Mi estreno en el gimnasio
Actualmente tengo 32 años, soy gay inter, vivo con mi pareja de una forma tranquila, común y corriente, y como todo el mundo también yo tuve una primera vez y para mi fue algo excelente que recuerdo mucho y deseo compartirlo con ustedes.
Tenía 19 años cuando iba a entrar a la universidad y en las vacaciones previas decidí entrar a un gimnasio a ver qué podía hacer por mi físico, en ese entonces ya media 1.80mts. pero siempre había sido muy delgado, no era un hueso tampoco, tenía un cuerpo agradable pero muy de niño, de cualquier forma no me sentía desgraciado por la vida.
Yo desde siempre había sentido mi homosexualidad pero de forma reprimida, sólo un año antes un hombre mayor me había abordado en la calle y me había hecho sexo oral en la azotea de un edificio de departamentos, algo que más que satisfacción me había traído culpa.
Total que vivía muy reprimido y exageradamente discreto.
Cuando entré al gimnasio para pedir informes me mandaron con el dueño e instructor, Arturo, un tipo de 36 años, un poco más bajo que yo, moreno, de facciones toscas pero atractivo, muy varonil y con un cuerpo… físicoculturista, super mamado el tipo.
Me trató muy bien, me dio toda la información, lo de la mensualidad, me dijo que tenía que modificar mi dieta y que me quedara, que él personalmente sería mi instructor. Yo encantado de la vida me quedé y comencé con las rutinas que Arturo me acababa de dar; cuando terminé hora y media después me despedí y me fui…
Así pasaron dos días, claro que para el tercer día yo ya andaba bien madreado por lo adolorido de los músculos, ese día me tocaba trabajar pierna, y estaba en un aparato acostado boca abajo trabajando con las piernas para ejercitar las nalgas, cuando pasa Arturo y me agarra las nalgas y me dice: «Dale duro cabrón, para que las endurezcas», lo cual yo no tomé a mal y de ahí no pasó nada ni se me ocurrió pensar nada.
Yo me la pasaba haciendo ejercicio y dándome mi taco de ojo con los chavos que hacían sus ejercicios en camisetas y shorts de licras (entre ellos Arturo, claro).
Poco antes de terminar mi rutina, Arturo volvió a pasar y sin decirme nada volvió a agarrarme las nalgas, pero ahora solo puso su mano derecha y sentí que más que un agarrón era una caricia, incluso su dedo pulgar como que hizo presión entre mis nalgas, aproximándose a mi culo, yo no dije nada ni paso más, pero ya me quedé algo excitado…
En fin, al día siguiente yo llegué al gimnasio, me fui al vestidor y me puse mis bermudas y mi sudadera (clásico atuendo de los flacos en un gimnasio) y me puse a hacer mis rutinas.
Al terminar Arturo me pregunta que si estaba muy jodido, que si quería me podía dar un masaje para aflojar los músculos y descansar mejor, como que me sorprendí pero de inmediato acepté.
Nos fuimos a la parte de atrás del gimnasio, donde no había nadie, y me acosté en la alfombra boca abajo.
Arturo se sentó arriba de mi y comenzó a masajearme la espalda encima de la ropa, yo sentía riquísimo y comenzaba a excitarme ante la idea de no saber realmente qué pedo con ese güey! Poco a poco sus fuertes y grandes manos fueron bajando hasta que llegó a mis nalgas, Arturo comentó algo como que tenía buenas nalgas, y que si las trabajaba se pondrían mejor, yo no dije nada y solo sonreí, mi excitación crecía porque sus masajes en mis nalgas ya eran caricias.
Sentía la mirada de Arturo como buscando mi aceptación, y yo seguía con mis ojos cerrados, y una leve sonrisa (qué mayor aprobación…).
De repente sentí como su mano bajó por mi muslo derecho y se introdujo lentamente bajo mi bermuda y siguió acariciando mi nalga por encima de mi trusa apretada, y prosiguió con su labor metiendo dos dedos bajo mi trusa hasta llegar a la rajita de mis nalgas, tratando de abrirse camino hacia mi culo, cosa que no tardó en lograr porque yo discretamente había abierto un poco más las piernas y sutilmente levantaba mi culo, también porque la erección que yo tenía en ese momento comenzaba a dolerme con mi verga parada y pegada entre mi cuerpo y el piso.
Yo seguía con mis ojos cerrados escuchando la respiración agitada de Arturo, y sintiendo como un dedo ya se introducía en mi culito virgen, yo estaba en la gloria, jamás había experimentado esas caricias, jamás imaginé sentir ese placer nuevo para mi, y el solo saber que quien me agasajaba era un güey como Arturo, me excitaba aún más, era del tipo de los que salían desnudos en las revistas que algunas veces había hojeado y que tantas masturbadas me habían ocasionado.
No se cuánto tiempo estuvimos así, quizá unos 15 minutos, por supuesto que a mi me valía madres que alguien nos viera, yo no pensaba, sólo sentía.
De pronto sacó su mano de entre mis nalgas y se levantó, me dijo que me levantara y me llevó a un cuartito donde había unos lockers viejos, un vestidor pequeño, como bodega; cerró la puerta y se puso junto a mi.
«Estás bien sabroso» me dijo, yo no sabía qué decir, me preguntó si ya había hecho eso antes y le dije que no, nunca, y entonces Arturo se calentó más, me bajo la bermuda y la trusa de un tirón y siguió acariciando mi culo, ahora más libremente y con la mano izquierda, mientras con la derecha acariciaba mis huevos y mi verga paradísima, babeante, le gustó mucho, es gorda, muy recta y con circuncisión, de color sonrojada.
