Mi mochila y el bar

Desesperado, esa es la palabra con la podía describirme aquella noche fría frente a la hermosa bahía de San Francisco.

Hacia solo un par de horas mi vida había sido estremecida por un terremoto sentimental, y ahora vagaba por las calles empinadas de aquella metrópoli californiana donde vivía. Llevaba al hombro mi mochila negra.

No sabia hacia donde ir, así que me subí a un trolly en la avenida Powell y me baje unas cuadras arriba en busca de un bar. Encontré uno que se miraba decente, entre y antes de pedir algo, una hermosa morena se me acerco.

«Hola guapo»- el saludo es común en aquellos bares y en aquella ciudad.

«Hola»- le conteste mientras con la mirada iba directamente a la barra.

«Te vas a sentar en la barra?»- me pregunto mientras yo la miraba por primera vez a los ojos. Era una mulata elegante, con unos ojos pardos preciosos, con unos senos no grandes pero si redondos que se miraban a través de una chaqueta entretejida en blanco y gris.

«Creo que si…necesito un par de tragos»- le conteste sin darle mayor importancia a la conversación. Di un par de pasos hacia la barra pero volví a ver hacia la mulata que seguía parada en el mismo lugar donde había estado hablando con ella. «Quieres?»- le pregunte con un gesto. Ella se acerco.

«Si no te molesta»- me dijo con una leve sonrisa -«Tal vez te haga bien hablar con alguien». Aquella era una sugerencia adecuada para el momento.

Las dos horas siguientes pasamos conversando de todo un poco y quien sabe como llegamos al tema de mi rompimiento sentimental.

Inclusive le confesé mi tendencia homosexual, pero le indique que me consideraba un bisexual. Karla, que así se llamaba me escuchaba con paciencia entre trago y trago de algo que se llamaba «Cubalibre».

«Ves a aquel chico que esta en aquella mesa?»- me pregunto Karla mientras discretamente me indicaba a alguien al otro lado del bar.

Era un muchacho que parecía muy joven para estar en aquel lugar, con una cara delgada, pómulos sobresalientes y un pelo largo, lacio que lo hacia lucir aun mas juvenil.

«Si…»

«Bueno, por que no te desquitas con el tu desesperación?»- me dijo ella poniendo su mano sobre mi pierna.

Lo vi nuevamente. Parecía un muchachito, pero quizá por el calor de los tragos (y yo casi nunca he bebido), la situación desesperante y la platica con Karla, agarre fuerza.

«Lo conoces?»- indague.

«Se que es gay…y que le gustan los latinos»- me contesto.

«Interesante»- le conteste.

«Y además, es el hermano de mi novio»- me contesto Karla.

«Aun mas interesante»- le conteste.

«Se llama Paul. Arriba hay un cuarto que yo ocupo de vez en cuando… aquí esta la llave»- me dijo ella sonriendo mientras extendía su mano y me daba una llave con una amplia sonrisa y levantaba su vaso indicándome «HAZLO».

Un poco nervioso, pero con la energía del alcohol en mi organismo, me levante y me acerque donde el muchacho estaba.

«Puedo?»- le pregunte tomando la silla que estaba delante de el. Me miro abriendo sus grandes ojos azules y con un ademan asintió.

«No te había visto antes aquí»- me dijo mientras yo notaba que estaba mas tranquilo que una lechuga en el mercado.

«Nunca había venido…»

«Como te llamas?»- me pregunto. Al contestarle, el me miro penetrantemente, como queriendo saber mas sobre mi.

«Tu te llamas Paul, verdad?»- le dije.

«Karla te lo ha dicho…»- le sonreí mientras volvía a ver a la morena que estaba sentada frente a la barra y asentí con la cabeza. «Y que mas te ha dicho?»

Dude solo un instante en como responder esa pregunta.

«Que te gustan los latinos»

«Como tu»- me dijo con un movimiento nervioso de sus delgados labios.

«Sabes? Karla también me dio una llave…»- Paul no me dejo concluir. Solo me puso su mano sobre la llave.

«Vamos»

Nos levantamos mientras yo observaba disimuladamente la sonrisa de complicidad de Karla.

Subimos las escaleras y nos encontramos con dos puertas, una a cada lado del final de la escalera.

Probé la llave en la puerta de la izquierda y funciono.

Era una habitación sencilla, pero se miraba lo suficientemente limpia.

La cama era amplia, un sofá y una televisión era el resto de los muebles así como un sanitario que tenia dos puertas por lo que me imagine que daba a la otra habitación.

Puse mi mochila sobre el sofá y al darme la vuelta me encontré con la boca jugosa de Paul que me beso apasionadamente.

Sentí su lengua buscando la mía y mi interior se estremeció por la fogosidad de aquel muchacho que no debía pasar de los 16. Para ese entonces yo tenia 24 y mis labios se humedecieron con la lascivia de Paul.

Nos tiramos a la cama y en medio de la excitación me pareció escuchar que la puerta del cuarto del frente se abría. Por supuesto no le di importancia y continúe tirado al lado de Paul.

Nuestras manos buscaban la forma de desnudar al otro sin separar nuestras bocas. Rápidamente nos zafamos los zapatos, los pantalones, las camisas.

Nos quedamos, el en bóxers y yo en calzoncillos. Nuestras vergas comenzaron a rozarse una contra la otra por debajo de nuestra ropa interior.

