La regla del juego I
Me llevó bastante tiempo organizarlo.
Pero después de tres meses estaba a punto de estrenar mi nueva fantasía.
Un viernes del mes de mayo. Por la tarde noche. En la finca que mi amiga Sandra tiene en el campo.
Lo cierto es que le debo esta fantasía a Sandra. Compañera, confidente y amante. Bisexual, como yo. Divorciada, como yo. Treintañera, como yo. Ninfómana, como yo. Y muy imaginativa en el sexo, igual que yo.
Por eso, cuando le comenté mi idea le pareció extraordinaria, genial.
Una fantasía con reglas que yo misma había escrito, diseñada a lo largo de tres folios.
El guión le pareció tan bueno que sólo de imaginar lo que sería darle vida se mojó como la sirena que es.
Aquella tarde nos corrimos las dos varias veces con nuestros juegos. Aunque había otro juego en nuestra mente que siempre volvía a humedecer nuestro coñitos. Sandra tenía que organizar toda la parafernalia para mí.
De su capacidad de organización dependía la plena consumación de mi fantasía.
Las reglas del juego:
Se necesitan seis personas. Tres hombres y tres mujeres, además de la coordinadora (Sandra), y de la puta que esto escribe. Condición fundamental es no conocer de nada a esas seis personas. Y que ellas no se conozcan entre sí.
De ahí la importante labor del organizador/a, ya que tiene que reclutar a esos participantes, y velar porque sean físicamente agraciados, morbosos, y a ser posible con buenos atributos sexuales.
Se prohibe terminantemente que el organizador cate previamente la mercancía. Todos tienen que estar por descubrir. Uno por uno. Una por una. Bisexuales todos. Hombres y mujeres. Que acepten las reglas.
El organizador ha de coordinar con los seis participantes para acordar un día en el que se celebrará el acontecimiento. A lo largo de una hora, quedará con ellos a intervalos de diez minutos.
No deben verse las caras entre sí. Imprescindible puntualidad británica. Uno a uno, Sandra irá recibiendo a los jugadores.
Les desnudará y verá sus cuerpos por primera vez. Les atará las manos, les tapará los ojos con una careta grande, perfectamente ajustada. Y les tapará los oídos con unos auriculares.
Pequeños, pero igualmente ajustados, y asegurados con material adherente en las cabezas de los concursantes, para que no puedan desajustarse. No se puede oír. No se puede ver.
Todos los participantes serán situados de esa guisa en círculo. De pie. En una habitación ni grande ni pequeña. En medio de ese círculo Yo. La protagonista. Desnuda. Con los ojos tapados igualmente.
Pero con las manos libres. Las necesito. Yo no haré trampa porque no quiero ver. Es mi fantasía. Lo que sí podré es oír. Es más, quiero oír. Necesito oírlo todo.
La única persona sin careta será la organizadora. Sandra. Ella necesitará sus ojos porque tendrá que disponer y coordinarlo todo.
Y especialmente porque será la encargada de rodar en vídeo los pormenores de mi pequeña perversión Lo cierto es que los participantes no saben que serán filmados. Aunque tampoco se enterarán porque no ven. Ni oyen.
Para hablar del desarrollo del juego, mejor les relato lo ocurrido aquel Viernes del mes de Mayo.
Aunque no sé si contarles lo que sentí en aquel momento, con los ojos tapados. O lo que vi al día siguiente en vídeo.
Son dos sensaciones totalmente diferentes, aunque no se sabe cuál es más morbosa. En fin, estoy decidida a contar todo. Pero necesitaré varios relatos. Varias partes. Por lo menos Tres o Cuatro. Quizá cinco. Aquí va la primera entrega.
Número uno
Sandra me ha situado en el centro de la escena, en medio de los seis jugadores. Hombre y mujer, intercalados. Me dejo guiar por mi instinto y avanzo hacia la derecha.
Es un hombre. Bastante más alto que mis 170 cms. Pecho bien formado. Abdominales musculosos. Poco vello. Sigo bajando mis manos. Ahora sí hay vello. Y una polla de un tamaño bastante considerable, y que sigue creciendo.
Me recreo en ese punto. Y en sus huevos, que acaricio con los dedos de mi mano derecha. Me acerco un poco más al hombre número uno y me abrazo a él poniéndome de puntillas para restregar mi sexo con su paquete y al mismo tiempo sobar bien su culo.
Buenos glúteos. Rozo su agujero e introduzco un pequeño trozo de mi dedo.
Noto que se estremece. Ahora me sitúo por detrás de él. Y me abrazo a su espalda. Su culo a la altura de mi vientre.
Adelanto mis manos y vuelvo a detenerme en su polla, que agarro con las dos manos.
Ahora está todavía más grande. Creo que ya está todo lo dura que puede estar.
Es enorme. Larga y muy gorda. Desde esa posición me agacho, comienzo a restregar mi lengua por su trasero y me detengo en su agujero, que se dilata al contacto de mi saliva. Sabe rico.
