El elegido

¿Quién de ustedes no ha tenido nunca una fantasía erótica?

Yo creo que todos los hombres, hemos imaginado más de una vez una situación cachonda con nuestra esposa, nuestra novia o alguna mujer de nuestra familia.

A mis 37 años, llevo casado 7 años con una mujer preciosa, de mi misma edad, que está además viviendo sus mejores años, tanto física como sexualmente.

Ha dejado de ser desde hace algunos años la chica preciosa con la que me casé, para convertirse en una mujer en plenitud, mas bella y con mejor cuerpo que nunca, y por si fuera poco, una verdadera fiera en la cama.

Poseerla es un verdadero deleite.

Por venir de una familia muy conservadora y educada a lo que hoy llaman «a la antigua», mi esposa vive conmigo en la cama, muchas fantasías que disfruta hasta el paroxismo, aunque ambos sabemos que nunca las podrá hacer realidad.

Al paso de los años, la he enseñado a masturbarse, lo cual actualmente disfruta tremendamente, le he enseñado todas las posiciones posibles y hasta hace un año aproximadamente me ha permitido tener con ella sexo anal, lo cual aunque lo niega, sé que también disfruta excesivamente.

El mes pasado, al estarse dedeando frente a mí, como preámbulo a poseerla y deslecharme en ella, entre gemidos y la respiración entrecortada, me comentó que al encontrarse sola, se masturbaba deliciosamente, imaginando como era cogida al mismo tiempo por mí y por otra persona.

Si bien es cierto que de inmediato imaginarme dicha situación atizó mi ya alta calentura, no pude evitar el piquete de los celos que me obligó a preguntarle quién era el otro.

Su respuesta, aunque ya conocía como se transformaba en la intimidad, no dejó de sorprenderme: –Nadie en especial……………ahhhhhhh……el que sea………..simplemente necesito ser poseída por dos al mismo tiempo…………..ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…..—

Su orgasmo fue terrible. Yo veía cómo a pesar de estarse viniendo tan largamente, sus dedos no dejaban de frotar se erecto y enrojecido clítoris.

Su respiración era un constante jadeo entrecortado únicamente por verdaderos bramidos de placer, mientras arqueaba sus caderas y sus bellas piernas y pies se tensaban de una manera que parecían iban a romperse en cualquier momento.

Me suplicó la penetrara de inmediato, lo que hice sin ningún tipo de reparo. Ya se imaginarán el estado de erección que tenía.

De una manera desesperada, separó sus bellas piernas, y prácticamente se auto ensartó en la enorme verga que rozaba su humedecida vagina.

Totalmente desquiciada, apretó ambas piernas alrededor de mi cadera, y me obligó a desarrollar un frenético ritmo de embestidas hacia delante y atrás, mientras ella seguía teniendo un orgasmo tras otro.

Entre sus bramidos de hembra recibiendo un placer indescriptible, escuché su voz entrecortada suplicando ser penetrada analmente al mismo tiempo.

Obviamente no pude contenerme más, y tan sólo hice un verdadero esfuerzo para sincronizar mi deslechada a un nuevo orgasmo de ella.

Ya tranquilos, me atreví a preguntar algo que me estaba quemando:—¿En quien más piensas?, ¿quién es el otro a quien deseas tener en la cama?—–

La pregunta primero la enojó. Pero ante mi insistencia y mi falsa promesa de que no me enojaría sino por el contrario, era una situación que a mi también me excitaba, me contestó: —-Ya te dije que nadie en especial…….sólo es una situación que me gustaría vivir………Me gustaría que mientras tu me coges por la vagina, otro me penetrara por el ano………….y luego cambiarán………en fin………es sólo una fantasía—-

Se incorporó rápidamente de la cama, como para eludir de hablar de un tema, cuya conservadora educación no le permitía hablar sin estar en excitación y no volvió a tocar el temas en los siguientes días.

Nuestras sesiones de sexo volvieron a la normalidad de siempre, aunque en mí había quedado el gusanito de satisfacer a mi mujer.

Concluí entonces, que esperaría el momento y la ocasión para cumplirle su principal fantasía.

Claro, que debería yo planear todo a la perfección.

