Los viajeros del tiempo I

El gran museo Metropolitano de la ciudad de New York se encontraba de plácemes, debido a la inauguración de una de las exposiciones más grandes del siglo, 300 piezas de incalculable belleza y valor procedentes del antiguo Egipto.

Las largas colas para entrar eran prueba irrefutable del éxito de aquella exposición, así como la presencia de grandes personalidades del mundo académico y artístico.

Entre ellos destacaba la presencia de una de las mentes más brillantes del planeta, Reed, mejor conocido como «Mister Fantástico»; quien había asistido a la exposición en compañía de su bella esposa Sue (la mujer invisible) y de su cuñado Johnny (La antorcha humana).

Al principio, como el resto de los visitantes, se limitaron a admirar las piezas colocadas en las grandes vitrinas.

Pero de pronto, mientras Reed y Sue admiraban un gran monolito de piedra, Johnny se acercó a una de las vitrinas y casi de inmediato de estremeció ante la visión de una pieza en particular.

-¡Reed, Sue vengan pronto!.- Su voz resonó como un cañón dentro del museo, los dos esposos sintieron el peso de todas las miradas sobre ellos, pero manteniendo la calma acudieron al llamado del joven.

Este bajo la cabeza apenado por el bochorno que les había causado. -Lo siento.- dijo en voz baja.

-¿Qué pasa Johnny?- interrogo Mister Fantástico, tratando de disimular su enojo.

-Miren eso.- los esposos miraron lo que el joven les señalaba. Se trataba de una tabla de piedra finamente tallada, en la cual se podían apreciar dos figuras colocadas a ambos extremos de la tabla, y en medio de ellas un gran circulo del cual se desprendían largos rayos, acaso el sol, a la derecha podía verse la cara de un hombre, colocado de frente, cuyos rasgos eran diferentes a otros dibujos que Reed hubiera visto antes.

De hecho no parecía ser un egipcio.

Fue entonces que el matrimonio fijo su atención en la figura de la izquierda y comprendieron la excitación de su compañero.

Aquel dibujo reproducía un rostro deforme, con enormes cejas, ojos pequeños, una nariz casi inexistente y una quijada cuadrada; todo formado por un conjunto de pequeñas rocas.

¡Era la imagen de su desafortunado amigo Ben (La cosa)! -Es increíble.- fue todo lo que el Dr. Richards pudo decir mientras se inclinaba para ver mejor la pieza.

– Es Ben.- comento Sue. Luego miro la ficha que acompañaba a la tablilla. -Mira Reed. Aquí dice que esta tabla pertenece al periodo de las Tres Dinastías, hacia el año 3000 a.C.

-¿Cómo lo explicas Reed?- interrogo Johnny. Pero Mr. Fantástico no le respondió. Estaba leyendo lo poco que quedaba de los antiguos jeroglíficos. De pronto se incorporó y echo a andar rumbo a la salida.

-¿Qué pasa?- preguntaron los hermanos Storm mientras lo seguían. -Tenemos que encontrar a Ben. ¡Pronto!- fue la única respuesta que obtuvieron.

Mientras tanto, una figura grande y pesada, envuelta en un gran abrigo y llevando un sombrero sobre su cabeza, a pesar del calor del sol, caminaba hacia el edificio Baxter.

Como siempre evitaba las calles concurridas, aunque eso implicara internarse en el territorio de la temible pandilla de la calle Yansy. Pero el extraño no parecía preocupado, sino más bien molesto.

A sus espaldas varios miembros de la pandilla se juntaron y comenzaron a murmurar.

-¿Ya vieron a ese payaso?.- uno de ellos tomo una botella de un basurero y dando pequeños saltos reto a sus amigos.

-¡Apuesto que le atino en la cabezota!.- uniendo las palabras a la acción el pandillero arrojo la botella con todas sus fuerzas. Esta no tardo en romperse contra la cabeza del hombre misterioso. A sus espaldas escucho la risa de los pandilleros que festejaban su «triunfo». El hombre del abrigo se volvió lentamente y regresando unos cuantos pasos encaro a sus agresores.

-¿Eso les parece gracioso?- su voz sonaba lenta y áspero. Los pandilleros dejaron de reír cuando su presunta víctima llego frente a ellos.- ¿Quieres pelear con nosotros amigo?- dijeron mientras sacaban de entre sus ropas todo tipo de armas: navajas, garrotes, chacos; luego rodearon al hombre del abrigo. Este permanecía inmóvil esperando el ataque. A una señal todos se lanzaron sobre él pero el hombre los detuvo con un movimiento relampagueante, sujetando a uno por el brazo para usarlo como arma contra sus compañeros.

-¡Cuidado!- grito al sentir como el desconocido lo estrellaba contra el más grande de sus amigos, ambos fueron a dar a 10 metros de distancia, otro quiso atacar pero su navaja se rompió al contacto con la espalda del hombre, quien lo tomo de las solapas de su camisa hawaiana para arrojarlo contra un montón de basura. El último de los pandilleros tuvo más suerte que sus compañeros, en el sentido de que pudo asestar un golpe en el rostro de su adversario, pero al hacerlo solo logro que el sombrero saliera volando por el aire. Cuando el pandillero miro a su enemigo sintió que el valor lo abandonaba.

-¡Es un monstruo!- grito antes de echar a correr, sus amigos miraron también el rostro del hombre y dando gritos de horror imitaron a su compañero. Ben los miro alejarse lleno de rabia y de pesar, el horror en sus caras era lo único que realmente le dolía. -Tiene razón.- pensó mientras recogía su sombrero.- Soy la cosa más horrible del mundo.- con tristeza contemplo sus manazas de roca anaranjada. Finalmente reanudo su camino con una idea fija en la mente.- Será mejor que me vaya donde nadie tenga que ver mi cara.- Más tarde Ben estaba a punto de marcharse, pero al abrir la puerta se encontró de frente con los otros fantásticos. -¿A donde vas Ben?- preguntaron todos al ver la gran maleta que su compañero llevaba. – Yo… bueno… creí que ustedes tardarían más en volver.- -¿No pensaras abandonarnos? ¿verdad Ben?- pregunto Sue. Ben bajo la cabeza, en realidad no deseaba admitir su debilidad ante Sue.