Me sitúo a gatas, entre sus piernas y comienzo a lamerle ese par de cojones duros y que deben guardar todo un manantial de leche calentita. Umm. Me relamo solo de pensarlo. Ya estoy comiéndome su polla. Me arrodillo delante de ese obelisco.
Agarro su cipote con las dos manos y me lo introduzco en la boca. Sólo me cabe la mitad.
Hago un esfuerzo y me meto un poco más, mientras sigo magreando la zona libre con mis manos.
Mis primeros movimientos de lengua alrededor de su glande los acompaño con un toque de mano derecha de arriba abajo, mientras la izquierda masajea sus huevos.
En esas estoy cuando, Ohh. Número uno empieza a correrse en mi cara. Un chorro que suena en mi careta.
Y un líquido espeso y caliente se aloja en mi nariz. Puedo notar su fuerza. Procuro que no se me escape ninguna gota más. Tapono el pollón con mi boca y trago lo que queda de semen.
Delicioso, pero no queda más remedio que eliminar a número uno.
Se corrió muy pronto. Después tendrá un premio de consolación con los otros perdedores. Ya sean hombres o mujeres. O los dos. O ninguno si no hay más perdedores.
Cuando veo por vídeo al día siguiente ese primer acto del juego me tiro de los pelos. Número uno estaba buenísimo.
No llega a los treinta. Vaya cuerpo. Y qué polla. Ya la noté en mis manos y en mi lengua. Pero al verla con mis ojos soy definitivamente consciente de lo que me he perdido.
Me tragué la leche que salió de ese nabo, eso es verdad, pero no fui follada por él. Mi coño y mi culo no me lo perdonarán.
Buaa, lo que hubiera disfrutado con ese pedazo de carne. Pero se corrió antes de tiempo y perdió, y de paso me perdí la posibilidad de correrme. Sandra me mira irónica y sarcásticamente.
Sabe que era la mejor picha de las tres. Y no me folló. La muy guarra me pasa un consolador enorme. Y me lo meto mientras rebobino y vuelvo a ver las imágenes. Pero no me consuela lo suficiente.
La muy puta pudo habérmelo advertido. Era el mejor tío. Pero se quedó callada. Cumplió las reglas del juego, eso sí. Pero, por una pequeña trampa tampoco hubiera pasado nada.
En fin, espero que Sandrita conserve la dirección o el teléfono. Aunque las reglas pasaban por destruirlos. ¿También habrá sido legal en esto?. Ya se lo preguntaré. De momento necesito sus manos, su boca, su lengua.
Todo su cuerpo. Quiero que la muy zorra de mi amiga me de placer. Cierro los ojos, pienso en el moreno que acabo de ver en el vídeo, y empiezo a sentir. A sentirla a ella. A Sandra.
Número dos
Eliminado Míster falo, sigo avanzando a ciegas hacia mi derecha. Toca una mujer. Y en efecto, antes de palpar nada ya puedo olerla.
No creo que llegue a 165 cms. Pelo largo. Delgada. Dibujo con mis manos su silueta y me encuentro con una cintura estrecha. Caderas muy bien formadas y torneadas.
Al descender hacia las piernas rozo con mis pulgares las estribaciones de su sexo.
Muslos apetecibles y unas piernas en conjunto que no llego a imaginarme. Parecen excesivamente delgadas por abajo. Sus tobillos son ridículos. Y sus pies menudos.
Recorro el mismo camino a la inversa. Ascendiendo. Esta vez me adentro algo más en sus muslos y la escala a la altura de sus caderas es más completa. Su piel es muy suave. Y tremendamente sensible.
Noto todos sus poros en tensión. Me imagino una piel blanca. En esta segunda incursión por el cuerpo de número dos me detengo en sus pechos. Los acaricio lentamente hasta que decido abarcarlos con mis manos.
Tiene unas tetas medianas, más bien pequeñas y que imagino perfectas a la vista, ya que al tacto ofrecen un contorno irresistible. Los pezones son algo grandes en relación con el resto de sus pechos.
Erguidos. Se dejan pellizcar. Ummm, qué dos pitones. No puedo esperar más y acerco mi boca, quiero lamerlos, chuparlos, comérmelos. Número dos jadea. Está caliente. Espero que dure más que el uno.
Aunque pronto, a juzgar por los líquidos que chorrean cual engrudo que baja por sus piernas, sospecho que tendrá el primer orgasmo.
Y el caso es que quiero disfrutar más de esos pechos. Y de su conejito que se ofrece generoso a mis dedos. Pero no quiero seguir por ese camino, o pronto acabaré con la jugadora dos.
Así que me paso a la zona de su espalda. Acaricio sus hombros, su nuca, sus orejas, mi lengua mordisquea sus lóbulos, su cuello. Número dos no deja de gemir de placer. ¿Qué puedo hacer?.
A este paso me quedo sin concursantes, así que cambio de posición. Me sitúo en la zona media de su espalda. Bajo con mis manos. De vez en cuando pruebo su sabor con mi lengua.