Me parecía que Paul tenia una verga de buenas dimensiones pues se sentía deliciosa aun debajo de su bóxer.

El se contoneaba a un ritmo acelerado mientras sus manos tocaban mi espalda y mis nalgas. Las apretaba con delicadeza y luego bajaba hasta donde alcanzaba a tocar mis piernas velludas.

Por mi parte me había concentrado en su pecho, que aun flaco era terso, suave, en la flor de la adolescencia. En un instante Paul me bajo mi calzoncillo tirándolo un lado mientras el hacia lo mismo con su bóxer.

Nuestras vergas se toparon creando una sensación de placer indescriptible mientras en mi verga y abdomen se me pegaba el liquido preseminal de mi amante.

Sus piernas sin vellos se confundían con las mías en un intento por fusionarnos.

Paul se puso encima de mi abriendo las piernas y dejándome ver su rosada verga que pegaba contra mi abdomen.

Yo la tome con mi mano y comencé a sobarla de arriba hacia abajo mientras el buscaba frenéticamente la mía para colocársela en su trasero.

Sentí la entrada de su culito aun cerrado, limpio, con un historial no muy amplio seguramente pues se sentía todavía socado, delicioso.

Sin decirnos nada y solamente comunicándonos con la vista, Paul comenzó a sentarse lentamente sobre mi verga parada.

La sensación de estar dentro de un culo no se compara a ninguna otras sensación, y la de estar dentro de uno tan joven es todavía mas indescriptible.

El hizo un par de muecas de dolor pero no se quejo, sin embargo siguió engulléndose con su esfínter lo ancho y largo de mi pene.

En un momento la cabalgaba con destreza mientras su verga rebotaba sobre mi pecho ardiente.

Mientras le daba una paja con una mano con la otra le apretaba sus tetillas rosadas. El exclamaba de vez en cuando por el placer de tenerme adentro. En un momento se detuvo, se levanto y me volvió a ver.

«Quiero que me cojas por detrás ahora»- me indico mientras yo pensaba en lo experimentado que parecía a pesar de su corta edad.

Yo me levante de la cama, mientras Paul se ponía a cuatro patas abriendo su culo hacia mi.

Y entonces la vi. Sabia que había escuchado algún ruido antes pero no me había percatado que Karla estaba observándonos desde el sanitario.

Tenia sus manos entre las piernas, pero sus movimientos me indicaban algo mas que una simple rascada. No, Karla tenia una verga entre sus piernas! Karla era un transexual que se masturbaba viéndonos!

Por un momento mi excitación se corto de tajo.

«Por favor…no te detengas…solo me gusta ver…»- dijo Karla en un tono suplicante.

Paul se dio la media vuelta.

«Cógeme, ella no se mete, solo le gusta ver»- me dijo dándome claramente la indicación que aquello era un show que ya se había llevado a cabo antes.

Karla no solo tenia su verga de fuera sino también una de sus tetas negras.

Era algo que yo no había visto antes, y que quizá no hubiera experimentado sino hubiera tenido el nivel de alcohol que tenia en la sangre.

La vi y sentí como mi verga recomenzaba a endurarse, excitándose ante la perspectiva de hacer gozar a Paul y a Karla, de maneras diferentes, pero a la vez.

Me puse detrás de Paul y le metí mi falo de una sola vez.

El pobre dio un grito de dolor, a pesar que ya estaba dilatado y me lo cogí como si seme fuera a escapar.

De vez en cuando volvía a ver a Karla que se pajeaba a solo unos metros de mi. Me contuve la tentación de pedirle que se acercara. Era demasiado arriesgado.

Mis huevos pegaban rítmicamente en las nalgas redondas y suaves de Paul mientras le tocaba sus huevos y su verga.

Estuvimos así mas de 15 minutos hasta que finalmente explote dentro de el.

El, sin darme cuenta, ya había eyaculado sobre la cama y los dos nos quedamos pegados como unos perros por unos cuantos minutos.

Volví a ver a Karla y para mi satisfacción vi que ella ya había eyaculado y se limpiaba su pene moreno.

«Así que esto es lo que querías?»- le pregunte mientras me levantaba y me ponía mi calzoncillo.

«Y tu no?»- me respondió Karla con una sonrisa maliciosa.

«No era lo que me esperaba, pero…lo disfrute»- le conteste con honestidad.

Paul me abrazo por detrás mientras me besaba los hombros.

«No te quedas a dormir con nosotros?»- me pregunto.

«No, no…tengo que irme…estoy muy tomado…»- le respondí sintiendo que ahora los tres vasos de Cubalibre estaban haciendo efecto.

«Vienes otro día y lo repetimos?»- me pregunto Karla acercándose -«Solo haremos lo que tu permitas».

No conteste. Por algún motivo aquellos minutos había disfrutado de aquella habitación y lo que había pasado en ella. Y no podía asegurar si regresaría o no.

Así que tome mi mochila, le di un beso a Paul en su boca y un beso en la mejilla a Karla.

«Buenas noches»- me dijo ella al oído -«ya conoces el camino y eres bienvenido siempre».

Deje la puerta abierta al salir y escuche las voces confiadas de Paul y Karla.

«Va a regresar»

«Va a probar mas»

Me puse la mochila sobre el hombro, sonreí y pensé cuan acertadas eran aquellas palabras…