Las andanzas de Wanda III: El favor

Tony quedó en pasar a buscarme a eso de las nueve para ir a la cena con su jefe, buscando el ascenso que le habían prometido, y después de dormir un ratito para descansar del polvazo que nos habíamos mandado en la tarde, me duché una vez más y me puse la ropa para la cena.

Pensando en la noche que pasaríamos Tony y yo después de esa cena tediosa, no me puse mucha ropa; un topcito sin espalda, donde las tiras finísimas se anudaban y que no dejaban opción a usar ropa interior, de color plateado, una minifalda milimétrica y una tanguita diminuta, que me puse más por el placer de que él me la sacara más tarde que por otra cosa.

Mis pezones se marcaban contra la tela fina del top, pero no me importó mucho, porque sabía que de esa manera mantendría a Tony excitado toda la noche, y para que no tuviera que hacer mucho esfuerzo para besarme, me puse unos tacones de nueve centímetros que me dejaban casi a su altura.

A las nueve menos diez, Tony llamó a la puerta, vestido impecablemente y con una sonrisa de oreja a oreja.

-Estás para comerte- me dijo, y me besó en los labios.

Con una mano toqué su pene, semiduro pujando contra la tela de sus pantalones, y le sonreí, constatando que era verdad.

-Promesas, promesas- murmuré traviesa. La puerta de al lado se abrió, y el tímido estudiante que era mi vecino de piso, un muchacho de unos dieciocho años venido del interior, nos miró casi avergonzado y saludó tímidamente con la cabeza.

Sonriendo con tolerancia, Tony me empujó hacia el ascensor y los tres bajamos hasta la planta baja.

Tony rodeó con un brazo mi cintura, apretándome contra su costado, y me besó suavemente en el cuello para no dejarme marcas; bajo la tela suelta de la parte de abajo del top, metió la mano hasta rozar la curva inferior de mis pechos desnudos.

Con un dedo explorador subió un poco más hasta alcanzar el pezón listo para su caricia, y tuve que morderme los labios para no gemir en voz alta.

Delante de nosotros, de cara a la puerta del ascensor, mi vecinito parecía de piedra, mudo y quieto, pero pude ver, por el espejo de medio cuerpo que cubre una de las paredes de la cabina, que no perdía detalle de lo que pasaba detrás de él.

Sus ojos en el espejo se encontraron con los míos mientras Tony rodeaba con toda la mano la teta que había atrapado, pero él no apartó la vista, como yo hubiera esperado.

Le sonreí provocativa, pensando en que tal vez era hora de conocer un poco más al muchachito, pero él se sonrojó de inmediato y al instante las puertas se abrieron.

De mala gana, Tony me soltó y mi vecinito casi salió corriendo por la puerta de entrada.

Suspiré, pensando que de todos modos estaba ocupada esa noche, así que dejé para más tarde mis pensamientos sobre el chico.

En el estacionamiento subterráneo, dentro del auto y antes de arrancar, Tony se volvió hacia mí y me abrazó contra su pecho.

Me besó hasta que no pude respirar, metiendo la mano bajo el top para poder apretar a su gusto mis pechos, y lo levantó lo suficiente para poder chupar con fuerza los pezones.

Cuando su mano se deslizó bajo la minifalda, abrí las piernas para facilitarle encontrar lo que buscaba.

Mientras tanto, yo sobaba su pija que crecía y se endurecía a límites insospechados.

Parecía que no nos hubiéramos visto en semanas en vez de en horas.

-Si no fuera porque el mirón de tu portero seguramente se aparecería de un momento a otro, te jodería acá mismo. Estás para comerte entera.

-No creo que aparezca- musité, sin entrar en detalles. Presentía que después del episodio en mi casa, no iba a verlo por un tiempo-. Por favor, cogeme, mi amor. Tony, por favor…

Sin que Tony soltara mis tetas, me incliné sobre su regazo, tapada por el tablero del coche, y abrí su bragueta con cuidado.

Su pene enorme, sin la restricción de los calzoncillos, saltó ante mis ojos, y casi sin respirar me lo metí en la boca y empecé a lamer su largura y a apretarlo como él me había enseñado.

