Mientras conduzco en medio de la noche y veo la serena belleza de su rostro dormido cerca de mi hombro me sonrío a mi mismo un poco cínicamente y me digo que en el fondo he tenido suerte. Aspiro el suave pero inolvidable perfume de su piel, saboreo el momento y el tranquilo presente. Pero no siempre ha sido así.
-Oye, tío ¿estás seguro?-
-Que si, hombre, que si. Venga, no me digas que ahora te rajas- Me desafían Alex y los otros.
-No sé. No estoy seguro.
-¡Uuuuuuuuuuu! Al nene le da cosilla- Se burla Alex.
Vacilo unos momentos. Miro el sitio. «Aracnid’s»: Porteros con pinta de malo de película, luces de neón y shows cada media hora.
-Está bien.- Admito con un suspiro.
-¡Bien por el valiente!- Grita triumfalmente Alex.
«Pesado»-
Entro sin ganas, bajo la mirada calibradora y amenazante del portero (cráneo afeitado, perilla, hombros de luchador, cuello de toro y bíceps como jamones).
No tengo ninguna sorpresa cuando estoy dentro.
El local está tan lleno de chicas de todos los tipos y razas que cuando para la música sólo se oye el ronroneo de centenares de voces femeninas.
El ambiente no está mal. El sitio es pulcro, aunque de aire un poco futurista e impersonalmente frío.
En el escenario principal varias chicas se contorsionan en las barras, bailando bajo ritmos electrónicos y tensando los músculos de sus largas piernas.
No tardan en venir hacia nosotros. Dos morenas, una hermosa chica de color y una rubia de fría belleza. «consumición obligatoria», rezaba un cartel en la entrada.
O sea, tu consumición y la de la chica. Quién me iba a decir que una cena de empresa iba a acabar así. Claro que conociendo a Alex no entiendo por qué me extraño.
Bajo su pinta de chaval formal (con sus gafas de concha y su cabello negro impecablemente peinado, que le hace parecer una especie de Harry Potter adulto y adúltero) se esconde un auténtico animal de la noche.
El tío me sonríe mientras se acercan las chicas. Habla con ellas y como siempre él es el primero que escoge. Me fijo en la rubia.
Es bastante alta, aunque bien proporcionada (calculo que 1,75 por unos sesenta kilos), lleva el pelo corto y rizado. Por unos momentos sus ojos claros y almendrados se fijan. Aparta su vista rápidamente. Me fijo en sus gestos, sons discretos, comedidos.
«Será cabrón»- Me digo mientras Alex le suelta no sé qué rollo. Y encima el tio va y se ríe. La chica sólo se ríe un poco.
Alex me hace sñas para que vaya. Alberto, el gordinflón, ya calibra a la chica de color mientras con un gesto disimulado se pasa la lengua por los labios. Me hace gracia. Por eso llego sonriendo un poco hasta Alex y las dos chicas.
-Y éste es Sebastien, Sebas para los amigos. Sebas: Marta y Lili- Nos presenta jovialmente Alex.
Nos besamos castamente en las mejillas. El contacto de la piel de Lili contra mi mejilla me hace estremecer. Más de cerca me doy cuenta de que Lili tiene los ojos verdes.
Me la quedo mirando unos momentos más de lo debido, cosa que provoca las risas de Alex y Marta.
-Oye, ¿eso de Lili es realmente tu nombre auténtico?- Le pregunto torpemente, aprovechando que Alex y la morena empiezan a intimar.
La chica se ríe amablemente.
-No, en realidad me llamo Nadia- Me dice con un acento un poco irregular.
Me fijo en su piel morena, en el contraste entre su piel, su cabello rubio y sus ojos claros. Parece joven, le hecho unos 22, aunque su mirada me parece demasiado inocente para su profesión.
-En realidad es un androide de compañía- Se ríe Alex.
Me giro hacia él incrédulo.
-¿Cómo?-
Alex se ríe en mi cara. La chica pone una cara rara.
-No hombre, es broma. Como te pones por el tema. Tienes demasiados perjuicios.-
Tiene razón. La idea me disgusta. Me da repelus y un poco de asco sólo de pensar que puedo acabar como esos tipos patéticos que acaban haciendo el amor con un montón de cables.
Pero la mirada tierna de la chica aparta los fantasmas de mi mente.
Es un poco tímida, pero sabe tratar bien a los clientes. Habla poco, pero me muero por sentir una vez más su voz bien timbrada y melodiosa.
Nada más cerrar la puerta de la habitación me besa tiernamente. Eso me acojona. Parece como el beso de tu primera novia. Nunca me ha besado así una profesional.
Le beso la nuca, los hombros desnudos. Su vestido cae poco a poco por su espalda. La beso entro los hombros. Mis labios recorren su piel.
