José 20

Su nombre era José. Alto, delgado, moreno, de aspecto noble.

Allí estaba yo, haciendo como que me importaba mucho lo que, al otro lado del cristal del escaparate, se ofrecía.

Nada más lejos de la realidad.

Conocí a José a través de un anuncio de esos que se ponen en las webs calientes, sí en una para heterosexuales con tendencias homo.

A veces es difícil decidirse por un solo manjar cuando las circunstancias de la vida te han llevado a saborear varios.

No me considero homosexual, de hecho no lo soy, pero me gusta y me da mucho morbo el acariciar un buen pene y, por qué no, el mamarlo hasta que eyacula.

El solo hecho de pensarlo me excita muchísimo.

Con José había intercambiado varios mail y un par de llamadas, nos habíamos tomado un refresco en un bar céntrico y, al final, habíamos acordado vernos con discreción una tarde, para lo que él alquiló una de esas habitaciones que se tarifican por horas.

Al llegar fue todo bastante frío, así que decidí darme una ducha antes de pasar a mayores. Era pleno verano y estaba sudado de toda una mañana de trabajo.

Él, entretanto, se desvistió en la habitación, según luego pude comprobar.

Al salir de la ducha me sequé y salí cubriéndome mínimamente con la toalla la zona de los genitales, y José estaba esperándome tan sólo con el slip, el cual, me sorprendió de lo abultado que estaba.

No estaba empalmado, es que su polla es muy grande (unos 20 cms.).

Tonteamos un poco y le eché mano al paquete.

Era enorme. Mi boca se hizo agua mientras se la agarraba.

Y yo que pensaba que mis 16 cms. estaban muy bien ¡!

No tenía prepucio, era todo músculo. La agarré por la base y me sorprendió lo pequeños que tenía los testículos, pero eso era lo de menos.

Tenía al Dios falo delante de mí y sin más dilación deslicé mi lengua por todo su glande.

De repente se puso duro, muy duro, y la flacidez musculosa de ese cuerpo poderoso se tornó en rigidez y tórrida tensión. Me puso a 1.000.

Mientras tanto, José, empezó como pudo, a acariciarme el culo y los huevos; yo mientras, no dejaba de chupar, lamer y tragar aquel pedazo de polla que, aun cogiéndola con ambas manos, parecía enorme.

Poco a poco fui deslizándome hasta que puse mi pene en sus labios y en un 69 con la madre serpiente continuamos un ratito, hasta que empecé a notar unas gotitas amargas en mi boca.

Entonces bajé hasta sus huevos y empecé a lamerlos mientras seguía masturbándolo fuertemente con mis manos.

Su esperma comenzó a brotar a borbotones, deslizándose por mis manos hasta mi cara.

Estaba muy caliente, tanto el semen como mi polla. Me limpie con la sábana y le dí la vuelta.

Mojé mis dedos en la leche que tenía en sus ingles y empecé a acariciar su ano con mi pulgar.

Esto le gustaba, ya que empujaba hacia atrás, intentándose tragar el dedo.

No había por qué esperar, así que volví a meter mi polla en su boca hasta la garganta y una vez me la ensalivó enterita, se la acerqué al culo, le puse el glande en el ano y empujé.

Primero despacio, pero cuando ví que se la tragaba toda, comencé ha hacerlo fuertemente, metiéndola hasta la base.

Creo que estuve unos 10 minutos, pero no aguantaba más, así que se la saqué y él acercó su cara mientras yo seguía masturbándome.

Mi leche salió disparada a su rostro, el cual no dudó tan siquiera en apartar.

Siguió sacando la lengua y relamiéndose con el semen que le salpicaba.

Fue de película!!.

Nos duchamos juntos y bromeamos sobre los tamaños de nuestras pollas.

Nos besamos mientras nos secábamos y nos vestímos deprisa: él tenía que recoger a su hija del colegio.