Síguenos ahora en Telegram! y también en Twitter!

La portera

La portera

Hacía poco que me había instalado en un piso de alquiler después de unas reformas.

Yo estaba trabajando en mi ordenador y tenía cerca mi teléfono móvil, me presento, yo me llamo Ricardo tengo 36 años, ejerzo la prostitución para señoras como complemento ni tan sólo me dedico exclusivamente a ello pero me va bien no tan sólo por el dinero ya lo hago ya más por el morbo.

En aquella finca antigua de escaleras estrechas pero bien reformada vivían pocos vecinos, con lo cual yo ya me planteaba de dejar mi “pluriempleo”, dado que, había gente que podía saber de la vida de cada cual, señal inequívoca que no tenían más que hacer y la portera era una persona en ese aspecto bastante peligrosa, pues siempre la veía formando corrillos y criticando a tal o cual vecino o vecina.

La señora Antonia, la portera fue la primera persona que conocí en el vecindario al igual que el señor José, dado que, se ofrecieron por si necesitase alguna cosa.

Ella es una cincuentona, llenita, con grandes pechos era bajita y rubia con el pelo corto a media melena, por el contrario el señor José es aproximadamente de la misma edad, delgado, moreno y bastante más alto que ella.

Afortunadamente son unas personas simpáticas y salerosas como caracteriza a las personas que son de Andalucía, hay que resaltar que la señora era la que llevaba la voz cantante, es decir, muy activa y con poderío.

De repente, aquel viernes en el que yo esta trabando delante del ordenador, sonó el teléfono móvil.

Al otro lado del aparato oí una voz, la cual creía conocer, al igual que el número de teléfono.

Era la voz de un hombre con acento andaluz que quería quedar conmigo para que me lo hiciera con su mujer mientras él miraba, pues era la primera vez que iban a tener una experiencia de ese tipo.

Le di largas, tenía la sensación que eran ellos, por cortesía, educación y por propia discreción le dije que tenía mucho trabajo con el propósito de sacármelo de encima y dijo que ya llamaría más tarde, lo que se suele decir siempre en estos casos.

Seguidamente cogí la tarjeta que me dieron ellos en su día y corroboré el número de teléfono e incrédulo de mí llamé al servicio de información de Telefónica.

¡No me lo puedo creer!; era el Sr. José y la Sra. Antonia que llamaban para pedir los servicios de un tipo que se anuncia en los periódicos.

Estaba con la duda y la intranquilidad por el hecho que fueran unos vecinos que solicitaran mis servicios, pero en el fondo a mí me daba morbo en poderme follar aquella mujer, estrujarle y lamerle los pechos, pues con la experiencia ya sabía lo que ella le pudiera gustar, es el encanto que tienen para mí las mujeres maduras, aunque hayan algunas que con el paso del tiempo, su físico haya desmejorado… son las mejores follando y valga la redundancia, les gusta follar y les gusta sentirse putas en la cama.

Ellos no fallaron, y me volvieron a llamar por teléfono a las ocho de la tarde de aquel glorioso viernes, imaginé que ya podían estar calientes, él volvió a insistir en que me follara a su mujer, pero si quería venir lo confirmara y así se preparaban para recibirme a las once de la noche, dándome más pasta.

Naturalmente le dije que no se preocuparan por ese tema, iría aunque fuera por morbo, yo no me podía quitar de mi cabeza ese enorme culo y los grandiosos melones de Antonia.

Me organicé toda la historia para que no fuera violenta para ellos, en pensar que un vecino de la misma finca se dedicaba la prostitución… y mira que hay más peña anunciada en los periódicos que se fueron a fijar en mi anuncio.

Me fui a cenar fuera de casa con mi colega Pedro, que en anteriores ocasiones le había pasado trabajos e iba con la idea de pasárselo a él y de esto dependía mi respuesta hacia ellos.

Entonces a la hora de cenar se lo dije si podía hacerme ese favor y su respuesta fue negativa, dado que, le había salido una señora mayor para toda la noche y era una clienta fija y no le podía decir que no.

No obstante, Pedro me animó a que fuera a tirarme a la portera, tranquilizándome que no iba pasar nada y que eran ellos que me habían llamado, pues a lo mejor ellos estaban en esa misma situación.

Pedro y yo nos tomamos los cafés, le llamaron a él al móvil, acto seguido nos despedimos y nos deseamos suerte como si fuéramos toreros.

Me armé de valor, cogí el móvil y marqué el número de teléfono de la portería, se puso ella al aparato y me dijo que dispensara un momento que eso lo llevaba su marido ya eran la diez de la noche y les confirmé que en media hora estaba a la dirección dónde ellos dijeran para realizar el servicio, José contento, le pareció estupendo que viniera 30 minutos más pronto… y en la hora H le doy al pulsador de la portería, entonces Antonia abrió la puerta:

¡Hola, Buenas Noches! . Dije poniendo cara de póker.

¿Té pasa algo o quieres algo, Ricardo? . Respondió la portera.

¡No Señora, nada! ; ¿Está su marido?. Le repliqué a Antonia.

Vino José rápidamente y me dijo:

¿Ha pasado algo?

No, ¿Usted ha llamado a número de móvil 60x xx xx xx? . Respondí a José.

¡Sí! .Afirmó él.

En un ademán rápido y de complicidad, me dijo que pasara dentro de la portería, cerrando la puerta de ésta con 2 vueltas de llave.

