Si leyeron mi último relato, podrán ver que dejé de tener relaciones con mi primo Alberto porque ambos empezamos relaciones sentimentales heterosexuales. Para quienes no me conocen, soy Miguel, peruano bisexual de 34 años, y esta experiencia ocurrió hace ya varios años, tiempo después de los encuentros con mi primo.

Mi relación sentimental con mi novia iba bien. A decir verdad, era muy feliz: nos llevábamos bien, había buen sexo, pero sentía que algo me faltaba. Sin embargo, por esos meses mi novia se iba de vacaciones con su familia, así que me quedaría solo por unos días. Algo triste, pero con el morbo por las nubes, empecé a buscar por internet algún chico para un encuentro.

En ese entonces, había un portal gay peruano, que incluía perfiles, grupos, chat; una especie de Facebook para gays. Husmeando por esa página, me encontré un grupo de fetichistas de pies masculinos. Se me alumbraron los ojos, ya que en ese momento, producto de mi juventud e inexperiencia, pensaba que el gusto por los pies era una rareza mía.

Entonces, encontrar ese grupo me abrió la mente. Ingresé y había muchos chicos que ponían fotos de sus pies buscando sesiones fetichistas. Me dije a mí mismo: ¿por qué no? Así que le tomé unas cuantas fotos a mis pies (dedos, plantas) en poses algo sugerentes con el siguiente mensaje:

«¿Alguien para sesión por Jesús María?»

Jesús María era la localidad en la que vivía por entonces, así que buscaba algo cercano para no tener que moverme tan lejos. Pensé que no habría nadie interesado, pues los anuncios que vi buscaban sesiones en localidades lejanas. Hasta que se abrió un chat privado:

«Hola, me gustan tus pies. Yo en Jesús María, tengo depa»

Mi corazón empezó a latir con fuerza. Le respondí cortésmente con un «gracias», intercambiamos un par de palabras como nuestra edad. En ese momento yo debo haber tenido entre 19 y 20 años, mientras que Jorge (así se llamaba) tenía 35. Apuntamos nuestros números y quedamos en encontrarnos en unas horas en un punto cercano a su casa.

Era verano, yo estaba con short y sandalias, así que decidí ir así. Unas horas después, estaba parado donde me había indicado y recibo una llamada. Era él:

«Hola, soy Jorge, estoy aquí (me levantó la mano). Voy a empezar a caminar, sígueme»

Jorge era delgado, tenía la cabellera larga, lacia, como si fuera miembro de una banda de rock y también vestía short y sandalias. Y, al parecer, era muy discreto, teniendo en cuenta que me pidió que lo siga, no caminamos juntos. Eso me gustaba. Me gusta mucho la discreción.

Al llegar a su departamento, Jorge abrió la puerta, esperó unos segundos a que llegue y recién ahí me dio un cálido apretón de manos y me invitó a pasar. Subimos al segundo piso y entramos a su departamento. Me dirigió a su habitación y recién ahí rompimos el hielo y empezamos a hablar de cualquier cosa, uno al lado del otro, al borde de la cama.

Recién ahí pude verle los pies y de verdad eran muy lindos, muy bien cuidados, similares a los de una mujer. Mientras veía sus pies me dijo: «tus pies me encantaron cuando los vi en fotos y ahora se ven mejor. ¿Puedo?» Al preguntarme si podía, se refería a si podía tocarlos. Subí una de mis piernas sobre su regazo, me quitó la sandalia, la olió y emitió un «uhmm, qué rico huelen».

Yo ya me estaba calentando. Dejó mi sandalia en el piso, me empezó a masajear un poco el pie mientras limpiaba un poco la tierra que suele acumularse al caminar con sandalias. Subí el otro pie e hizo exactamente lo mismo, para luego invitar a recostarme en su cama.

Y así lo hice. Me recosté, pero para mi sorpresa él se quitó las sandalias, el short y se recostó con su cara en mis pies, de manera que los suyos quedaban muy cerca de mi cara también. Mi mayor sorpresa fue cuando vi que su ropa interior era un sexy hilo dental masculino de color rojo. Ya estaba al 100.

Empezó a oler y besarme los pies y mientras lo hacía acariciaba mis piernas, mi verga y me desabrochaba el short. Me lo bajó y seguía entretenido con mis pies. Yo, con una de mis rodillas, rozaba su verga también. En una de esas, colocó uno de sus pies en mi cara. No me contuve y empecé a chuparlo, olía riquísimo, pasaba mi lengua por sus plantas, chupaba cada dedito y los dos comenzamos a gemir.

Un buen rato después de estar haciendo el mejor 69 de pies, paró, se levantó y buscó mi boca para besarme. Al principio me contuve un poco, pero fui cediendo hasta que nuestras lenguas empezaron a jugar.

Me sacó el boxer y, para mi sorpresa, hizo algo que no esperaba. Al ver su sugerente ropa interior, pensé que Jorge era pasivo; sin embargo, me volteó y empezó a chuparme el culo de una manera deliciosa. Yo ya gemía. Era la primera vez que estaba con un hombre que no sea mi primo y la estaba pasando igual de bien o incluso mejor.

Luego, volvió a mis pies, pero también para mi sorpresa, uno de sus pies se quedó cerca de mi culo y empezó a jugar con su dedo gordo. Metía y sacaba su dedo de mi culo, mientras chupaba mis pies y se masturbaba. Cuando estaba por venirse, sacó mi pie de su boca, lo llevó a su verga y recibí su leche caliente en mi planta y dedos.

Este chico estaba lleno de sorpresas, ya que luego volvió a chupar mi pie y limpiar su propia leche. Luego de hacerlo, se me acercó y empezamos a besarnos aún teniendo su leche en su boca. ¡Qué morbo! ¡Qué rico!

Acto seguido, empezó a masturbarme con su pie muy cerca. «Ahhh me vengo, me vengo». Acercó su pie y también me vine encima de su planta. Agarró su pie y untó mi leche por sus dedos y luego chupó su mano y nos volvimos a besar. Yo aún estaba caliente, así que agarré su pie con mi leche y empiezo a limpiarlo con mi boca, para después besarnos nuevamente.

Fue uno de los encuentros más ricos que he tenido y en los que no implicaba penetración alguna para pasarla bien. Tuve unos encuentros más con Jorge, similares a este, pero de un momento a otro perdimos el contacto y hasta hoy no sé nada de él.

Teniendo estos encuentros como referencia, tocaba eventualmente buscar alguno similar y encontré varios que serán contados en próximos relatos.

Si quieres contactarme, puedes escribirme a miguelfeet@gmail.com

¡Gracias por leerme y nos vemos en el siguiente relato!