Las noches mexicanas (I: Primera Noche)

Todas las mujeres nos fuimos a una de las alcobas de la casa para desnudarnos. Luego la dueña de casa nos dio a cada una un brazalete de tela negra con un número y una venda del mismo color para los ojos.

Cuando estuvimos numeradas y cegadas por las vendas nos hicieron ir a tientas de vuelta hacia el salón donde nos esperaban los hombres.

Allí sentí como nos tocaban por todas partes mientras hacían diferentes comentarios sobre nuestros cuerpos.

Comenzaron a subastarnos una por una. Recuerdo que por mí pugnaban varias voces hasta que prevaleció una que ofreció 1500 pesos.

No estaba mal, teniendo en cuenta que era mi primera subasta y además se trataba de una extranjera. Una vez que estuvimos todas adjudicadas y pagadas nuestros precios, nuestras parejas nos condujeron a cada una a alguna de las diferentes estancias de la casa. Sentí un brazo fuerte y velludo que me rodeaba los hombros y me conducía suavemente.

No recuerdo bien el rumbo que tomamos, pero finalmente llegamos a una habitación que olía a madera.

Cuando la puerta se cerró tras de mí sentí que me unas manos me tomaban por los hombros y empujaban suavemente hacia abajo.

Comprendí y me puse de rodillas. Sentí algo caliente que rozaba mis labios e instintivamente abrí mi boca. El pene de mi dueño se deslizó suavemente sobre mi lengua.

Comencé a chuparlo despacio. Con mi mano izquierda tanteé hasta encontrar los huevos que comencé a acariciar. Con la derecha comencé a soltarle el cinturón y abrirle el pantalón hasta que lo sentí caer.

Fue entonces que sentí su voz. «Ohhh… Así… Chupa así Melly… ¡Qué bien!» Esto me puso más caliente aún. Sentí que mis pezones comenzaban a ponerse tiesos. Sus manos se posaron sobre mi cabeza y me empujaban cada vez más rápido para que su pene entrara y saliera de mi boca al ritmo de su placer.

Cerré mis labios haciendo presión como si fuera un anillo de carne en torno a su tranca para darle más gozo. Estaba cada vez más tiesa y gruesa. Un rato después se separó de mí dejándome aún de rodillas.

De pronto sus manos me empujaron despacio hacia delante hasta ponerme en cuatro patas. Sentí que su lengua buscaba mi sexo y abrí mis piernas para ofrecerme entera a mi dueño.

Con la primera lamida me estremecí tanto que casi me caí de bruces. Me sujetó de las nalgas y comenzó a lamer con más profundidad y avidez.

Comencé a gemir. «Ahhh… sí… así mi amo… hazme gozar como a una puta…». Mi sexo estaba cada vez más húmedo, mezclando sus secreciones con la saliva de mi dueño. Estaba ardiendo y ya no aguantaba más.

«Métemela ya por favor… No me hagas esperar más… por favor…».

Por toda respuesta sentí que un dedo húmedo comenzaba a hurgar en mi culo mientras no cesaban los lengüetazos en mi sexo. «Ahhh… así… ábreme el culo… soy toda tuya papi…».

El dedo en mi culo se abría paso haciendo círculos de modo que mi esfínter se fue relajando poco a poco, dilatándose con la excitación. «¡Ooohhh papi…! Me estás abriendo al máximo… sí…»

Sentí que se ponía de rodillas tras de mí. Sospeché lo que venía y comencé a respirar hondo echando el aire por la boca, tal como mis amigas me habían explicado.

Cuando sentí la cabeza de su verga en la entrada de mi culo tuve una contracción del susto e involuntariamente mi esfínter se cerró. Sentí que se inclinaba sobre mí para susurrarme suavemente al oído. «¿Qué pasa mami? ¿Por qué tienes miedo? Mira que no te voy a hacer daño… ¿Quién pagó por ti esta noche?». «Tú papi» le contesté. «Entonces mi niña, te vas a relajar para que tu dueño pueda gozarte mucho y hacerte gozar a ti también ¿verdad?».

Y comenzó a besarme el cuello y la nuca con tanta ternura que mis resistencias cayeron y me abandoné a su seducción. Poco a poco comencé a sentir como su tranca se abría paso a través de mi culo. Estaba enorme, caliente y dura. Sentí cada milímetro de su carne atravesando mi recto y llenándome por dentro.

«Aaahhh…» suspiré desde lo más profundo. «Así mami… así me gusta mi niña… Mira que ya casi entra todo… sólo falta un poquito ¿sí?». De un último empujón me la metió toda dentro hasta sentir sus huevos rozándome. «Ahora vas a saber lo que es que te den por el culo mami» me dijo mientras comenzaba a meter y sacar su pene, despacio primero y luego cada vez más rápido y con más fuerza. Lo sacaba todo y luego lo volvía a meter hasta el fondo. Podía sentir como me vibraban todas las entrañas. Comencé a gemir mientras él se reía. «¿A qué en Perú no te habían dado nunca así por el culo verdad?».

«¡Agghhh…! ¡Nooo…!» le contestaba mientras hacía esfuerzos por no desmayarme del placer y del dolor. «Pues aquí en México nos gusta darles por el culo a las mujeres, especialmente si son extranjeras y bonitas como tú». Me estaba dando realmente fuerte y desde varios ángulos. Mis brazos ya no podían sostenerme y me había dejado caer de bruces sobre el suelo alfombrado, así mi culo estaba más alto y le ofrecía blanco más fácil. «¡Aaaggghhh…! Sigue papi… sigue por favor… duele pero está muy rico…» le decía para animarle a que no se detuviera. Con una de sus manos me sujetaba de la cadera y con la otra comenzó a acariciar mi clítoris, lo cual me produjo un orgasmo sensacional. Gemí de placer y me estremecí del gusto.

