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Sin saber porqué

Sin saber porqué

Ella estaba sentada en la barra del bar, sola tomándose una copa, era algo que nunca había hecho, pero aquel día sin nadie con quien estar en una ciudad que no era la suya y después del trabajo, no fue capaz de meterse en la triste habitación de un hotel.

De repente una mano se posó suavemente sobre su hombro, con la timidez de alguien que no te conoce y no quiere molestar, se giró y se encontró con un hombre joven, moreno de pelo largo negro y facciones que podían ser de algún lugar de Sudamérica.

Vestía un traje de chaqueta negro informal que le quedaba realmente bien a los ojos de ella, holgado, con esa elegancia natural que tienen las personas jóvenes que cuidan su imagen.

Las manos cuidadas, y el cuerpo fibroso de quien hace deporte de forma inteligente además de su cara le impactaron y le gusto al momento.

Su voz suave y melodiosa le preguntaba si se podía sentar a su lado, ella sin ser saber porqué contestó afirmativamente y al momento era consciente de que lo había dicho sin pensar, de forma automática, como sino fuera ella quien hubiera hablado. Sus pensamientos, la sorpresa y el agradable aspecto de él, la habían abstraído de la realidad y se notó como flotando en un sueño.

El, en ese momento, cogiendo la chaqueta y el bolso que estaban sobre el taburete junto a ella, con una actitud tímida pero deseada, se sentó a su lado, acababa de llegar y el único lugar que encontró libre fue a su lado.

Al entrar en el local oteó buscando un lugar libre y al encontrarlo la vio.

Era menuda con el pelo de color cobrizo, posiblemente teñido, pero hoy todas las mujeres lo llevan de distinto color al que les corresponde por naturaleza.

Estaba sentada en la barra y tenía a su lado sus objetos personales apoyados en el taburete de al lado, vestía una falda negra que le llegaba hasta la mitad del muslo, dejando ver sus bien contorneados muslos, blusa de seda blanca que dejaba traslucir un seductor sujetador de encaje negro y el pelo recogido de forma informal con algunos pequeños mechones de pelo que cubrían su rostro. La imagen fue seductora desde el primer instante, sintió la necesidad de acercarse y así lo hizo.

La primera impresión de los dos ante los acontecimientos, fue de sorpresa, ella nunca daría una respuesta afirmativa tan pronto y el no esperaba recibirla tampoco.

El hecho de que ella estuviera ocupando dos asientos en un local lleno de gente, dio sentido a la pregunta y a la respuesta, así que aprovechando el doble sentido que tenía para ambos la pregunta se presentaron. El le dijo que se llamaba Pablo y que estaba de vacaciones por unos días en la ciudad.

Ella le dijo que se llamaba Andrea y que estaba por razones de trabajo.

En ese instante se acercó el camarero y al preguntarle que deseaba tomar, pidió un whiskey de malta y otra copa más para ella.

Se pusieron a hablar sobre las circunstancias de cada uno en la ciudad y poco a poco se fueron enfrascando en una animada conversación, que evitó que se percataran de que el bar cada vez estaba más lleno y el resto de la gente los había arrinconado prácticamente contra la pared. A estas alturas la conversación había ido derivando hacia temas más personales, por no decir sexuales.

Entre broma, risas y apretones motivados por lo concurrido del local a aquella hora, Pablo deslizo una mano hasta la cadera de Andrea y después de unos breves instantes y ante la actitud positiva de ella se fue atreviendo un poco más y empezó a acariciarle suavemente la espalda.

Andrea se dejó hacer, se lo estaba pasando realmente bien, la conversación era agradable y la segunda copa –nunca solía beber más de una- la estaba desinhibiendo.

Sin saber como la conversación se fue poniendo cada vez más caliente y las caricias de ambos más atrevidas, ella se agarraba a la cintura de el, mientras Pablo bajaba ya las manos hacia la zona exterior de los muslos de ella, mientras sus cuerpos totalmente pegados se movían en direcciones contrarias, produciendo con ello el roce de un cuerpo contra el otro.

Pablo tenía una erección considerable, algo imposible de ocultar dadas las circunstancias, sentía cada vez más cerca sus labios y el suave roce del aliento en la cara y se lanzó de forma apasionada sobre los labios de ella que entreabiertos lo recibieron con autentico placer para ambos.

Estuvieron fundidos en un largo beso mientras sentían el calor de sus cuerpos a través de los tejidos.

Pablo sin preguntarle nada a ella pagó y cogiéndola de la mano la arrastro hasta el exterior, donde le volvió a dar otro apasionado beso, mientras paraba un taxi.

Se dirigieron al hotel de el entre caricias, besos y arrullos, al bajar ya abrazados como dos enamorados se dirigieron directamente hacia los ascensores. Una vez dentro, las manos de Pablo empezaron a acariciarle los senos por encima de la blusa mientras ella hacía lo mismo en el pecho de él a través de la camisa.

Cuando de repente el ascensor se paró apagándose las luces, solo la tenue luz de emergencia iluminaba la reducida cabina. En principio se quedaron parados, sorprendidos ante algo que no esperaban.

La sorpresa inicial dejo paso a un ataque de risa que a los dos les pareció entrañable, lo cual derivó en un tierno beso entre sonrisas. Las manos se lanzaron poco a poco a la exploración del cuerpo contrario y entre botones desabrochados y cremalleras bajadas se encontraron desnudos en un momento.

Andrea empezó a besarle el pecho suavemente mientras se deslizaba hacia abajo poco a poco hasta quedar arrodillada, de este modo empezó a explorar con sus labios el pubis de Pablo a la vez que se agarraba a sus nalgas, con pequeñas caricias fue acercándose hacia el pene erecto hasta que engulló el glande y lo introdujo lentamente, con un movimiento de cabeza, hasta lo más profundo que le permitía su húmeda garganta, lo retuvo un breve momento y a continuación retirando su cabeza hacia atrás lo saco hasta dejarlo entre sus labios.

Repitió la operación hasta que Pablo no pudiéndose aguantar más, la cogió por los hombros para levantarla.

Una vez de pie la obligó a darse la vuelta, quedando de espaldas a él, la apoyo suavemente contra el mamparo y empezó a acariciarle la espalda con los labios mientras iniciaba el mismo recorrido que ella había hecho antes con el.

Llego a sus nalgas y le separó el pubis de la pared, de forma que ella al quedar la parte superior de su cuerpo aún apoyado contra la misma, quedaba expuesta a los caprichos de él. Su lengua no se hizo esperar y empezó a explorar la anatomía femenina con fricción a la vez que su mano derecha exploraba el clítoris y la izquierda asía firmemente la cadera dirigiendo la situación.

La excitación era ya insostenible, cuando ella le pidió que por favor la penetrara.

Sin cambiar ella de posición, él le coloco la punta del pene en la entrada de la vagina y empujó lenta pero firmemente el miembro dentro de ella.

Lo recibió como campo que recibe agua después de la sequía, engulléndolo con avidez.

Se empezaron a mover de forma acompasada buscando el placer propio y ajeno lo más rápidamente posible, enloquecidos empezaron a jadear, susurrar y pedir más, incluso se les escapó algún que otro grito ahogado de placer, mientras llegaban de forma simultanea al nivel más alto que se pueda alcanzar con un orgasmo.

Cuando de repente se encendieron las luces y el ascensor empezó a ascender de nuevo, rápidamente se vistieron y aún pudieron darse un beso antes de que las puertas se abrieran y les recibieran los empleados del hotel.

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