-Estoy cansado de que todos se asusten al verme.- dijo finalmente. Todos comprendieron las palabras de Ben. Al menos ellos podían pasar por seres normales la mayor parte del tiempo. Pero Ben… Ben no podía esconderse.

-No te desanimes Ben.- dijo Reed colocando su mano en el hombro de su amigo.- Creó haber descubierto algo que podría ayudarte.- todas las miradas recayeron sobre Mr. fantástico. Poco después, en el salón de juntas, Reed explico a sus compañeros su descubrimiento.

-Esa piedra en el museo hace referencia a un extraño fenómeno que ocurrió en Egipto durante el período de las tres dinastías(3000 a. C), en la Ciudad de los Reyes. Se cuenta que a causa de ese fenómeno un hombre de piedra se transformo en carne y hueso.- los demás miembros del equipo estaban cada vez más sorprendidos.

-¿Quieres decir que existió otro hombre como Ben?.- interrogó Johnny.- ¿Cómo es posible?- -No lo sé- respondió Reed. -Pero creó que debemos investigar.- -¡Espera un momento «elástico»!.- interrumpió Ben mientras se rascaba la cabeza intrigado.- ¿Cómo se supone que vamos a investigar algo que ocurrió hace tantos siglos?.- Reed no se inmuto por aquella pregunta, por demás razonable, ya había encontrado la respuesta.

-¿Recuerdan cuando el Dr.Doom nos mando al pasado para conseguir el tesoro de «Barba Negra»?.- todos asintieron.- He hecho algunas investigaciones. Doom abandono su base, pero es posible que su maquina del tiempo aún este ahí. Si podemos hacerla funcionar…- Ben no espero más y salió corriendo hacia los hangares.

-¡El último es un huevo podrido!- todos se sintieron alegres de ver a Ben recobrar el animo. Horas después uno de los vehículos del equipo aterrizaba a las afueras de un ruinoso castillo, en los Alpes suizos, sin problemas bajaron a la base, en efecto abandonada, y encontraron lo que buscaban. La maquina del tiempo aún estaba ahí. A continuación Ben, Sue y Johnny tuvieron que esperar mientras Reed revisaba el complejo aparato. Finalmente el Dr. Richards les dio la buena noticia. – Podemos usarla.- todos gritaron de alegría. Aún así tuvieron que esperar casi un día completo mientras Reed hacia las reparaciones y ajustes necesarios en la maquina de su mortal enemigo.

Cuando todo estuvo listo Reed le encargo a su esposa una gran bolsa de lona. Luego todos pasaron al interior de la maquina, Reed hizo los cálculos finales y tomo su lugar junto a sus amigos.

-Ajuste la maquina para que nos regrese en una semana.- dijo. La maquina echo a andar y los cuatro fantásticos fueron envueltos por un gran rayo de luz. La sensación era extraña, como dejar de sentir y sentirlo todo al mismo tiempo, por suerte solo duro unos segundos. Cuando ceso todos sintieron sobre sus cuerpos los ardientes rayos del sol. Por un momento miraron a su alrededor, las doradas arenas del desierto se extendían sin fin antes sus ojos, sin que existiera la menor señal de vida.

-¿Donde estamos Reed?.- pregunto Sue asustada por el hostil paisaje.

-No te preocupes cariño.- dijo Mr. fantástico.- No quise que apareciéramos en el centro de una ciudad ó de un palacio. Así que programe las coordenadas de un lugar donde no han sido hallados restos arqueólogicos.- -¡Gran idea «elástico!- dijo sarcástico Ben.- No queremos molestar a nadie cuando caigamos muertos de sed.- Reed miro a su amigo con reproche pero se limito a sacarlo de su error. – En realidad Ben estamos a medio kilómetro de una ciudad llamada Amentet, de donde podremos partir hacia la Ciudad de los Reyes.- Ben calló avergonzado.

-Dame la bolsa Sue.- La mujer invisible extendió la bolsa a su esposo y este extrajo un pequeño aparato, mismo que manipulo apresuradamente.-Listo.- dijo guardándolo en su uniforme.- Este aparato nos traerá a este lugar cuanto sea hora de volver.- dicho lo anterior Reed saco de la bolsa una túnicas de color blanco que dic a cada uno de sus compañeros.

– Así no llamaremos la atención.- Más tarde, el intrépido cuarteto llego a las puertas de una pequeña ciudad, hecha de adobes. Con apuro llegaron hasta un pozo y, tras hacerse entender por el dueño, se pusieron a beber. De pronto, a lo lejos se dejo escuchar un sonido curioso, algo semejante a un trueno.- ¿Qué es eso?.- preguntó Johnny. Pero antes de que alguien pudiera contestarle los habitantes de la ciudad comenzaron a correr en todas direcciones, al tiempo que dejaban escapar sonoros gritos de alarma.

-¡Ahí!.- grito Reed señalando hacia el este. En pocos minutos todos pudieron ver como una horda de soldados, armados con lanzas y escudos, seguidos por ligeros carros de batalla tirados por caballos que como un ola se abatían sobre ellos. Ninguno sabía lo que estaba pasando. Pero Ben decidió actuar. -¡Es hora de pelear!.- Sin más se despojo de la túnica y acercándose a una pila de bloques de piedra comenzó a arrojarlos contra los invasores.

Los pesados bloques hicieron mella en la horda atacante, muchos cayeron aplastados antes de darse cuenta de lo que pasaba.

