Alfredo III

Un sábado, Alfredo me llevó a la reunión de sus amigos que luchaban contra las barreras arquitectónicas. Me presentó como un amigo interesado en colaborar con ellos.

El grupo, o los que habían ido aquel sábado, era variado. Raquel, una chica de unos 28 años, parapléjica en silla de ruedas. Maruja, con una lesión similar a la de Alfredo, con aparato en su pierna derecha y se apoyaba en muletas, le calculé unos 34 años. Luis, un joven de unos 21 años, amputado de su pierna derecha, usaba una prótesis. Candelaria, una señora de unos 42 años con polio en ambas piernas y que usaba silla de ruedas y aparatos en ambas piernas, la acompañaba su hermano Rafael, que al igual que yo nada tenía. Pedro Manuel, en silla de ruedas, había padecido parálisis cerebral al nacer y estaba limitado en sus movimientos por lo que se desplazaba en silla de ruedas que impulsaba su hermana Rosa que tampoco tenía lesión alguna. Susana es una chica de 36 años que sufre amputación de su pierna izquierda, usa prótesis y bastones alternativamente. Víctor era un chico de 43 años que por una embolia cerebral, tenía semiparalizado su cuerpo en su lado derecho, caminaba arrastrando esa pierna y sin movilidad en el brazo del mismo lado.

Se habló mucho de la problemática, de los edificios, incluidos hospitales y ambulatorios médicos que su acceso les era muy complicado al carecer de rampas de acceso y algunos que las habían implantado lo hicieron tan mal que les eran inoperantes. El debate duró unas dos horas. Al salir, Víctor propuso irnos a tomar unas cañas proponiendo un bar cercano de fácil acceso. Hacia allí nos dirigimos.

Más que fácil acceso, el bar tenía en su exterior una terraza muy agradable en la que tomamos asiento. Costó un poco ubicarnos ya que las sillas de ruedas ocupaban bastante, pero con buena voluntad lo logramos.

La conversación era distendida, hablábamos todos como si de toda la vida nos conociéramos, todos me pasaron sus teléfonos y algunos su E-mail, para poder estar en contacto. A la segunda ronda de cañas, Víctor me dijo si le acompañaba al baño, pues sabía que existía un escalón difícil de salvar para él. Miré a Alfredo y asintió con la mirada. Le ayudé a levantarse y tomándolo por su brazo lisiado, y él apoyado en su bastón, caminamos hacia el interior. Efectivamente había un escalón algo alto para él, le ayudé, tomándole su bastón y apoyándose sobre mis hombros, lo salvó. Pasamos al baño y allí intentó ponerse a orinar, digo intentó porque vi cómo hacía grandes esfuerzos por bajar su cremallera, con la única mano que tiene operativa, y no podía. Me miró y me preguntó si podría ayudarlo. No lo pensé dos veces, me coloqué frente a él e intenté bajarla. No pude, estaba fuera de sus guías. Le propuse bajarle los pantalones y así podría orinar. Dudó un instante pero se veía que sus ganas le agobiaban y aceptó. Desabroché su cinturón liberé el botón y colocándome tras él, le bajé los pantalones, manteniéndolos para que no se les mojaran en el suelo. Él se la sacó por encima del slip, miré desde detrás, él no podía ver que lo hacía. No era muy grande, unos centímetros, dos a lo sumo mayor que la mía, pero me produjo una erección muy grande, tanto que tuvo que notarla.

Vi que se sonreía. Me preguntó si me gustaría vérsela, yo me quedé cortado al principio, pero él me dijo que una persona más que la viese no le afectaba, ya que la habían observado mucha gente en el hospital cuando casi no se podía mover. Miré por encima de su hombro, sin dejar de sostener sus pantalones, con lo cual me tuve que acercar más a él por detrás, momento en el que tuvo que sentir mi polla dura en sus nalgas. La soltó, vi que estaba a medio empalmar y sin pensármelo dos veces se la tomé y la sacudí para que soltara esas últimas gotitas después de mear. Mientras lo hacía me besó en la mejilla. Su polla estaba muy caliente y a cada momento crecía en mi mano, convulsionándose. Se la metí en su slip, se lo subí, le subí igualmente su pantalón le abroché el cinto. En ese momento se giró y me dio un beso en mis labios, y me dijo:GRACIAS.