Mis manos acarician sus pechos. Es una sinfonía para los sentidos. Alana Miles desgrana poco a poco su «Black Velvet» por el hilo musical.
Beso sus nalgas. Busco nuevamente su boca. Su piel es suave como la de un bebé.
-Tienes que ducharte.- Me recuerda la muchacha.
Le obedezco sin rechistar. Me meto dentro de la mampara de la ducha. Un chorro un poco irregular y no muy abundante empieza a caer.
Distingo la forma pálida de la muchacha que se acerca, a través del plástico translúcido. Se abre la portezuela corredera.
-Hola chaval.¿ Como va?- Bromea ella.
La situación me produce morbo. Tengo un amago de erección. Se quita la toalla. Su cuerpo compacto y duro avanza hacia mi.
Miro sus pechos redondos, duros, de grandes aureolas marrones y de un tamaño nada despreciable para una chica tan delgada. Su zona púbica está totalmente despoblada.
«Joder».
Me abraza. Pega todo su cuerpo contra mi. Esto va acabar mal. Noto como la piel lisa y brillante de su estómago me roza.
Es un poco más alta que yo. Pero me da igual. La cojo por la cintura. Abre un poco sus labios. Puedo ver un par dientes blancos que sobresalen un poco más que los otros, dándole un aire un poco infantil.
Nos besamos otra vez. Su lengua busca la mía, en un juego sensual, letal. Mordisqueo sus duros pezones. El agua recorre nuestros cuerpos. Beso poco a poco su cuello.
Empiezo a enjabonar su piel brillante, bajo por su vientre y llego a la carne blanda de su sexo. Rezuma una humedad más densa que la del agua.
Mis dedos juguetean por su hendidura. Introduzco por simple afán de curiosidad mi índice. La respuesta no se hace esperar.
-Venga tumbáte- Me dice nada más salir de la ducha, indicándome la camilla blanca que hay en una esquina de la habitación.
La iluminación es amortiguada, de luz de baja intensidad. Seguramente para crear un ambiente más íntimo.
Me tumbo boca abajo obedientemente. La chica se acerca, cubriéndose púdicamente con una toalla blanca. Noto un líquido un poco frío y viscoso que se derrama en mi espalda. Las manos de la chica empiezan a recorrer mis hombros y la parte alta de la espalda.
-¿Te gusta así o más lento?- Me pregunta con un hilo de voz.
-Más lento- Veo mi cara reflejada en un gran espejo que hay al lado de la camilla. Una sonrisa un poco cínica se dibuja en mi rostro.
Quiero disfrutar cada momento. La chica intenta esconder una sonrisa un poco traviesa. Sus manos trabajan más intensamente mis hombros.
-Relájate un poco más. Estás muy tenso.- Me dice mientras sus dedos presionan un par de músculos agarrotados.
Sus manos bajan por mi espalda. Me sugiere que me dé la vuelta.
El masaje vuelve a empezar. Me aburro un poco. De hecho, debe empezarse a notar en mi cara.
Las manos de la chica bajan hasta mi miembro. Vierte un poco de aceite de masaje de una pequeña botella de plástico blanco. Sus manos me agarran y empieza a recorrerlo con una lentitud exasperante.
-¿Te gusta así o… más intenso?- Me pregunta mientras me coge más fuerte y empieza a subir y bajar más intensamente.
-Más fuerte.- Le respondo sin poder esconder mi satisfacción.
-Lo siento, no tengo las manos muy fuertes.- Se excusa ella.
-Da igual.-
Transcurren unos segundos. Algo pasa por mi cabeza. Tiro de su toalla. La muchacha me mira sorprendida.
-Lo siento.- Me avergüenzo un poco de mi reacción pueril.
-No pasa nada.- Me dice con naturalidad.
Esparce aceite sobre sus pechos y lo extiende con naturalidad sobre la piel tersa. Algunas gotas bajan por su estómago. Sin pensárselo dos veces, también unta con abundante aceite su bajo vientre.
Ante mi mirada atónita sus manos recorren su sexo, sus muslos, su culo. Sus dedos no paran de recorrer el borde de su sexo, a veces incluso metiéndos dentro, hasta que me muestra sus labios vaginales inflamados, salientes, rojizos.
Me da la espalda. Separa las piernas, introduce un dedo en su ano mientras no para de masturbarse. Una chispa rebelde se enciende en sus pupilas verdes.
Se muerde los labios, mientras no para de masturbarse por delante y por detrás. Se calma un poco .Se acerca a la cabecera de mi camilla.
Se sube a la camilla. Me ofrece su sexo, la acerca a mi cara. Meto la punta de la lengua entre los pliegues rosados, mientras ella vuelve a masajear mi miembro. Lo besa, lo lame un poco, se lo mete en la boca.
Le aviso. Anuda expertamente sus dedos alrededor del miembro para evitar lo inevitable.