Animado por el desplante del viejo Ben, Johnny también dejo su disfraz a un lado.-¡Llamas a mí!.- Al instante su cuerpo se transformo en una tea ardiente que se elevó por los cielos. Desde ahí comenzó a lanzar grandes bolas de fuego contra los aterrados soldados que estaban a punto de emprender la huida. Mas de pronto un nuevo estruendo sacudió la zona, seguido por otro y otro más, y con cada uno de ellos una parte de la ciudad estallaba en mil pedazos. Azorado Reed contemplaba el fenómeno, era como si… – Imposible.- dijo para si mismo.

-En esta época no hay nada que pueda hacer esto…- Sin embargo no pudo reflexionar más sobre ello pues la voz de su esposa lo hizo percatarse de otra cosa sorprendente. Su amigo Ben se tambaleaba, la pesada roca que estaba a punto de lanzar resbalo de sus manos como si pesara mucha más de lo que aparentaba, Ben lucho por mantenerse firme pero al final cayo pesadamente al suelo, como atacado por una fuerza invisible. Arriba en el cielo la misma fuerza atacaba al joven Johnny quien, incapaz de mantener sus llamas encendidas, caía por tierra de forma aparatosa.

-¡BEN!.. ¡JOHNNY!…- Reed se lanzó en ayuda de sus camaradas pero apenas dio unos pasos la voz dolorosa de Sue lo detuvo.- Reed ayúdame.- Cuando Mr. fantástico dio la vuelta su esposa yacía inconsciente sobre la arena.-¡SUE!- Angustiado quiso regresar, pero entonces sintió como si algo lo despojara de todas sus fuerzas de una sola vez. Sus piernas no pudieron sostenerlo y se derrumbo donde se encontraba. A lo lejos, sobre una pequeña loma de arena, un extraño personaje ataviado con una reluciente armadura en forma de halcón y una gran corona, de forma bulbosa, sobre su cabeza; contemplaba lo ocurrido. A su lado, flanqueando su carro de guerra, varios hombres montados a caballo lo miraban con temor.

El simplemente los ignoraba. -General.- dijo dirigiéndose a uno de los jinetes, el cual se acercó a él con la cabeza baja.- Vaya y traiga ante mí a esos extranjeros que osaron desafiarme.- -Como tú digas Faraón.-respondió marcialmente, al tiempo que partía a cumplir su misión. El Faraón lo miro alejarse y sonrió triunfante. Más tarde Reed y los demás recobraron el conocimiento, a su alrededor se escuchaban murmullos en una lengua antigua así como exclamaciones de asombro. Al abrir los ojos descubrieron que se encontraban en un enorme salón, con paredes de mármol y decorados de oro, con un techo alto sostenido por gruesas columnas pintadas de rojo y labradas con jeroglíficos. A su alrededor un grupo de soldados armados con filosas espadas y lanzas los vigilaban.

-¿Donde estamos Reed?.- cuchicheó Johnny mirando a su alrededor.

-Sospecho que nos han hecho prisioneros Johnny.-respondió Mr. fantástico.

-Pero, ¿Quién?… ¿Cómo?…- pregunto Sue incrédula aún de que hubieran llegado a semejante situación. El sonoro retumbar de trompetas los hizo callar y mirar hacia el frente, ahí se encontraba un regio trono tallado en ópalo franqueado por dos grandes puertas, a una señal un esclavo abrió una y por ella entro un hombre alto y un tanto delgado, su piel era menos apiñonada que la de los demás, su cuerpo estaba cubierto por una suntuosa capa carmesí y en su cabeza destacaba la típica corona de los faraones egipcios. El hombre tomo asiento en el tono de ópalo y miro a los cuatro fantásticos con burla.

-Larguémonos de aquí.- dijo Ben apretando los puños y poniéndose de pie.

-¡Ustedes no irán a ningún lado!.- la voz, grave y metálica, provenía del misterioso faraón. Todos se miraron entre si con incredulidad, pues aquel hombre les había hablado en un perfecto inglés. -¿Usted habla nuestro idioma?.-preguntó Reed encarando la extraña situación.

El hombre en el trono los miro divertido. Pero en vez de responder comenzó a proclamar su identidad.- ¡Yo soy Rama-Tut! ¡Faraón de los siete soles!- -¡Así!- replicó burlonamente Ben .- ¡Pues nosotros somos…- -¡Los cuatro fantásticos!.- la interrupción de Rama-Tut fue una cubetada de agua helada sobre el animo del hombre de roca y una sorpresa para todos los demás.

Aquello era ya demasiado extraño, Ben, Sue y Johnny miraron a Reed en busca de respuestas.

-Reed algo anda mal.- dijo Johnny.- ¿Cómo puede hablar nuestro idioma? y ¿Cómo sabe de nosotros miles años antes de que naciéramos?- Reed no le respondió. Sus ojos estaban fijos en el llamado Rama-Tut.

-Creó saberlo…- dijo Mr. Fantástico, mientras esperaba que Rama-Tut confirmara sus sospechas. Rama-Tut se incorporo de su trono y proclamo algo en la lengua de sus servidores. Lentamente los curiosos abandonaron el gran salón, los soldados retrocedieron también hasta quedar ocultos tras las gruesas columnas. Al quedar solos Rama-Tut se dirigió libremente a sus prisioneros.

-Sin duda el legendario Mr. Fantástico habrá comprendido que ningún Faraón de esta época primitiva podría haberlos vencido. Y también que nadie en todo este mundo habla aún una lengua parecida a la nuestra.- Tut hizo una dramática pausa mientras abría un compartimiento secreto colocado en uno de los descansa brazos del trono. De ahí extrajo un extraño aparato, una especie de rifle o bazuka, pero de una naturaleza totalmente desconocida para el intrépido cuarteto. En un gesto triunfal Rama-Tut levanto el arma sobre su cabeza y proclamo de nuevo.

-¡Conozcan el poderoso rayo Ultra-diodo inventado por mí en el año 3000! ¡Mil años después de su propio siglo!- Todos tragaron grueso ante la revelación que confirmaba lo que Reed había deducido.

