Capítulo 1
Sara: Fin de semana apasionado con una desconocida
Es viernes por la tarde y me encuentro sentado en mi sofá y dejando volar mi imaginación pensando en cómo serás… Sólo faltan dos horas para que aterrice tu avión.
Sé que te llamas Sara, que tienes 29 años y que eres de Bilbao.
Además, por las fotografías, que eres medio rubia, preciosa de cara, con un pecho deseable para acariciarlo, con un culito maravilloso para comerlo…
Te imagino sumisa a mis deseos pidiéndome que te ordene lo que quiero que hagas…
Tratando de apaciguar ese impulso de rebeldía natural en ti e intentando no enfrentarte a mis deseos…
Tú eres una persona posesiva por naturaleza, inquieta, sensible (quizá más de lo que dejas ver a priori), orgullosa y, desde luego inteligente…
Mientras te voy imaginando, empiezo, casi instintivamente, a acariciarme por encima de mis CK negros… no llevo nada más puesto y el abultamiento de mi entrepierna, ya empieza a ser ostensible… Sólo pensar que en poco tiempo te tendré a mi disposición, hace que casi se me salga de los calzoncillos…
De pronto siento la puerta de un coche cerrarse… Te ordené que vinieras en taxi desde el aeropuerto…
Me asomo por la ventana del salón y te veo bajando las cosas del taxi. Pagas el viaje. Te encuentras, preciosa, enfrente de la puerta del jardín de mi casa.
Esa puerta nunca está cerrada… La abres, pasas tus cosas hasta la puerta de la casa y te quedas pensando qué hacer… Sabes que mis órdenes son muy claras… «Te desnudarás en el jardín, dejarás toda tu ropa junto al equipaje delante de la puerta de mi casa y entrarás, sin llamar, desnuda en casa».
Eso fue lo que dije… no deseas contradecirme y, por lo tanto, comienzas el ritual de irte desnudando poco a poco…
Una vez que has terminado con la ropa principal, te desabrochas el sujetador y te dispones a quitarte las braguitas… Ya estás muy húmeda… Terminas y abres, con decisión, la puerta de mi casa…
Yo te estoy esperando justo frente de la puerta, cerca de ella, para que tu impresión al verme sea mucho mayor… Pasas, te acercas a mí y saludas «Hola, jefe».
Te cojo del cuello y, suavemente, te beso con dulzura y pasión contenida… Tú ya empiezas a notar la dureza de mi miembro…
Te estás excitando una barbaridad sólo con pensar qué es lo que va a suceder durante todo el fin de semana…
En agradecimiento a esa excitación, bajas por todo mi cuerpo acariciándome y besando todos los poros de mi piel… te excita cómo huelo… es un perfume suave y cálido… llegas a ponerte de rodillas y comienzas a bajar mis CK dejando al descubierto un pene magnífico…
Te ordeno que lo chupes pero sin ayudarte de las manos… comienzas tu trabajo… Debido a la profunda excitación en la que me encuentro, estoy ya casi a punto de correrme… te lo digo y te ordeno que sigas chupando hasta hacerme correr… Lo haces… exploto… estoy eyaculando una barbaridad… te pido que te lo tragues todo y así lo haces… A continuación, y después de haber relamido todo el pene hasta dejarlo reluciente, te levantas… te vuelvo a besar y te digo… «Bien venida»…
Nos dirigimos juntos a la puerta de la casa para recoger tu equipaje y tu ropa y entramos con ella en la casa… Nos dirigimos al dormitorio, te pido que te des una ducha y te refresques del viaje y yo, mientras tanto, preparo unas bebidas…
Estando aún en la ducha, entro al cuarto de baño y me acerco a la bañera donde estás disfrutando del agua que resbala por tu cuerpo, tus pechos, tu vientre…
Cojo una esponja y me dispongo a enjabonarte todo el cuerpo… Comienzo suavemente por tu cuello y voy bajando hacia tus pechos donde me entretengo hasta sentir el endurecimiento de tus pezones, momento en el cual, me dedico a juguetear con ellos haciéndote soltar los primeros gemidos de placer desde tu llegada…
