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Comida en el tren

Comida en el tren

Es normal que en muchas parejas se llegue a la monotonía en la cama por razones obvias de estar haciendo siempre lo mismo en el mismo sito.

No así con mi novia y conmigo.

Recuerdo un día que volviendo un día a casa en tren, yo empecé a ponerme caliente, a pesar del frío que hacía por esas fechas, mi novia estaba en el asiento que estaba al lado del mío, tapada con su cazadora, por encima de su cuerpecito, y su cabeza apoyada en mi hombro.

Empecé a acercar una de mis manos a sus piernas, y empecé a acariciarla las dos piernas, por debajo de la cazadora.

Ella empezó a despertarse pero se quedó en la misma posición, entonces yo empecé a subir la mano hacia su pubis, y empecé a acariciar ese coñito tan rico y tan precioso, aunque solo por encima de sus pantalones.

En esos momentos lo que más deseaba, y ella según me dijo luego también, era arrancarle sus pantalones y su braguita y empezar a meter mi polla completamente dura en su calentita y suave cuevecita.

Pero me tuve que conformar con acariciarle por encima de sus pantalones y aguantar con mi polla completamente erecta dentro de los míos.

Entonces me levanté y le dije que iba ir al baño, cuando llegué al baño me desabroché los pantalones y me los bajé, y también mis calzoncillos, lo que hizo que mi pene, que estaba completamente duro, se liberara de tremenda presión y se sintiera, si no aliviado, por lo menos más liberado.

Entonces me lo agarré con una mano y empecé a masturbarme pensando en el chochito húmedo y caliente que me esperaba cuando llegásemos a casa.

Empecé pasar mi mano arriba y abajo, y aunque no la tenga muy grande (más bien un tamaño normal) me parecía, y me sigue pareciendo, la mejor polla del mundo.

Y poco a poco fui sintiendo ese cosquilleo que sube por todo el cuerpo, y exploté por completo, manchando todo el baño del vagón con mi semen.

Cuando limpié un poco todo el estropicio que había hecho, salí, y cuando abrí la puerta allí estaba mi novia, plantada con los brazos cruzados, cuando me vió me empujó adentro y cerró la puerta, me dijo que no volviera a hacer eso sin avisarla antes, y se bajó sus pantalones, quedándose con sus braguitas, y dijo que ahora le tocaba a ella.

Se apoyó contra el lavabo y yo como un poseso empecé a besarle su tripita y su pubis, por encima de sus bragas, lo que ella agradecía con suspiros de placer.

Continué bajándole las braguitas mientras le continuaba besando y lamiendo esa parte de su cuerpo que yo empezaba a dejar desnuda, dejando su pubis y su coño tan perfectamente poblado al aire, lamiéndole todo lo que podía, pero sin llegar aún ni a sus labios ni a su clítoris; y abrazándola masajeando su culito tan bien puesto, pequeñito, pero respingón y bien prieto.

La hice que se sentara en la tapa de la taza, abriéndola las piernas y arrodillándome delante de ella, lamiéndola las ingles y por dentro de sus muslos, acercándome cada vez a lo que yo había puesto como mi meta, ella se ponía cada vez más caliente y notaba como su precioso y sabroso líquido empezaba a manar de su coñito, y me fui acercando más y más con mi boca hacia su tesoro, me detuve, lo que a ella no pareció gustarle mucho, empecé a acercar mis manos a chochito, muy suavemente separé con mis dedos sus labio, dejando al aire su clítoris que había crecido como nunca y brillaba a causa de sus jugos que la humedecían cada vez más, y empecé a soplar sobre su clítoris muy suavemente.

Y mientras acercaba y alejaba mi boca, soplándole sobre su botoncito, sin previo aviso, le di un lengüetazo con la punta de mi lengua, a lo que ella contestó con un gran grito de placer y agarrándome la cabeza con sus dos manos, me obligó a que mi boca entrara en contacto con su clítoris a lo que aproveché para abrir mi boca y, en ese beso tan delicioso de mi boca con su coño, empecé a jugar con mi lengua en su clítoris.

Dando lengüetadas muy rápidas y fuertes.

Ella me decía que no parara, y yo seguía saboreando su coño. Y sin que ella se lo esperara, le introduje directamente dos dedos a su ya muy húmedo y dilatado coño; reaccionó en principio con un gritito de dolor, pero siguió con gemido de gran placer.

Así estuvimos un buen tiempo, la saqué los dedos de su coñito brillante y humedecido, y los llevé hasta su otro agujerito, fui poco a poco introduciendo primero un dedo, mientras le seguía comiendo ese maravilloso y formidable chochito, y ya cuando lo tenía completamente dentro, acompañando a sus suspiros de placer, con la otra mano empecé a meter un dedo por su agujerito que quedaba aún libre, lo que ella respondió aumentando sus gemidos y acelerando su respiración, diciéndome que no parara.

Metía y sacaba los dos dedos a la vez, y poco a poco fui metiendo por su maravilloso culo dos y hasta tres dedos, y con la otra mano otros dos, mientras seguía saboreando su jugoso coño.

Así estuve un buen rato hasta que ella, que seguía agarrando mi cabeza con sus manos, empezó a tirarme de los pelos muy fuerte, dejó de gemir, se estiró para atrás y dejó escapar un gritito y un suspiro enorme de su boca, quedándose en un instante completamente flácida, corriéndose entera en mi boca, y yo aprovechando hasta la última gota de sus jugos tan sabrosos.

Nos lavamos un poco, y ella se colocó la ropa, salimos los dos del baño y nos fuimos a nuestros asientos, cuando llegamos a casa, hicimos el amor nada más cruzar la puerta, pero esa es otra historia.

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