Diosa de las sombras de plata
Hacía poco que lo nuestro se había terminado y ella siempre que nos veíamos me decía que me deseaba y que sería suyo.
Yo, ingenuo, no me lo tomaba es serio y me reía.
Hasta que una noche de luna llena en la que yo estaba en una discoteca, entre el humo y la gente la vi aparecer, estaba allí, pero al volver a mirar se había esfumado, de pronto escuché su sensual voz susurrándome al oído: «Esta noche serás mío y no lo podrás evitar» sentía su aliento cálido en mi cuello, pero al virarme no había nadie.
Aturdido, por la bebida y la luces, y confuso, por la impresión de esa aparición tan siniestra decidí regresar a mi piso, así que me despedí de mis amigos y salí de la discoteca.
De camino a casa, en una calle desierta, la volví a ver surgir de entre las sombras, pero esta vez no desapareció al contrario se acercaba a mi con paso firme y decidido, en sus ojos grandes y negros, como el azabache, se veían sus intenciones, su mirada despedía un aire de maldad mezclada con deseo, lujuria, perversión, locura…
No estoy seguro de que era pero había algo en su mirada que me hechizó ¡me quedé de piedra…! y ahí, estaba ella, acercándose con su pelo liso, negro y largo que jugaba con el viento, con una sonrisa maliciosa que me hacía desear, desmesuradamente, besar sus labios, con un vestido que resaltaba sus perfectas curvas haciéndome querer ser dueño de su cuerpo.
Ella me había convertido en un esclavo de su placer, en un juguete de su deseo; y yo, no lo podía evitar.
Sus pasos retumbaban en mis oídos demoliendo todos mis limites y prohibiciones.
Estaba frente a mi, el calor de sus ojos me atravesó, ¡me aniquiló!.
Nos fundimos en un apasionado beso, sus manos me acariciaban desatando mis instintos más básicos y eclipsado por su presencia me arrastro a su casa.
Al llegar a la puerta percibí un suave aroma que incitaba a la locura, todo estaba alumbrado por velas, ella se adelantó, la miré, y me di cuenta de que era diferente…¡era una diosa!. La seguí, me puse enfrente suyo y comenzó a sacarme la camisa lentamente, enredando más mi mente con cada botón que desabrochaba.
Me llevó hasta su habitación… me tumbó sobre una cama de sabanas de raso negras, no la veía y eso me intimidaba, sentía como me sacaba los zapatos, los calcetines, como iba subiendo y me desbrochaba el pantalón que también se escurría sobre mi piel.
Tomó mis manos con las suyas, las deslizó bajo su vestido mostrándome que eso era lo único que tenía puesto; yo ya no podía más, mis intentos por liberarme de la tentación eran en vano… el delirio, la imprudencia y la demencia se instalaron en mi, no había vuelta atrás.
Con rapidez le saqué la ropa y la comencé a besar sin pausa, pero, de pronto, aparecieron sus ojos y ella me apresó en su juego.
El tacto de sus dedos recorriéndome quemaba mi piel, me besó sensualmente, su lengua se enredó con la mía a la vez que nuestros cuerpos hacían lo mismo.
Comenzó a bajar. Sentía sus fogosos labios besando mi cuello, sus uñas rozando mi espalda, suavemente…Mi mente estaba bloqueada, mis manos acariciaban su aterciopelada piel.
Su descenso continuaba. Su lengua atravesaba mi pecho y, justo cuando estaba a punto de llegar a la fuente de mi placer se paró y con un soplo frío y dulce volvió a mi cuello, se acerco a mi oído y me susurró: «Ya eres mío, ahora vas a sufrir y disfrutar como nunca».
De repente sentí sus manos en mis caderas, sentía su larga melena en mi pecho, sus dedos jugaban alrededor de mi ombligo, querían llegar más abajo pero deseaban que me desesperara, su lengua se unió a ellos y esta empezó a bajar.
Sus manos tomaron mi miembro, movían su piel con mucha delicadeza… intuía que se acercaba su boca y al percibir su aliento me estremecí por completo.
Su lengua, compinchada con sus manos, comenzó a juguetear con él haciéndome viajar al cielo y al unirse sus labios, bajar precipitadamente a los infiernos, me estaba abrasando en la pasión, pero cuando ya estaba a punto de estallar se alejo, rociando mi cuerpo de pequeños besos, subió por mi pecho, siguió por mi brazos, mis dedos, descendió, mis muslos, mis piernas, todo entero.
No la veía…hasta que aparecieron sus pies acercándose a mi cara , sus piernas se abrieron… sus muslos estaban alrededor de mi cabeza y volvió a repetir con su boca el juego anterior, pero, esta vez, mi lengua se vio poseída por una extraña fuerza que la obligaba a beber del agua que manaba de su ser moviéndose en todas direcciones, haciendo cosas que yo creía imposibles y que me producían un enorme gozo…¡era algo increíble!
Luego lentamente sus piernas se fueron retirando rumbo a mis caderas, se puso frente a mi y se sentó sobre ellas, cogió mi miembro erecto y lo colocó a la entrada de su paraíso entonces comenzó a balancearse suavemente haciendo que me adentrara en lo más profundo de su ser para luego alejarme poco a poco y volver a repetirlo…condujo mis manos a sus pechos pasando por su cintura, los acaricié viendo al mismo tiempo como se movían al compás de sus caderas…su ritmo, ahora, frenético y pausado a la vez me estaba volviendo loco.
Me sentía dentro de ella, todos mis sentidos se habían disparado y mi placer aumentaba por segundos.
En ese momento aceleró, mis dedos tomaron sus caderas fuertemente impulsándola a seguir, mis ojos veían extasiados como se mecían sus pechos, me sabía suyo, con su rápido ritmo mi mente voló al cielo junto con mi cuerpo, oía su respiración entrecortada, sentía su fuego, que se había extendido sobre mi, acariciaba su mojada piel, éramos uno solo y nos adentrábamos al mismo tiempo en un remolino de perversión, demencia y pasión.
Entonces vi sus ojos infinitos clavados en mi y al sumergirme en ellos perdí el control y estallamos como una ola que rompe con fuerza para después desaparecer, en una sosegada calma que se confundía con ansias de la lujuria que incitaban a mas.
Pero tras la batalla se instaló al fin la tranquilidad y seguimos con nuestros cuerpos enredados derrochando caricias y besos llenos de ternura.
Ignoro hasta cuanto tiempo estuvimos así pues el cansancio y el sueño se apoderaron de mi, lo único que sé es que a la mañana siguiente estaba en la cama de mi piso, con la ropa de la noche anterior y que ella había desapareció entre las sombras de las que surgió aquella noche de luna llena.