No quiero prolongar demasiado ese momento y continúo enjabonándote… Sigo bajando por tu vientre hasta llegar al pubis… Comienzo a aplicar un suave masaje por tus pelitos perfectamente arreglados…
Una vez bien enjabonados, suelto la esponja y continúo enjabonándote tu parte más íntima, esa cueva de la pasión, esa fresa del deseo que pronto será mía…
Voy jugando con los labios de tu sexo aplicando un suave masaje y tus gemidos comienzan a ser mucho más perceptibles…
Estás a punto de dejarte abandonar al deseo… Ya no puedes resistir más la tentación y, aunque hasta ese momento habías permanecido inmóvil, alargas tu mano para alcanzar mi pene que vuelve a estar firme y tenso…
Sigo aplicando mi masaje especial y comienzan a temblarte las piernas… Casi no puedes aguantarte de pie… Lo noto…
Acelero un poco más el ritmo y, mientras sigo jugueteando con mi dedo gordo sobre tu clítoris, introduzco dos dedos de golpe en tu vagina provocando que te convulsiones y estremezcas del enorme placer que te está produciendo mi mano…
Mientras tanto, con mi otra mano, comienzo a darte suaves pellizquitos en tus durísimos pezones… Un poco más… Ya llega… Empiezas a jadear, te apoyas en la pared de la bañera, ya no puedes aguantar más…
Te corres como hacía mucho tiempo que no lo hacías en parte debido a la excitación del momento, a ser dos desconocidos…
Son múltiples orgasmos que se suceden sin solución de continuidad, uno detrás de otro, incontables… Por fin, mis dedos comienzan a bajar el ritmo de mis caricias y empiezas a relajarte…
Te pido que te sientes en la bañera hasta que te hayas recuperado un poco… «Lo deseaba hacía mucho tiempo…», comentas en un tono casi imperceptible y entrecortado…
Te abandono, me dirijo al salón para tomarme mi refresco y te ordeno que te vistas lo más provocativa que puedas y que no te pongas braguitas… Iremos a cenar…
Apareces en el salón y estás absolutamente espectacular… En un color azul intenso, llevas una blusa de gasa que deja ver tus preciosos pechos, por supuesto sin sujetador, y un traje de chaqueta y falda muy corta y ajustada también en color azul que permite que, la chaqueta encubra, si no te mueves, parte de tus pechos y pezones…
En las piernas unas finísimas medias negras y, más abajo, unos preciosos zapatos, también negros, de tacón alto… Te has maquillado de forma impecable, ni mucho ni poco y te has puesto un perfume que me embriaga… Algunas joyas, algunos adornos…
Yo, me quedo durante un rato contemplando el espectáculo y, por fin, no puedo por más que exclamar: «¡¡Estás preciosa!!»…
Me dirijo al dormitorio para arreglarme e invertimos los papeles… Eres tú la que ahora se queda en el salón disfrutando del refresco previamente preparado…
Al rato, salgo bien arreglado y elegante… Traje de corte inglés, con chaqueta cruzada, zapatos negros, camisa azul con cuello americano y una corbata en tonos rosa oscuro… Voy, como siempre, peinado hacia atrás y con mi inconfundible perfume… Te cojo de la mano, te levanto, un beso suave para no despintarte los labios y nos vamos…
Nos dirigimos a mi coche, vamos hacia tu puerta, te abro la puerta y subes agradeciéndomelo… Al subir, dada la brevedad de tu falda, descubro que tus medias son, efectivamente, medias y no panties pues he podido ver claramente la parte alta de los mismos y, por lo tanto, adivino en seguida que tu sexo está descubierto al completo y tan sólo protegido por tu breve falda…
Amablemente, me abres mi puerta desde dentro, subo, arranco el coche y nos dirigimos al restaurante que previamente he seleccionado con sumo cuidado… Por el camino, empiezas a acariciarme por encima del pantalón y mi miembro comienza a responder de forma inmediata…
