El burro de mi vecino
El relato que a continuación inicio, me sucedió debido a que tenia una deuda que pagar y nadie quería prestarme el dinero.
Me llamo Kathy y vivo en un edificio de departamentos, el cual debo cancelar religiosamente a fin de mes ya que sino me echan a la calle.
Mi sueldo me alcanza para vivir y darme mis gustos, pero un día la sirvienta robó parte de mi sueldo del cajón de un roperito, que esta en mi dormitorio.
Ya se acercaba el fin de mes y no conseguía que alguien me prestara ese dinero faltante ya que todo el mundo tiene su presupuesto hecho, así que pensando donde conseguirlo se me ocurrió pedírselo a mi vecino de piso, un hombre de mas o menos 53 años de edad, insignificante para mi gusto ya que es semi calvo, con anteojos, bajo de estatura y delgado.
Además da la casualidad que cuando me voy a trabajar siempre esta subiendo las escaleras y seguro que en mas de una oportunidad me ha visto las bragas debajo de mi falda.
Sabiendo la debilidad de mi vecino por mí, decidí ir a su departamento a pedirle el dinero. Si se ponía reacio a prestármelo seguro tendría que utilizar mis encantos para lograrlo, además las chicas sabemos bien que es lo que inflama el morbo de un hombre, solo que nos hacemos las desentendidas.
En la mañana que me iba a trabajar, sabia que estaría esperándome debajo de la escalera, así que al cruzarme con él, le dije si podía ir a su departamento en la noche para pedirle un favor. Un poco tartamudeando me dijo que estaría encantado.
Esa noche llegué y lo primero que hice fue bañarme y perfumarme todo el cuerpo, me puse unas braguitas negras chiquitas, que me cubren solo el chochito pero casi nada por detrás y una minifalda de vuelo, de esas que con un viento se levantan.
Me puse también una blusita corta, que dejan ver el ombligo y sin sujetador, de tal modo que si alguien me pudiera ver desde abajo podría ver mi par de senos talla 36, claro que ese seria mi ultimo recurso y no me puse medias ya que estábamos en verano.
Toque su puerta y él salió a atender.
El departamento era acogedor y limpio cosa que me agradó.
Al parecer también se había bañado y había peinado los cuatro pelos que tenia en la cabeza. Me invito a sentar y crucé mis piernas dejándole ver uno de mis muslos.
Se sentó frente a mí y me dijo que había sido toda una sorpresa el que yo le haya querido visitar.
Le mencione que siempre lo había visto por el edificio y como éramos vecinos era bueno que nos conociéramos para cualquier eventualidad.
Me contó que era soltero y que hace años que vivía ahí y mientras hablaba recorría con sus ojitos detrás de esas gruesas gafas desde mis zapatos hasta la punta de mis cabellos.
Me preguntó si tomaba algo.
Un refresco estará bien le dije. Solo tengo Gin, pero si deseas puedo ir a comprarlo me dijo.
Para no despreciarlo, acepté tomar lo que me ofrecía.
Podrías ayudarme a sacar la botella de la parte baja de la vitrina, ya que por el reuma no puedo agacharme.
Me acerque a la vitrina sabiendo que el se encontraba detrás de mí y en vez de doblar mis piernas, me incline con la intención de dejarle ver mis piernas, solo que me olvide que no traía sujetador y debido a la estatura de mi vecino y por el ángulo en que se encontraba, seguramente me vio las braguitas y mis pechos por debajo de la blusa.
Cuando me incorpore con la botella de Gin lo vi pálido, seguramente por la visión que acababa de tener.
Para mis adentros me dije, esto va a ser pan comido.
Bebimos unos cuantos vasos de Gin, mientras yo pensaba cuál seria el momento oportuno para pedirle el dinero.
Me invito a que pasáramos a la mesa donde podríamos cenar.
En un momento de la cena me di cuenta que botó uno de los cubiertos y se agacho debajo de la mesa para recogerlos, por lo que me di cuenta que no tenia el reuma del que hablaba y lo que quería era ver mis piernas por debajo de la mesa, así que estando el inclinado abrí un poco mis piernas para que pudiera mis braguitas negras.
Esta situación de dejar que mi vecino se gane conmigo, la verdad que me estaba calentando a mí también ya que hace algún tiempo que no tenia sexo y se me estaban subiendo los colores al rostro.
Terminamos de cenar, así que levante los platos y me dirigí a la cocina, cuando de pronto siento la mano de mi vecino en una de mis nalgas.
Me quede parada en el sitio que estaba sin voltear, pensando que reacción tener ya que si lo mandaba a volar, adiós préstamo y pensé que por unos cuantos toqueteos no se ha muerto nadie.
Volteé lentamente y cuando lo mire me quede atónita y paralizada de la impresión de lo que estaba viendo.
Mi vecino se había bajado los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y tenia una verga que parecía la de un burro.
Yo me encontraba ahí con los platos en las manos mirando ese descomunal pene.
Era largo, grueso y de color oscuro, se encontraba en semi erección y en la punta se podía apreciar una cabeza grande cubierta por el prepucio.
Esos momentos me parecieron una eternidad y mientras pensaba como era posible que ese hombre insignificante podía tener un instrumento de esa envergadura, una palabra que dijo, me sacó de mis pensamientos.
Mámala, me dijo y fue como si esa orden me hubiese puesto en trance, dejé los platos sobre la mesa, me arrodille frente a él y comencé a lamer la carnosidad que tenia en la punta de esa verga inmensa y lentamente seguí introduciéndola en mi boquita humedeciéndole la verga, mientras pensaba que se sentiría sentirme penetrada por tal tranca.
Mientras la chupaba, mi vecino me desabotonaba la blusa, dejando mis pechos al descubierto para el deleite de sus manos.
Seguidamente me puse de pie con el torso desnudo y me dijo, así me gustan las tetas en una mujer, las aureolas grandes y los pezones en punta.
A estas alturas yo ya había mojado mis braguitas y como el era de baja estatura al acercarse a mi, quedo a la altura de mis pechos succionándolos intercaladamente. Me quito la falda y jalo mis braguitas hacia abajo, quedando de rodillas y lamiendo mi concha mientras le agarraba la cabeza.
Acto seguido se paró y me llevo de una mano hacia el sillón, me echó ahí y abrí mis piernas mostrándole mis rosados labios vaginales y me preparé para recibir esa verga preciosa.
El se la agarró y la hacia mover sobre la entrada de mi concha a modo de lengüetazos y yo me derretía esperando el momento en que la introduciría.
Cuando empezó a meterla sentí como si estuviera entrando un puño y no se como, pero entró hasta la base y empezó a meter y sacar repetidas veces hasta que la saco y un río de leche cayo sobre mi vientre, acompañado de un prolongado orgasmo de mi parte.
Me senté en el sillón, agarre la verga que aún chorreaba leche y la limpié con mi lengua mientras lo miraba a los ojos, para apreciar como se relamía de gusto.
Cuando terminé se inclinó a lamerme el chocho y me pasaba la lengua por mi ano también, haciéndome sentir en el cielo.
Felizmente luego de esa culeada que me dio no me la quiso meter por el ano, porque no sé si hubiera soportado semejante estocada.
Me hizo sentir muy deseada ya que me lamió los dedos de mis pies subiendo por mis piernas y dejándome el cuerpo impregnado de su saliva.
Me vestí y me despedí dándole un beso en la boca, en agradecimiento por los orgasmos que había tenido esa noche.
Cuando llegué a mi departamento, recordé que no le había pedido el dinero, por lo que al día siguiente, esperaba encontrarlo nuevamente para invitarlo esta vez, a cenar en mi casa.