Tormenta en la ciudad
Llueve a cántaros en la ciudad, de regreso a casa te encuentro bajo la lluvia, empapándote, te ofrezco cobijo bajo mi paraguas y aceptas, te digo de acompañarte a algún sitio y me dices que te acompañe a tu casa, si no es molestia.
En absoluto, nos dirigimos a mi casa, el largo rato que has pasado bajo la lluvia ha hecho que el agua cale toda tu ropa, te doy una toalla y te indico donde está el baño mientras busco algo de ropa para prestarte.
Sales del baño envuelta con la toalla y me das tu ropa mojada, la tiendo en el balcón cerrado para que se seque, no puedo dejar que una chica como tú coja una pulmonía.
Aún envuelta en la toalla te acercas a mí y me abrazas, tus manos recorren en una caricia profunda mi espalda y empiezas a sollozar.
¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
No pasa nada, sólo que nadie antes había hecho algo así por mí – respondes susurrándome al oído
Sigues recorriendo mi espalda con tus manos y me aprietas contra ti, tus caricias provocan que mi pene erecte y lo notas a través de la toalla, pero lejos de turbarte empiezas a besar mi cuello, te rodeo con mis brazos e intento besar tu cuello, pero tú tienes el dominio de la situación, me empujas lentamente hacia el sofá donde me dejas sentado, te pones a horcajadas sobre mí, abriéndose la toalla mostrándome tu muslo, no dejas de besar y lamer mi cuello, me quitas la camiseta con gran facilidad y tus manos recorren mi pecho acompañadas de tus labios y tu lengua que se centran en mis pezones, los mordisqueas levemente.
Mi erección es más que plausible, te deslizas lentamente hasta quedar de rodillas en el suelo, desabrochas mi pantalón con una agilidad increíble y me lo quitas junto con los bóxers, quedando mi dura polla a la altura de tu cara, la acaricias suavemente con tu mano derecha, acercas tus labios y la besas, la recorres de arriba abajo con tu lengua y finalmente te la metes en la boca, empiezas a deleitarme con una de las mejores mamadas que me han hecho nunca.
Me deshago de la toalla que envuelve tu delicado y precioso cuerpo y acaricio tus pechos mientras no cesas de comerme, pellizco levemente tus pezones que reaccionan poniéndose bien duritos.
Bajas una mano a tu sexo y te masturbas mientras sigues chupándome la polla.
Te incorporas, aprovecho para despojarte del tanga, te pones de pie sobre el sofá, dejando tu húmedo sexo en mi boca, no rechazo la invitación, lo beso suavemente y mi lengua lo recorre por entero, con mis dedos separo tus labios para que mi lengua entre y salga de ti entre tus jadeos, estás realmente mojada.
Haces que pare y te sientas sobre mí, clavándote mi sexo en tu interior, empiezas a moverte lentamente haciendo que entre y salga de ti mientras recorro tu torso besando y lamiendo tus senos, nuestras bocas se funden en un frenético beso, dejas de moverte y te levantas.
Te sitúas junto a mi en el sofá con una pierna en él, ofreciéndome tus nalgas. ¡Qué visión, madre mía! Me incorporo detrás de ti, acaricio tus nalgas, dos de mis dedos se cuelan en tu coñito preparando el camino de mi pene, lo guío hacía ti y mientras te follo desde atrás, mis manos suben por tu vientre hasta tus senos, los tomo en mis manos y los aprieto ligeramente notando tus duros pezones.
Los dos jadeamos al compás del vaivén de entrada y salida, me inclino sobre ti y tú giras la cabeza ofreciéndome tu boa, que tomo con gran pasión.
Me pides que empuje más fuerte y así lo hago, acelero el ritmo de mis embestidas hasta que estoy a punto de correrme, justo entonces salgo de ti y suelto mi leche sobre tu culito a la vez que tus gemidos y el temblor de tus piernas me indican que tú también has conseguido llegar a tu orgasmo.
Secas el semen de tu trasero esparciéndolo delicadamente por tu espalda y hacia tu vientre. Me siento en el sofá y te tumba sobre mí, sin dejar de lamer mi vientre y besar mi torso…
Al cabo de un rato nos vamos hacia la ducha, tus caricias bajo el agua provocan en mi otra erección, al verla, empiezas a masturbarme y de cuclillas frente a mí, te introduces una y otra vez mi pene en tu boca hasta el fondo, mientras te dedicas un dedo para excitarte más y más.
De vez en cuando me dedicas una mirada provocativa, que parece decir «¿lo hago bien? Tengo sed…»No dejas de comerme a pesar de alcanzar tu segundo orgasmo con mis manos recorriendo tus tetas y dos dedos tuyos dentro de ti, no te detienes y me dices porque; «quiero que te corras en mi boca», oyendo esto mi pene reacciona soltando el calmante de tu sed a borbotones, del que no dejas escapar ni una gota…
Ahora sí, nos damos una ducha relajante y después de secarnos, te ofrezco quedarte a dormir en mi casa, a lo que aceptas sin problemas.