Mi mochila y el camino de la Turquesa
Mi vida dio una vuelta de 180 grados cuando conocí a Frank.
Su personalidad era simplemente arrasadora.
Era un indio Navajo con el que me había acostado el primer día que lo había visto.
Sus negros y penetrantes ojos me habían cautivado desde ese instante.
Y su manera suave de hacerme el amor me había conquistado de inmediato.
Ahora estábamos en camino a la reservación Navajo en la frontera con el estado de Utah.
Aquel escenario era espectacular: el desierto en todo su esplendor se veía hasta donde la vista alcanzaba.
Los colores café, marrón y anaranjados prevalecían por todo el panorama.
«Todo esto es de mi pueblo»- me dijo Frank mientras manejaba su vieja camioneta Dodge.
«Es hermoso»- le comente mientras mis ojos se ajustaban a la claridad de aquel día de verano.
Llegamos hasta un estrecho camino en medio de las rocas. Un rotulo sin clavos a un lado permanecía suspendido en una de esas rocas: «Camino de la Turquesa», se leía.
Habíamos llegado hasta nuestro destino. Nos bajamos del vehículo y caminamos hasta un risco donde se contemplaba todo el valle.
Lo que mas me impresiono fue el silencio de aquel lugar. No se contemplaba ni una alma allí.
«Este es el lugar donde quiero que hagamos el amor. Siempre fue mi fantasía»- me dijo tomando mi mano.
«Si yo hubiera crecido en este lugar también hubiera sido mi fantasía»- le conteste contemplando su rostro delgado y sereno. Se acerco y me dio un beso.
Sentí su sinceridad en aquel beso y de inmediato me dispuse a disfrutar al máximo aquellos minutos.
Lo primero que hice fue agacharme y abrir su pantalón.
Su verga, aun flácida salió por el agujero. La tome con mi boca y comencé a mamarla en forma lenta.
El dio un par de pasos hacia atras colocándose con su espalda hacia la roca.
«Suck me, suck me! Mamame, mamame!»- me pedía mientras yo me desabotonaba trabajosamente la camisa y le permitía que el tocara mis hombros con esas suaves manos con las que me había conquistado hacia solo unos días antes cuando me había dicho que haría un desnudo de mi.
«Hoy quiero que me beses mi culo»- me indico mientras el mismo se bajaba los pantalones. Se quito también las botas de vaquero y las coloco a un lado de los jeans.
Por mi parte me quite mi pantalón y los dos nos quedamos en bolas.
Se dio media vuelta y se puso con el rostro hacia la roca. Sus nalgas, redondas y apetitosas, se abrieron frente a mi.
Me agache un poco, y puse mi boca en aquellas nalgas que parecían una roca. Las mordisquee y luego saque mi lengua para dar con ella círculos sobre sus nalgas casi carentes de vellos.
Poco a poco y mientras Frank ponía sus brazos hacia atras y sus manos me ayudaban a abrir su culo, me fui introduciendo en el con mi lengua hambrienta de sexo.
Sentí el olor salado de aquel esfínter y lo disfrute mientras daba vueltas sobre el.
«Así, así…»- gemía Frank con movimientos espasmódicos.
Le hubiera lamido hasta el hígado si hubiera podido. En eso recordé que yo traía dos cosas que servirían en aquella ocasión.
«Espera un momento»- le dije mientras me separaba de el y buscaba mi mochila que había dejado por allí. La abrí y saque de ella un bote de crema lubricadora y una frazada.
Tendí esta ultima sobre la roca en la que estábamos y me unte el lubricador en mi verga que estaba ya dura.
Cogí un poco de la crema en mi dedo índice y lo fui introduciendo en el ano de mi amante. El se movía como poseído, disfrutando mi dedo dentro de el.
Lo saque y se lo puse en la boca para que me lo mamara. Me puse detrás de el y comencé a introducir mi verga por aquel lubricado hoyito.
«Haceme tuyo, mi amor»- me dijo cerrando sus ojos mientras yo me introducía en el.
Sentí como mi verga entraba fácilmente por la crema lubricadora y como se hinchaba dentro de el.
Lo cogí despacio al principio disfrutando de aquella sensación de poder que te da el estar dentro del culo de otro.
Arriba de nosotros el cielo azul sin una nube en el horizonte era nuestro único testigo.
Le tome por las caderas y con un vaivén casi matemático me lo cogí por varios minutos. La sensación era simplemente placentera.
Mi verga entraba libremente por aquel culo tan apretado y mis huevos pegaban contras aquellas nalgas redondas.
En un momento apreté con fuerza la verga parada de Frank masturbándolo sincronizadamente con mi cogida.
Luego puse mis manos en su pecho mientras le besaba la espalda. Sabia que el estaba disfrutando cada acto mío pues parecía que explotaría de placer.
«Ahora date la vuelta…»- me indico mientras mi verga parada salía de su culo «Quiero cogerte y que nos vengamos juntos sobre esta roca».
«Como tu digas, eres el guía de turistas aquí, no?»- le conteste con una sonrisa de cómplice.
Me di media vuelta y de inmediato sentí la verga de Frank tocándome mis velludas nalgas.
Yo miraba al desierto y pensaba que aquello era una fantasía que en realidad no estaba sucediendo.
Para entonces Frank había comenzado a sudar y su sudor le ayudo a lubricarme cuando entro por detrás mío.
Le ayude a colocar su verga en mi esfínter y luego la sentí entrando pausada y delicadamente.
Cerré los ojos mientras aquella verga hacia su trabajo.
De vez en cuando Frank me tomaba de la cadera para que no perdiera el equilibrio sobre aquella superficie que aun encima de la frazada seguía siendo áspera.
«Eres mío»- me decia Frank mientras realmente me poseía aquel macho.
«Cada pulgada de mi»- le correspondía yo abriendo los ojos y mirando hacia el desierto allá abajo.
«Y yo soy tuyo»- me decia el mientras yo sentía como su ritmo de entrada y salida iba en crescendo.
«Quisiera estar en esta soledad contigo siempre»- le dije mientras me tomaba mi pene que ya destilaba líquidos preseminales.
«Nos haríamos el amor mil veces mil»- me dijo mientras sus jadeos se repetían mas y mas.
Sentí como llegaba al clímax, me arquee mas y soltó un chorro de semen que salpico la frazada y la roca.
El se vino pocos segundos después encima de mi.
Me di la vuelta luego de unos segundos de descanso y lo bese apasionadamente.
Nos abrazamos y nuestros sudores se juntaron en uno como si nunca antes hubiéramos estado juntos.
Nos mantuvimos allí desnudos contemplando el día acabar mientras mi mochila permanecía a solo unos pasos de nosotros…