El camino elegido me ha llevado a una cumbre que se abre en dos mitades. Ambas redondas. Ambas carnosas. Ambas prietas. Y tremendamente apetecibles… El sendero me ha llevado al mayor tesoro de número dos. Su trasero es imponente. ¿Cómo deberá verse con una ropa apropiada, ajustadísima?. Mejor ni me lo imagino. El caso es que he sido presa de su culo.
No tengo más remedio que recrearme en esa maravilla.
Mis manos no dejan de acariciar, de magrear, de abarcar ese monumento sin celulitis con una bendita raja en cuyas profundidades introduzco mi lengua.
Estoy en su agujerito y por los movimientos de mi concursante favorita comprendo que a número dos le queda muy poco.
Así que, total, puesto que se va a correr de todas formas, hagámoslo bien.
Cambio de posición. Me sitúo debajo de ella, controlando con mi lengua su abierto, profundo y mojadísimo chochito, mientras que uno de mis dedos se introduce en su orificio trasero. Sé que es cuestión de segundos.
Y en efecto, número dos ya no gime. Grita. Y emana unos jugos que me saben a gloria. Sigue gritando, y descubro que tiene una voz tremendamente sensual. Ummm. Qué sensación.
Estoy muy, muy caliente. Como número tres sea un hombre, haré que me folle directamente. No quiero aplazar más mi primer orgasmo.
Número dos ha resultado ser un bombón para la vista. Lástima esa careta.
Si lo que no se ve de su cara guarda similitud con sus pómulos, esas pecas, su boca, y… Su pelo.
Entre castaño y rojizo. Y largo. Dicen que las pelirrojas son muy sensibles y muy ardientes. Ahora puedo dar fe. Número dos tiene un cuerpo que haría enloquecer a cualquiera. Veinte añitos si los tiene.
Es bajita. Quizás más de lo que yo pensaba. Pero en lo demás no me equivoqué. Unos pechos no muy grandes pero preciosos, perfectos. Su coñito es un lujo. Está, yo diría que cuidado de forma enfermiza.
No hay un solo pelo, un solo vello, fuera de su sitio. Un dibujo original. ¡Esos primeros planos tomados por Sandra!. Claro que con los vellos de ese color.
Así cualquiera. Qué coño. Mientras me lo comía no sospeché que pudiera ser entre marrón y rojo. Sus labios vaginales son todo lo gruesos que pude sentir al contacto de mis dedos y de mi boca. Todo un hallazgo ese conejito.
Y luego está el culo. Lo mejor. Rotundo, poderoso, altivo, prieto, firme, ni una gota de grasa.
Ese sí me lo pude imaginar mientras lo sobaba. Mientras lo saboreaba… Ahora soy yo la que miro a Sandrita triunfante.
Yo he gozado de ese cuerpo y tú no, le digo con mi cara. Y en esa cara noto una calentura que debe ser apaciguada. Así que ahora me toca a mí. Sin palabras.
Me abrazo a ella, la beso, la acaricio, la saboreo, y acabo por colocarla de espaldas. No es el culo de mi admirada número dos, pero tampoco está mal. Y además lo conozco muy bien.
Creo que me voy a colocar mi consolador de cintura y me la voy a follar por ahí mismo. Es lo que se impone. Y ella me lo agradecerá…
Y mientras poseo a mi amiga por detrás. Mientras acaricio sus pechos. Mientras un dedo de mi mano derecha y uno de su mano izquierda coinciden en esa maravillosa cueva húmeda, tibia y profunda, imagino que ese dedo con el que he coincidido en tan paradisíaco lugar pertenece a número dos.
Y que el culo que me estoy cepillando es aquel que pude imaginar con mi careta aquel Viernes. Sandra no puede verme, si no se daría cuenta de mis pensamientos. Pero, ¿Acaso ella no está también corriéndose con la imagen de la mujer de rojo?. Sandra grita como ella.
Pero no es la misma voz. Y mientras escucho de nuevo en mi imaginación aquella voz desinhibida y veo en la pantalla esa melena que tanto me recuerda a la Rita abofeteada, sueño con cada uno de los lunares de mi Gilda particular.
¿Habrá conservado Sandrita el teléfono de esa maravilla? Si lo ha hecho pensando en sí misma, no podré reprochárselo. ¡Vaya casting que me ha buscado mi amiga para la película de mi fantasía!.
Lo dicho, espero que conserve sus datos. Y espero que comparta esos datos conmigo. O no…
Quizá sea mejor así. No verla más. Pero nunca podré olvidar a esa dama de Shanghai made in Spain, que puede que se apellide Cansino.
Número dos, conviérteme en Jean Arthur por un día y dame esas alas que hicieron volar a tu lado, a nuestro lado, ángeles como Cary Grant.
Puede que los lectores se pregunten cómo soy yo físicamente, cómo es Sandra, etc.
Eso lo sabrán en el último capítulo.
Son las reglas del juego.
Un juego real.
Que por supuesto viví.
Porque todo lo que aquí cuento es rigurosamente cierto.