Una joven mujer desempleada la inician en el mundo de la prostitución

Primera Parte

Mi nombre es «A». Nací en un pequeño puerto sobre el mar. Un día mi padre nos reunió a todos y nos dijo que allí ya no tenía oportunidades de empleo y que teníamos que irnos. Cumplí catorce años cuando llegamos a la capital. Con dificultad puede completar mis estudios secundarios. La virginidad la perdí en manos de un hombre joven que rentaba una habitación en mi casa. Cuando tenía casi 20 años me recibí de bachiller y empecé a buscar empleo.

Durante varias semanas recorrí infructuosamente la ciudad guiada por las ofertas de trabajo publicadas en los periódicos. La escasez abundaba en mi casa. En un día sin esperanza, una amiga, que atravesaba por una situación similar a la mía, me dijo que sabía de una sala de masajes donde estaban recibiendo mujeres jóvenes y bonitas y donde pagaban bien al final de la jornada. Un día nos decidimos y solicitamos una entrevista. Nos pusimos las mejores ropas y fuimos. Una mujer ya mayor y de mirada indecente nos miró de cabo arriba. Notamos por sus ojos que le habíamos gustado. Las dos éramos esbeltas, de buena estatura y sin mucha experiencia. Nos explicó que nuestro oficio sería el de prestarle servicios sexuales a sus clientes.

El lugar tenía una barra sueca y una pasarela donde debíamos bailar desnudas o solo con bragas, para que ellos tuvieran la oportunidad de escoger e invitar a bailar y a beber. Nos pagarían diariamente un valor por cada follada, la que se cobraba por horas. Tendríamos también una comisión sobre el valor del consumo de licor que hicieran nuestros clientes. Mi amiga y yo nos miramos a los ojos con angustia pero supimos que ante nuestras circunstancias teníamos que aceptar. La mujer nos dio una serie de instrucciones sobre la disciplina del lugar y nos advirtió que antes de comenzar a trabajar, tendríamos que tomar unas cuantas horas de entrenamiento y que nos llamarían cuando todo estuviera dispuesto.

Dos tíos pasaron por mí en su coche. Cruzamos rápidamente el sur de la ciudad y nos detuvimos ante un portal que anunciaba la entrada de un nigth club. Me indicaron que siguiera delante de ellos y bajé los escalones hasta llegar a una puerta. Al abrirla, apareció a nuestra vista una decoración moderna. El local era más bien pequeño, con una barra al fondo y una pequeña pista de baile central, con una bola de cristal centelleando en el techo. El local estaba prácticamente vacío y parcialmente iluminado. Solo estaba una mujer joven vestida con una falda muy corta que dejaba al descubierto unas piernas largas y muy bien torneadas. Al vernos, salió al encuentro de mis acompañantes y me pareció adivinar, entre la penumbra, sus sonrisas de aprobación.

La mujer nos sirvió un vodka y todos brindamos. No tenía mucha facilidad para el alcohol y en segundos empecé a sentir sus efectos. Uno de los hombres puso música e hizo un gesto con la mirada. Como un resorte, la otra mujer se levantó del taburete y se dirigió a la pista, a bailar. Lo hacía de la forma más sensual que yo hubiera visto jamás. Moviendo las caderas al ritmo de la música, dejaba que la falda volara ligeramente, dejando a la vista parte de sus nalgas, pero nunca en exceso. El vestido se movía junto con su cuerpo y a cada movimiento amenazaba con dejar salir un seno al aire.

Todos estábamos pendientes de ella, mirándola bailar mientras agitaba su cabellera, moviendo la cabeza de lado a lado, distraídamente, como ajena a su alrededor. Parecía toda una profesional. El menor de los dos hombres fue a reunirse con la mujer en la pista. La blusa de la mujer se abrió y dejó al descubierto sus pechos. Bailaron y jugaron los dos, agarrándose ocasionalmente, entre risas. Parecían saber qué es lo que veía a continuación.

Mientras tanto el otro hombre se hizo detrás de la barra y me indicó que me acercara. Al hacerlo, me alarmé al ver que el hombre me sujetaba los brazos por encima de la barra. Fue un movimiento rápido. Miró de frente a su compañero y a la otra mujer y les ordenó que me levantaran el vestido hasta la cintura y me quitaron las bragas. Creo que me puse pálida. Me vi de pronto, de cara, inmovilizada a la barra y con mi sexo y mis nalgas a la vista.

Primero uno y después ella, empezaron a tocarme. Yo continuaba sin poder moverme. Sin contemplaciones, el más joven deslizó sus manos entre mis muslos, pellizcándome el clítoris e introduciendo uno, luego dos dedos en mi sexo y moviéndolos rítmicamente.

La mujer tomo una especie de crema o lubricante, me abrió las nalgas y me la untó en mi culo. Luego le pasaron un vibrador y me lo introdujo suavemente por mi puerta trasera. Jamás me habían penetrado con un vibrador por ninguna parte. Lo metía y lo sacaba, sentía las vibraciones en mi culo, era fantástico. Ellos hacían comentarios groseros en voz alta, mientras yo notaba como mis pezones se iban endureciendo por momentos. Yo gemía suavemente y en un par de minutos, suspiré y un temblor sacudió mi cuerpo.