Me hicieron pasar al interior de la vivienda me ofrecieron sentarme al sofá y una copa de brandy, la cual acepté con mucho agrado. Me dejaron solo en el salón y ellos fueron a la habitación de al lado para conversar entre ellos y pude percibir lo siguiente:

¡Tengo esta fantasía sexual, al menos que sea un tío que conozcamos, de confianza que un desconocido! . Le dijo Antonia a José, dando por zanjado el tema y que no se hablara más al respecto.

Se acercó José al salón y se sentó a mi lado en el sofá, mientras Antonia se fue al dormitorio a cambiarse.

Me confesó que quedaron alucinados que fuera yo, el vecino del segundo, que me dedicara a estas cosas.

Le dije que él era el anfitrión de la fiesta y que no haría nada que no me diera su autorización, que si él se la había de tirar primero, me parecía perfecto, pero que la fin y al cabo que participara en lo que iba a suceder en unos minutos, ellos querían iniciarse en este mundillo del folleteo a tres e incluso llegar a realizar el intercambio de parejas.

Después de un cuarto de hora, apareció Antonia con un camisón transparente, dejando ver sus tetas y toda la pelambrera de su coño, nos sirvió más brandy y se fue al vídeo para poner una película porno, dejando al descubierto todo su culo en pompa.

¡Has visto que pedazo de culo tiene la puta de la Antonia! . Dijo José al darle dos cachetes en el culo.

José le dio al mando a distancia del vídeo, en tanto Antonia estaba en medio de los dos en el sofá, seguíamos hablando para así coger confianza y relajarnos.

Desde el vídeo se proyectaba una película de un negro follándose a una gorda, en aquel momento Antonia empezó abrir las piernas, miré a José y con un gesto afirmativo con la cabeza me dijo que sí y adelante, le metí mano en su coño y noté que aquella cueva estaba chorreando, acaricié su clítoris lentamente, mientras mi polla empezaba a empalmarse, de repente ella me bajó la cremallera del pantalón y empezó a pajerame. José ya tenía su pedazo de rabo descomunal en la mano, después me puse de rodillas ante ella le abrí las piernas y le pasaba la lengua por aquel coño chorreante y Antonia empezaba a gemir de placer a la vez que su marido le agarró por la cabellera y le introdujo su enorme miembro por la boca y su mujer se lo tragó con toda lujuria y vicio.

Cambiamos de posición, pusimos a Antonia de cuatro patas, pasó a tener mi polla en su boca y José le clavó aquel pedazo de carne en barra en su raja chorreante.

Aquel cuerpo vibraba cada vez que golpeaban los huevos de su marido, produciendo así un chasquido cada vez que bombeaba aquel coño y no paraba de succionarme la polla.

He de admitir que la muy zorra nos tenía a punto de caramelo, tanto a mí como a su marido y por consiguiente sacamos nuestros rabos de sus cavidades y sin poder aguantar más cayeron sobre ella sendos chorros enormes de blanco, dulce y delicioso de néctar masculino, los cuales ella se esparció por sus voluminosos pechos gimiendo y sollozando de placer a la vez que yo le volví a meter cuatro dedos por aquella cueva, aún mojadísima. ¡Qué corrida pegó aquella mujer!

Después del orgasmo, nos lavamos y nos incorporamos sentados en el sofá, ellos estaban alucinando de aquella experiencia, comentando sobretodo Antonia lo bien que se lo había pasado teniendo dos pollas para ella, mientras hablábamos de “la jugada” y comentando lo detalles, José y yo apurábamos las copas de brandy y nos fumábamos unos puritos que él mismo ofreció.

Aquella mujer no paraba de reír y comentar nuestras corridas, aproveché para ir metiéndole mano por las piernas que eran gruesas, pero duras como una roca, cosa que a ella le agradó invitándome a que le metiera mano delante de su marido y que eso le daba mucho morbo el hecho que alguien le hiciera esto, empezaba a ponerme cachondo, entonces estrujé aquellos pechos pasando la lengua por los pezones mientras ella me cogió la polla con bastante fuerza y de repente se levantó su marido.

Ahora sí, ¡Vamos al dormitorio y te la follas, mientras yo miro!

¡Yo ya me he corrido, tu que eres joven aprovecha y tíratela ¡

Haciendo caso a José, nos levantamos del sofá y fuimos derechos al dormitorio.

Antonia se estiró en la cama, le abrí las piernas y o me hinqué de rodillas en la misma y le clavé la polla y comencé a follarla cuan si fuera un animal o como si sacara mi instinto más ancestral de hombre, al mismo tiempo que yo empalaba aquella mujer, su marido sentado en una silla que había enfrente de la cama no perdía detalle de lo que allí estaba sucediendo se puso cómodo y empezó a masturbarse, en cuanto yo me corrí dentro de aquella raja descargando bastante semen y José se acercó a la cara de su esposa dejando ir también gran cantidad de rica y viscosa leche que la recogió con su mano y la llevó a la boca de Antonia.

Nos quedamos los tres hechos polvo y nos estiramos en aquella amplia cama quedándonos dormidos en poco tiempo.

Estas “sexiones” las vengo repitiendo una vez cada 15 días y la verdad que gracias y tal como he comentado al principio a la portera me voy tirando de vez en cuando a las marujonas del vecindario y aunque el cabrón del propietario del piso me haya subido el alquiler no pienso irme por lo bien que me lo paso con las marujonas que viven en esa finca.

¿Qué te ha parecido el relato?


Descubre más desde relatos.cam

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo