La escuela secundaria para varones puede ser una experiencia que permita descubrir el verdadero sentido de la camaradería, el compañerismo, pero también puede convertirse en un buen pretexto para encontrar un buen sexo adolescente.
Tendría yo unos trece años y mis padres habían decidido mandarme a una escuela secundaria privada religiosa porque en la zona era una institución de renombre y bastante respetable.
El grupo era perteneciente a un sector social medio alto y el exámen de ingreso un verdadero filtro. Esto me trajo como consecuencia no poder ingresar directamente en el grupo destacado, sino en el siguiente el cual, a mi parecer, parecía un verdadero rejunte.
Si bien no tuve mayores problemas para adaptarme, descubrí que había un subgrupo de chicos que no pertenecían en edad cronológica al resto, ya que ellos tendrían entre 15 y 16 años, bastante corpulento y con serios problemas de disciplina.
Ya a los trece años mi cuerpo comenzaba a cobrar forma: desarrollo de espalda y pectorales, diminuta cintura, nalgas bien redondas, paradas y lampiñas, crecimiento de la masa muscular de las piernas, y todo lo que tenga que ver con el desarrollo hormonal y físico de esa edad.
Sin embargo, notaba en mis compañeros una diferencia corporal, eran como más robustos, más varoniles, y eso me deprimía un poco…
El grupo de los «repetidores» estaba formado por cuatro chicos más grandes que yo, no solo en edad, sino también en contextura física, tenían más definido su cuerpo, y eso me llamaba poderosamente la atención.
Con el tiempo comencé a darme cuenta que me observaban en forma «especial», en las clases, en los recreos…
Las clases de educación física se realizaban fuera del horario escolar en en club no muy lejano al establecimiento por cuestiones edilicias.
El uniforme constaba de: remera blanca, pantalón blanco largo, short corto blanco, zapas y medias blancas, y siempre se realizaban en horarios en los que no había demasiada gente.
Los cuerpos adolescentes en ese uniforme de pantalón corto eran realmente una belleza, todo se podía percibir sin ver literalmente.
Una tarde, habíamos hecho mucho ejercicio físico y me había llamado mucho la atención la actitud de los cuatro flacos que cada tanto aprovechaban para mirarme insistentemente…
Sonó el silbato que indicó el fin de la clase. Todos comenzaron a retirarse.
Yo me saqué el buzo por el calor y mientras me dirigía hacia la salida uno de los cuatro, Diego, me arrebata el buzo de las manos y sale corriendo hacia el otro lado del club junto a sus amigotes quienes emprenden la retirada hacia una parte alejada.
No me quedó otra alternativa que correrlos. De pronto me encontré en la parte trasera del club que estaba en construcción. No los veía por ningún lado.
Detrás de unos barriles sale Diego y me muestra el buzo con cara burlona. Le pido que me lo devuelva. Me dice que lo vaya a buscar. Creo que inconscientemente sabía lo que vendría…
Me acerco hacia él y veo que se lo pone entre las piernas…-Si lo querés, agarralo…-Extiendo la mano para tomarlo y enseguida su mano gruesa y firme me toma de la muñeca dirigiendo mi palma hacia su pija. El pibe tenía la pija muy dura y larga lo que hizo que automáticamente me pusiera al palo…-¿Te gusta no?-Asentí con la cabeza. El buzo cayó al suelo. Diego con su mano izquierda extendió la tela de su short y metió mi mano hasta su slip. Enseguida sentí como ese pene estaba totalmente húmedo. Siento pisadas por detrás. Cuando giro eran los otros dos. Aparentemente el tercero faltante no se prendió a la propuesta de sus amigotes. Avanzaban hacia nosotros con los pantalones por sobre los muslos dejando ver las sendas pijas erectas que manejaba con sus manos.
Federico era casi de mi altura, más bien flaco, muy peludo, rubión y con una verga de unos 18cm muy colorada; Darío, tendría aproximadamente unos 16 años, 1.78, bastante corpulento, peludo también y con una pija no tan larga como Federico pero sí muy gruesa. –Siempre supimos que eras un puto que le gusta la pija!- decía Diego mientras bajaba sus pantalones…-Y si te gusta la pija, hoy vas a tener pija…-decía Federico. Pronto se pusieron uno al lado del otro y como un autómata me arrodillé sobre el suelo y comencé a chupar esas tres vergas que tenía en frente mio. Fue una situación muy excitante que de solo pensarla ahora me hace parar la pija.
Mientras trataba de tragar juntas las pijas de diego y Darío, Federico se puso detrás mío y comenzó a bajarme el short y el slip que llevaba puestos- quiero comer ese orto y ese orto quiere comer mi pija- Seguida la palabra a la acción levantó mi cintura, escupió en mi ano, frotó fuertemente su pija y enseguida empecé a sentir como su cabeza pujaba por entrar-¡Estás muy estrecho hijo de puta, abrí el culo, dale, abrite más!- Sentía un fuerte dolor mientras entraba la cabeza.
Casi instintivamente dirigí mi mano hasta donde se estaba realizando esa dolorosa pero deliciosa penetración y la sensación de lubricación en mis dedos junto con la dureza de ese pene que luchaba por entrar y la progresiva dilatación de mi ano me puso a mil. Los otros dos continuaban bombeando mi boca, primero uno la metía mientras el otro miraba y se pajeaba, y así sucesivamente…
-Viste Fede que te dije que teníamos cerca una buena puta!- comentaba Darío-uuhhh…si, boludo, no sabés lo que está este ojete…Ahhh…-Los gemidos de los tres me ponían de la cabeza-Dale Fede, ahora déjame a mí!-dijo Diego y enseguida sentí como la verga del que me cogia salía de mi culo el cual estaba ya bastante abierto y húmedo, y así como salió una entró la otra..
-¡Dale che cogelo bien, cogelo que no doy más…!-se escuchó la voz entrecortada de Darío quien enseguida sacó su pene de mi boca, me tomó por el mentón mientras Diego me bombeaba más fuerte y Federico se pajeaba más rápido a escasos centímetros de mi cara, y empezó a largar sus chorros de leche en mi cara, haciendo que algunas gotas de semen cayeran en mis labios y en mi boca…
-¡Ya te acabo puto, te acabo en la boca…!- Federico no daba más.-¡Aguantá loco y le acabamos en el orto..!- escuché a Diego. Sentí como sacó rápidamente la pija de mi culo, Federico se acercó a él y los dos comenzaron a pajearse para enseguida empezar a largar sus chorros de semen caliente y abundante en mi ojete.
Sentí que la leche de los dos pronto empezó a correrme por las piernas…Se arreglaron las ropas y sin decirme nada se fueron. Pensando en lo que había sucedido, aturdido y caliente comencé a pajearme hasta descargar yo también…
Al día siguiente, los tres amigos contaban al cuarto sus aventuras, se lo que se había perdido. Gabriel se acercó a mi y me pregutó¿para mí cuando?…
Cuando quieras…