Mi vieja amiga
Era una tarde fría de invierno, cuando llegaba una amiga que había conocido el verano pasado.
Ella era mayor que yo por unos años.
Me había llamado unos días antes para pedirme el favor de si podía quedar conmigo para que la guiara por la ciudad ya que era la primera vez que venía y no la conocía y de esta forma tenía con quien poder charlar.
Ante presente petición yo accedí inmediatamente.
Llegó sin ningún problema al punto que habíamos acordado.
Cuando nos vimos nos fundimos en un gran abrazo.
Entonces la fui dirigiendo por la ciudad hasta llegar al hotel al que se iba a alojar. La ayudé con las maletas.
Se registró y subimos a la habitación. Ella, con toda naturalidad se fue a asear.
Os diré como es ella.
Ella es rubia, con melena hasta los hombros, ojos verdes, cara redondeada, labios finos, unos pechos un poco abundantes (si lleva algo ajustado se notan una barbaridad y producen una excitación de muerte), cintura delgada, piernas estilizadas.
Es decir, es un bombón.
Así, sale del baño, para mi sorpresa con el albornoz del hotel, el cual permitía dejar ver parte de sus pechos por el amplio escote, Esta visión hizo que mi pene fuera creciendo dentro de mi pantalón, lo cual disimulé.
Ella abrió la maleta y escogió la ropa que se iba a poner para salir a dar una vuelta por la ciudad.
Eligió un jersey de cuello alto rosa pero que le marcaban bien los pechos, una falda que la llegaba hasta las rodillas, en color negro. De ropa interior no lo supe en esos momentos porque se me negó a la vista.
Una vez ya dispuesta, salimos por la ciudad viendo tiendas y el centro de la ciudad. Así, se nos hizo la hora de la cena.
Escogimos un local pequeño pero agradable. Ella se sentó enfrente mío. Yo no podía dejar de fijarme en su delantera, lo que provocaba que tuviera una erección.
Mientras estábamos comiendo de repente noto alga que me esta tocando mi entrepierna, dándome cuenta que es el pie descalzo de mi amiga.
Esto me pone más caliente. Sin mediar palabra, se levanta y se dirige al baño. Intento refrescarme tomando agua bien fría.
El resto de la cena transcurrió sin ningún sobresalto más. Pagamos la cuenta y salimos del restaurante.
Según vamos paseando vamos charlando del verano pasado, de lo que hemos estado haciendo, nuestras aspiraciones, etc.
Así, llegamos a su hotel, cuando me iba a despedir, ella me pide que entre con ella porque me tiene que dar algo.
Ante lo cual, no me niego. Cuando entramos cogemos la llave y subimos al ascensor.
Una vez dentro, se pone frente a mi y empieza a sobar mi polla, la cual reacciona. Ante aquello, no sabía cómo reaccionar pero estaba claro que aquello no se iba a quedar así.
La agarré por su culo respingón, la acerqué hasta mi y la empecé a besar, nuestras lenguas se juntaron y empezaron a bailar el son del placer.
Entramos pegados a la habitación, dejamos por donde pudimos los abrigos.
Mientras nuestros labios eran incapaces de separarse, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro.
Cogí y la quité el jersey dejando ante mi unas espléndidas tetas solo sujetadas en su bra.
Me lancé a por ellas, las empecé a besar, ella se lo quitó y entonces empecé a juguetear con sus pezones, lamerlos, chuparlos, mordisquearlos.
Me quité la camisa y los pantalones dejando solo el bóxer, para que fuese ella quien los quitara.
Una vez desnudos los dos, nos entregamos a formar un espléndido 69. Era una delicia sentir sus labios en mi polla, la cual ya estaba tiesa desde hacía mucho.
Sentía toda su lengua en mi glande, en el tronco, en los huevos. Sus manos dándome unos masajes en los testículos, el perineo y en el ano.
Era increíble, yo lamía su coño, el cual estaba rasurado, mordisqueaba su clítoris lo que provocaba sus gemidos.
Cuando estaba a punto de correrme, la avisé.
La tumbé boca arriba y la solté toda mi carga de leche sobre sus tetas y su cara, fue bestial.
Ella intentaba buscar todo el semen que pudo para tomárselo.
Luego, se levantó y se dirigió al baño, dejando la puerta abierta.
Oí el agua correr de la ducha, con lo que me dirigí hacia allí.
Me metí y la empecé a besar su raja.
Ella empezó a temblar por su enésimo orgasmo, me cogía del pelo con fuerza y gritando que la follara que la metiera mi polla que era mi esclava.
Mi pene, que ya estaba en su estado de máximo auge, lo empecé a introducir en la cueva del placer, el cual no encontró resistencia ya que la vagina de ella estaba súper mojada.
Fui embistiendo poco a poco pero ella pedía más, que la penetrara hasta el fondo, que quería sentir mi leche.
Entonces cada vez iba aumentando más mi ritmo de follada: toma, aquí tienes, mi zorra, ahhhha aahhh goza toda tuya mmmmmmhh ahhhhh mmmmm.
Mientras no paraba de sobarla sus tetas las cuales no paraban de botar debido a mis envestidas.
Me corrooo, grité a lo que contestó siiiíiii dame tu leche
Entones me corrí todo dentro de su coño.
Después, nos acabamos de duchar los dos juntos y nos acostamos…
El resto será fruto de otro relato.