Ellos parecían disfrutar del espectáculo y notaba como se excitaban cada vez que me decían:

¿Ves putica? ¿Ves cómo te gusta?

La escena terminó de golpe cuando el hombre mayor me soltó los brazos, se reunió con sus amigos al frente de la barra y me dijo: ahora puedes chuparnos la pija.

Sentí como un escalofrío en la espalda. Los dos hombres se sentaron en la barra y la mujer se sentó a un lado donde pudiera observarlo todo. Me arrodillé ante ellos y me dispuse a complacerlos. Podía leer en sus ojos lo que esperaban de mí. Me dirigí al mayor de los hombres que tenía delante y, con decisión, solté su cinturón, deslicé su pantalón hasta que cayó al suelo y lo desnudé. Con las piernas colgando y desnudo, se apreciaba la curva algo prominente de su estómago y su miembro medio erecto. Sin tener en cuenta el asco que sentía, empecé mi trabajo. Acerqué el pene a mi boca y lo lamí como si fuera un helado, besándolo desde la raíz a la punta, sucesivamente. De tanto en tanto me lo introducía entero en la boca, cerrando mis labios alrededor, humedeciéndolo, notando como crecía a cada movimiento de lengua. El hombre movía la cabeza del pene hacia delante y hacia atrás, y a cada movimiento la polla del hombre se introducía más y más en mi boca. Con el rabo del ojo vi que el otro hombre se desnudaba y se acercaba cogiendo su pija entre las manos. Cuando sentí su verga en mi cara, saqué de mi boca la pija del otro y continué chupándosela al más joven.

Ahora se la chupaba a los dos, succionaba y lamía aquí y allá. Con sus manos cogían mis orejas y me obligaban a meterme su pija hasta el fondo de mi garganta mientras ellos movían las caderas. La sensación fue de placer. Un placer que se mezclaba con sentimientos de vergüenza. Pero aquello me era grato. Recordaba mi experiencia con el hombre que vivió en mi casa y me enseñó a mamar. Respiraba por la boca, con miedo, pero, por encima de todo, sentía placer en lo que estaba haciendo. Mis pezones estaban duros. «Me gusta», reconocí al fin, como si me estuviera liberando de una pesada carga.

– Sigue así, preciosa. Trágatela toda, puta.- murmuró el hombre mientras acariciaba el contorno de mis senos y pellizcaba suavemente mis pezones. Respondiendo al estímulo de sus palabras, le mamé con más fuerza el pene, sujetándolo firmemente con los labios. Cuando el hombre intensificó sus gemidos, empecé a mordisquearle levemente la polla, apresando el glande con los labios.

Lo sentía tenso y agitado. El hombre no quitaba la vista de mi cara, mientras que yo devoraba su pene y subía mis ojos en busca de una señal de aprobación. El placer aumentaba cada vez que la polla penetraba en mi boca, dejando un rastro carmesí mezclado con un líquido ligeramente pegajoso.

– Mirad que guapa está esta putica con mi polla en la boca. – bramaba a sus amigos. Estos se fijaron otra vez en la escena y, como si se hubieran puesto de acuerdo, el hombre más joven eyaculó abundantemente sobre mis tetas, mientras yo volví la cabeza hacía el hombre mayor esperando una seña de aprobación.

Al notarlo, el hombre agarró mi cabeza entre sus manos y empujó con decisión el pene dentro de mi boca. Se retiró un momento para mirar a su amigo, que le indicó con la cabeza que acabara. Entonces tomé su polla con las dos manos, y empecé a masturbarlo con furia. Con sólo dos o tres movimientos se le hizo presente el interminable chorro de semen que me golpeó en la cara. En ese momento también me vine, gimiendo y gritando como no la había hecho antes. Eso excitó aún más a los dos hombres, que terminaron de verter todo su esperma sobre mí, como si no se hubieran corrido en meses. Yo lamía la leche de sus pollas, y disfrutaba con un placer brutal, enloquecida, extendiendo y frotándome toda la cara con el esperma de los dos hombres.

Se acercaron los dos, me cachetearon las nalgas con sus manos y me enviaron al baño.

Regresé a la barra limpia y completamente desnuda. Me senté y crucé las piernas, decorosamente, pero el efecto era espectacular. Mis piernas son largas y morenas, y lucían en todo su esplendor. La otra mujer nos sirvió un trago grande de vodka y me dijo: lo vas a necesitar. Lo tomé de un sorbo y me quedé observándolos. Me miraban con avidez. Estaba avergonzada, con las piernas y los brazos cruzados, pero me excitaba saber que estaban hablando de mí. De pronto el hombre mayor se dirigió a mí y dijo:

– Baila un poco, nena. – Tardé unas décimas de segundo en reaccionar, pero al darme cuenta de su mirada, me levanté del taburete y me planté ante ellos. Y empecé a moverme. Lentamente al principio, moviendo las caderas. Movía los brazos por encima de la cabeza,  viendo como se hinchaban mis pechos, como los pezones se ponían duros mientras ellos, sin ningún disimulo, hacían comentarios obscenos. Cuando consideré que ya habían visto suficiente, me di la vuelta dándoles la espalda. Su excitación aumentaba en la medida que mis nalgas se movían al ritmo de la música. Me contorsionaba como una gata para ellos, echando el cuerpo hacía delante a fin de que pudieran admirar tranquilamente una cintura y unas nalgas que yo sabía que eran espectaculares.

