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Un buen comienzo I

Un buen comienzo I

Después de brindar con mi familia aquel año nuevo de 1999, decidimos con mis amigos y hermanos ir a un pub que no está muy alejado de casa.

Al principio muchas ganas de ir la verdad que no tenía, puesto que había estado bebiendo toda la tarde anterior y no me sentía muy bien.

Pero finalmente, como la casa en la que yo estaba durmiendo por esos días quedaba cerca del lugar, acepté.

Un amigo mío se había ido de vacaciones y me dejó las llaves de su casa, que desde el día que se fue pasó a ser casi un hotel para mí.

Cuando llegamos al lugar la gente estaba toda en la calle, el calor era increíble y el pub estaba llenísimo.

Nos encontramos con otro grupo de amigos y amigas y decidimos entrar todos juntos. Así lo hicimos.

Yo hacía justo un año que había cortado con mi novio, después de dos largos años de romance, y la verdad, mi humor no estaba para fiestas.

Me acerqué a la barra a pedir una cerveza, y sin querer me choqué con un chico que llevaba dos vasos llenos en las manos, y casi los vuelca por mi culpa. Inmediatamente pedí perdón, pero al mirarlo a la cara, una sonrisa me estaba esperando… “¡Gato! ¿Tanto tiempo que no nos vemos y me tratas así?”.

Era Germán, un chico del barrio que se había mudado hacía cuatro años y que desde aquél entonces no veía.

Era dos años menor que yo, habíamos sido amigos del barrio cuando éramos niños, perro nunca nada más que eso.

Durante nuestra adolescencia nos habíamos encontrado un par de veces y habíamos charlado un poco.

Pero tenerlo ahí, de frente, con esa sonrisa…era increíble el cambio.

No recordaba que estuviera tan fuerte, tan hermoso. Créanme, queridos lectores, si les digo que ese chico, es un Dios. Alto, flaco, de pelo corto castaño oscuro, y unos ojos azules profundos que te miran y te derriten.

“Hola, Ger. ¿Cómo andas tanto tiempo?”. Comenzamos a charlar mientras me pidió que lo acompañe hasta la mesa donde estaba su primo. Nos sentamos y me contó que se había casado, que había tenido una hija, pero que ya se había separado y estaba “disponible” nuevamente. Esas palabras retumbaron en mis oídos por horas…”disponible”. Me invitó unas cervezas que más las que yo traía puestas comenzaron a marearme un poco. Le conté que estaba cuidándole la casa a un amigo, y que quedaba cerca de allí. Yo no sabía si él sabía de mi homosexualidad, ya que no tengo ni una pluma. Así que preferí no tocar el tema, por las dudas. Ya serían cerca de las 5 de la mañana cuando mi hermana me anuncia que se iban todos los de mi grupo, entonces, me puse de pie y saludé a Germán, y al primo, diciéndoles que me iba porque mi hermana me llevaba hasta la casa. Él se paró, y me acompañó hacia la puerta, cuando me estaba por ir, me tomó del brazo y me dijo al oído que si quería me quedara un rato más que él llevaría a su primo hasta la casa, y después me podría llevar a mi.¿Te parece? Le dije. “Por favor, Gatito, para qué somos amigos”.

Casi le contestó él para qué según mi punto de vista, pero preferí callarme una vez más.

A la media hora estábamos en el auto ya después de dejar al primo en la casa, camino a la mía.

Veníamos conversando sobre música, y que realmente un café nos vendría muy bien.

Cuando llegamos le dije que si quería tomar algo, y me dijo que si preparaba unos cafés se quedaba.

Entramos y en la sala alfombrada había un colchón en el que yo dormía mis regias siestas, se tiró en él y yo me fui a la cocina a preparar los cafés.

Me preguntó sin podía poner algo de música y le dije que sí. Puso Sabina.

Mientras el agua se calentaba me preguntó si yo tendría inconvenientes en que se pegara un baño, porque se sentía transpirado.

Le dije que no había problemas, y le mostré dónde se encontraba el baño. Mientras yo estaba en la cocina, batiendo el café instantáneo, escucho que me dicen: “gato…¿Tienes una toalla?”. Al darme vuelta tenía frente a mí a Germán, mojado, desnudo, y sonriendo, parado sobre la alfombra de la sala.