-¡Entonces usted también es un viajero en el tiempo!- develo Mr. fantástico.

-¡Si!.-ratifico Rama-Tut.- Yo vengo de la gloriosa y pacifica época dorada de la humanidad. De un mundo de paz y avance científico. ¡Pero yo odio cada minuto de esa «época gloriosa»!.- Tut frunció el ceño con rabia y siguió hablando, casi como si hubiera caído en trance.- ¡Yo anhelaba poder, acción, naciones y pueblos que someter!. Luego un día me entere de su existencia y los envidié. Investigue a fondo sobre ustedes y sus aventuras; y eso me llevo hasta las ruinas de una base perteneciente a su enemigo el Dr. Doom. Ahí encontré los planos de su maquina del tiempo y me decidí a construir una mejor para llevar a cabo mis planes. Así un día partí hacia el pasado y llegue a esta época. pero…- En ese punto el delirio triunfante de Tut ceso de pronto. Su rostro se ensombreció y su ceño volvió a fruncirse.

-¡No importa!- dijo para sí mismo.- ¡Este lugar será mi base para dominar al mundo! ¡Haré lo que nadie ha hecho en toda la historia!- El extraño viajero miro a sus cautivos y sentencio burlonamente.- ¡Y ustedes «grandes héroes del siglo XX» serán testigos de mi gloria.- Los cuatro fantásticos ya habían escuchado lo suficiente para comprender que no podían dejar las cosas como estaban.

-¡No estamos aquí para eso!- dijo Reed al tiempo que lanzaba sus brazos elásticos en busca de la terrible arma de aquel loco. Por desgracia Tut esperaba ese ataque y sin dudarlo disparo una deslumbrante ráfaga de rayos sobre sus enemigos. Todos cayeron por tierra, vencidos por aquella fuerza de un futuro más allá de sus sueños. Riendo suavemente Tut se acerco a los caídos, sus manos acariciaban su invención casi con amor.

-Sepan que el rayo Ultra-diodo tiene muchas aplicaciones. Puede destruir una ciudad entera de un solo disparo. Pero a baja intensidad puede también afectar la mente de un individuo dejándolo sin voluntad. Eso es lo que les he hecho. ¡Ahora ustedes serán mis esclavos!- Rama-Tut se alejo de los caídos y volvió a tomar asiento en su trono de ópalo. Luego dio una fuerte palmada y los guardias regresaron junto a los prisioneros.- Llévense a los hombres y pónganlos en trabajos adecuados.- Los guardias encadenaron a Reed, Johnny y Ben. Pero cuando uno de ellos se acerco a Sue la voz del Faraón se dejo escuchar.- ¡No!… ¡A ella dejadla en el palacio!. ¡Y sepan que ella a venido para ser vuestra reina!- Todos quisieron protestar pero en vez de eso se dejaron conducir como mansos coderos. Tut se acercó a Sue, quien seguía derrumbada en el suelo, y la ayudo la levantarse. Apasionadamente la atrajo hacia sí y contemplo su gran belleza. -Tú serás mí reina.- dijo suavemente.

-No- dijo Sue con voz apenas audible.-Eso jamás.- Tut solo río.

Rato después Tut acompaño personalmente a Sue hasta sus habitaciones, ahí los esperaban seis doncellas egipcias, todas con 17 años, vestidas únicamente con una larga falda que les cubría hasta las rodillas. Lo demás torso, brazos y los hombros estaban desnudos, tenían largos cuellos morenos y cabelleras negras como la noche, sus pies eran pequeños y lucían raspones por andas siempre descalzas. Al verlos entrar todas se inclinaron respetuosas ante su Faraón. Pero había alguien más en aquella gran habitación, una chica de unos 20 años, cuya belleza sin duda sería apreciada en cualquier época. Era alta para su raza, de larga cabellera azabache, piel morena y suave, su cintura era breve y sus caderas amplias, sus senos se dibujaban insinuantes bajo el largo vestido. Su rostro era simplemente hermoso, de finas facciones y delgados labios, resaltado por el primitivo maquillaje. Su vestido era de lino blanco, de falda muy larga que le cubría las piernas, provisto de largas colas de seda azul. Al verla Tut sonrió cruelmente y se dirigió a Sue en inglés.

-Querida te presento a Nefri.- Tut soltó a Sue y acercándose a la chica la beso apasionadamente en la boca.- Ella también anhela ser mi compañera.- dijo Tut apartándose de la joven egipcia.- Es hermana de uno de mis generales, Ozmandias, quien creyó que al entregármela podría llegar hasta mi trono. Pero sabe querida que en este mundo lleno de serpiente yo soy la única cobra.- Tut se dirigió entonces a las doncellas, en su dialecto, y les dio una serie de ordenes en tono casi amenazante. La llamada Nefri no pareció conforme con lo que oyó, pues le dirigió a Sue una mirada cargada de odio. Mas Tut también se dirigió a ella, de un modo no menos intimidatorio, lo que le dijo fue suficiente para que la chica perdiera el color. Finalmente el Faraón volvió a hablar en una lengua que Sue pudo entender.-Debo irme querida.- dijo caminando hacia la puerta.- Hay un asunto urgente que debo atender. Pero ellas se ocuparan de ti.- Sin decir nada más salió de aquel salón, de inmediato un corpulento eunuco cerro la pesada puerta de bronce y cruzándose de brazos quedo inmóvil.

Sue miro en todas direcciones tratando de encontrar una forma de escapar, con paso tambaleante se dirigió a la terraza, las esclavas y Nefri no hicieron nada para impedirlo. Y Sue pudo ver porque, estaban demasiado alto para escapar, al menos a 10 pisos de altura. Sue volvió a entrar en el gran recinto, sus ojos estaban nublados por una extraña luz, sus movimientos eran letárgicos y sin fuerza; y su mente no lograba discernir lo suficiente como para hacer un plan. Era como estar dormida con los ojos abiertos.