No podía ser alguien conocido, es más ni siquiera podía ser en nuestra ciudad, no sola para evitar cualquier riesgo de reconocimiento posterior , sino para evitar nuevos encuentros entre mi mujer y su ocasional amante, si como esperaba, le gustaba sobremanera.

Fue hasta tres meses después cuando se presentó dicha oportunidad. Un viejo amigo y compañero de trabajo nuestro, se casaba el fin de semana en una pequeña ciudad situada aproximadamente a 300 Km., por carretera de la nuestra.

Sin comentar mis intenciones, emocionados platicamos y planeamos el pequeño viaje, aceptando ella a que pernoctáramos una noche en aquella ciudad, a pesar de ser el festejo al medio día.

Y así lo hicimos. El viaje y la fiesta pasó sin mayores novedades, como no fuera el meterle mano a mi gusto a mi preciosa mujer toda la tarde, situación que aunado al alcohol que ambos ingerimos, nos puso a los dos verdaderamente calientes.

En una parada a bailar, noté que uno de los meseros de la reunión, al igual que muchos de los presentes, se comían a mi mujer con los ojos.

Ella llevaba un ajustado vestido negro que resaltaba su envidiable figura y sus bellas nalgas, el cual le cubría solamente la mitad de sus torneados y bronceados muslos. Era claro, era objeto de gran deseo para más de dos de los que se encontraban en la reunión.

La peor parte de mi tarea empezaba en ese momento. Escoger quien sería quien disfrutara junto conmigo a ese sabrosísimo manjar.

Escoger a quien convidaba yo con lo más preciado para mí en esta vida: mi bellísima mujer.

Créanme que no fue nada fácil.

Uno a uno, los candidatos iban siendo eliminados por encontrarles a todos algún defecto.

Muy viejo, muy gordo, muy flaco, mal aspecto, muy sucio, muy vulgar, en fin, nadie era el elegido.

Cuando pensaba que nadie de los ahí presentes llenaba las cualidades que yo buscaba, situación que debo aceptarles que me alegró considerablemente, mi esposa acercó su boca a mi oído para susurrarme que uno de los meseros no le quitaba la vista de encima y la estaba incomodando con esas miradas.

Al voltear en busca del tipo que incomodaba a mi esposa de tal forma, descubrí al mismo muchacho a quién yo había sorprendido mirando descaradamente las piernas de mi mujer.

Rápidamente hice un reconocimiento de aquel tipo.

Aproximadamente 25 años, moreno, alto, de espalda bastante ancha, perfectamente arreglado, con uniforme impecable y no mal parecido.

De pronto, algo llamó poderosamente mi atención.

Aquel chico, no sólo no ocultaba el deseo que sentía por mi mujer, sino que hacía saber a mi esposa este deseo sin ningún recato, al colocarse frente de ella constantemente, para poder enseñarle un tremendo bulto en su entrepierna, que era lo que ponía a mi esposa verdaderamente nerviosa.

De inmediato me dirigí hacia él, no sin antes escuchar la súplica de mi mujer de que no fuera a ocasionar ningún escándalo.

La sorpresa del chico fue mayúscula, cuando en lugar de reclamarle su proceder le solicité cruzar con el unas palabras en las afueras del salón de fiestas.

Me siguió temeroso, pensando tal vez en mi reclamación de hombre ofendido, pero se relajó bastante al darse cuenta de que no era esa mi intención.

–Te he observado cómo miras a mi esposa y también como te pone hacerlo— le comenté tranquilamente mientras señalaba su entrepierna.

—Yo no……—alcanzó a balbucear nerviosamente antes de que yo lo interrumpiera.

—No es reclamo, calma— le comenté para que pudiera estar verdaderamente tranquilo para pensar en mi oferta.

—Como te decía–, continué—he visto que te excita verdaderamente mi mujer y creo que eres la persona indicada para algo que quiero hacer, siempre y cuando aceptes mis condiciones—

–¿ Y como de que se trata— preguntó el, más tranquilo pero tenso por la inesperada situación que estaba viviendo.

–Quiero llegar a un acuerdo contigo, para coger al mismo tiempo a mi esposa hoy por la noche—– le solté sin más rodeos, por el temor de arrepentirme a hacerlo si seguíamos dándole vueltas al asunto.

No podré olvidar nunca su cara de verdadera sorpresa e incredulidad.

–¿Me está pidiendo que yo me coja a su preciosa mujer?—preguntó azorado.

