En la Gloria
Pensar que hace un año lo tenía casi todo en la vida.
Un buen empleo con un amplio porvenir en una gran empresa, un sueldo alto, una linda casa y todas las mujeres que se me ocurrieran.
Un día Gloria, mi secretaria, me dijo –el viernes hago una pequeña reunión en casa y me gustaría invitarte.
Nunca intimaba con ningún subalterno pero esa vez hice una excepción. Gloria era, lejísimos, la mejor secretaria que había tenido en mi vida.
Eficiente, discreta, ubicada, con un don especial para decir y hacer lo justo en el momento apropiado.
Su físico, era bastante gordita, no coincidía con el tipo de físico estereotipado que el puesto requería pero cuando la entreviste, antepuse las condiciones y el talento al aspecto y no me había equivocado al tomar esa decisión.
Hacía poco que trabajaba en la empresa pero ya se había ganado mi total confianza y afecto.
Políticamente no me convenía crear situaciones conflictivas, suponiendo que se ofendiera por no aceptar la invitación. Además, por charlas que teníamos, sabía que su pasión real era la cocina y como soy un amante de la buena comida me es muy difícil resistir cualquier convite.
–¿Tenés mucho apetito? –me preguntó Gloria cuando llegué a su casa– me acaba de llamar mi hermana para avisarme que no pueden venir porque el nene tiene fiebre, así que hay comida en abundancia.
–No te preocupes, ya nos ocuparemos.
La comida estaba exquisita, a pesar de haber comido en los mejores restaurantes, no dejaba de asombrarme el sabor y la belleza de cada plato, cocinaba como hacía todo, excelentemente.
Comimos y tomamos, casi desmedidamente, mientras charlamos de temas generales, la vida, que nos interesaba además de ganarnos el sustento trabajando, el amor.
–¿Así que rompiste con tu novio?
–Si, ya estaba cansada, era un eyaculador precoz.
El comentario tan íntimo me extraño ya que no respondía a su forma de ser pero lo atribuí a que el nivel alcohólico que teníamos la había desinhibido. Me reí y mi reacción la alentó a entrar en detalles.
–En el año que salimos no tuve ningún orgasmo, acababa casi cuando la metía, pero no hablemos de cosas feas, por suerte ya pasó todo. Sigamos festejando alegremente mi cumpleaños.
–¿Cómo tu cumpleaños? –dije sorprendido– No me avisaste nada, pensé que era una cena común. Ni siquiera te compre un regalo, bueno, te lo debo.
–Tu presencia para mi ya es un regalo –dijo halagadora y luego de meditar un poco continuó– aunque si pensás regalarme algo, ¿lo puedo elegir?
–Por supuesto, sería de gran ayuda por que todavía no conozco bien tus gustos.
–¿Puede ser cualquier cosa?
–¡Ojo! Dentro de lo normal para mis posibilidades, si estás pensando en un pasaje a Europa desde ya te digo que no.
–Quedate tranquilo –dijo y después de pensar un momento se despachó– ¿sabés que me gustaría de regalo?
–¿Qué?
–¿Seguro que puedo elegir?…–yo asentí con la cabeza– Que me cojas bien cogida.
El vino que estaba tomando me salió por la nariz por la sorpresa que me causaron sus palabras. Si había algo muy lejano eran mis pensamientos eróticos con respecto a Gloria. Nunca se me hubiera ocurrido tener algo con ella, aunque no fuera mi secretaria, simplemente porque no era del tipo de mujer que movilizaba mis instintos sexuales.
No se si por las mismas razones que acepte su invitación o porque el vino disparó ciertas fantasías que tenía latentes con respecto a cogerme una gorda, me encontré diciéndole que si ese era su deseo me complacería mucho convertirlo en realidad. En la vida me había echado muchos polvos por conveniencia política o intereses comerciales que nada me costaba echarme uno más para complacer a una persona que tanto aportaba para mi tranquilidad y mejor rendimiento en el trabajo.
Contentísima me abrazó y me dió un chupón infernal comenzando todo un juego y franeleo que nos puso a tono en pocos minutos.
Mi primera sorpresa fue al verla desnuda. Era una gordita maciza de grandes tetas, culo redondo y una pancita apenas prominente, todo sazonado con una carga erótica totalmente oculta por el tipo de ropa que habitualmente usaba.
El calzoncillo apenas podía contenerme la pija erecta de manera inusual. Cuando Gloria me lo sacó, sentí un alivio que se acrecentó al meterla dentro de su boca. Sin dejar de chuparmela se acomodó para que yo le chupara la concha. Enseguida le respondí porque me gusta chuparme una concha, sobre todo cuando está prolija y recientemente rapada.
Sin duda alguna Gloria se había preparado para la eventualidad que le dijera que si. Nunca dejaba ningún detalle sin atender.
