La espía que me amó II: El encuentro
Capítulo II. El encuentro.
Pasaron dos meses, yo todos los viernes si nada me lo impedía iba a cenar y luego a la disco con la idea fija de encontrar nuevamente a Irina, tenía su imagen fija en mi cabeza y según pasaba el tiempo mi desazón se incrementaba, esperaba ansioso una llamada suya que nunca llegaba pero… una tarde de un viernes suena el teléfono…
– ¿Aló?
– ¿Hans, eres tú? Soy Irina.
– ¡Por fin Irina! Es un placer inmenso para mí oír tu voz ¿Dime?
– ¿Qué te parece si me invitas a cenar esta tarde?
– Por supuesto que sí ¿Dónde nos vemos?
– En el restaurante donde nos vimos por primera vez a las 20 horas ¿Te parece bien?
– De acuerdo, a las 8 nos vemos ¡Hasta luego querida!
Eran las 16,30, la tarde se me haría muy larga hasta las 20 horas por lo cual procuré concentrarme en algún trabajo con el fin de que pasara el tiempo lo más rápidamente posible, a las 18,30 no podía más, me fui a casa y me encerré en el baño, me sumergí en la bañera y después de un muy relajante baño me rasuré cuidadosamente, me puse uno de mis mejores trajes (estaba hecho un manojo de nervios al igual que un chico de 18 años en su primera cita) a las 19,30 me dirigí al restaurante, ella todavía no había llegado por lo cual me puse de charla con uno de los camareros, de pronto el camarero con el que estaba charlando se quedó callado y con la boca abierta, giré la cabeza para ver qué pasaba y allí estaba Irina enfundada en un vaporoso vestido rojo de amplio vuelo abotonado al frente y sujeto a la cintura con un ancho cinturón de color negro, en los pies calzaba unos finos zapatos de aguja también de color rojo que realzaban enormemente su figura, el escote era bastante amplio mostrando una generosa porción de sus soberbias tetas y en la parte inferior a pesar de que el vestido bajaba un poco más de las rodillas la posición del botón inferior permitía según caminaba ver una amplia porción de sus esbeltos muslos. Irina se acercó a mí y colgándose de mi cuello me besó como si nos conociésemos de siempre (el camarero estaba alucinado, me miraba con verdadera envidia) la tomé de la cintura y nos dirigimos a nuestra mesa, al retirarle la silla para que se sentara no pude reprimir la tentación de besarla, ella me correspondió plenamente, me había enamorado locamente de ella
¿Y ella?… ¿Me correspondía? No lo sé, el tiempo lo diría.
Al finalizar la cena nos dirigimos a la misma disco, nos sentamos en un rincón y volvimos a besarnos ahora apasionadamente, la música que sonaba en ese momento era lenta y suave, ella me pidió que la sacara a bailar, la tomé de la cintura y nos dirigimos a la pista allí nos abrazamos y comenzamos a bailar, en cuanto sus tetas rozaron mi pecho mi amiga se disparó como un resorte, enseguida ella la notó y al igual que la vez anterior se separó riéndose…
– Pero… ¿Es que siempre te ocurre lo mismo?
– No soy yo Irina, es mi amiga que en cuanto te ha olido se ha alargado para poder saludarte mejor.
– ¡Ooh! Tienes una amiga muy amable ¿Me permites?
Sin pensárselo dos veces la abarcó con su manito y comenzó a acariciarla sobre el pantalón.
– Irina, si vas hacer lo mismo que la vez anterior más vale que lo dejes, no me agradaría me dejaras otra vez plantado.
Irina pasó sus manos por detrás de mi cuello y se pegó totalmente a mí susurrándome al oído…
– No te preocupes amor, esta vez no voy a salir corriendo como la vez anterior, esta es la noche de nuestro encuentro.
Coloqué entonces mis dos manos sobre sus redondas y duras nalgas y ella movió sus caderas para que «mi amigo» que pronto sería «nuestro amigo» se ajustara entre sus muslos, la holgura del vestido permitía que se alojara bastante bien entre ellos, después de un rato bailando de esa guisa y teniendo en cuenta la experiencia que había tenido anteriormente decidimos regresar a la mesa, nos abrazamos, nos besamos apasionadamente, de pronto ella me pidió si la invitaba a una copa en mi casa, di un salto como si me pincharan con alfileres, acepté de inmediato y cogidos de la mano como dos enamorados nos dirigimos a mi casa, la miraba y ella sonreía felinamente, su sonrisa me parecía fría pero yo estaba enamorado y no me enteraba de nada, en cuanto entramos en casa nos abrazamos y besamos apasionadamente, solté el cinturón de su vestido mientras ella me despojaba de la americana soltando los botones de mi camisa, simultáneamente yo soltaba los botones de su vestido dejando al descubierto un precioso cuerpo cubierto solamente por unas finas braguitas y sujetador de satén negro, en mi vida había tenido entre mis manos un cuerpo tan hermoso, ella soltó el cinturón de mi pantalón y bajó la cremallera, con delicadeza fue bajando al unísono pantalón y calzoncillos lo suficiente para dejar mi enhiesto pene al descubierto, en cuanto lo vio su cara expresó un gesto de satisfacción, lo abarcó con su mano y lo acarició dulcemente, mientras yo acariciaba y besaba sus rotundos senos sobre su sujetador, al mismo tiempo mi mano derecha acariciaba su vientre y pubis sobre la braguita, sin soltarnos y sin dejar de acariciarnos nos dirigimos a mi habitación y ambos nos echamos sobre la cama, le saque el sujetador y me dediqué a chupar con verdadero deleite sus erectos pezones, fui bajando lentamente besando y acariciando su hermoso y plano vientre, introduje mis dedos por el elástico de la braguita y la fui bajando lentamente, ante mí no quedó una vagina aquello era una obra de arte, el monte de Venus era muy poblado pero estaba perfectamente depilado por los lados y parte superior, su pelo era negro azabache de hebras muy finas y suaves, era una delicia deslizar los dedos entre ellos, los labios de la vagina eran perfectamente uniformes y ligeramente abultados de piel lisa y suave, ella abrió las piernas y estos se abrieron como una delicada flor dejando asomar su ya excitado clítoris de un color rojo intenso, el perfume que emanaba era embriagador mi primera intención era comerme ya aquel manjar de dioses pero mi instinto me dijo que tenía que seguir explorando por lo cual proseguí mis caricias muslos abajo hasta alcanzar sus piececitos los cuales me sorprendieron eran pequeños, duros y se veían resistentes, fui regresando muy lentamente con mis caricias hacia su vértice de placer, cada centímetro de sus piernas me sorprendía, los tobillos eran finos y fuertes, las pantorrillas eran perfectamente torneadas y duras como piedras, los muslos… preciosos, lisos y suaves pero en cuanto los tensaba recordaban los muslos de un atleta, tremendamente duros, se notaba que su dueña hacía ejercicio asiduamente.
