Vacaciones con mi alumna

Todo empezó en una conversación con una vecina.

Ella sabía que yo solía dar clases particulares y me contó como su hija, pese a haber aprobado el curso no había podido hacer la selectividad por un accidente de moto.

Su hija, una chica muy mona y con un cuerpo perfecto en el que ya me había fijado alguna vez, ya estaba bien pero se le había estropeado el verano.

Y quien no recuerda aquel verano recién cumplidos los 18.

<< No es para tanto >> le dije yo, intentando tranquilizarla un poco

<< si ha llevado bien el curso, no debería tener problemas >>.

<< Sí, ya sabes como es el verano y miedo me da que llegue el examen y no haya hecho nada >> respondió ella

Y de seguido me propuso si podría yo darle unas clases a fin de obligarla a estudiar todos los días un poco.

Al final llegamos a un acuerdo económico y yo le ayudaría una hora todas las mañanas.

La idea de dar clase a mi vecina no sólo me agradaba por el aspecto económico, aquella niña que había visto crecer ya era una mujer y vaya mujer.

Con 18 años, medía 1’72, pesaba 60 kg, pelo moreno, largo y liso y unos ojos verdes y una sonrisa capaces de enamorar a cualquiera.

En cuanto a sus medidas yo diría que podrían ser las de una modelo aunque con algo menos de cadera.

Y así empezó el verano, todas las mañanas, de lunes a sábado, a eso de las 11 pasaba a su casa y estudiábamos durante una hora o más.

Como es normal, ambos nos levantábamos poco antes de la hora para desayunar y darnos una ducha por lo que habitualmente me recibía con el pelo aún húmedo, recién perfumada y con ropa un poco ligera ya que era verano.

Aquello a mí me excitaba enormemente cosa que intentaba disimular aunque creo que no con demasiado éxito.

Poco a poco fuimos cogiendo confianza y enseguida las clases se fueron haciendo más distendidas, hablando de nuestras cosas, de lo que habíamos hecho el día anterior… y como no, comentarios y bromas sobre si nos gustaba alguien, si ligábamos…

Y fue así como un día me confesó que con los chicos no había pasado de besos y algún toqueteo, aunque tenía muchas ganas de llegar a más, que un día había visto una película porno en la tele…

Aquello no supe como tomarlo, me excitaba oírla hablar conmigo de esos temas pero no sabía si se trataba de un juego, indirectas o simplemente confianza y complicidad.

Y así fueron pasando los días y llegó algo inesperado.

Sus padres se reunieron conmigo para comentarme que se ausentarían 15 días de vacaciones y proponerme que además de seguir con las clases, echara un ojo a su hija, algo así como hacer de niñera.

Dado que éramos vecinos no supondría gran esfuerzo para mí y podría estar con ella toda la mañana, las tardes libres y vigilarla un poco, incluso quedarme a dormir algún día.

Claro está yo accedí, pasar más tiempo con mi vecina y la idea de poder llegar a algo más me excitaba muchísimo.

Y así ocurrió. Ellos se marchaban un domingo por la tarde y yo estaba ansioso porque llegara el lunes.

Y el lunes llegó.

Aquella mañana me levanté ansioso, desayuné y me fui al cuarto de baño a prepararme y sin darme cuenta, estaba en la puerta de su casa 15 minutos antes de lo esperado.

Ella aún estaba sin vestir, recién duchada y en bata.

<< Aún es pronto!! >> dijo enseguida, << pasa que enseguida salgo >>

No pude evitarlo, mi pene saltó como un cohete y se puso duro en un segundo.

Allí estaba yo esperando mientras ella se vestía y hablábamos de cuarto a cuarto, intentando imaginarme la escena en su habitación.

Al rato llegó donde mí.

Llevaba puesto un vestido corto que dejaba ver sus piernas y un escote como para quitar el hipo por el que no pude evitar mirar un momento.

Sorpresa!! No llevaba sostén!! Enseguida seguimos hablando y empezamos con las materias y con las bromas.

<< Estarás contenta que se han ido tus padres para hacer lo que quieras, no? >>

<< Sí, pero me han dejado escopeta, no voy a poder traer ningún chico a casa >>

<< Ah, pero pensabas traer chicos? >>

Todo esto sin dejar de reír y jugar, haciéndonos cosquillas… Entonces dije yo

<< Bueno, vamos a seguir con lo nuestro >>

Ella sonrió, acercó su mano a la mía y seguimos estudiando.

La confianza había ido en aumento y su mano no solo tocaba la mía o se posaba sobre mi hombro, de repente note como ella acariciaba mi pierna y un bulto se dejaba ver en mi pantalón.