Me preguntó que si yo me la jalaba seguido, le dije que diario, y el no paraba de decir que le encantaba… Yo ya no podía más, le pedí que me enseñara su verga y se bajó el short de licra… yo casi entro en shock.
Nunca había visto otra verga parada en vivo que no fuera la mía, en mi vida! Y de repente saltó ante mí un pinche animalón fenomenal, morena, gordísima, como de unos 20cms., venosa, peluda, encapuchada, húmeda, con unos huevos gordos y prietos, enormes, y me dice: «Agárrala, por tu culpa está así» y yo todo pendejo la agarro, acariciándola mientras Arturo seguía con mi verga y mi culo en sus manos y besándome el cuello…
De pronto todo se detuvo, se subió la ropa y me dijo que si lo acompañaba cerca de ahí, yo claro que acepté, no tenía nada que hacer y lo único que podía perder era mi virginidad…
Yo también me acomodé la ropa, Arturo se puso unos pants y salimos del cuarto, le avisó a uno de sus empleados que saldría uno poco y nos fuimos caminando.
Me dijo que iríamos a una construcción que estaba cerca, a unas cuadras, donde estaba construyendo su propio gimnasio en terreno propio.
Así íbamos cuando me dice: «Mira como me tienes Güerito!», y vi como se le marcaba la verga dura bajo su pants, yo ya quería ver que iba a pasar, era la primera vez que estaba realmente con un hombre! pero nada pendejo pasamos por una farmacia y le pedí que comprara unos condones, aceptó sin broncas, y seguimos hasta que llegamos a la construcción.
Entramos, estaba en obra negra, las instalaciones de un gimnasio grande. Nos acomodamos en un rincón porque el piso era de tierra y había ladrillos y cemento por todos lados, Arturo se recargó en la pared y se quitó su playera, mostrándome su cuerpo musculoso, unos brazos fortísimos, unos pectorales enormes… y me comenzó a besar. Yo sentía su lengua en mi boca, nunca había besado a nadie así y esa lengua era deliciosa para mi.
Me quitó mi sudadera y comenzó a besarme el cuello, bajó por mis tetillas, mordiéndolas hasta hacerme casi gritar, y después yo hice lo mismo, fui lamiendo todo su pecho, sus axilas, sentía el sabor salado de sus sudor, aroma de hombre, no era desagradable, era limpio, muy excitante su aroma y su sabor… me fui agachando hasta que baje su pants y su short de licra y la visión que tuve fue de poca madre.
Ahí estaba! Su trusa negra, chiquita, apretada, que apenas podía guardar su verga dura, acomodada a la izquierda; besé ese bulto, aspiré su aroma mientras mis manos seguían jugando con sus pezones.
Todo su cuerpo era musculoso, enorme y de una dureza increíble. Bajé mis manos y jalé su trusa, su verga saltó a mi cara golpeando mis mejillas y sin hacerlo nunca antes, instintivamente abrí mi boca y comencé a chuparla cabeza de esa rica verga.
Su sabor nuevo para mi era fuerte, pero enseguida comencé a disfrutarlo, me la fui metiendo toda en la boca, pero no me cupo, era enorme y Arturo agarro mi cabeza empujándola hasta que mi labios se hundieron en sus vellos púbicos…
Yo fascinado, tratando de darle placer sintiendo mi propio placer, y mientras agarraba y apretaba sus duras y grandes nalgas, descubrí el gozo de mamar una verga, un goce para toda la vida…
Así estuvimos un rato, después me desnudó y me la chupó también, con una maestría que me asombró, yo batallaba para no venirme tan pronto, digo, a los 19 años a uno se le sale la leche por todos lados, cuando de pronto me voltea y comienza a morder mis nalgas, abriéndolas con sus manotas para lamer mi culo peludito y virgen. Yo sentía la muerte…
Y como si supiera lo que hacía le dije: «Métemela ya, por favor, cógeme, quiero que me metas la verga por primera vez!!!» Rápido se puso el condón y levantándose sentí su cabezota picoteando mi agujerito.
Poco a poco me la fue dejando ir, yo sentía que me partía en dos, el dolor era insoportable, me tuvo que tapar la boca con una mano para no gritar, pero sufriendo un chingo, yo apretaba más mis nalgas hacia él para que ya entrara toda…
Por fin estaba haciendo lo que siempre desee en mis interminables chaquetas, un cabrón me estaba cogiendo de una manera salvaje y cachonda, era increíble!
Después del dolor vino el placer, sentía como si un toro bufando me estuviera cogiendo, me decía: «Que rico culo tienes cabrón, esta nuevecito, siento que me ahorca la verga» , y entre más me decía y más sentía, era la locura.
Después de unos 10 minutos se vino dentro de mi, aullando, bufando, ambos de pie, yo agachado, soportando su peso, lentamente me la sacó, se quitó el condón lleno de leche y me voltee frente a él, su mirada era encabronadamente caliente, y los dos estábamos empapados de sudor.
Mirando mi verga dura comenzó a masturbarme, pero lo hacía muy fuerte, así que le pedí que mejor me acariciara el culo, y con sus dedos sobándome y agarrando mi adolorido ojete, me masturbé y regué con interminables chorros de leche la pared de ladrillos de la construcción…
Permanecimos abrazados unos minutos, me besó muy tierno y me agradeció haberle dado mi culo virgen.
Nos vestimos, él se regreso al gimnasio y yo como pude caminando todo abierto y adolorido, tomé un taxi para mi casa.
Nos estuvimos viendo como 6 meses, y el sexo con él fue genial, solo que nunca se dejo coger, pero pasaron algunos años y yo seguía recordando esa primera vez, que por mucho fue y sigue siendo algo digno de recordar.