Alejandro II
Capítulo segundo
Hoy, como cada noche desde que aquel desgraciado me iniciase en este mundo de culos, pollas e inyecciones de semen hace ya más de un año, he bajado al Fantasy.
Lo único que tiene de atractivo este lugar es el nombre: fantasía en inglés. ¡Bonito nombre para semejante nido de maricones! Sí, maricones como yo.
Salimos a bailar como en las demás discotecas; pero eso es sólo una tapadera. Aquí todos buscamos lo mismo y, creedme, no es difícil encontrarlo.
Las puertas del Fantasy son numerosas. Tras ellas, nunca sabes lo que encontrarás. Puede ser una orgía, una lluvia dorada… sin embargo, se trate de lo que se trate, siempre habrá sitio para un culo o una polla más, porque… porque cualquiera te vende un billete al infierno.
Son casi las doce y cuarto. Creo que eso de que el cuerpo es una máquina de costumbres debe ser cierto, porque mi culo empieza ya a palpitar de deseo. ¡Quiere ser alimentado!
En cierto sentido, es como una droga. Sí, eso es lo que es el sexo; es decir, al menos para mí. Necesito mi dosis diaria del mismo modo que la necesita un drogadicto. Si un día no me meto una polla por alguno de mis agujeros, me vuelvo loco. Por eso, comprendo el sufrimiento que deben sentir los presos que, al verse privados de ella, gritan de dolor en sus celdas
Algo muy parecido es lo que yo siento cuando me quitan mi droga, y me veo condenado a matarme a pajas en un lavabo. Por suerte, es algo que ocurre muy pocas veces. Es la ventaja de ser joven y tener un cuerpo apetecible.
Mientras apuro los restos de un vaso de whisky, planeo la captura de un macho que me monte…
Hay un tipo que me mira. Tendrá unos cuarenta años… puede que más. Es alto, moreno y fornido. Pero no es eso lo que me atrae de él, sino un coqueto anillo de casado que lleva en el dedo anular de su mano derecha, el mismo dedo que se introduce en sus labios carnosos. Lo besa sin apartar sus ojos de mí. Ahora abre más la boca y lo chupa. Por mi parte, entreabro los labios y dejo que salga mi jugosa lengua. ¡Se muere por jugar con él!
La polla se me ha puesto dura. Noto como lucha por salir de su jaula, y un calor indescriptible en el trasero. De meterme la mano por el culo, seguro que comprobaría que está empapado.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta azul, pegada a la barra, antesala de los picaderos de la perversión. Puedo sentir, mientras llego hasta la puerta, como me devora el culo con los ojos. No me extraña.
Llevo unos pantalones blancos, muy finos, sólo eso. Debajo de ellos, nada. Sin duda, la visión de mi culo estrecho y duro contoneándose hasta la puerta, debe resultar muy sugerente.
Mis sospechas se confirman cuando me doy la vuelta y noto como sus ojos ascienden rápidamente hasta llegar a mi rostro. Entonces, sonriendo pícaramente, llama al camarero. Deja caer un billete en la barra y, sin demora, se acerca hasta mí.
– ¿Qué buscas? – me pregunta al oído. Su voz es seca, muy cascada.
Permanezco en silencio mientras nos miramos. No me percato de la posición que toman sus brazos hasta que noto que me toca el culo. Abro más las piernas y, magistralmente, su ávida diestra se introduce en mis pantalones. Avanza hasta tocarme la parte trasera de los huevos. Siento que, de gusto, me flaquean las piernas. Lo nota y se muerde el labio inferior. Entonces retrocede un poco y, lentamente, me hurga el culo. No puedo evitar un gemido al sentir el contacto de su dedo en mi agujero. Lo presiona con delicadeza…
Y, de súbito, la presión aumenta hasta que mi culo se traga medio dedo. Cuando abro la boca para gritar, su boca, más abierta y ensalivada que la mía, la acallan. Trago todo lo que él me da, como si del líquido más preciado se tratase.
La sensual voz de Mónica Naranjo que segundos antes inundaba el Fantasy, se debilita en mis oídos. Es eclipsada por nuestras respiraciones. La de él, impetuosa, dominante; la mía, queda, sumisa.
Gimo entre sus fuertes brazos al tragarme todo su dedo. Al sentir la frialdad de su anillo de casado golpeando mi esfínter, pienso en su esposa.
Eso me pone aún más cachondo. Imagino a una mujer, compañera fiel y madre amantísima, de unos cincuenta años, leyendo la biblia a sus pequeños, mientras él le implora, polla en mano, que se la deje meter por el culo. Le ofrece todo tipo de argumentos, pero ella, horrorizada, que ni siquiera admite que su boca, la misma que cada noche besa a sus niño al arroparlos, juegue con el nabo de su esposo; rechaza la proposición. Después, por la noche, ella se aferra a su rosario y se duerme rezando mientras su marido, al lado, se mata a pajas soñando con un culo peludo y sonrosado entre sus manos…
Sin saberlo, mi culo.
– Fóllame – le susurro entre jadeos producidos por el movimiento de su dedo en mi interior.
No tengo que decir más. Casi en volandas, me lleva hasta una de las habitaciones-picadero libre, me deja caer en la cama, apenas un colchón viejo, de color azul, marcado por innumerosas corridas de otras faenas, y cierra la puerta con fechillo.
Continuará…