Ella tuvo que notarlo y enseguida comentó que estaba cansada y que si hacíamos un descanso.

Yo acepté y ella fue a la cocina a por unos refrescos.

Volvió riéndose y contoneándose con dos vasos y para mi sorpresa, después de dejar uno en la mesa, se sentó encima de mí y me dio de beber como a un niño.

<< Tiene sed mi profesor ? >>

Yo puse mi mano en su pierna, bebí un poco y no pude sino soltar un suspiro.

Ella rió y se levanto para sentarse en su silla, momento en que yo no pude evitar darle una palmada en su precioso culo a la vez que dije

<< vengaaaa >>

Entonces ella gritó

<< oye >>

Y empezó un forcejeo intentando darme una torta o tocarme a mi el trasero, no pudiendo evitar que en uno de esos movimientos llegara a rozar su pecho y subiera aún mas mi erección, cosa que ella notó cuando al fin quedó rendida y sentada sobre mí, con mis brazos cruzados por delante de ella, agarrando los suyos sobre su pecho.

Entonces dejó caer su cuerpo hacia atrás y no pude contenerme, empecé a besarla en el cuello, sus brazos se liberaron y mis manos cogieron su cintura y fueron poco a poco acariciándola hasta llegar a aquellas preciosas tetas.

Entonces volvió su cara y nuestras lenguas se fundieron en un largo y apasionado beso.

Había esperado ese momento durante mucho tiempo y al fin eran míos aquellos labios finos pero carnosos, dulces como su mirada aún de niña.

Entonces se levantó quedando frente a mí, se arrodilló y empezó a desabrocharme el pantalón,

<< siempre he querido coger un pene, acariciarlo y metérmelo en la boca >>

Y así fue, lo sacó del pantalón y empezó a menearlo, estaba duro como una piedra y ella lo miraba con verdaderas ganas.

Por fin agachó la cabeza y lo metió entre sus labios, introduciéndolo cada vez más hasta comérselo entero.

Pese a su inexperiencia me hizo una mamada inolvidable, repitiendo aquello que había visto en una película, ayudándose de la mano para frotarla a la vez que chupaba de una manera frenética.

Cuando ya no pude más le avise que me iba a correr pero no quiso apartarse, se tragó todo mi semen a la vez que decía << ummmm, que rico >> y después de dejármela bien limpia me preguntó si me había gustado,

<< claro >> dije yo << y a ti ? >>

<< mucho >> respondió ella.

Entonces me incorporé, le desabroche el vestido y la tumbe en una cama que había detrás de nosotros.

Su cuerpo era precioso, la piel suave y tersa como corresponde a una chica de su edad, el pecho firme con unos pezones pequeñitos y duritos.

Las piernas estaban depiladas, al igual que su entrepierna, dejando muy poco pelo, supongo que para poder lucir bikini en la playa.

Empecé a besarla y acariciarla por todo el cuerpo, sus pechos eran deliciosos y ella se estremecía de placer a medida que mis besos se acercaban al monte de Venus.

Le besé las piernas, buscando su cara interna.

Su concha rebosaba jugos, estaba excitada con aquel juego.

Entonces soltó un grito de placer al notar mi lengua acariciando su clítoris y empezó a moverse como si estuviera cabalgando.

Sus gemidos eran sordos y sus manos agarraban mi cabeza con fuerza, ella nunca había experimentado algo así. Los dos empezábamos a sudar cuando ella susurró

<< quiero que seas el primero, hazme tuya >>

Me incorporé y saqué la ropa que me quedaba, su cara era la máxima expresión de deseo que nunca había visto.

Enseguida se puso de nuevo en erección, cogí con una mano su cintura y con la otra mi verga, acercándola poco a poco a aquel coño jugoso, metiéndola despacito, a fin de no hacerle daño.

Ella soltó un pequeño grito seguido de un largo gemido.

Entonces me eché sobre ella y nuestros cuerpos empezaron a moverse al compás, de forma lenta.

Sus manos se apretaban sobre mi espalda y sus leves suspiros llegaban a mis oídos como prueba del placer que estaba experimentando.

Poco a poco el ritmo fue subiendo y sus manos pasaron de estar agarrotadas a acariciar mi espalda y mi trasero, empujándolo como queriendo que llegara hasta el fondo.

Después de un rato así, los dos nos corrimos al unísono, besándonos como locos y quedando exhaustos sobre la cama.

Esa mañana hicimos el amor cuatro veces y podéis imaginar como fueron las dos semanas, solos los dos, con toda la casa para nosotros entre lección y lección.

Por cierto, gracias a Dios, la chica aprobó la selectividad y comenzó la universidad.

Lo malo de todo es que se fue a estudiar fuera.