Donación genómica
Ha veces suceden las cosas de tal manera, que no se sabe exactamente cuando empezaron.
Algo como eso me sucedió a mí.
Viviana, es la ayudanta de la casa. Ella es una joven mujer de 25 hermosos años, con unos lindos ojos color miel y unos labios carnosos, que provocan besarlos.
Sus medidas corporales: 1,65 mts, con 95-70-92 que pueden dar una idea de su aspecto físico.
A simple vista se aprecia que tiene un buen par de senos, su cintura está un poquito fuera de línea y su culo no es gran cosa, pero como conjunto está bien.
Y a todo esto hay que agregar el cadencioso meneo de culo que imprime en su caminar.
Mi relación con ella siempre había sido un poco distante, como de patrón a empleada, pues el trato diario siempre a sido con mi esposa.
Ella fue la que la contrató hace dos años y desde esa fecha siempre se ha comportado correctamente, haciendo siempre un buen trabajo.
Todo estuvo perfecto hasta el día que mi esposa viaja fuera de la ciudad, a mi regreso del trabajo encuentro a Viviana con los ojos rojos y los signos evidentes de haber llorado, mi curiosidad pudo más y le pregunté que porque lloraba.
Ella demoró un poco en empezar a contarme la causa de su pena.
Resulta que había terminado con su último enamorado, después de seis meses de relaciones, debido a que la esposa de este se había presentado a su casa e increpado por estar con un hombre casado.
Viviana reconoce que sabia desde el inicio que él era casado, pero no tuvo inconveniente en aceptarlo porque le gustaba.
En esos seis meses llegaron a tener sexo, pero ella no tenia buen recuerdo de sus encuentros, a esta frustración sexual se había sumado lo de la esposa y para evitarse más problemas, ella decidió terminar y ahora estaba lamentándolo.
Todo este rollo, me lo cuenta con lagrimas en los ojos, y con claro pesar. A mi solo me tocaba escucharla y permitirle liberar presión.
En lo más trágico de su relato ella se pega a mí y yo por reflejo la abrazo, quedando en mis brazos, los que le sirven de apoyo para llorar más tranquilamente.
Una vez calmada con suaves palabras, le seco las lagrimas con mi pañuelo y le empiezo a consolar diciéndole que ha veces el corazón se enamora de la persona menos indicada, pero en estos casos solo queda esperar un poco más porque ya llegará la persona correcta para ser su pareja.
Ella me escucha y se va calmando poco a poco, para terminar de tranquilizarla la invito a sentamos en el sofá de la sala y seguimos conversando.
Le pregunto porque se fijó en un hombre casado.
Ella me responde porque quiere tener un hijo para ella sola, como madre soltera, y que tenia dos candidatos, él era uno de ellos, pero no logró salir embarazada pues no hicieron el amor la suficiente cantidad de veces.
Sorprendido un poco por la manera desinhibida que enfocaba el asunto de sexo, relaciones extramaritales, embarazo fuera del matrimonio, le pregunto por el otro candidato.
Ella se retira un poco y mirándome a los ojos me dice que era yo.
Me cogió totalmente de sorpresa, no sabiendo que decir.
Ella continua y me dice que le gustaría tener un hijo conmigo, pues le gusta el color de mis ojos y los rasgos de mi fisonomía, y que ella sería muy feliz de tener un hijo parecido a mí.
Yo no salía de la sorpresa inicial y ya estaba en otra, tuve que taparle la boca con mi mano, para lograr un instante de silencio y poder digerir lo escuchado hasta ahora.
Cuando me calmé, le digo que me sentía muy halagado por lo que me decia, pero que yo era casado y en mis planes no consideraba tener un hijo fuera de mi matrimonio.
Ella se apresura a responderme que ella estaba consiente de mi estado civil, pero que ella solo quería que la fecundase, no esperaba que dejase a mi esposa o malograse mi matrimonio.
Solo quería que le hiciera un hijo, claro que teniendo sexo las veces necesarias.
No podía creer lo que me proponía, y para evitar cualquier confusión le pedí que se tomara unos días para meditar bien lo me estaba proponiendo y que yo también haría lo mismo.
Ella esta conforme y lo dejamos ahí.
A la semana siguiente, mi esposa viaja a casa de sus padres, por el trabajo tengo que quedarme y lo hago con mucha pena (¿?)
Después de dejarla en el aeropuerto, retorno a casa y me encuentro a una Viviana diferente, ha dejado de lado su uniforme de trabajo y se ha puesto una fresca minifalda de algodón estampado, que complementa con unas medias negras y unos zapatos de taco con hebilla al tobillo.
Me llama la atención el cambio y se lo digo, ella me dice que de esa manera está mucho más cómoda y que espera no incomodarme.