Apenas y se dio cuanta cuando las doncellas la rodearon mirándola con extrema curiosidad, mientras parloteaban quedamente en un dialecto aún más extraño que el egipcio antiguo de Tut. -¿Donde están mis amigos?… ¿Donde esta mi esposo?- preguntó Sue, aunque casi de inmediato se dio cuenta de que era inútil, aquellas mujeres no le entendían.

Sue intento alejar a las doncellas, pero ellas comenzaron a tocar su cuerpo, pasando sus manos por los firmes senos y muslos, entre risillas.

De pronto Nefri acercó y las doncellas detuvieron su exploración.

Por un momento ambas se miraron, Sue no pudo menos que admirar la belleza primitiva de Nefri, quien a su vez sentía curiosidad sobre esa extrajera de piel blanca, con voz firme Nefri dio una orden y de inmediato las doncellas sujetaron a Sue, quien no acertaba a defenderse.

Sin violencia pero con firmeza la llevaron hasta una enorme cama provista de sabanas de seda y cojines rellenos de plumas.

Ahí la hicieron tumbar boca abajo. Sue quería gritar, golpear a aquellas salvajes, pero su cuerpo parecía privado de toda fuerza. Su único logro fue volver la cabeza para mirar lo que pasaba a sus espaldas.

Un escalofrió recorrió su cuerpo al ver a Nefri acercándose a la cama con una filosa hoja de hierro en su mano derecha, ¿acaso iba a matarla?, instintivamente Sue quiso hacerse invisible pero lo único que consiguió fue que un dolor ardiente estallara en su cabeza.

-Aaaaaahhhhh.- gimió mientras se dejaba caer de nuevo sobre la cama, las doncellas la sujetaron con más fuerza de los brazos y las piernas, Nefri llego hasta ella y con una mano todo del cuello del uniforme azul para tirar de él, la egipcia se sorprendió al ver como la tela se estiraba pero no le dio mayor importancia. Sue pudo sentir el frío contacto de la hoja sobre su espalda, deslizándose suavemente hacia sus caderas, entonces comprendió que Nefri estaba cortando su uniforme. El contacto del aire caliente sobre su piel la hizo estremecer, Nefri llego hasta las redondas nalgas de Sue y , como si desollara a un animal, continuó su camino por una pernera del pantalón; luego la otra corrió la misma suerte.

A una señal de Nefri las doncellas levantaron a Sue y la pusieron boca arriba, sin prisa la princesa egipcia se coloco junto a su presa, mirándola con burla, y de un tirón firme le arranco la ropa.

Sue miro lo que fuera su uniforme en manos de su carcelera, quien lo examino por un momento atraída por el color y la textura de la tela.

Mientras las doncellas admiraban el sostén y las bragas de Sue, hechas de algodón industrial, sus manos tocaban insistentes aquellas pendas, para ellas exótico.

Una de ellas, la más joven, encontró el broche que el sostén tenía al frente y con malicia lo oprimió.

Los grandes senos de Sue saltaron libres ante los ojos de sus captoras, estas rieron y comenzaron masajear, a oprimir y oler esa carne blanca.

Sue sintió un escalofrío al sentir su cuerpo tocado de esa manera, pero no podía hacer nada para evitarlo, sus brazos seguían sujetos; entonces la misma chica que le había quitado el sostén tomo uno de sus senos y se lo metió en la boca.

-¡Noooo!… ¡No!… ¡Basta!…- grito Sue. al tiempo que intentaba liberarse. Pero su esfuerzo fue en vano. Aquella criatura seguía pegada a su pecho como una sanguijuela, chupando con tal fuerza que la mujer invisible creyó que lograría hacer brotar leche de su cuerpo. Mientras otra de las doncellas lamía el vientre liso y musculoso de la mujer blanca, para finalmente clavar la lengua en el hueco del ombligo, Sue gimió desesperada al sentir esa invasión. Como último recurso cruzo las piernas para impedir que llegaran más lejos.

Mas eso no fue obstáculo para ellas, con un tirón fuerte lograron abrir de nuevo el camino hacia el sexo de Sue. Una de ellas no dudo en hundir su cabeza en medio de aquellas piernas de alabastro para olfatear el coño por sobre las húmedas bragas.

En ese momento Nefri, quien había estado mirando todo, dio un fuerte palmada que sonó como un trueno en el pequeño salón.

Al instante las esclavas suspendieron su juego, y se limitaron a despojar a Sue del sostén y las bragas.

Una vez desnuda Sue fue llevada hasta una habitación contigua, donde descubrió una especie de tinaja hecha de blanco mármol.

Varias de las esclavas la llenaron en poco tiempo de agua caliente y depositaron en ella varios aceites y perfumes.

Sue comprendió lo que se proponían y comenzó a forcejear de nuevo, Nefri la miro con hastió y ordeno a las doncellas que arrojaran a la extranjera en el baño, las esclavas obedecieron y la mujer invisible fue lanzada al agua como un saco de papas.

Sue trago un poco de agua y de inmediato la escupió a causa de su sabor, mientras dos esclavas entraban también a la tinaja llevando una especie de estropajos, sin consideración alguna comenzaron a tallas el cuerpo de Sue, quien se sentía como un pedazo de carne.

La humillación hizo que Sue buscara una manera de resistirse, así que empezó a patalear levantado pequeñas olas que mojaron a todos los presentes, a las esclavas eso les pareció divertido y rieron de buena gana.

Pero con Nefri las cosas fueron diferentes, cuando una ola fue a caer a sus plantas, su irritación llego al máximo y furiosa grito una serie de improperios, que Sue no entendió, y ordenes que de inmediato fueron cumplidas.