Te dirijo una mirada que interpretas a la perfección, abres mi cremallera, introduces tu mano suave y rematada por unas uñas impecables y pintadas de rojo pasión, y sacas mi pene, ya completamente erguido, fuera de su prisión de tela…
Te inclinas sobre él y, durante todo el trayecto, te dedicas por entero a él… Lo acaricias, lo besas, lo chupas con fruición…
Según vamos recorriendo las calles de Madrid, al pararnos en los semáforos, algunos conductores avispados se dan cuenta de la situación pero yo me limito simplemente a sonreír plácidamente y disfrutar de un trabajo tan bien hecho…
Ellos, por su lado, se mueren de envidia… Yo, por el mío, disfruto doblemente siendo sabedor de la suerte que tengo… Poco antes de llegar al restaurante, te aviso… vuelves a dejar todo como estaba… «Aquí no ha pasado nada», exclamas sonriendo…
Al llegar al restaurante, uno de los más lujosos y encantadores de la ciudad, un aparcacoches nos abre las puertas y se encarga de mis llaves… Entramos del brazo, hombre y mujer, ante las miradas atónitas de los comensales que te devoran con los ojos…
Yo, orgulloso, te cojo por la cintura y dejo resbalar mi mano hasta tu precioso trasero y, con una ligera palmadita en el mismo en señal de posesión absoluta, hago ver a todos que «Ésta es mía»…
El impecable maître nos acompaña hasta nuestra mesa… Está apartada pero al alcance de la vista de todo el resto del comedor… Nos sentamos uno junto al otro en una mesa redonda y amplia con unos manteles casi hasta el suelo… Lo primero que hago es ordenar un buen vino y, mientras repasamos la carta, comienzo con unas suaves caricias por tus muslos que, por tu sonrisa, deduzco que te están gustando…
Cuando viene de nuevo el maître, dejo las caricias, ordenamos nuestra cena y comenzamos una charla animada sólo interrumpida ante la llegada del vino y el somelier correspondiente para su cata.
La cena, transcurre tranquila y casi nos terminamos la botella entera de vino gracias a una conversación de lo más sugerente donde nos vamos confesando nuestros deseos más íntimos a medida que se va caldeando el ambiente… Al llegar a los postres, vuelvo al ataque con mis caricias interrumpidas sobre tus muslos pero, ésta vez, con más confianza y atrevimiento, quizá, por el vino…
A medida que voy acariciando más y más tus muslos y voy subiendo despacio por ellos, tú vas abriendo cada vez más las piernas para facilitarme el camino…
Por fin, llego a tu sexo… Ya está muy húmedo… Das un pequeño brinco sobre el asiento y emites un leve suspiro que interpreto como ansia y excitación a la vez… Comienzo un jugueteo con tus labios vaginales y con tu clítoris que voy excitando cada vez más… Tú, casi no puedes contener tus ganas de gemir y hasta gritar de placer…
Coges tu servilleta, inclinas tu cabeza hacia adelante y tapas con la servilleta tu boca para apaciguar tus gemidos… Yo, continúo sin tregua sobre tu clítoris acelerando cada vez más y sintiendo cuán húmeda y caliente te encuentras…
Empiezo a introducir primero uno, luego dos y hasta tres dedos en tu vagina y comienzo a juguetear con ellos dentro lo que te provoca un nuevo estremecimiento y un pequeño temblor en las piernas…
Sabes que todo le mundo nos está mirando pero no te puedes contener… yo continúo con mi tarea y, por fin, comienzas toda tú a temblar de placer gracias a un orgasmo fabuloso y contenido… Unos pequeños espasmos más y me bato en retirada… retiro de tu sexo mis dedos…
Poco a poco vas levantando la cabeza y compruebas que, efectivamente, casi todos se han percatado de lo que ocurría…