No lo podía creer, y lo que es peor, no podía sacarle los ojos de su pija, un ejemplar de unos 10 cm estando dormida, pero con una belleza que me fascinaba. Él se percató de que mis ojos no se le despegaban de la pija, y acercándose un poco me dijo, llevándose una mano a su entrepierna, “¿Qué te pasa, Gatito, te gusta mi amiguito?”. Yo no hablaba, las palabras no me salían de la boca, él se rió, y acercándose un poco más me dijo que si quería podíamos empezar el año de una manera diferente, rompiendo algunas reglas.

Sin decirle nada, me arrodillé ante él y me llevé ese bocado a mi boca, que comenzó a crecer dentro de ella, su glande chocaba contra el interior de mis mejillas contra mi paladar.

Ger me tomó de la cabeza y me decía que lo estaba haciendo muy bien, que siga así que seguramente este año la íbamos a pasar muy bien ya que nos habíamos reencontrado.

Yo chupaba ya esa puja dura de unos 18 cm de lago, aunque no muy ancha, pero me entraba hasta el fondo y los movimientos que él hacía daban la sensación que me estaban cogiendo por la boca.

Me dijo que estaba por acabar, que parara y que me parara.

Así lo hice tomó mi cara entre sus manos y apoyó sus labios en los míos, que se abrieron para recibir su lengua. Fue un beso salvaje, que a la luz del nuevo día que comenzaba a asomar por las hendijas de la ventana tenía un sabor tan rico que todavía lo recuerdo.

Me quité mi remera, mis pantalones, mis calzoncillos, y lo abracé.

El agua que su cuerpo tenía me dio una sensación de frescura maravillosa.

Nos tumbamos en el colchón y él se puso encima mío, mientras me seguía besando, con una de sus manos apretó mis tetas y luego, una de mis nalgas.

Yo me dejaba hacer, estaba aún medio mareado, pero con la sensación única de estar saltando sobre nubes. Me dio vueltas, y comenzó a besarme la espalda, las nalgas, el culo.

Su lengua fue entrando en mi interior llenando todo de saliva que haría luego de lubricante. Separó bien mis piernas, y se ubicó entre ellas, comenzó a pasarme la pija por la raya del orto, que patinaba debido a la saliva de su lengua.

Me decía que me iba a coger bien fuerte, que me la metería toda y bien adentro.

Su pija se refregaba por toda mi raya una y otra vez, y cuando su glande pasaba sobre mi agujerito, yo me estremecía.

En una de esas pasadas, me ensartó de golpe, y hasta el fondo. Mientras me seguía diciendo cosas me iba serruchando como nadie lo había hecho desde hacía tiempo, la sacaba casi toda para volverla a clavar hasta el fondo, se movía en círculos, me tomaba de la cintura y me apretaba hacia él diciéndome que la estaba pasando genial.

Estuvo bombeando como 15 minutos, luego la sacó y se tumbó boca arriba en la cama, y me dijo que me siente arriba de él y lo cabalgue. Crucé mis piernas una a cada lado de su cintura, y me ensarté solito.

Mis movimientos lo hacían jadear. Yo me sentía clavado., y me encantaba.

Me movía lentamente a veces, rápido otras, mientras me masturbaba sobre él.. no pude más, y me corrí arriba de su pecho.

Él recogió mi semen con sus dedos y lo llevó a mi boca. Aquello me excitó aun más. Le pedí que me avisara cuando se vendría, y así lo hizo.

Me salí de encima y me tragué inmediatamente su pija otra vez.

Él tomó mi cabeza y me llevaba la pija hasta la garganta, hasta que explotó de una manera infernal dentro de mi boca. Me tragué todo su esperma y luego lo besé.

Así nos quedamos dormidos en el sillón. A las cuatro de la tarde me despierto y siento un olor rarísimo.

De repente lo recordé, la jarra todavía estaba en el fuego, toda tiznada ya, y sin una sola gota de agua.

Pensé que mi amigo cuando regrese se iba a enojar mucho, pero el caso es que el olvido había sido por una causa muy justa, que por ese entonces, abría sus ojos en el colchón.

Se adivinaba que había estado soñando, porque su pija apuntaba al techo como una lanza. “me parece que tienes un problemita con eso”, le dije.

Él, solo sonrió y se llevó una mano a la pija. Sonó un celular, era el primo de germán, que lo andaba buscando por todos lados.

Ger le dijo donde estaba, y le dio la dirección.

La fiesta seguiría, ahora con un nuevo integrante.

Es año empezaba bien sin lugar a dudas, pero lo que pasó allí, se los contaré en otra historia.

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