pequeña.- dijo tomando una bata y un sombrero de ala ancha echo de mimbre.- Creo que es hora de ir a tomar fotos.-
-¡Vamos!- dijo Serena entusiasmada. Ambas salieron de la cabaña y caminaron por la rivera del lago. Durante varias horas no ocurrió nada extraordinario, solo tomaron unas cuantas fotos aquí y allá, luego Ángel se detuvo en un hermoso lugar, una pequeña playa donde los rayos del sol hacían resplandecer el agua, a su alrededor no había sino altos árboles que daban sombra. Con toda calma Ángel se despojó de su bata y del sombrero, colocando las dos cosas al lado de un frondoso árbol. Serena comprendió lo que su amiga se proponía, de hecho ella también tenía ganas de nadar un rato después de caminar bajo el sol de la mañana, pero de pronto se dio cuenta de que no llevaba traje de baño.
-Soy una tonta.- pensó enojada consigo misma por aquel olvido. Ángel terminó de acomodar sus cosas junto al árbol y sin esperar más se lanzo en una carrera corta hasta el agua. Serena la miro entrar al agua y sumergirse por unos segundos.- Aaaahhhhh.- exclamo Ángel cuando salió del agua fresca. Sonriendo miro a Serena, de pie junto a sus cosas, y extendiendo los brazos hacia el cielo llamo a la joven.
-¡Vamos Serena! ¡El agua esta deliciosa!- Serena miro como el agua escurría por el bello cuerpo de Ángel. Su negros pezones resaltaban como nunca bajo la tela mojada, su cabello húmedo se estiro hacia atrás resaltando su frente amplia.
-¿Qué pasa?.-pregunto un tanto molesta por que Serena no se movía. Esta la miro avergonzada.
-No traje mi bañador.- dijo quedamente. Ángel sonrió con malicia mientras salía del agua. – ¿Eso es todo?- dijo burlona. – Yo tengo la solución.- las manos de la mujer desajustaron las delgadas correas de su bañador y este cayo al suelo. Serena tuvo que recargarse en el árbol para no caer.
-¿Lo vez? Ahora estamos iguales.- una gran sonrisa apareció en el rostro de Ángel, como no dándole importancia al hecho de descubrir su cuerpo frente a la chica japonesa. Serena admiraba aquel cuerpo desnudo, de piel blanca y suave como la de una paloma, de senos medianos y decorados con grandes aréolas rosadas y pezones como botones de flor. El vientre perfecto, sin una molécula de grasa, y las caderas delicadamente trazadas, las piernas largas y bien torneadas. En verdad parecía un ángel emergiendo de las tibias aguas del lago. Los grandes ojos dorados de Ángel estaba fijos en Serena, la cual seguía paralizada, nerviosa y asustada, recargada contra la áspera corteza del árbol. Ángel se acerco lentamente a la princesa y, sonriendo maliciosamente, comenzó a desabotonar la blusa de Serena. La joven se puso roja como un tomate pero no hizo nada por impedir que la mujer extranjera cumpliera su cometido. Sin prisa Ángel termino de abrir la blusa y, rodeando el torso de Serena con ambos brazos, dejo que sus dedos desajustaran el sostén blanco de la chica. Serena bajo la cara y contemplo sus pechos, lucían pequeños y sin atractivo comparados con las maduras esferas de su acompañante. Ángel tomo con una mano uno de aquellos pechos juveniles y sonriendo comprobó que cabían perfectamente en su mano.
-Que bella eres Serena.- dijo mientras juntaba sus pezones con los de la joven. Ambas experimentaron un agradable cosquilleo que poco a poco se fue transformando en una corriente pasional. Serena miro al fin los grandes ojos dorados y sintió que caía dentro de ellos, no supo cuando Ángel unió sus labios a los suyos, solo sentía su cuerpo derritiéndose bajo los rayos del sol. Al cabo de un rato la extrajera rompió el beso para caer de rodillas ante la joven japonesa, sus manos repitieron la operación que habían efectuado antes y pronto la falda y las bragas de Serena cayeron por tierra. La princesa de la luna estaba rendida a la voluntad de Ángel y ella lo sabía. Suavemente Ángel deposito un beso en la vulva de su amante, la cual se estremeció sintiendo como su intimidad se abría como una flor ante el amanecer, al tiempo que una fuente desconocida comenzaba a derramarse dentro de ella. Dueña de la situación Ángel hizo que Serena se volviera presentando sus bellos glúteos ante sus ojos.