Me miras, sonrío y te pregunto: «¿Qué tal?»… «Increíble… voy un momento al baño, ¿Me disculpas?»… Te levantas, dejas la servilleta en la mesa y te diriges al baño a arreglarte un poco… Yo, mientras tanto, pido la cuenta y voy pagando…
Cuando vuelves, apuras tu café y salimos, de nuevo del brazo, ante la atónita mirada de los presentes… Unos babean, otros sonríen, pero ninguno de ellos puede dar crédito a lo que acaban de presenciar… Yo, orgulloso de la mujer que llevo del brazo, les miro displicente…
La noche transcurre de una manera más relajada… Tomamos unas copas, y nos vamos a casa… Estás cansada del viaje y yo he tenido una semana agotadora… Al llegar a casa, nos desnudamos mutuamente y hacemos el amor dulcemente hasta quedar agotados… Desnudos como estamos, nos quedamos dormidos abrazándonos el uno al otro…
Ya es por la mañana… Me pregunto qué hora será… Tú sigues durmiendo plácidamente… Me levanto, me pongo mi bata y me dirijo al salón no sin antes prepararme un buen café que me despeje…
Cuando voy por la mitad de mi café, apareces desnuda, preciosa, radiante,… Te pregunto qué tal has dormido y, por toda respuesta, recibo un escueto «Bien»… Te indico que, en la cocina, hay café recién hecho… Diriges tus pasos hacia allí y comienzas a prepararte una buena taza…
Yo, mientras tanto, me acerco por detrás y te sorprendo abrazándote y besándote en el cuello para desearte unos muy buenos días…
Te cojo los pechos desde atrás y continúo acariciando todo tu maravilloso cuerpo recién desentumecido… Voy despertando todos tus poros de la piel con mis caricias y, como era de esperar, mi virilidad comienza con su propio despertar y se va aprisionando y encajando entre tus nalgas deliciosas… Bajo mis manos, manteniendo mi posición, hasta tu pubis y empiezo a juguetear con tu sexo provocando de nuevo el fuego del placer que anoche extinguimos…
Tal y como nos encontramos, hacemos de nuevo el amor, tomándote por detrás, suavemente, sin parar… Comienzas con tus gemidos… «Esos sonidos ya se están volviendo familiares», pienso… «Y eso me está empezando a gustar demasiado»…
Sin pensarlo dos veces, acreciento el ritmo de mis acometidas sin dejar de juguetear, alternativamente, con tus pechos mediante suaves caricias y con tu sexo con leves toquecitos sobre el preciado botón que abre las puertas del placer…
Tus jadeos comienzan a ser notorios y provocan en mí un efecto multiplicador del placer que, ya de por sí, estoy sintiendo… «Me corro, cariño» exclamo… y casi sin darme tiempo a añadir nada más, tú, como si eso hubiera sido la señal que esperabas: «Sííí, sigue… por favor… no pares… Aahh!! Ambos nos corremos casi al unísono y quedamos derrumbados sobre la encimera de la cocina… Siempre me han gustado estos «polvos mañaneros»…
Una vez arreglados y listos, salimos de nuevo de casa… Nos vamos de compras… Te había prometido acompañarte de compras el sábado por la mañana para comprarte ropa muy sexy para mí…
Nos dirigimos a la zona de más tiendas de todo Madrid, aparco el coche y comenzamos a dar un paseo viendo escaparates… Te llevo cogida por la cintura y, de vez en cuando, te doy suaves caricias por toda tu espalda desde el cuello hasta tu trasero… Vamos charlando y bromeando…
De pronto, comentas que quieres entrar en una de esas lujosas tiendas para probarte unos cuántos vestidos…
Entramos y, como era de esperar, todo son atenciones hacia nuestras personas «Bien se paga», pienso… Es una tienda grande, medio vacía de gente, moqueta mullida en el suelo, ambiente cálido, música suave de fondo y, lo más primordial, amplios probadores…
Escoges unos cuántos vestidos así como algunas faldas muy, muy cortas… Pasas al probador, me quedo esperando mirando la ropa sin verla…
Al poco tiempo, me llamas desde el probador: «¿Puedes venir un momento?».