Lo escuchaba resoplar con fuerza, mientras buscaba con la otra mano mi conchita por atrás.

Sus dedos resbalaron en mi humedad.

-Siempre estás mojada. Sos la hembra más caliente que conozco.

-Mhghhmmm- contesté, con la boca llena de hombre duro. Seguí con la lengua el caliente recorrido de una vena a lo largo de su verga hasta su glande, rojo y listo para darme placer. Lo lamí con cuidado, rodeando su forma, mientras con la mano apretaba suavemente su pija de hierro y subía y bajaba, pajeándolo con la suficiente fuerza como para que durara horas si quería. En el brillante orificio lleno de mi saliva, su líquido salado anunciando el orgasmo empezó a salir, y lo atrapé en mi lengua como si fuera un premio. Bajo la línea del hilo dental de mis braguitas mojadas, sentía los dedos de Tony acariciarme casi distraídamente, mientras gemía roncamente en respuesta a mis chupadas.

Maniobrando como malabaristas, sin sacarme las braguitas siquiera y apartándola lo suficiente para nuestro propósito, me ayudó a acomodarme sobre él, dejando que ese pene enorme entrara de golpe en mi vagina; gruñí de satisfacción cuando llegó hasta el fondo, casi rozando mi útero, y con las manos apoyadas en el techo del coche para no golpearme la cabeza y mis piernas en torno a las suyas, empezamos a movernos frenéticamente.

Mis pechos, asomados por el top que él me había levantado, oscilaban con el movimiento, golpeando suavemente la cara de Tony, que en seguida se dedicó a mordisquear uno de mis pezones mientras con la mano tiraba y retorcía el otro.

Deslizando la mano bajo la parte delantera de mi diminuta braguita, encontró mi duro clítoris y lo acarició con fuerza y con dulzura al mismo tiempo.

Casi simultáneamente, sentí mi orgasmo soltar mis brillantes jugos y su leche caliente rebotar en las paredes de mi vagina, antes de que rápidamente él sacara su pañuelo y detuviera los líquidos para no mancharnos la ropa.

Sin aliento, con su pañuelo entre nuestros sexos saciados, él se rió suavemente.

-Algo me dice- dijo, mientras me ayudaba a volver a mi asiento y dejaba que me terminara de secar y me acomodara la ropa-, que esta noche va a ser increíble.

Por suerte mi ropa no era muy arrugable, y la pequeña mancha en el pantalón de Tony salió pronto con la ayuda de un poco de saliva; al llegar al restaurant donde nos íbamos a reunir con su jefe y la chica que habían citado para él, habíamos tapado un poco el olor de sexo con perfume y parecíamos relativamente tranquilos.

El señor Barcas no era como me lo había imaginado; más bien parecía el hermano gemelo de Danny de Vito antes que un alto ejecutivo de la empresa de Tony; la otra mujer, vestida con un trajecito rojo que haría que Gatúbela pareciera una monja, se llamaba Alicia y tenía unas curvas que dejaron mareado al camarero.

Por la mirada que me lanzó y los ojos que se fijaron en la mano que Tony tenía en mi cintura, supe que era una de sus amantes, que, como todas las demás, estaba dispuesta a hacer lo que él quisiera.

Aunque se levantaron cuando llegamos, Alicia y su escote de donde asomaban casi en su totalidad sus firmes pechos, se apoyaron otra vez contra el brazo del señor Barcas.

Pero a medida que la cena transcurría, podía notar que el interés del señor Barcas no estaba centrado precisamente en ella, por muy linda que fuera la morena.

Bajo la mesa, sentada casi a su lado en el diminuto espacio, sentí la mano caliente y húmeda del jefe apoyarse en mi rodilla.

Lo miré a la cara y él fingió que nada pasaba; miré a Tony y pensé si necesitaría ese ascenso tan desesperadamente.

El señor Barcas parecía un tipo bastante perverso y no era muy feo, pero entre Tony y él, yo sabía cuál pija quería dentro de mí.