Las dos esclavas tomaron a Sue y la sacaron a rastras de la tinaja, mientras otra de sus compañeras salía de aquella habitación para volver con un taburete dotado de un cojín. Nefri tomo asiento en el é hizo una señal a las dos que sujetaban Sue, estas se acercaron a ella y sin miramientos arrojaron a su presa a los pies de su señora.

Sue vio que Nefri se daba suaves palmadas en las rodillas sin quitarle la vista de encima, entonces se estremeció de verdad, ¡aquella mujer pretendía que ella se acomodara sobre sus rodillas!.

Indignada Sue intento levantarse pero esta vez las esclavas la sujetaron con más fuerza y prácticamente la arrojaron al regazo de Nefri.

Al final Sue tuvo que adoptar la pose que se le imponía, con las bellas nalgas al aire y la grupa a la vista de aquellas esclavas salvajes.

Tal como lo esperaba, en cuanto estuvo totalmente sometida, Nefri comenzó a darle una tanda de azotes sobre sus esferas de carne, cual si fuera una niña malcriada, los ojos de Sue se llenaron de lagrimas.

Nunca es sus veinte años de vida la habían castigado de ese modo, ni sus padres ni nadie.

Por un momento su amor propio la domino y pensó en rebelarse de alguna forma, pero un sentimiento de miedo apareció dentro de ella, ¿Qué ocurriría si se rebelaba? un castigo mucho más fuerte, concluyo, ¿Tenía sentido luchar es ese momento, sola y sin sus poderes, contra aquellas salvajes?; la respuesta era obvia.

Nefri continuaba golpeando con todas sus fuerzas las bellas nalgas de Sue, que para ese momento estaban totalmente rojas.

La sensación era tan punzante que Sue tuvo que escoger entre resistirse a abandonarse al castigo, por una lado al resistirse solo lograba que el dolor fuera más intenso, mientras que el abandonarse le traía una extraña sensibilidad que le permitía sentir como el calor de los golpes comenzaba a correr por todo su cuerpo, como su ano se estremecía anticipando cada golpe, como los labios de su sexo se abrían ansiosos de que ese calor entrara por ellos.

El orgullo y la dignidad le indicaban que debía resistir, resistir, resistir… pero con cada golpe eso se hacía más difícil; así la lucha entre esos dos polos contribuyo a aumentar la presión sobre el espíritu de Sue.

Los golpes no cesaban, antes parecían cobrar ímpetu a cada instante, hasta Sue sintió que su orgullo se quebraba como una copa de cristal.

Sus fuerzas la abandonaron y comenzó a llorar como una niña. Sus sollozos fueron recibidos con una ovación por parte de las esclavas.-Festejan mi rendición.- pensó Sue.

La mujer invisible continuo llorando por un rato más, mismo que duro la azotina, su cuerpo se contorsionaba con los golpes, pero ya no intentaba escapar o resistirse a la voluntad de su verdugo.

No supo en que momento miro a su alrededor, las bellas esclavas la miraban sonrientes y divertidas, pero noto que una de ellas, la más joven se ocultaba detrás de sus compañeras para acariciar con fuerza su entrepierna.

La visión hizo que el corazón de Sue le diera un vuelco, la sangre resonó en sus sienes, el calor entre sus muslos se hizo más intenso y un punzante dolor nació en su coño rubio.

En ese momento una alta figura se asomo al cuarto de baño, se trataba de un hombre de edad incierta, con la piel morena y tostada por el sol, su rostro era fiero como el de un león y sus ojos negros brillaban como carbones encendidos.

Vestía solo un gran paño con hilo de oro en la cintura y una gran capa, ambas prendas en color azul celeste, sobre su cabeza llevaba un tocado de rayas blancas y rojas a la usanza egipcia.

Aquel desconocido miro lo que ocurría y sonrió perversamente al ver a aquella mujer blanca ser castigada como un niño, pero había algo más en su mirada… deseo.

La presencia del hombre fue el golpe final, Sue sintió como sus entrañas se desgarraban y un placer salvaje escapaba de ellas. -¡Aaaaaaggggggg!.- gimió sin importarle que él y las mujeres comprendieran que se estaba corriendo como una perra.

Las esclavas dieron palmadas de jubilo, el hombre se cruzo de brazos y sonrió cruelmente para luego retirarse.

Dos esclavas la levantaron y la llevaron nuevamente hasta la tinaja, esta vez Sue entro por su propia voluntad y las dejo lavar libremente su adolorido cuerpo. Nefri salió del baño y Sue pudo escuchar que hablaba con el hombre, pero nada entendió.

Después de lavarla secaron su cuerpo con finos lienzos de algodón y la condujeron de regreso a la recamara, ahí la vistieron con una especie de almonzor de lino y la hicieron recortar sobre el lecho de cojines.

Sue las vio salir de la habitación cuchicheando entre ellas.

La última en salir apago varias de las antorchas que iluminaban el cuarto, Sue se dejo vencer por el cansancio y se durmió caso al momento.

Al día siguiente, muy temprano las esclavas volvieron y despertaron a Sue, la condujeron al cuarto contiguo y la bañaron nuevamente.

Esta vez Sue no se opuso y ellas terminaron rápido su cometido, luego la vistieron con una túnica de lino y la maquillaron con pinturas y aceites de la época; la calzaron con un par de sandalias y le colocaron regios brazaletes de oro y piedras preciosas.

Al fin la condujeron a un gran salón donde descubrió a Tut y al hombre que la había visto azotada la noche anterior.

-Hola querida.- la saludo Tut en inglés, gozando el no ser entendido por su acompañante. -Espero que Nefri te haya tratado bien.- por un momento Sue pensó en quejarse por el trato recibido. Pero al fin decidió no aceptar la protección del Faraón.

