La inversión
La calle empedrada impedía ver en toda su plenitud el caminar de esa mujer, una vez que alcanzó la vereda, la impresión fue otra, sus senos firmes, una cintura sensual, conformaba junto con esos pantalones ajustados, un deleite a los ojos, al mover sus cabellos lacios negros, dejo a mi vista su rostro, una declaración de belleza, con una tez bronceada al sol, muy poco maquillada, ojos verdes debajo de una cejas y pestañas con delicados toques de salón, obligaban a mis labios a expresar algo y eso fue «si amarte sería delito, no habría cárceles que pudieran contener la cantidad de culpables», su sonrisa me dio esperanzas.
No fue hasta la noche que después de buscarla por horas, dando datos a los conocidos logré saber quien era , que hacía, donde paraba:
Una Uruguaya de familia aristocrática viuda hacía más de un año, unos cuarenta y cinco años de edad, con dos hijas de veinticinco años , muchos me informaba de riquezas y unos pocos de que su pasar económico no era lo deseado ni merecido, prueba de ello que el hotel donde estaba parando cerca del casco viejo en esta ciudad de Colonia, no era precisamente el mejor, quizás eso , mis ganas de sexo, mi buena fortuna en el Casino me decidió a hacer la «inversión», le hice llegar una invitación a cenar a la «musa inspiradora de piropos», en su nombre la aceptación me llego de las manos del gerente indicándome la hora y el vestir informal, propio del lugar donde estábamos.
Su entrada a mi vehículo alquilado , dejando preso de las fantasías a mi cerebro hiperincentivado con esa figura, fue posterior a nuestra autopresentación Ana y Jorge saldrían a cenar, la conversación de pavadas , cedió rápidamente a mis verdaderas intenciones, ese cuerpo tal cual imagine me costo una pequeña fortuna, pero sin lugar a dudas fue mi mejor «inversión».
Poner el dinero en la cómoda del motel, la facilidad con la cual se introdujo en su fino y deportivo sobre, fue el primer paso de la última etapa, a sus manos sobre mi pantalón incrementaron el volumen de mi falo haciendo que el mismo me doliera, saco el pantalón de escena con mi ayuda, bajo el boxer y arrodillada lamió en mi falo, !veterana puta! pensaba, sus lambidas con una enorme lengua envolvían mi pene, que erecto penetraba en su boca hasta el punto que ella deseaba, apoyada en su lengua que retorcía con maestría inigualable, mi acabada degustada en todo su contenido origino un brillo en sus labios que a cada momento parecían succionar a la distancia mi cuerpo.
Su cuerpo desnudo era aún más hermoso que en ropas, sus senos con operaciones seguramente y toda su figura que maravillaron desde el primer momento mis retinas ahora acariciadas por mis manos, enloquecía todo mi ser, recostado sobre la cama, los masajes de esa reina, apretando un poco más arriba de los riñones y cada uno de los nódulos del stress continuo que padecía, calmaban mi ansiedad de follar a lo bestia, objetivo que cambie a gozar de la manera que ella quisiera.
Dio vuelta mi cuerpo suavemente tomo mi pene en sus manos y pajeándolo lo hizo un asta erecta, en cuclillas se fue introduciendo hasta milímetros antes de tocar mi cuerpo subiendo dejándolo apenas adentro, una y otra vez, hasta acabar, era espectacularmente sensual, comprendía en ese instante cuando en lecturas el personaje se enamoraba de una prostituta, en verdad les digo era imposible no hacerlo de Ana, era imposible encontrar una mujer que tuviera el arte de hacer gozar, con el simple contacto de su piel, su mirar, su caminar, algo me decía que quedaba mal parada mi papel activo en la relación, otra vez su cara ahora con sus piernas abiertas paro mis ímpetus de macho , cuando mi falo respondió por tercera vez, me debo haber sorprendido como él, pero así era, esa raja me llamaba al deber, «pincelando» sus pelos con los flujos que otra vez estaban, me permitió separar dejando el canal, suavemente la penetre y empecé el bombeo a un ritmo de caricias sobre sus labios vaginales, ella con los ojos abiertos me dio fuerzas hasta llegar al climax, un beso en mi cuello al derrumbarse mi cuerpo sintiendo exprimidas las fuerzas, cerraba las puertas del sexo, dejando un camino de placer.
Imposible pagar nuevamente, mi envidia por el goce de su próximo cliente, no cedió por semanas, otras mujeres con y sin costo entraron en mi vida, regresando a ese puerto a fines del verano, la casualidad de ver nuevamente su figura, me indujo a requerir sus servicios, sin ningún tipo de preámbulos, otra vez su cara , su dulzura, hasta recibir la hora de mi turno de sus labios, me ubicaron , en verdad estaba enamorado de ella, recién me di cuenta de su profesión cuando al entrar al motel me pidió el dinero , lo contó e inicio el ritual repetido, aparentemente intuitivo , natural y en verdad estudiado al último detalle, igual no me quejo , fue mi mejor «inversión» , la próxima vez quizás me haga descuento.