Alicia notó que quien se suponía estaba con ella no lo estaba en absoluto y empezó a tomar de más, molesta; como si nada pasara, el señor Barcas se levantó de pronto y me pidió bailar con él.

Me levanté y le sonreí pensando en que lo hacía por Tony que necesitaba el ascenso, pero tuve que esforzarme en moverme.

No había mucha gente en el restaurant ya que era un sitio tan caro que pocos podían permitirse el lujo, estaba tenuemente iluminado y había pocas parejas bailando suavemente en la pista, pero cuando vi que los ojos del tipo quedaban justamente a la altura de mis tetas, supe por qué me había invitado.

Su mano izquierda, pasando de largo por mi cintura, se apoyó en mi culo y lo acarició tranquilamente.

-El jefe directo de Tony me habló mucho de usted- dijo, y miró significativamente mis pechos. Miré a Tony en la mesa, que parecía estar discutiendo con Alicia, y finalmente decidí que bien valía un sacrificio; después iba a pedirle a Tony una compensación, e iba a ser más que solamente su verga.

Le sonreí al señor Barcas y me incliné hacia él, para casi hundir su cara entre mis pechos.

-¿Cosas buenas?

-Muy buenas, y todas muy justificadas- respondió él, y con la nariz rozó la curva de mi pecho, haciendo que el pezón se levantara alerta. Su otra mano apretó mi nalga, aunque nadie en el restaurant parecía darse cuenta-. Es usted muy hermosa, señorita Wanda, muy… apetitosa.

-Solamente si quisiera comerme, señor Barcas.

-No es comerla lo que me gustaría, señorita Wanda, exactamente.

Me apretó el culo con fuerza, y lo soltó solamente cuando la música terminó. Nos dirigimos a la mesa y la sorpresa fue ver que Alicia se había ido. Tony nos miró con una sonrisa tensa.

-Alicia recibió un llamado urgente de un familiar y tuvo que irse, lo siento. Su chofer se ofreció a llevarla a casa, señor Barcas, y Wanda y yo con gusto podríamos acercarlo a su hotel cuando quiera.

El hombre no pareció molesto en lo más mínimo y dijo que esperaba que el problema de Alicia no fuera grave.

Terminamos de cenar charlando cosas intrascendentes, pero la mano del señor Barcas ya no estaba en mi rodilla, sino que subía lentamente por mi muslo.

Cuando llegó hasta mis braguitas, con una uña rascó el sensible capullo que esperaba bajo la fina tela y casi derramé el café sobre el mantel.

Él me miró sonriendo y Tony fingió que no sabía qué pasaba.

Pero cuando el señor Barcas se levantó para ir al baño, yo me dirigí a Tony sin preámbulos.

-Ese tipo quiere cogerme, Tony.

-Wanda…

-Me está tocando la concha por debajo de la mesa.

-Es mi jefe máximo, mi amor. Además, ¿quién podría culparlo por calentarse contigo? Eres una mujer hermosa con un cuerpo infernal, Wanda.

-¿Quieres que me acueste con él?

-No quiero obligarte a nada- mintió el descarado y apretó mi mano-. Pero si me hicieras el favor de… mostrarte cariñosa con él…

No me dio tiempo a responder cuando el tipo había vuelto.

Pensé en negarme, pero la verdad era que el roce de sus dedos me había puesto caliente y una parte de mi quería demostrarle a Tony que él no era el único hombre capaz de satisfacerme, aunque tuviera que fingir.

-¿Me acercaría a mi hotel, Tony? Una vez allí podríamos hablar de su ascenso y tomar unas copas antes de despedirnos- dijo el tipo plácidamente, con la mano de nuevo sobre mi pierna.

Ni falta hace decir que Tony aceptó sin chistar.

El señor Barcas pagó la cuenta con una tarjeta platino, y una vez en el estacionamiento, mi amigo sugirió que el señor Barcas y yo fuéramos en la parte de atrás para que él pudiera concentrarse mejor en la conducción.

Cuando me incliné para entrar al auto, la mano húmeda del jefe acompañó mi movimiento bajo mi minifalda, tocando mis nalgas que las braguitas dejaban casi desnudas.