-Estoy bien.- dijo tomando asiento junto a Tut, obligada por las esclavas, mientras recios esclavos negros les servían el desayuno. El hombre sentado junto a Tut le hablo y luego se marcho visiblemente molesto. -Tendrás que disculpar a Ozmandias.- dijo Tut burlón.- Aún esta molesto por tu presencia.- -¿Mí presencia?.- -Como te dije antes. Él quería que su hermana se convirtiera en mi esposa para que así, después de asesinarme, él mismo se proclamara Faraón.- Sue miro sorprendida a aquel hombre de un futuro más allá del suyo.

-¿Porqué lo ha dejado con vida, sabiendo lo que pretende?.- interrogó. Tut prefirió dar cuenta de los alimentos que contestar preguntas. Pero al ver que Sue no comía le dijo arrogantemente.—-Porque me divierte verlo creer que conspira contra mí. Cuando se lo que hace en todo momento. Ahora come querida.- Sue empezó a comer, en parte por hambre y en parte por el poder que Tut tenía sobre ella.- ¿Donde están los otros?.- dijo Sue con un gran esfuerzo de voluntad. El Faraón la miro sorprendido y sonriendo le contestó. – El profesor Richards les enseña a mis arquitectos los principios básico para construir las pirámides. Su amigo Ben esta trabajando en las canteras y su hermano… digamos que esta cerca.- Tut termino de comer y se puso de pie.- Y ahora debo irme. Puedes ir a donde quieras dentro del palacio. Nos veremos al anochecer.- Sue sintió que esa frase era la peor amenaza que le habían lanzado. Más tarde la mujer invisible caminó por los enormes salones y pasillos del palacio de Tut, contemplo los exuberantes jardines y los estanques de agua cristalina. A su paso todos, soldados, esclavos y cortesanos se hacían a un lado. Todos excepto la bella Nefri, con quien se encontró en uno de los salones, esta la miro de frente desafiándola con la mirada. Sue retrocedió asustada, tal vez no decirle nada a Tut había sido un fatal acto de arrogancia. Nefri la tomo del brazo y sin decir ni una palabra la condujo hasta una ala del palacio, mucho menos suntuosa que las otras. Ahí la introdujo en un cuarto, deslumbrada por el sol no pudo ver lo que había dentro, cuando se adapto a las sombras vio a cuatro de las jóvenes esclavas del día anterior. Estas las miraron asustadas. Nefri les dijo algo al tiempo que les extendía un pequeño saco. Una de ellas lo tomo y vació su contenido en su mano, era oro, polvo de oro. La joven esclava sonrió y alentó a sus compañeras a acercarse, por un rato contemplaron el brillante metal, luego lo guardaron y se acercaron a Sue. Esta intento luchar pero su cuerpo no era más fuerte que la noche anterior. Nada pudo hacer por evitar que la despojaran del regio vestido, dejándola desnuda y a merced de las esclavas etíopes, Nefri la miro malévola y salió de aquella habitación.

-¡Nooo!… por favor… noooo!- imploraba la mujer invisible mientras se debatía entre aquellas salvajes. Una de ellas se le acercó y le propino un fuerte bofetada, la cabeza de Sue se ladeó dramáticamente. Los hermosos ojos azules de Sue se llenaron de lagrimas, se sentía tan impotente sin sus poderes, sin poder hablar con sus atacantes, sin saber cual era la misión que esas mujeres llevarían a cabo a cambio del oro que la princesa egipcia les había dado. Pronto lo supo. Con violencia la arrojaron en un estrecho catre y se arrojaron sobre ellas como hienas contra una gacela herida. Sue se estremeció de miedo cuando una de ellas tomo su seno en la boca y lo mordió, recordó todos los relatos sobre caníbales que conocía, pero aunque esos labios la lastimaron no le produjeron ninguna herida. Otra de ellas comenzó a morderle el cuello mientras que sus manos le apretaban el pecho libre. Sue estaba desconcertada, ¿eso era lo que Nefri les había mandado hacer?. Pero no pudo reflexionar sobre ello pues su cuerpo, por alguna razón, comenzó a reaccionar de forma extraña ante el «ataque» de las esclavas. Primero fue una sensación de mareo, todo le daba vueltas, al tiempo que sentía como sus pechos se volvían más sensibles y su vulva comenzaba a humedecerse. Mientras tanto, las dos esclavas que aún no entraban en acción, acaso por miedo, terminaron por animarse y se despojaron de sus ropas. El contraste entre el blanco cuerpo de Sue y las oscuras pieles de las jóvenes era exquisito. Las recién llegadas tomaron las bellas piernas como centro de su ataque. La que besaba los pechos de Sue abandono su labor y subiendo más la cara unió sus labios con los de la mujer rubia, ambas se estremecieron. Mientras las otras dos llegaban directamente a la roja vulva, para lamerla cual si fuera un pozo en medio del desierto. La que besaba a Sue la soltó y volvió a ocupar su atención con los regios senos de la belleza del futuro, Sue apretaba las quijadas al sentir sobre su piel aquellos dientes que mordían, aquellas lenguas que penetraban en sus entrañas, su coño y su ano por igual. – ¡Aaaaaahhhh!… ¡Si!… ¡Denme placer pequeñas estúpidas!… ¡Si!- gemía segura de que no le entendían. De algún modo eso comenzó a parecerle excitante.- ¡Putas negras!… ¡Hijas de perra!… – gritó. Gozando como sus senos eran atendidos, cada uno por una esclava, y como lo mismo ocurría con su vulva y su ano. Entonces una de las que atendían su pecho dejo esa labor y sonriendo maliciosa se coloco encima de su presa y comenzó a bajar. Sue miró extasiada como aquellas piernas de ébano se abrían para dejar a la vista aquella vulva roja, desprovista de vello, que se acercaba más a su rostro. La mujer invisible quiso evitar lo que se avecinaba, pero la vista de esa flor negra la hechizaba, por su parte la esclava también miraba extasiada los rojos labios de su presa con una expresión de ansiedad en su rostro. Durante unos segundos ambas quedaron quietas, con los corazones latiendo fuerte dentro de sus pechos. Al final fue Sue quien puso sus manos sobre las caderas de la esclava etiope obligándola a bajar su grupa hasta donde ella pudiera alcanzarla. Entonces la mujer del siglo XX pagó su boca al sexo de la esclava, para su sorpresa lo encontró deliciosamente cálido y húmedo, con un sabor a desierto y agua de manantial, su lengua se abrió paso entre los carnosos labios íntimos y busco con ahínco el delicado botón del placer. Mientras, abajo, la otra chica seguía enfrascada con los pechos blancos, mordiéndolos y besándolos apasionadamente, mientras sus compañeras se dividían la grupa de Sue, una se ocupaba de las nalgas, masajeándolas y pasando su lengua por la ranura que las separaba, concentrando su atención en el rosado centro de ellas. La otra se ocupaba de la roja vulva, cubierta de vellos rubios, haciéndolos a un lado con sus dedos para poder tocar el clítoris de Sue con la punta de su lengua.