«Así mami… ¿te gusta verdad? Quiero que te lleves un recuerdo inolvidable de México…». Mientras decía esto sentí que su pene se hinchaba aún más dentro de mí y presentí lo que vendría, me relajé al máximo para facilitarle el placer. «¡Toma mami! ¡Ahhhh….!» le oí gritar mientras me llenaba el recto con su semen ardiente. Su cañón descargó muchos tiros dentro, y con cada uno sentí como me iba hinchando por dentro. «¡Ahhh…! ¡Sí…! ¡Dámela toda papi…!

Lléname todo el culo con tu leche…» le decía mientras me movía para exprimirle hasta la última gota. Le sentí relajarse y jadear mientras terminaba. Suavemente hizo que me tendiera de costado sobre la alfombra.

Luego sentí que me deslizaba algo dentro de mi culo deshecho. «¿Qué haces papi?» le pregunté suavemente. «Tranquila mi reina… Te estoy poniendo un Tampax para aliviar tu culito y para que no se te vaya escapar la leche…» me dijo mientras me besaba suavemente en la mejilla. «¿Te sientes bien mi niña?» me preguntó. «Sí papi», le dije en un susurro. «Entonces, ponte de rodillas de nuevo para que le rindas homenaje y gratitud a tu dueño que te ha hecho gozar esta noche». Me puse nuevamente de rodillas, pero no atinaba a entender a qué se refería. «¿Cómo mi rey?» le pregunté.

Sentí que me tomaba del mentón y me alzaba el rostro. No podía verle pues estuve todo el rato vendada, pero podía sentir el calor de su rostro cerca al mío. «¿Y quién te crees que va a limpiarme toda la mierda tuya que me ha quedado en la verga? ¿No te han enseñado tus amigas que aquí en México esa es la costumbre de las putas para con sus dueños? ¡Vamos! ¡A lamer hasta dejarla bien limpita y lustrosa!». En ese momento agradecí tener los ojos vendados para no ver lo que me esperaba. Traté de no oler mientras lamía, pero no pude evitar sentir por primera vez la mezcla de sabores de las secreciones de mi recto y de su semen.

Me hizo lamer todos los rincones y pliegues hasta los huevos. «Ahhh… sí… chupas bien ¡eh! Así… límpiesela toda a su macho como buena perrita…». Su pene estaba caliente y aún conservaba buena parte de la dureza y del grosor con que me había sometido. «Eso es… refréscamela bien… aaah…». Luego se retiró un momento y me empujó hacia atrás hasta ponerme de cuclillas. Sentí que retiraba despacio el Tampax de mi culo.

«Ahora quiero que pujes mi vida… para que salga toda la leche que tu macho te dejó dentro… ¿sí? A ver… sea una buena niña…». En ese momento no entendí nada, simplemente estaba sometida al mandato de su voz, así que pujé hasta sentir como el semen, aún tibio, comenzaba a salir a través de mi adolorido esfínter. Una sensación de placer acompañaba la operación. «Eso… así linda… muy bien Melly… toda… toda… ya falta sólo un poquito…».

En ese momento caí en la cuenta de que mi dueño estaba sosteniendo una copa de cristal bajo mi culo de modo que recogía en ella su semen mientras salía de mis entrañas. «Listo mi amor… así me gusta, buena chica…» me dijo mientras me besaba suavemente en una mejilla. Me sentí desfallecer y caí sentada.

El debió notarlo y sentí como sus brazos fuertes y velludos me abrazaban hasta alzarme y depositarme suavemente en un sillón mullido. «Gracias…» le susurré débilmente. Sentí su voz a mi lado. «Pobrecita… no estás acostumbrada a tirar a la mexicana ¿verdad? No te preocupes mi amor… tienes todavía muchas noches por delante para aprender…».

Sentí que me cubría con una manta cálida y ponía un cojín mullido bajo mi cabeza. Su boca me besó en los labios por primera vez en la noche. «Ahora descansa Melissa… has estado preciosa esta noche…». «Gracias… tú también…» alcancé a decirle con un susurro de la voz. «Pero antes de dormir, te voy a dar algo que te ayudará a descansar y reponer fuerzas…» dijo mientras con una mano me levantaba ligeramente la cabeza y con la otra me acercaba algo a los labios, cuando sentí el olor, supe que se trataba de su semen, el mismo que había fluido de mi culo.

Instintivamente cerré mis labios. «No Melissa» dijo una voz que no había escuchado antes. ¿Habría estado en la habitación viéndolo todo?

Si fue así, nunca lo noté. «Te va hacer mucho bien tomarla tibia, te ayudará a recuperar las energías y a descansar» dijo, y me pareció que su voz me sonaba conocida, pero no podía precisar de quién se trataba aún.

«Es un secreto que tenemos las mexicanas… anda… bébelo con gratitud porque es el néctar del hombre que te ha hecho feliz… no olvidarás nunca su sabor…“ volvió a decir.

El vaso se inclinó sobre mis labios que se abrieron para recibir la semilla de mi dueño. No puedo recordar cuánto bebí, sólo recuerdo que su sabor era muy distinto al que había probado antes, como más denso y fragante.

No recuerdo más. Sólo que dormí muy bien recuperando mis fuerzas.