Descorro la cortina y ahí estás tú… Tan sólo vestida con tus joyas y demás adornos… Sin nada de ropa encima… Como un resorte sin seguro, se dispara mi pene mientras contemplo tanta belleza… Esa sonrisa me llama… no lo puedo resistir… Te abrazo y, mientras recorro tu espalda y tu hermoso culo con ambas manos, tú te apresuras a desabrochar mi pantalón dejando que mi poya salga a la luz en todo su esplendor…
Mientras nos abrazamos y besamos, nos vamos acariciando nuestros sexos en un tórrido magreo… No puedo dejar de besarte, de acariciarte los pechos y el clítoris, de sentir lo mojada que te encuentras… Te giro y te pido que te apoyes contra la pared del probador…
Con una mano voy introduciendo mi erecto mástil en tus entrañas mientras que, con la otra, trato de impedir que de tu boca salgan gemidos y sollozos delatores de lo que está sucediendo dentro del probador…
Follamos como dos posesos y, presas de la excitación de la situación, nos corremos, casi a la vez, como nunca lo habíamos hecho… Me vuelvo a vestir y tú, como si nada hubiera pasado, sales del probador diciéndole al amable dependiente que no te queda del todo bien… «Ha sido estupendo… es justo lo que había deseado hacer…» me comentas entre risas mientras salimos de la tienda…
Ya se acerca la hora de comer… Como no tenemos muchas ganas de pensar en dónde vamos a hacerlo, decidimos picar algo de camino y volver a casa a descansar un rato… Una vez en casa, te ordeno que me hagas un pase de modelos con la lencería que hemos comprado… Te encanta la idea así que, ni corta ni perezosa, te diriges al dormitorio para comenzar el espectáculo…
Mientras yo voy preparando unos cafés, apareces espectacular con sujetador de encaje negro, una diminuta tanga también negra con una finísima tirita por detrás, medias negras hasta medio muslo y, por supuesto, un liguero para sujetar las medias…
Comienzas un desfile de lo más insinuante, contoneándote sensualmente sabedora del efecto que estás causando en mi entrepierna… Llegas hasta mí, y comienzas a girar despacio para que pueda recrearme en toda tu espectacular figura…
Yo, como si de un desfile profesional se tratara, me limito a sonreír y disfrutar del simbolismo que representan tus movimientos dejando, a la vez, volar mi imaginación…
Te vuelves a acercar hasta mí y empiezas a regalarme unas caricias por mi cuello, torso, muslos, caderas,… hasta pasar la palma de tu mano por mi entrepierna… Te vuelves a girar y emprendes camino de vuelta hacia el dormitorio… Yo, resoplo aliviado…
Al aparecer de nuevo, has cambiado la tanguita y el sujetador por un body que finaliza en tanga, muy alto de caderas que marca perfectamente tu esbelta figura y coronado por unos encajes sutiles…
Es prácticamente transparente… Vuelves a comenzar tu rito sensual y sexual… Yo me empiezo a notar nervioso y, a la vez, ansioso por que llegues hasta mí…
Cuando lo haces, una especie de fuerza interior se apodera de mí lanzándome a agarrarte, casi por la fuerza, por un brazo y atraerte hacia mí… Te beso en el cuello, te chupo los lóbulos de las orejas, comienzas a excitarte tanto o más que yo… Voy descendiendo mis manos por tu espalda hasta alcanzar tus preciosas nalgas que suavemente acaricio…
Sigo descendiendo y llego hasta el final de tu vagina… Vuelves a estar húmeda… recorro la fina tela trasera del body hasta llegar al único corchete que sujeta ambas partes por debajo y, con un rápido movimiento, lo suelto dejando que las dos partes del body queden libres y, con ellas, tu sexo…