Regresamos a sentarnos con todo el grupo como si nada hubiese ocurrido. Alfredo me observaba y quise notar una sonrisa en su cara, pero pensé que eran suposiciones mías.

Nos despedimos todos, acordando estar más en contacto vía teléfono o E-mail. Cuando Alfredo y yo nos disponíamos a caminar, Víctor le preguntó qué planes teníamos para ese sábado, Alfredo le dijo que posiblemente saldríamos en la noche a tomar algo y pasear. Víctor preguntó si nos importaba que nos acompañase, pues estaba harto de salir solo. Alfredo miró para mí y le dijo que por parte nuestra no había inconveniente alguno. Quedamos citados a las 11 de la noche en un bar que ambos conocían.

Regresamos a casa de Alfredo, muy agarraditos como siempre lo hacíamos, casi provocando a la gente que al mirarnos lo hacía como si les diéramos lástima, cosa que a nosotros nos encantaba y comentábamos: » si ellos supieran».

Nos duchamos juntos, como de costumbre, aprovechando para frotarnos el uno al otro todo nuestros cuerpos y así darnos placer. Cuando le enjabonaba su polla me preguntó:

¿Cuál te gusta más la que tienes en tus manos ahora o la que tuviste esta tarde?

Me quedé cortado en principio, pero le contesté que ambas me gustaban.

Se sonrió y me dijo que le perdonara. Que él sabía que Víctor también era bisexual y que se figuraba que lo ocurrido y que sólo de pensar que se la estaba tocando en el baño, le había hecho ponerse muy empalmado. Que cuando nos vio llegar sabía que se la había manoseado.

Le conté lo ocurrido y noté cómo se volvía a empalmar, me agaché en la misma ducha y a la vez que acariciaba su pierna flaquita, comencé a darle una mamada que a los pocos instantes precipitó en mi boca una cantidad de leche grandísima, la que retuve, me levanté y le besé en la boca traspasándole al menos la mitad de su propia leche que degustó con placer, al igual que yo.

Salimos de la ducha. Él me secó, se sentó luego en el borde de la cama y teniéndome en pié frente a él, se abalanzó sobre mis huevos, besándolos, y chupándolos, intentando llenar su boca con ellos. Los dejó y su lengua comenzó a recorrer mi corta pero dura polla, hasta llegar a su punta que poco a poco se introdujo en la boca y succionó con fuerza, casi haciéndome daño, pero a la vez dándome un gustazo como hacía tiempo no me daba. Le avisé de que me iba a correr y chupó con mas avidez y rapidez, lo que me supuso unas convulsiones muy fuertes que él notó. Le llené su boca se agarró a mí poniéndose en pié y dándome en la boca mi propia leche, me besó hasta los dos nos la tragamos.

Nos vestimos. Yo le visto a él y él a mí como de costumbre cuando estamos juntos. Le apreté muy fuerte las correas de su aparato ,me encanta hacérselo y a él no le molesta, pues nos excita ver luego como está muy morada su pierna.

Como siempre y muy cogiditos los dos salimos y nos dirigimos al bar donde habíamos quedado con Víctor. De esta forma y sin separarnos, llegamos. Allí estaba Víctor sentado esperándonos, hizo ademán de levantarse para saludarnos pero le puse mi mano su hombro impidiéndolo. Me acerqué a él y le di un abrazo de amigo, aprovechando para al estar cerca darle un beso en la mejilla.

Nos sentamos y fue Alfredo quien dijo:

Ya sabes lo que somos y lo que hay entre nosotros. Pero te diré que no somos excluyentes, siempre y cuando participemos los dos. Víctor contestó: Me encantaría pertenecer a vuestro «Club»

Alfredo y yo nos miramos y aceptamos de mutuo acuerdo.

Aquella noche se prometía larga e interesante.