–No, no confundas—le contesté rápidamente. –Te estoy invitando a que cuando yo te diga y en las condiciones que yo te indique, puedas tener a una mujer que deseas tanto—

Viendo que no acababa por entenderme, le expliqué que ser penetrada por dos hombres al mismo tiempo era la mayor fantasía de mi esposa y que por el amor tan grande que yo le profesaba, estaba dispuesta a complacerla esa noche.

Qué esto no quería decir, que mi esposa tuviera algún otro tipo de interés en él.

–Aprovecha la oportunidad de poder tener en la cama a una mujer que te aseguro no se parece para nada a las que puedas haber tenido hasta ahora. Es una oportunidad que no se te va a presentar nunca más—.

En fin, que todavía algo azorado, aceptó mi propuesta con sus respectivas condiciones, la primera de las cuales, fue que en ese preciso momento se desapareciera del salón, cosa que tras haberle dado nombre y habitación del hotel en el que pasaríamos la noche, hizo rápidamente.

Claro está que le di también todas las instrucciones a realizar por la noche.

Al regresar a la mesa, mi esposa verdaderamente preocupada por mi tardanza, me interrogó sobre lo que había pasado, a lo cual yo di explicaciones que consideré lógicas.

Ella se tranquilizó, aunque noté que de vez en cuando buscaba sin éxito a aquel chico.

Al anochecer, quedando propiamente en el salón los familiares de los novios únicamente, y bastante alegres como resultado de la cantidad de tragos ingeridos, decidimos retirarnos al hotel.

Al llegar a nuestra habitación, mi esposa rápidamente se zafó el estrecho vestido quedando ante mi totalmente desnuda ya que como pude comprobar en ese momento no llevaba nada de ropa interior debajo de él.

Verla parada al centro del cuarto, sin nada más que el par de zapatillas de pulsera, me causó de inmediato un estado tal de excitación, que mi pene de inmediato empezó a luchar por liberarse de la ropa opresora, cosa que tuve que hacer, pues ella, separado ambas piernas, se sentó en la orilla de la cama masturbándose frenéticamente.

Al estar yo también sin ropas, me acerque hacia ella, no sin antes sacar el seguro de la puerta, quedando mi pene totalmente erecto y engrosado a la altura de su boca, la cual golosamente se abrió para dar entrada al inflamado miembro.

Lo rico de su mamada, sus gemidos y el estado de excitación que me embargaba no me permitió escuchar la puerta de nuestra habitación.

De pronto, sentí a mi lado un bulto.

El chico, desobedeciendo mis instrucciones, no había podido soportar el espectáculo y puso su duro y moreno miembro junto al mío.

Los ojos de mi mujer se abrieron denotando verdadera sorpresa.

El, rápidamente para evitar cualquier aclaración, perdió su miembro en la boca de mi mujer, la cual mamaba golosamente, sin quitar su mirada de la mía y agarrando mi miembro como tratando de convencerse que por fin tenía dos vergas a su disposición al mismo tiempo.

Al asentir con la cabeza, empezó a alternarse ambas trancas en la boca, mientras reanudó su masturbación con tal intensidad, que alcanzó l mejor orgasmo que le he visto desde que nos casamos.

Le retiré la boca de la tranca del chico, y recostándola en la cama, invité a mi compañero a prendernos a los ricos pezones que erguidos, pedían a gritos ser mordidos y succionados.

Yo no podía concentrarme de lleno en mi mujer. Era evidente que si bien es cierto estaba disfrutando el hecho de tener a dos hombres al mismo tiempo, su interés estaba

abocado en lo nuevo, en la boca y el miembro desconocido que recorrían todo su cuerpo

aunque la boca y el miembro conocido que hacían lo propio, también le causaban gran placer.

Totalmente desquiciada, colocó su boca sobre la del desconocido amante, enredando sus lenguas mientras acomodaba cada una de sus bellas piernas a cada lado de la estrecha cadera del invitado, quien ni tardo ni perezoso, colocó el miembro que parecía estallaba en cualquier momento, en la chorreante vagina de mi esposa, clavándola de un solo empujón, que causó en la mujer un placer que no se como narrarles, su cuerpo lo demostraba.