Dentro del coche, casi me aplastó contra la puerta, y pasando su brazo por mi espalda, apoyó su mano en mi cintura.

La otra fue directamente hasta mi pierna desnuda.

Tony, el muy cabrón, puso música y empezó a tararear mientras fingía no escucharnos, y el señor Barcas me habló al oído.

-Es usted una mujer espectacular, señorita Wanda. Tiene las tetas más fabulosas que vi jamás.

-¿Cómo lo sabe usted, solamente mirando?- le respondí como una invitación, y la mano que tenía en la cintura se coló debajo del top mientras la que estaba en la rodilla subía directamente hasta mi pecho derecho para rodearlo y pesarlo en su mano. Los pezones se endurecieron, siempre listos para cualquier fiesta, y el señor Barcas sonrió con lujuria.

-Repito, sus tetas son las más hermosas que vi jamás. Grandes y firmes, como me gustan a mí. Y casi no puedo esperar a chuparlas.

Sin dejar de mirarme a la cara, como esperando qué reacción tendría yo, lentamente fue desatando el nudo que sostenía el top sobre mi cuerpo; sosteniéndole la mirada, lo dejé hacer, esperando con anticipación la cara que pondría al ver mis tetas. Tony empezó a conducir por calles bastante oscuras para que nadie se diera cuenta de lo que pasaba en el interior del coche.

Cuando el top se deslizó completamente de mi torso, los ojos del señor Barcas abarcaron la forma de mis pechos un instante antes de agarrarlos con fuerza y masajearlos con las manos abiertas.

Ya no se cuidó de hablar en voz baja.

-Unos pezones grandes y jugosos, duros como rocas… No se ven tetas como las suyas con frecuencia, Wanda. Son de lo mejor que toqué jamás- su boca reemplazó a sus dedos, lamiendo primero la areola que se frunció por el fresco de la noche y su lengua dura, antes de que sus dientes mordieran la punta sedosa y empezara a chupar. Como acto reflejo, mi conchita empezó a mojarse, y agarré la cabeza del hombre para que me chupara mejor. Se movió hacia el otro globo mientras con las manos levantaba mi diminuta minifalda y apretaba mis nalgas.

Levantó la cabeza y me miró, con los labios mojados de su propia saliva que esparcía por mis pechos.

-Unas tetazas que justifican que el jefe de Tony no pare de hablar de ellas. Pero este culo también es de primera… no puedo esperar a verlo mejor. Tony- dijo, sin siquiera mirarlo-, le sugiero que busque un lugar apartado en este instante; la señorita Wanda y yo necesitamos cierta privacidad.

Tony, sin decir una sola palabra, se estacionó en la esquina más oscura de una plaza, protegida por grandes árboles que daban la oscuridad suficiente como para que me bajara las bragas por las piernas y me recostara contra el asiento mientras Barcas me comía las tetas y acariciaba mi conchita caliente.

Con los dedos rodeó primero los labios mayores de mi vulva, y cuando abrí más las piernas, deslizó un dedo sobre mi sensible clítoris, estimulándolo.

Aunque al principio había decidido dejarlo hacer aunque no disfrutara, de repente me escuché gimiendo por la acometida, especialmente cuando el tipo encontró la entrada de mi vagina y metió los dedos hasta donde pudo en esa posición.

Sin dejar de chupar con fuerza mis pezones, empezó a mover los dedos hasta casi hacerme acabar.

-Qué buena hembra, con una conchita jugosa y unas tetas como globos… Hasta tu culo debe ser como miel, Wanda. No puedo esperar a jodértelo.

Levantó un poco más mis rodillas hasta encontrar mi ano, todavía un poco sensible por la sesión que había tenido con Tony aquella misma tarde, por lo que fue un poco doloroso cuando metió un dedo.

Antes de empezar a quejarme de dolor, agarré su pene sobre el pantalón y él entendió lo que quería. Sacó el dedo de mi culo y se desabrochó la bragueta.

Su pija era corta pero muy gruesa, llena de venas y enrojecida por la excitación.

Inclinándome como pude en el asiento trasero, me lo llevé a la boca y empecé a mamarlo como para que no me olvidara en su vida.