Cuando sintió la concha con el justo grado de humedad se dió vuelta sentándose sobre mi pija, que inmediatamente se introdujo y yo sentí una sensación de plenitud única. Comenzó a cabalgarme y la dejé hacer al verla tan concentrada.
Estuvimos un rato en esa posición sintiendo la tibieza de su vagina en mi garcha y la solidez de sus tetas refregadas en mi pecho.
Metí la cabeza entre ellas y comencé a chupárselas llenando mi boca con sus hermosos pezones rosados.
Después se puso de rodillas y mientras se la daba por la concha, comencé a masajearle el ojete, le metí un dedo en el culo, luego otro y al ver que respondía con suspiros de placer, los reemplacé por la pija.
Entró suave y acompasadamente con las contracciones que hacía Gloria para ir tragándosela toda mientras me pedía más.
Con la garcha totalmente metida en el culo comencé un lento entrar y salir que le producía tanto placer que, mientras se pajeaba masajeándose el clítoris y metiéndose los dedos en la vagina, le conté cuatro orgasmos.
Yo sentí que nunca había disfrutado tanto un culo como con el de Gloria. Mi pija estaba a punto de explotar y ella lo percibió.
–¿Vas a acabar?
–Si, no quisiera, está tan bueno, pero no aguanto más–le contesté.
–Dámela en la boca, quiero tomarme tu leche –me dijo mientras se desenterraba la pija y daba vuelta.
Con la poronga entre sus labios empezó a pajearme mientras succionaba fuertemente el glande produciéndome una sensación indescriptible. Al rato la leche comenzó a salirme a borbotones y el ver la cara de placer que tenía Gloria mientras la recibía me produjo un segundo orgasmo inmediato por primera vez en mi vida.
Ese fin de semana cogimos a lo loco, de cualquier forma, en cualquier lugar, parábamos para recuperar energías y volvíamos a entrelazarnos en apasionados abrazos que terminaban en prolongados orgasmos que nos agotaban.
El domingo a la noche yo tenía la certeza que Gloria era la mujer de mi vida, nunca había gozado, disfrutado y sentido tan plenamente a una mujer y creía no equivocarme pensando que estaba perdidamente enamorado.
El lunes en la oficina tratamos de ser lo más discretos posibles porque la empresa era reacia a que los empleados establezcan otro tipo de relación que no sea laboral.
Obviamente existían pero en secreto. Si alguien llegaba a formalizar una relación, automáticamente uno de los dos tenía que renunciar y en el caso de descubrirse alguna clandestina, el componente de menor importancia para la empresa, era despedido.
Yo sólo se lo conté a Gerardo, un compañero y compinche de aventuras y en el que confiaba plenamente. No se puso muy contento porque perdía a un socio y porque, me lo dijo sinceramente, consideraba que estaba loco al meterme con «esa gorda». Yo me ofendí y el se fué diciéndome –allá vos.
A pesar de todos los cuidados, apenas si nos besábamos y toqueteábamos un poco preparando nuestros encuentros afuera, a los quince días una mañana nos encontramos con la noticia del despido de Gloria.
Confirmado que era por nuestra relación clandestina, yo estaba separado pero no tenía el divorcio hecho, pensé que Gerardo me había traicionado.
–Me extraña y me ofende que pienses que yo te vendí, nunca lo haría porque te sigo queriendo como amigo, aunque sigo pensando que estas loco al meterte con Gloria, ¡vos que tuviste y tenés la oportunidad de conseguir la mejor mina!.
Pedí una reunión con el gerente y al negarme la posibilidad de averiguar quién había sido el delator y considerando que era una actitud tremendamente injusta, renuncié.
Como yo tenía cierta importancia en la estructura de la empresa, primero me la rechazaron pero al comprender que era indeclinable, tuvieron que negociar porque yo estaba decidido a sacar el mayor rédito económico posible. Convenida la cantidad y previa firma de un contrato de confidencialidad me fuí.
Con el dinero conseguido y asociándonos con el padre de Gloria, fundamos una pequeña empresa de catering que está funcionando muy bien, yo retomé mis estudios de arquitectura abandonados cuando me casé, me encargo del reparto y estoy proyectando el reciclado de la casa de los padres de Gloria, demasiado grande para ellos solos, donde instalaremos nuestro restaurante.
Lógicamente, seguimos matándonos en la cama con memorables cogidas como si fuera la primera vez. Resultó ser que la gordura de Gloria era producto de su angustia oral por falta de sexo y ahora que esta correcta y amorosamente atendida rebajó un montón convirtiéndose en una pulposa y exuberante mujer que le corta el aliento a todos los hombres que gustan de las mujeres rotundas*.
Además el otro día me confesó que la que hizo correr la voz de lo nuestro en la empresa, fué ella. Siempre pensando en todos los detalles.
Pensar que hace un año lo tenía casi todo en la vida, ahora si, estoy seguro, lo tengo todo.