Paso una mano hacia delante y, con toda la palma de la misma, jugueteo con los pelos de tu pubis mientras nos besamos y hacemos que nuestras lenguas se entremezclen y se confundan entre sí…
Mientras tanto, no dejo de seguir excitándote con mi mano y voy introduciendo un dedo por las comisuras de tus labios mayores…
Noto tus abundantes jugos… Introduzco un dedo en tus entrañas y te estremeces pensando en lo que vendrá después… Me empiezas a desvestir deleitándote con cada movimiento que vas haciendo… Te pegas a mí para sentir mucho más cerca si cabe mi mano mientras sigo jugueteando con mi dedo dentro de tu coño haciendo que te revuelvas de placer… De pronto, separo mi mano de tu sexo y, de un solo tirón, te desprendo de tu body dejándote completamente desnuda y a mis expensas…
Te quedas medio sobresaltada por cómo se han producido los hechos… Te ordeno que sigas despojándome de toda mi ropa…
Al final, tan sólo estoy con mis CK que, por último, bajas hasta mis tobillos quedándote a la altura perfecta, justo enfrente de mi poya…
Está completamente dura, rígida como un palo, ligeramente brillante en su punta debido a la enorme excitación que me embriaga… La besas, como sabes que me gusta que lo hagas, comienzas a recorrerla con tu lengua pasando por todos los poros de la misma y sin dejar ningún centímetro sin ser examinado por tu lengua…
Así como está, totalmente ensalivada, empiezas a introducirla poco a poco, simultáneamente vas jugando con tu lengua por la parte posterior de la misma a sabiendas de que eso me pone a mil por hora… Vas engullendo cada centímetro hasta llegar a rozar mi pubis con tus labios…
La tienes situada casi en la garganta… Nunca pensaste que podrías tragar tanto…
Comienzas un mete y saca que me provoca deliciosas descargas de placer desde la punta de mi pene hasta lo más profundo de mi ser… «¡Detente!» ordeno, «Te voy a follar como nadie antes te había follado»… y, diciendo esto, te levanto por las axilas, te cojo por la cintura y, haciéndote dar un salto, hago que te subas a mi cintura abrazándome con tus piernas…
En esta posición, me ayudo con mi mano e introduzco mi miembro en tu vagina de un sólo golpe, lo que te provoca un pequeño sobresalto acompañado de un leve dolor que, al instante siguiente, se convierte en placer continuado y creciente…
Me giro y hago que te sientes sobre la encimera de la cocina sin salir de ti… Tú sentada en la encimera y yo de pié frente a ti, penetrándote con desesperación como si fuera la última cosa que pudiera hacer en este mundo… La escena es embriagadora…
En un momento dado, te cojo un tobillo con cada mano y extiendo mis brazos abriéndolas cuanto puedo provocando una tensión en tu ingle que hace de efecto multiplicador de tus sensaciones… Tus gritos ya no tienen contención ninguna… «Aaaahhhhgggg!!!! Siiigueeee, aaassííí… Ooohhh!!! Qué bueeeenooooo….»…
Mientras tanto, y sin dejar el ritmo impuesto, te introduzco mi dedo gordo de la mano en tu boca…
Lo succionas con fruición y, en el momento en que está más lubricado, lo saco y comienzo a masturbarte el clítoris con él… Ya no puedes más….
Vas a estallar… Me lo indicas…. Paro repentinamente todos mis movimientos de pelvis y de mano… Me miras horrorizada…. «¿Qué pasa?»…
Vuelvo a la carga con energía renovada, más y más rápido, sigo entrando y saliendo mientras tú te empiezas a correr de una manera exagerada y brutal…
Yo, casi simultáneamente, descargo todo mi semen en tus entrañas para que sientas que todos mis jugos están dentro de ti… para que sientas que, en definitiva, eres mía…