Raspé con los dientes su cabeza bulbosa y él aulló de placer; la verdad Tony me había enseñado muy bien.

-Me gustan las vergas bien duras y bien chupadas, señor Barcas- dije entre lametón y lametón, mientras lo pajeaba ferozmente. El tipo casi no podía respirar.

-Quiero metértela por todos tus agujeros, cogerte hasta que llores leche, hermosa putita, hermosa Wanda. Date la vuelta.

Con mi minifalda como un cinturón anudado alrededor de mi ombligo, me puse en cuatro patas sobre el asiento con el culo en pompa y él se arrodilló detrás de mí, empujando con la punta roma de su pija gorda la entrada de mi vagina desde atrás.

Para sostenerse, se agarró a mis tetas y las estrujó hasta casi producirme dolor.

Entró de golpe y salió de nuevo, mojado por mis propios jugos, iniciando un vaivén que hacía bailar el coche.

Jadeando, el señor Barcas miró a Tony, que parecía de piedra en el asiento de adelante.

-Te mueres porque te la chupe también, ¿no, Tony? ¿Esa boca caliente lamiendo tu pija? No creo que a ella le moleste, ¿no, Wanda?

Él no dijo una sola palabra, como esperando por un instante que yo protestara, pero después vi a Tony bajarse del asiento del conductor y dirigirse hacia la parte de atrás; cuando abrió la puerta, el aire frío golpeó mi cara un segundo antes de que pusiera su verga erguida frente a mis ojos, demostrando que había estado pajeándose con lo que sucedía en el auto detrás de él.

Sin decir nada, lo metí todo lo que pude en mi boca, sin llegar siquiera a cubrirlo en su totalidad cuando sentí su glande tocar mi garganta.

Latía en mi boca como un gran corazón mientras su jefe me cogía con todas sus fuerzas, acompasando mis movimientos de succión con los suyos que pujaban contra mi trasero.

Una de las manos rugosas que sostenía mis tetas fue a acariciar mi clítoris justo en el instante que más lo necesitaba.

-Debes haber hecho esto mil veces, ¿no, Wanda? Si te pusieran en la boca cien pijas diferentes, reconocerías la de Tony, ¿no es cierto? La debes haber chupado más veces que a un caramelo, ¿eh?

Salió completamente de mi vagina y se mojó el pulgar dentro de mi agujero antes de empezar a pujar en mi ano para dilatarlo.

Saqué el pene de Tony de mi boca para jadear y gemir, con una mezcla de placer y dolor.

Tony se inclinó para agarrar la teta que colgaba abandonada y apretó el pezón mientras volvía a introducir su verga entre mis labios.

-No pares ahora, Wanda, no pares…

Chupé como si la vida me fuera en ello mientras sentía entrar al señor Barcas por mi culo lentamente, hasta poder empezar a moverse dentro del apretado agujero.

Yo me sentía a punto de explotar, llenada por esos trozos de carne que me hacían latir entera, con una mezcla de placer y dolor mezclándose alternativamente.

Mientras con una mano sostenía la dura pija de Tony y chupaba su punta roja, con la otra empecé a estimularme desesperadamente el clítoris, esparciendo mis propios jugos y buscando el orgasmo, mientras el jefe me partía el culo con su gorda verga.

Él tomó mi mano y la apretó contra mi conchita mojada, acompañando mis movimientos desesperados.

-Una puta de primera, ¿eh, Tony? La chupa muy bien, pero nada se compara con este culo caliente- dijo Barcas, y sacó su pija dejando mi ano abierto y enrojecido; me empujó un poco para darse espacio y se medio recostó en el asiento, diciéndome que lo montara.

Con tan poco espacio disponible, fue difícil obedecerlo, pero cuando hice entrar su miembro en mi vagina, él me inclinó hacia delante para poder morder mis pechos y al mismo tiempo dejándole a Tony mi agujero libre para que me metiera su enorme pija.

Sentí la boca de Tony lamer mi ano antes de que la punta roma de su sexo empezara a empujar, y comencé a gemir como una gata en celo.

Empalada entre los dos, me sentía morir de excitación.