El fuerte sonido de una nalgada se dejo escuchar en el silencio del bosque. -¡Aaaaahhh!.- gimió Serena sorprendida. Mientras un segundo golpe estallaba contra su piel blanca. – ¡Quieta pequeña zorra!.- ordenó la mujer. -¡Deja que yo te enseñe!.- mientras hablaba Ángel comenzó a establecer un cierto ritmo, golpeando alternativamente con cada una de sus manos, como su tocara un tambor viviente. Mientras Serena no salía de su asombro é increíblemente se preguntaba que había hecho para merecer aquel castigo. Pero no se movía. Había algo indescriptiblemente erótico en ser castigada como una niña, aunque la verdad sus padre habían empleado poco ó mejor dicho nada ese sistema en ella, sintiendo como nacía aquel calor que se iba extendiendo por su cuerpo, incluso su vulva se sentía cada vez más cálida y húmeda con cada golpe que Ángel le daba. Inesperadamente la mujer de los ojos dorados le abrió las nalgas y sin pensarlo le hundió la punta de la lengua en el ojos del culo. Serena dio un respingo ante esa caricia, nueva y malévola, que le revelo que esa parte de su cuerpo también podía darle un goce prohibido.
-¡Aaaaaahhhhh!…. ¡Aaaaayyyyy!…. ¡Sigue por favor!…. Sigue…- suplicaba la joven aferrada al tronco del árbol, Ángel sonrió y clavo más su lengua en el trasero de su joven amante, inyectándole saliva para luego succionarla y repetir el proceso de nueva cuenta. Serena no pudo resistir mucho tiempo y su cuerpo no tardo en estremecerse presa de un orgasmo feroz. -¡Aaaaaaaahhhhhhh!.- grito al tiempo que la fuente de su intimidad dejaba escapar un abundante caudal de líquidos que escurrían por los labios trémulos de su coño. La princesa de la luna se derrumbo y quedo de rodillas frente al árbol que se había convertido en el altar de su entrega. Con firmeza Ángel la hizo levantar, tomándola por los pecho adolescentes, para atraerla hacia sí. Sus caras quedaron frente a frente y no tardaron en besarse de nuevo.
-Vamos a nadar.- dijo la mujer rompiendo el encanto de aquel momento. Sin esperar nada tomo a Serena del brazo y la hizo emprender el corto trecho hasta el agua. Por un momento ambas nadaron felizmente, ejecutando un singlar baile bajo el agua resplandeciente. De pronto Serena se sumergió en el agua y, con un rápido movimiento salió detrás de Ángel abrazándose a sus espaldas mientras sus manos acariciaban los grandes pechos de la extrajera. Esta reacciono de forma inesperada liberándose violentamente y, dándose la vuelta, deposito una fuerte bofetada en el rostro de Serena. La joven miro a Ángel desconcertada y temerosa, incapaz de comprender lo que había pasado, viendo como esos ojos dorados la miraba ahora con furia y rencor, como se mira a un ser malagradecido. Con gran dignidad Ángel salió del agua y comenzó a vestirse de nuevo, ignorando a Serena que la miraba aún en el agua. Al terminar emprendió el camino de regreso a su cabaña.
Cuando se fue Serena reacciono al fin y saliendo del agua se vistió también a toda velocidad y salió detrás de ella, su mejilla estaba roja por el fuerte golpe recibido pero no le dio importancia. -¡Espera!… -grito al ver las espaldas de Ángel.- ¡No te comprendo!… ¡Que hice mal!… ¡Por favor dime que paso!… ¡Por favor!…- Ángel se detuvo y volvió la cara, su rostro era severo y casi cruel, su voz antes dulce sonó ahora como el chasquido de un látigo.-¡¿Qué has hecho?!… ¡¿QUÉ HAS HECHO?! … ¡ME TOCASTE SIN MI PERMISO! ¡ESO ES LO QUE HAS HECHO!…-
-¿Qué?.- dijo Serena incrédula. ¿Cómo podía decir eso si ella misma la había tocado sin pedirle su opinión?. -Pero tú…- murmuro la princesa.
-¡NO ES LO MISMO!.- replico Ángel sin darle tiempo a terminar.- ¡Yo tomo lo que quiero!… ¡Pero nadie puede tomarme si no lo deseo!.-
-Lo siento.- dijo Serena casi sin darse cuenta.
-Será mejor que te vayas. Ya no estoy interesada en ti.- sin decir más Ángel se dio la media vuelta y siguió su camino. Serena la miro desaparecer entre los árboles. No lograba entender a esa extraña mujer que tan abruptamente había entrado en su vida. Su respiración se fue haciendo más fuerte, conforme una repentina vuelta de su dignidad se presentaba en su pecho, y con infantil alarde grito a los cuatro vientos.
-¡TU TAMPOCO ME INTERESAS!… ¡YO SOY UNA PRINCESA!… ¡¿ME OÍSTE?!… ¡UNA PRINCESA!… ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE NUNCA!… ¡NUNCA!.- conteniendo las lagrimas de sus ojos Serena se alejo dando pisotones a cada paso, imaginando que aplastaba a una pequeña Ángel cada vez que bajaba el pie. Ajena estaba que no lejos de ahí, escondida tras un árbol, Ángel la miraba alejarse. En su rostro estaba plasmada una expresión de burla y lastima malsana.
-Yo se quien eres mi pequeña princesa. Lastima que tu no sepas quien soy yo.- un intensa luz negra envolvió el cuerpo de la mujer, pero solo por un momento, luego se alejo dejando un árbol moribundo detrás de ella.
Continuara…