Apretó las piernas alrededor del cuerpo de su cogedor, clavó las uñas en la ancha espalda, y sin desprender la boca de la de el, se agitó frenéticamente debajo del chico hasta correrse de nuevo.

Yo, al quedar únicamente como observador, comprendí que era demasiado tarde para arrepentirme y empecé a masturbarme mientras un placer desconocido por ver a mi esposa siendo cogida y totalmente entregada a otro hombre, me embargaba totalmente.

De pronto, cuando creí que se había perdido por completo el objetivo de la loca noche, mi mujer tras venirse varias veces, se quitó de encima a aquel tipo que al tiempo que chupaba sus pezones y su cuello, seguía bombeándola sin cansancio, como queriendo disfrutar el manjar que seguramente no volvería a tener.

Mi sorpresa y excitación fue mayúscula, cuando mi mujer tendió sobre la cama al chico, sentándose sobre el, dándole la espalda, guío el miembro batido de jugos femeninos hacia su orificio anal.

La enrojecida cabeza se colocó sobre el pequeño esfínter, y suficientemente lubricado por los mismos líquidos de mi esposa, lentamente se fue perdiendo hacia el interior del estrecho conducto.

Ella ponía los ojos en blanco conforme la gruesa tranca fue penetrando, abriendo la boca en un desesperado intento por jalar aire.

Les juro que claramente pude observar como el esfínter anal de mi esposa, fue haciéndose cada vez más grande, hasta tener totalmente ensartado un miembro que si bien es cierto no era de un exagerado tamaño, por la condiciones de erección que tenía, si denotaba un crecimiento importante.

El mío no era para menos, y sentía yo a punto de salir disparada la leche como respuesta a mi masturbación, cuando mi mujer abrió los ojos y extendió una mano invitándome a meter mi instrumento en su enrojecida y chorreante vagina.

Me coloqué sobre ellos, quedando mi cadera entre las piernas de ambos, y la penetré salvajemente lo que ocasionó en mi mujer un nuevo orgasmo.

Mientras mi miembro entraba y salía del inflamado canal sexual, podía yo sentir como tocaba a través de mi esposa, el duro miembro que ya entraba y salía también del culo de mi esposa.

Gemidos, chillidos, bramidos y los chasquidos de las vergas al entrar y salir de mi esposa fue todo lo que se oyó en la habitación los minutos siguientes, solo interrumpidos por los sonidos inentendibles, que brotaban de la garganta de ella, cada vez que alcanzaba un nuevo orgasmo.

Cuando ya no pudo más, casi sollozando, nos suplicó nos vinieramos, cosa que creo ambos estábamos esperando, pues nos chorreamos al mismo tiempo.

Créanme que sentí cuando el fuerte chorro de leche inundó el culo de mi esposa, salpicando mi entrepierna, a la vez que el tiene que haber sentido el chorrear de mi leche, al no quedarse toda en el interior de mi mujer dada la fuerza y la cantidad de brotó de mi pene por la excitación que me embargaba.

En el clímax de la situación descrita, mi esposa en medio de su último y desesperado orgasmo, besó frenéticamente mis labios mientras balbuceaba….—Gracias, gracias, mi amor……………te amo mucho.—

Nos quedamos los tres acostados, teniendo desde luego como punto de atención de ambos a mi mujer y nos dormimos.

Más tarde, fui despertado por los besos de mi esposa, a quien descubrí ensartada de nuevo por aquel fogoso muchacho iniciando de nuevo una placentera sesión de sexo, cogiéndonos a mi esposa el resto de la noche de todas las maneras posibles.

Al amanecer, aquel chico salió de nuestra habitación y al intentar pagarle lo convenido, sin aceptar el dinero me dijo que me agradecía haberle dado la oportunidad de disfrutar a una mujer que ni en sueños hubiera podido tener y tras asegurarme que ella en verdad me amaba pues no había aceptado tener sexo sólo con él, es decir, sin estar yo presente.

Me dio un fuerte apretón de manos y tras darle un beso en la mejilla a ella, ya que no permitió la besara en los boca, salió para siempre de nuestras vidas.

A partir de entonces, mi esposa y yo, nos llevamos mejor que nunca, y hemos también cumplido otras fantasías.

Claro que los tríos, los hemos practicado dos ocasiones más que hemos salido de viaje, con la variante que la última vez, fuimos yo, mi esposa y otra mujer.