Dolía, pero era un dolor mezclado con placer y morbo; pensaba en que algún vecino podría alertar a la policía y tendría que venir a investigar.

Con los ojos cerrados, veía a un policía imaginario asombrarse por la visión de una mujer caliente cogida por dos hombres al mismo tiempo, y que entonces el uniformado sacaba una buena pija para meterla en mi boca y ser jodida por todos mis agujeros.

Mi orgasmo apretó las dos pijas que me sacudían con sus movimientos, y los sentí derramarse dentro de mí ferozmente, mientras los sentía latir de satisfacción.

Me derrumbé sobre el señor Barcas, casi sofocándolo con mis pechos.

Él sonrió y siguió chupándolos; sabía que iba a estar llena de marcas por la mañana, pero lo dejé hacer, sintiendo que mis pezones seguían duros como guijarros.

Tony salió de mí y se abrochó los pantalones, mientras sentía su leche resbalar desde mi culo hasta la vagina donde todavía estaba el señor Barcas.

Casi no podía respirar, y el aire frío de la noche parecía no alcanzar a llenar mis pulmones. Tocando con una mano vacilante mis mojados agujeros, me llevé los dedos llenos de leche (la de Tony, la del señor Barcas) a mi boca para chuparlos lentamente.

Los ojillos del jefe brillaron con nueva excitación, y lo sentí ponerse duro dentro de mi vagina.

-Si te jodiera toda la noche no te alcanzaría, ¿no, hermosa putita? Pedirías más y más… Pero estoy viejo para estos sitios; quiero una cama y verte bien bajo la luz. Tony- llamó, ayudándome a incorporarme y sentarnos los dos en el asiento-, si está en condiciones, vamos a mi hotel.

Me puse el top como pude, y bajé mi minifalda completamente arrugada, pero al ir a ponerme de nuevo las braguitas, él la sacó de mis manos y la guardó en el bolsillo del saco después de olerlas hondamente.

Lo miré sonriendo, y él acarició mi barbilla.

-Quiero un recuerdo tuyo, para recordar a la mujer más hermosa que me he cogido- dijo, sonriendo también-; además, saber que estás desnuda bajo esa faldita me calienta más.

Por el espejo retrovisor vi que Tony no estaba muy feliz con la situación, pero que su trabajo le pesaba más y no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad.

En la puerta del hotel, bajó también, pero el señor Barcas lo detuvo en el vestíbulo, desde donde un guardia uniformado nos miró en silencio.

-La señorita Wanda se quedará conmigo, Tony, muchas gracias. Y puede contar con que el puesto es suyo- dijo palmeándolo en un hombro. Yo lo miré un poco divertida; no era usual que Tony no se saliera con la suya-. Lástima lo de esa muchacha Alicia; podríamos habernos divertido mucho los cuatro. Si desea pasar a buscar a Wanda por la mañana…

El señor Barcas me empujó suavemente y me despedí de Tony agitando los dedos; sabía que iba a pasarlo bien, así que no tuve problemas en subir en el ascensor hasta un piso lujoso de este hotel exclusivo.

Me saqué los tacones apenas entramos solo por el placer de sentir la gruesa alfombra.

Me desperecé de gozo, mientras sentía que Barcas me miraba fijamente, encendiendo todas las luces.

Me sentía una puta de lujo en medio de esa habitación, y fue una sensación gloriosa.

De una pequeña nevera del bar, el hombre sacó una botella de champán de una marca que solo había visto en las películas.

-Desnúdate, Wanda. Quiero ver ese cuerpo estupendo con esta luz.

Me desabroché el único botón de la minifalda y deslicé el cierre lentamente, mientras él servía el champán en dos copas; al caer al suelo, sus ojos oscuros brillaron al ver mi conchita húmeda todavía por mis jugos y el semen que no se había secado; no me quité el top, pero mis pechos desnudos bailaron bajo la tela que había anudado flojamente.

Me acerqué a él y me senté en uno de los altos taburetes; el cuero frío fue un contraste raro con mi delicada piel caliente.