De pronto, una de ellas metió la mano bajo el catre y saco un objeto puntiagudo, se trataba de un gran falo tallado en madera de roble y embadurnado con aceite de palma. La chica contemplo por un momento aquel instrumento, sonriendo perversamente. En eso Sue dejo escapar un fuerte grito al tiempo que su cuerpo se convulsionaba.- ¡Aaaaaahhhhh!…. ¡Aaaaaahhhhhh!… ¡Me vengo!…. ¡Ay que rico!… ¡Que rico!…- gimió Sue al mismo tiempo que la esclava que se había aposentado sobre su rostro también soltaba un río de liquido ardiente. Sin esperar más la que sostenía el grueso consolador lo colocó en la entrada de la húmeda vulva, la cual se estremecía dejando escapar un espeso liquido brillante. La aprisiono por la cintura y sin piedad hundió aquella estaca en el coño rubio. Sue se estremeció de inmediato al sentir como entraba en ella un objeto duro y frío, abriéndose paso entre los pliegues de su sexo.- ¡Aaaayyyyyy!… ¡NOOOOOO!… ¡Por favor eso nooooo!.- gimió. Pero no podía hacer nada por escapar. Por suerte para Sue la esclava cuya vulva había chupado, al darse cuenta de lo que ocurría, se bajo de ella y de un firme empujón mando lejos a su violadora. Esta le reclamo con furia, pero aquella no le presto atención. En vez de eso comenzó a lamer el abultado clítoris y, tomando la empuñadura de madera, procedió a meter y sacar tiernamente el rígido consolador. Gracias al cambio de «operaria» Sue pudo sentir el nacimiento de un nuevo placer. Su rostro se cubrió de una brillante capa de sudor que le escurría hasta los hombros, su cabello rubio estaba en total desorden, extendido sobre el catre, mientras las otras seguían sujetando sus brazos. Sue levantó un poco la cabeza y sus ojos se encontraron con los de la joven esclava, de piel negra y cabello corto y ensortijado, quien la miraba con una devoción que la sacudió. Así la chica redoblo sus esfuerzos lamiendo el clítoris y aumentando la velocidad de sus embestidas contra la vulva de su ama.

-¡OHHHHHH!… ¡Aaaaaaagggggg!…. ¡Qué rico!….- la voz de Sue sonaba apenas como un murmullo, sus caderas se movían en círculos, buscando que el falo de madera la penetrara más hondamente. La esclava negra se masturbaba con una mano mientras que con la otra seguía acribillando el sexo de Sue. La joven negra apuro los movimientos de su mano, sintiendo que estaba cerca del clímax, el falo entraba fácilmente en la bien lubricada hendidura de la mujer del futuro, quien se estremecía cada vez más fuerte hasta que finalmente estallos en un salvaje orgasmo. -¡Aaaaagggg!… ¡Aaaaaggggg!… ¡Me vengo!… ¡Me vengo pequeña perra negra…!- Sue sintió como todo su ser se es sacudía presa de un incontrolable placer. La joven esclava también se sacudió y cayo entre las blancas piernas de su prisionera. La más vieja de las mujeres se acercó a la joven esclava y tomando el falo de madera lo extrajo del coño de Sue. Esta advirtió que la mujer lanzaba una exclamación de sorpresa y que casi enseguida el resto de sus captoras la soltaron para acudir al lado de la más vieja. Al verse libre Sue se incorporó, ayudada por la joven que seguía junto a ella, y miro como todas las demás examinaban el falo meticulosamente, como si buscaran algo en el. A Sue le tomo un rato entender lo que buscaban, sangre. Así que Nefri les había pagado para que la desvirgaran. ¿Todo había sido un plan para que Tut perdiera interés en ella?. Sue rió descaradamente ante la ignorancia de Nefri, desde luego que no era virgen, gracias a cierto chico de la preparatoria; eso sin mencionar que llevaba más de un año casada con Reed, y seguramente Tut debía saberlo, así que Nefri era la única burlada.

En ese momento Nefri volvió a aparecer y su rostro se descompuso en una mueca de rabia y frustración al mirar a Sue sonriente a aumento más cuando las esclavas le mostraron el falo de madera limpio de sangre.

Sue, en un gesto de desafío, se incorporo y señalo su blanco vestido aún tirado en el piso, las esclavas entendieron pero la presencia de Nefri las mantuvo quietas, mas no así a la joven esclava quien presurosa tomo el atavió del suelo y con diligencia ayudo a vestir a su ama.

Nefri la miro furiosa y dio un paso hacia ella, pero Sue se interpuso entre ambas y levantó la cara desafiante, después de todo era «la prometida del Faraón», ambas se miraron fríamente y al final Nefri salió furiosa de aquella habitación.

El resto de las esclavas acudieron en ayuda de la más joven.

Sue, ya vestida, salió de aquella habitación seguida por la joven etíope.

Por primera vez en lo que llevaba prisionera volvió a sentirse dueña de si misma.

Pero sabía que esa noche debía ver a Tut.

Continuara…