-No te preocupes, no te voy a dejar ir hasta que yo no lo haya hecho.- Me susurra dulcemente.
Como un animal elástico y salvaje de la jungla, sube hasta mi posición y se pone encima de mí, mientras me lame el cuello. Rota sobre sí misma, mostrándome el lujurioso y aceitado culo.
Lo refriega contra mi miembro, su carne suave y morena me pone a mil.
No aguanto más esta tortura. Me medio incorporo, la cojo por la cintura y la poseo sin piedad.
Todo de una vez, sin piedad. Se le escapa un pequeño quejido de dolor cuando es penetrada. Entro en ella decididamente. Está como un horno. Le acaricio los senos, le beso en la nuca.
Acompaña mis envestidas con movimientos de su pelvis, sincronizando nuestros movimientos en una danza lenta, vigorosa y chorreante de aceite y sudor.
Un mechón de rubio cabello cae sobre su frente y ella lo aparta rápidamente. Pongo mi mano sobre su barbilla, muerde mis dedos, los tendones de su cuello se tensan.
Extrañas convulsiones recorren su cuerpo. Nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros sentidos se funden en algo cósmico, más allá de cualquier pensamiento racional.
Nunca he sentido una mujer tan cerca de mí. Parece irreal. De tan perfecto me sobrecojo unos momentos, pero no rechazo el abrazo de fuego y pasión de su cuerpo perfecto.
Estoy tendido. Me seca el cuerpo amorosamente. Intento atraer su boca hacia la mía, pero se resiste. No insisto.
Vuelve a acariciarme con insistencia. La miro sorprendido.
-¿Aún estamos así?
Sonríe tímidamente.
-¿Qué quieres de mí?- Insisto.
Me lo dice cerca, muy cerca de mí. Con en voz baja y tono comedido.
-Correte en mi boca.-
Las palabras tienen un efecto mágico. Empieza a manejar perversamente mi miembro. Se arrodilla y, sin transición de ningún tipo, se lo mete en la boca de un bocado.
Es una sensación intensa, tan al límite que parece sobrehumana. Su pequeña cabeza sube y baja, mientras sus labios me comprimen para que no escape de su cavidad bucal.
No tardo en explotar en una marea densa y viscosa. Me escapo de su boca. Un chorro moja sus labios, otro salpica sus pechos.
Continúa masturbándome y metiéndose mi miembro en la boca mientras su otra mano recorre su pubis y hunde unos dedos en la vulva mojada.
Cuando he acabado aún se está masturbando, de cuclillas, con un par de dedos introducidos en el ano. Le beso los labios y me muerde como una vampiresa.
Salimos discretamente de la habitación como una pareja cualquiera de enamorados. Bajamos hasta la planta baja. Álex nos espera en el vestíbulo del hotel.
-¿Qué?¿Cómo ha ido?- Me pregunta aparte, cuando Lili se va al lavabo.
-No me gusta contar esto. Pero jodeeer! Ésta chica no es humana.- Le cuento sin poder ocultar mi satisfacción.
Álex sonríe enigmáticamente. Mientras Lili vuelve hacia nosotros con cara de no haver roto un plato en su vida.
-Bién Sebas, te presento a la nueva creación de la compañía: el 5151, ¡el androide de compañía perfecto!- Me suelta Alex, refiriéndose a Lili.
-Oye tio, estás de guasa, ¿no?- La broma no me ha hecho ni pizca de gracia-
Alex se queda serio. Me miro a Lili. La chica rehuye mi mirada.
-¡Esto es una putada!- Grito enmedio del vestíbulo, algunos clientes se giran y nos miran.
-Vamos a buscar un sitio más tranquilo.- Me sugiere Alex.
Le sigo, nervioso, irritado.
-Vamos no te pongas así.- Me suplica cuando estamos enmedio de la calle.
Me miro con ira a la chica.
-Sabes de sobra lo que pienso de esas putas máquinas.-
Lili abaja la vista. Me dejo llevar por la rabia.
-Tranquilo. No me negarás que da el pego, ¿eh?.- No me hace ninguna gracia pese al guiño de Alex.
Si no fuera una máquina diría, que se siente herida, avergonzada de sí misma. Pero no quiero que ser engañado. Aún se creerán que pueden substituïr y engañar nuestros sentimientos.
-Sebas….- La chica me coge el brazo, intenta decirme algo.
-¡Suéltame!¡Vete a la mierda!- Me libro de su tacto sintético, asqueado.
Me largo de allí dejándolos con la palabra en la boca.
Mientras cojo un taxi que lleve a cualquier sitio, pienso en cómo hemos podido llegar a esto. Un cierto desazón se apodera de mi al recordar la cabeza gacha, la belleza perfecta y vencida de la mujer- máquina.