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El cuento de Filiperto

El cuento de Filiperto

El joven rey Arturo fue hecho prisionero por un rey vecino con el que estaba en guerra, este monarca decidió condenarle a muerte, pero conmovido por su juventud tuvo a bien concederle una oportunidad de salvarse: le ofreció, como alternativa a la muerte inmediata, un año de plazo para resolver un enigma.

Arturo, por supuesto, aceptó. Esta fue la cuestión que el monarca vecino le planteó:

¿Qué es lo que realmente quieren las mujeres? Tal cuestión parecía estar sólo al alcance de los más sabios y para el joven Arturo resultaba un enigma casi imposible de descifrar.

Arturo partió hacia su corte con la palabra de honor empeñada en volver con la respuesta dentro de un año.

En su corte, Arturo preguntó a todas las personas que podían darle alguna respuesta: princesas, prostitutas, monjes, filósofos, magos, etc. pero ninguno pareció darle una respuesta satisfactoria.

Oyó hablar de una vieja bruja cuya sabiduría superaba a la de todo el mundo en aquel reino, pero también sus tarifas eran las más elevadas.

Como el plazo expiraba y Arturo no tenía una respuesta se decidió por fin a consultar a la bruja.

La vieja bruja resultó el ser más horripilante que jamás había visto: jorobada, con un único diente, pústulas por todo el cuerpo que despedían un hedor insoportable, medio calva, con varices, y un sin fin más de curiosas deformidades.

Superando su asco Arturo le planteó el enigma y la bruja le garantizó que podía darle la respuesta si a cambio conseguía casarse con el caballero Filiberto.

Filiberto era uno de los caballeros de la mesa redonda, el más apuesto y afamado, también el más acaudalado.

Arturo no podía aceptar y más teniendo en cuenta el aspecto de aquella vieja bruja, así que volvió a su castillo.

Al referir la historia al noble caballero Filiberto, este prontamente reaccionó diciendo que aceptaría casarse con la bruja si con ello salvaba la vida de su soberano y la integridad de la tabla redonda.

Arturo finalmente y tras muchos ruegos accedió.

Fue a ver a la bruja y le confirmó la próxima boda.

La vieja bruja accedió a darle una respuesta: Lo que una mujer realmente quiere es estar a cargo de su propia vida.

Realmente, aquella era un respuesta sabia y con ella partió al reino vecino, donde obtuvo su libertad cuando se la ofreció al monarca. Pronto se proclamó la boda del caballero Filiberto.

Durante el enlace él fue correcto y educado como siempre, pero la vieja bruja se comportó de la peor manera que pudo: comió con las manos, eructó y se tiró pedos constantemente e hizo que todo el mundo se sintiera mal.

La noche de bodas se acercaba. Filiberto entró en la alcoba y cual no fue su sorpresa al encontrarse desnuda sobre la cama a la mujer más hermosa que jamás había visto.

Al preguntarle quien era, ella contestó con hermosa voz que era la bruja y que había transformado su aspecto en agradecimiento a su caballerosidad durante la boda, a pesar de haberle tentado con sus malos modales.

“Pero sólo puedo ser hermosa durante el día o durante la noche, tú debes elegir”. Filiberto meditó la cuestión… si era hermosa de día podría presumir delante de la corte y de sus amigos, pero las noches serían un difícil trago, mientras que si elegía la hermosura para la noche, todos le mirarían con lástima durante el día pero sus momentos íntimos y nocturnos serían maravillosos.

¿Qué elegirías tú? Antes de seguir leyendo toma una decisión…

Filiberto tras mucho pensar le dijo a la bruja: “Quiero que elijas tú” a lo que la vieja bruja respondió: “Voy a ser hermosa todo el día; te lo has merecido por haberme respetado y haberme dejado estar a cargo de mi propia vida”

MORALEJA: No importa que tu mujer sea guapa o fea, bajo su apariencia, ella todavía es una bruja.

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