Pasión en la facultad de derecho

Al inicio del nuevo semestre todo es diferente, materias, maestros e ilusiones. en mi clase de garantías individuales conocí a Lorena, una chica bajita, de cabello corto y tez apiñonada que era bastante simpática; no era la belleza andando, pero si alegre, abierta y bastante, bastante mimosa, es decir, para todo besos, abrazos y los naturalmente consiguientes «apretones», donde irremediablemente al juntarse los cuerpos, se juntan también sus lindas partes con los afortunados abrazados, y yo no fui la excepción.

A pesar de que no teníamos mucho de conocernos, compaginamos bastante bien y no tardamos en entablar una amistad especial, bromeábamos todo el tiempo y la abrazaba cada que podía, así pude notar y sentir sus senos, no eran muy grandes, pero si firmes, duritos y muy excitantes, pues ella siempre se abrazaba con fuerza.

Al poco tiempo de entablar amistad, Lorena se estaba más tiempo conmigo que con los otros compañeros y amigos, incluso de sus amigas!!, lógicamente los abrazos, besos y apapachos eran mejores conmigo, llegaba a tenerla en mis brazos mucho tiempo y así platicábamos, a veces llegaba por detrás y la tomaba por la cintura, llegamos a tocarnos mutuamente, ella rozaba mi pene con su mano, y yo sus redonditas y firmes nalgas. incluso llegaron a pensar los demás que éramos novios.

Noté varias veces que ella en ocasiones no traía sostén, y eso me calentaba mucho; los acercamientos se hacían cada vez más frecuentes y sugestivos, las pláticas igual, subidas de tono, y comencé a sospechar algo, no sin dejar de disfrutarlo.

En una ocasión llegó con una blusa ajustada, sin sostén y con una falda holgada que mostraba sus piernas apiñonadas y unas sandalias coquetas. el destino jugó su papel y ese día no hubo clase, no llegó el profesor y cuando todos se comenzaron a ir, sólo nos quedamos Lorena y yo, imaginando lo que seguía después.

Se me abrazó, como de costumbre y comenzó a juguetearme el bulto que se me hacía por la erección que siempre me provocaba, me hablaba de lo guapo que me veía ese día y esa erección se me hizo enorme, se sentía sobre mi pantalón que era lo único que detenía mi pene para estar junto a su cuerpo, tanto que me dolía. ella me dijo:

– «que te pasa, no vas a tocarme donde te gusta?»

– «claro, claro», -le contesté.

Cuando la tocaba posó su mano sobre la mía, como indicándola y guiándola hacías donde deseaba ser tocada, por mi parte, puse mi otra mano y cooperaba con la maniobra. al poco tiempo tomó una de mis manos y la puso sobre su conchita, sobre su vestido, gimió y repitió la maniobra, yo estaba a mil.

– «estaba deseando esto», me dijo – «yo igual, chiquita, y aún no has visto nada». – con esta aclaración, a Lorena se le iluminaron los ojos, y yo me propuse a poner en práctica lo bien aprendido en mis pasadas vacaciones.

Rápidamente me dirigí a la puerta y la atranqué para que nadie más entrara o fisgoneara, volví a lo mío y comencé a tocar sus pezones sobre esa ligera blusa, arrancándole gemidos de placer, la monté sobre mi mientras me sentaba en una banca, la besaba en el cuello y poco a poco le quitaba la blusa, pero ella se negó, así que tuve que contenerme de verla desnuda.

De pronto me pidió que le quitara el biquini que traía y sin retraso lo hice, tocando sus labios ya mojaditos y haciéndola rugir de las sensaciones, bajé hasta ese santuario y comencé a lamerlo y comérmelo sin parar, ella tuvo un orgasmo delicioso que la hizo empaparme el rostro, lo que me provocó hacerle el sexo oral con más intensidad y casi morder su clítoris, ya de por si erecto. sus gritos de placer eran algo tan excitante, que casi me vine de escucharlos.

Por fin, ella se levantó separándome de su vagina y me desabrochó el pantalón con velocidad, sacó mi pene y se lo metió a la boca. fueron pocas las succiones que dio antes de que me viniera en sus labios, pero a pesar de ello y de mis gemidos, siguió succionándomela, chupándome y besándome el objeto del placer. mi pene estaba rojo, hinchado, pero al poco tiempo, nuevamente erecto.

En esta ocasión la levanté y la senté en la banca, le abrí las piernas y comencé a juguetear con la punta de mi falo en sus labios y clítoris. con el tiempo, he descubierto que esto les encanta y las pone cachondas.

Después de suplicarme varias veces que la penetrara, lo hice de una manera rápida y fuerte, como si me fuera la vida en ello.

Bombeé con rapidez y fuerza al mismo tiempo que la escuchaba pedir más y más, de decirme lo rico que estaba sintiendo y que quería todo, todo mi palo, la complací con todo el gusto del mundo, poniéndome más cachondo cada vez que deslizaba mi pene por esa vagina tan húmeda, tan mojadita y conteniendo sus espasmos.

La sentí venirse y en ese momento, se lo saqué, derramándome hasta que ya no pude más, en su boca, que estaba receptiva a mi descarga de placer intenso, estaba conteniendo mi orgasmo, así que la sensación fue maravillosa.

Después de eso, me dio un beso muy rico, hasta cierto punto romántico, y sin decirme nada se marchó dejándome solo en ese lugar, solo y mis pensamientos.

La volví a ver un tiempo después, no sin repetir alguna que otra sesión de pasión muy intensa y relajante, hasta que por un motivo tuvimos que dejarnos de frecuentar, no sin la respectiva despedida, pero de ello, relataré en otra ocasión.