De ninguna manera, si tu quieres vestirte de esa manera, hazlo – digo gratamente sorprendido.
Gracias – atina a decir, con gesto pícaro.
Ella está feliz, se le nota en la manera de caminar, aun más coqueta todavía.
Yo me acomodo en la sala con mi periódico, mientras ella reanuda sus tareas, está en ello cuando estando de espaldas a mí, veo como se agacha para recoger algo del suelo y me muestra sus delgadas piernas enfundadas en las medias seda con blonda de encaje más hermosas que he visto, distingo claramente el portaligas que sujeta sus medias y más aun: sus nalgas desnudas, apresando entre ellas al diminuto hilo dental negro.
Me doy cuenta que ella está mirando por entre sus piernas, la cara de asombro que debo tener. Se mantiene agachada más de lo necesario, dándome tiempo para apreciar su ropa interior, yo acepto la invitación a apreciar su belleza y son ninguna vergüenza me recreo la vista con sus intimidades.
No sé cuando me he levantado del sofá ni como me he ido acercando a ella, la cosa es que estoy ahora tan cerca que estiro mis manos y levantando el diminuto vestido, dejo al descubierto su precioso culo.
No es gran cosa pero está muy bien adornado y eso me es suficiente.
Me olvido de todo y extasiado me pongo de rodillas, sumerjo mi cara entre sus nalgas y procedo a retirar cuidadosamente la delgada tira posterior, mientras voy gozando de sus olores de mujer en celo, logrado esto mi lengua busca su ano, el que recorre sin parar saboreándolo, bajo hasta el perineo y retorno al ano que humedezco y masajeo con mi lengua hasta que lo tiene bien lubricado y relajado, ahora me pongo de pie y libero mi erecto miembro, al que dirijo a su abertura anal.
Ella no ha dicho nada, me deja hacer y busca acomodarse mejor, pone en pompa su culo y mirándome a los ojos me pide que lo haga con cariño, para que no le duela.
La tranquilizo, indicándole que se relaje y que me deje hacer, que sé lo que estoy haciendo, mientras le digo esto ya he introducido la cabeza en su dilatado ano y me detengo, la beso en la boca, cuello y espalda, a la vez que le susurro palabras de cariño, buscando que se relaje un poco mas, preparándola para la estocada final.
Una vez que siento que su esfínter se ha relajado, acostumbrado ya a mi glande, empiezo a empujar despacio pero constante, hasta lograr meter mis 22 centímetros de pene, llegando hasta lo más profundo de su cálido ano.
Ahora es cuando ella siente la pegada, pues tiene todo mi pene en su interior, haciendo presión sobre sus zonas sensibles, lo que la lleva al umbral de su primer orgasmo.
Dejo que se acostumbre a la sensación de llenura y la retiro suavemente, hasta sacarla, ella me quiere reclamar, pero sin darle tiempo a nada se la vuelvo a meter hasta la raíz, iniciando un mete y saca suave, dándole tiempo a acostumbrarse a las nuevas sensaciones, ella responde con ligeros movimientos de caderas, siguiendo mi ritmo. Me doy cuenta que me está haciendo el amor sin ninguna vergüenza.
La tengo empalada durante un largo rato.
Ella va gozando de su tercer orgasmo, yo detengo el mío lo más que puedo, pero ella empieza un nuevo movimiento giratorio de caderas que me hace perder el control y termino soltando mi carga de semen en lo más profundo de su intestino, creo que he botado tanta leche que va a rebalsar, pero su goloso ano no deja escapar ni una gota, ni siquiera cuando retiro mi semierecto pene.
Una vez afuera ella se da vuelta y poniéndose de rodillas se dedica a asearlo delicadamente con ayuda de su lengua y labios, terminando por beberse las últimas gotas de semen hasta dejarlo perfectamente limpio.
Ahora es cuando la tomo de la mano y la llevo a la sala, sentándonos en el sofá.
Conversamos de lo que ha pasado y le cuento que he decido darle lo que me ha pedido, pero con las siguientes condiciones:
- Que por cada vez que le dé por la vagina, le daré una por el culo y otra por la boca.
- Ella siempre usará lencería como la que tiene puesta.
- Una vez fecundada, seguiremos teniendo sexo, hasta que tenga al bebe.
- Después del nacimiento, conversaremos para ver como seguimos.
Ella acepta todas las condiciones con mucho gusto.
Y como rubrica del trato, la despojo lentamente de su pequeño vestido, recorro a besos sus hermosos senos, a la vez que mi mano baja a su depilado coño, jugueteando con su erecto clítoris.
Es de esta manera como empiezo a cumplir mi compromiso.
Pero esto será motivo de otro relato.