-Sácate ese pedazo de tela que llamas blusa, Wanda- dijo él, con voz gruesa, sin moverse de su sitio-; quiero ver tus tetas.

Con apenas un tirón de uno de los hilos que la sujetaban, el top cayó al suelo como una mancha plateada, y sabiendo que él miraba todos mis movimientos, mojé uno de mis dedos en el champán y lo esparcí sobre mi pezón, que en seguida saltó, erguido y brillante por la humedad.

-¿Quiere beber champán, señor Barcas?- dije, y lo ví acercarse a mi pecho para empezar a chupar con fuerza. Sus manos fueron hacia mi culo desnudo para apretarlo, y pegó su entrepierna a la mía, raspando la piel delicada y sensible de mi conchita con su pantalón. Él pasó al otro pecho y empezó a sacarse, con mi ayuda, la ropa hasta quedar desnudo entre mis piernas abiertas. No era un hombre guapo, y estaba más bien gordito, pero sabía usar los dedos compensando su falta de longitud en la pija. Me lamió toda de arriba a abajo, y yo hice lo mismo con él en retribución hasta acabar exhaustos los dos sobre la alfombra, después de que me jodiera de nuevo en todas las posiciones. Me dolía cada poro del cuerpo pero me sentía satisfecha, y moviéndome sensualmente, dejé que la alfombra rozara mis pezones una vez más.

Terminamos en champán entre los dos sin siquiera tocar las copas, y después me metí en un jacuzzi lleno de espuma para aliviar mis músculos agotados.

El burbujear del agua sobre mis pechos y mi conchita volvió a excitarme, y sabiendo que si no tomaba la iniciativa ya el señor Barcas no iba a cogerme más, me hundí en el agua para chuparlo de nuevo; costó un poco después de tantos polvos como nos habíamos mandado, pero por fin se endureció dentro de mi boca y acabó en mi culo, mientras yo sentía los azulejos fríos mezclados con el mármol de alrededor del jacuzzi, donde me recosté para que entrara.

Me secó amorosamente, sin dejar ningún rincón olvidado cuando ya amanecía, y al ir a juntar mi ropa tirada en el suelo, él me ayudó a ponerme la minifalda planchándola con las manos sobre mis glúteos; no me puse la tanguita que él tenía en el bolsillo ni tampoco se la pedí, pero cuando iba a ponerme el top, él me detuvo, me llevó hasta la cama y me hizo sentar.

Ya casi no podía mantener los ojos abiertos y me dolían hasta la planta de los pies, pero mis ojos se abrieron como platos cuando él sacó de un cajoncito una larga cadena de oro con una pequeña joya brillante.

Sin decir una sola palabra, la abrochó a mi cuello y la joya, un diminuto diamante rodeado de piedras rojas, se sintió frío sobre el valle de mis pechos.

Él juntó ambos pechos con las manos hasta hacer que desapareciera entre los globos redondos.

-Exquisita- dijo, y besó cada teta por última vez-. Pero nunca olvides esto, Wanda: ninguna joya del mundo vale más que la joya que tienes entre las piernas.

Me recostó en la cama y por primera vez en esa larguísima noche me besó en la boca, me dijo que no sabía cuándo volvería pero que le gustaría visitarme cuando regresara en alguno de sus viajes al país.

Me acarició de nuevo entre las piernas con una caricia muy sensible y cuando sonó el teléfono anunciando que Tony ya estaba abajo esperándome, me ayudó a ponerme el top y me despidió en la puerta mandándome saludos para Tony.

Abajo, mi amigo me miró con curiosidad pero no dijo una palabra; me llevó hasta mi departamento y en vez de despedirse, se desvistió y me desvistió, casi sin notar la joya que colgaba entre mis pechos, y se acostó conmigo en la cama, donde nos quedamos dormidos hasta la tarde.

Al levantarme estaba sola, dolorida y muy cansada todavía, pero había una nota de Tony en la puerta de la nevera solamente diciendo «Gracias», y me reí pensando que solamente con ese gesto no iba a pagarme.

Tenía que pensar en algo lo suficientemente interesante como para que él pagara el pequeño favor que le había hecho.

Continuará…