Estuve así un buen rato, atrayendo las miradas de todos. Notaba el deseo tras cada mirada mientras yo me volvía cada vez más peligrosamente descarada. Súbitamente el hombre mayor me hizo una seña para que me acercara a ellos. Él continuaba hablando con sus amigos mientras con una mano me acariciaba las nalgas, con toda naturalidad. La cabeza me daba vueltas. Me sentía muy puta, maravillosamente puta…

Oyó como el hombre mayor decía a los otros dos (Arturo y Lola, me pareció) que nos pasáramos a un sofá donde estaríamos más cómodos. Nos sentamos los tres juntos en el sofá mientras Lola nos servía más vodka. Dejó los vasos sobre la mesa y yo me arrodillé al otro lado, con la mirada baja, esperando. Era que tenía tantas, tantas, tantas ganas…

Cuando me atreví a mirarles quedé petrificada. Ahora Lola también estaba desnuda. Realmente, no pude dejar de admirar su cuerpo. Vi como le agarraba el pene a su amigo Arturo y lo masturbaba mientras Tayson (Así le decían los otros al mayor) le daba un beso profundo en la boca. Me sentí húmeda al instante. Era la situación más sensual que había visto nunca. Ellos continuaban como si yo no estuviera. Lola agachada, estaba metiéndose la enorme polla de Tayson en la boca, mientras le acariciaba las piernas, buscando la base de su pene, pasando los dedos ligeramente sobre los testículos, como si los sopesara, y metiéndolos delicadamente en su boca como si fuera una fruta. A cada centímetro que Lola exploraba, Tayson se arqueaba y le iba dando fuerza y cadencia a la mamada.

Una vez que Tayson se corrió en la boca de Lola, me tomó de la mano y me dijo – Ven – ¿Te imaginas que sigue ahora, verdad? –

– Pues ahora, putica, introduce tu mano entre tus piernas y mastúrbate frente nosotros

.- Tenía que intentarlo. Sin darme tiempo a meditar, deslicé mis dedos dentro de mi concha y me di cuenta de cómo los tenía a todos pendientes del movimiento de mi mano. Los miraba mientras mis dedos acariciaban suavemente la humedad de mi sexo. . Ladié mi cabeza hacía atrás, haciendo volar mi cabellera, mientras introducía  mis dedos, ahora uno, ahora dos, en mi sexo sediento. El vaivén de mi mano se volvía cada vez más frenético, llevando a mis espectadores al límite del deseo, y usando sus miradas lujuriosas para acercarme cada vez más rápido, a mi propio orgasmo. Al sentirlo, separé más las piernas y seguí tocándome desvergonzadamente hasta correrme entre gemidos.

Otra vez la voz de Tayson ordenó: -Lola, acuéstala.- La mujer extendió sobre la pista de baile una mullida colchoneta plegable. Lola me hizo señas y me acosté con las piernas bien abiertas. La mujer se agachó y metió su cabeza entre mis piernas y empezó a chuparme la concha. Unos gemidos se me escaparon. No había tenido sexo con una mujer, pero sentía que gozaba a cada instante. Arturo se acercó y retiró a Lola de mí. En segundos había metido casi toda su verga en mi conchita y empezó a meterla y a sacarla con vigor. Lancé varios grititos y suspiros entrecortados. Sin darme tiempo a nada, Tayson ordenó que me volteara y me pusiera boca abajo, mientras Lola metía una almohada bajo mi estómago para levantar mis nalgas y rociaba un líquido lubricante en mi culo. Tayson se acercó y me colocó la punta de su verga en el agujero del culo y presionó introduciéndola de un golpe.

Yo grité y cerré las nalgas con fuerza, pero ya la pija de Tayson estaba toda adentro. Me dolía y le dije que me hiciera despacito. Tayson la sacó y le dijo a Lola que me abriera las nalgas. Lola me abrió delicadamente las nalgas mientras Tayson metía su verga en mi estrecho culito. Yo gemía y temblaba. Tayson entraba y salía de mi culo hasta que se corrió. Miró socarronamente a Lola y mientras reía, le dijo:- Chúpale bien ese culo untado de leche recién follada.- La mujer me lamió el culo hasta dejarlo bien limpio, me dio un beso en la concha y se levantó.

Tayson me miró largamente y me dijo: » Tienes talento muchacha. Mañana puedes comenzar a trabajar.»

Ahora sí me sentí segura. Los miré a todos y les sonreí. Había terminado mi etapa de entrenamiento. Ya entendía lo que sería de mí. Ya lo sabía.