La piel interna de sus muslos era tan suave que mi lengua no se cansaba de acariciarlos, ella se retorcía de placer porque simultáneamente mi mano derecha no dejaba de acariciar su coñito, uno de mis dedos frota suavemente su clítoris mientras otro explora la entrada de su preciosa gruta, cuando mi boca se aproximó a su vagina ella felinamente se giró y con sus manos tomó mi pene, comenzó a bajar y subir la piel muy delicadamente mientras sus labios tomaron posesión del prepucio, su lengua puntiaguda daba pequeños golpecitos sobre él, su mano derecha siguió pajeando mientras la izquierda arañaba y acariciaba suavemente mis bolas que estaban duras como piedras y llenas a rebosar, cuando mis labios tomaron posesión de su clítoris ella comenzó a mamar mi polla como un corderito, los dos nos moríamos de placer, aquello era tocar el cielo con las manos, ella aprisionó mi cabeza con sus muslos mientras su pelvis se agitaba de una forma desenfrenada, al mismo tiempo yo comencé a lanzar chorros de semen en el fondo de su garganta, poco más y ambos nos ahogamos, yo por la presión de sus muslos y ella por la gran cantidad de semen que se tuvo que tragar, el orgasmo fue delicioso.
La tomé de los hombros y la atraje hacia mí, con la sábana limpie su cara que estaba toda chorreada de semen y la bese apasionadamente, su boca todavía contenía restos de semen el cual me supo delicioso, nunca lo había probado y me excitó terriblemente, mi amiga seguía como un hierro candente a pesar de haberme corrido hacía un momento, Irina me miró sonriente, abrió sus piernas y ofreció su almejita a mi amiga la cual tomó posesión de ella penetrándola suavemente, Irina cruzó sus piernas sobre mi espalda y comenzó a mover sus caderas cadenciosamente susurrándome al oído que permaneciera quieto, los músculos internos de ella comenzaron a realizar extraños movimientos, realmente me estaba chupando la polla con la vagina, era increíble el placer que me estaba proporcionando, pasados unos minutos…
– Muévete ahora (me susurró) muévete fuerte.
Imprimí entonces toda la fuerza de que era capaz a mi ariete, ella se movía a una velocidad increíble suspirando y rechinando los dientes, de pronto lanzó un alarido que debió escucharse en la calle cuando yo no pudiendo aguantar más comencé a lanzar chorros de esperma en el fondo de su útero, el orgasmo fue simultáneo y esplendoroso, los dos sudábamos como condenados y estábamos exhaustos, en cuanto descansamos un rato decidimos darnos una ducha con el fin de refrescarnos, al estar lavando su coñito mi amigo comenzó a ponerse en pie de guerra, ella lo lavaba amorosamente, entonces intenté metérselo nuevamente.
– Espera mi amor, lo anterior fue un aperitivo ahora debes conocerme y conocer lo que me ha pasado, por favor prepara unas copas y deja que te cuente mi pequeña historia.
Yo un poco desconcertado preparé unas copas, nos sentamos y ella comenzó hablar…
– Mira Hans, mi nombre es Irina F, soy periodista del T. N. Y. T. aunque soy natural de Colonia. Me quedé huérfana de padre y madre a los 10 años, mis padres fallecieron los dos en un accidente y me criaron unos Tíos en América, allí estudié y allí trabajo, ahora soy Corresponsal para el Extranjero de mi periódico, de ahí mi marcha precipitada cuando nos conocimos y mi tardanza en ponerme en contacto contigo, asta aquí la historia no tendría mayor importancia de no ser que a la llegada unos delincuentes me asaltaron y robaron todo el equipaje, como puedes ver no tengo ni bolso y no se que hacer para hacerme con la documentación, siempre mantuve mi nacionalidad Alemana y mi documentación por supuesto es Alemana, lo único que me queda es una vieja partida de nacimiento y tú número de teléfono que por casualidad tenía guardado en un compartimento secreto que tengo en el cinturón.
– ¡Pero Irina! Eso no es ningún problema, tengo muy buena amistad con el Comisario Jefe de la policía de Colonia, mañana por la mañana le llamo por teléfono y verás como él lo arregla todo.