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Historias VI

En Canadá, la casa estaba en un bosque, era pequeña para lo que yo buscaba, aunque contaba con ocho dormitorios con sus baños correspondientes, era más una casa para hacer negocios, o para premiar a los empleados con unas vacaciones.

Decidí venderla nada más llegar, ese mismo día volvimos al aeropuerto y marque un rumbo diferente, iría a México, al Yucatán. Mientras Mike y Nick hacían los planes de vuelo con las autoridades aeroportuarias, llame a Eva dándole instrucciones precisas para la venta. Michelle llevaba más de la semana que tenía contratada. Sin pensármelo me fui al dormitorio y el llame.

Ella con una sonrisa, llamo a la puerta y al recibir autorización entro.

–De rodillas-ordene, ella con una leve sorpresa en la cara se postró rápidamente ante mí, inclinando la cabeza y poniendo las manos a la espalda.

Michelle, ya ha pasado el doble de tiempo que tenías contratado para ser nuestra esclava, –la dije–. Mientras la observaba detenidamente, según iba hablando ella mostró un ligero temblor. Era evidente que no quería marcharse. Lleno de júbilo, intente mostrarme más duro.

–De ahora en adelante no recibirás ni un centavo más, tendrás todas tus necesidades cubiertas, serás mi esclava mientras yo lo desee. Ya sabes como soy, como te tratare en un futuro, incluso más duramente. Harás todo lo que yo desee, cuando, como y con quien yo desee.-asevere.

Yo seguía regocijándome en mi interior.-Si estás de acuerdo, asentirás, sino tomaras tus cosas y te marcharas, aquí tienes cinco mil dólares, ten en cuenta que en cuanto regresen los pilotos nos marcharemos y ya no habrá vuelta a tras–.

–Si Amo– balbuceo quedamente.

¿Cómo? No me entero – dije alzando la voz

–Sí Amo-dijo Michelle algo más fuerte.

–Bien, eso que significa, que te quedas o que te vas, explícate-exigí.

–Sí Amo, me quedo-dijo al fin.

Lleno de alegría, la tome por el mentón e inclinándome, la bese en los labios con furor. Ella respondió a mi beso con pasión.

–No comentes esto con nadie, ni incluso con Ana-has entendido.

Con un leve – Sí Amo-contesto.

La despedí indicándola que volviera junto a Ana.

Me quedaba otra cosa por hacer, llame a Eva y le indique que pusiera un millón de dólares a nombre de Michelle en una cuenta numerada, que rindiera sobre un cinco por ciento anual. Le di todos los datos: nombre y tarjeta de identidad de Michelle.

No sabía el tiempo que ella estaría como mi esclava, no quería que al final se quedara sin soporte económico alguno, por supuesto no la diría nada. Sería mi regalo de despedida.

Hechos los tramites, partimos hacia México, Rosa y Miguel nos obsequiaron con una magnifica cena.

Aterrizamos de madrugada, un coche nos estaba esperando, era también un 4×4, con chofer.

–Señor, soy Ramón, el chofer del difunto Señor-se presentó.

–Hola Ramón, queda muy lejos la finca-pregunte

–No Señor, solo a unas dos horas-contesto.

Rápidamente acomodo nuestro equipaje, incluso en el techo de la ranchera.

Yo me senté delante con él. Al principio me miro con sorpresa. Quería que soltara la lengua, pregunté por el personal, para romper el hielo.

Mientras ponía en marcha el motor me miro largamente-El personal y todo esta como lo dejo el difunto Señor, Señor-Se repitió.

Me hizo gracia, así que sonreí.

La carretera nos alejaba del aeropuerto y de la costa, la vegetación exuberante nos rodeaba. Sabia por la información del ordenador, que la finca tenía 1000 hectáreas, pero no se cultivaba nada ni se producía nada, costaba una buena cantidad de dinero él mantenerla.

A las tres horas de camino y después de numerosas desviaciones, nos hizo llegar a una carretera asfaltada de unos tres metros de ancha solamente, una barrera se cruzó en nuestro camino. Al lado había una casa pequeñita, una mujer y dos críos estaban sentados en el porche, el guarda nos levantó prestamente la barrera.

–Ya estamos llegando Señor-dijo Ramón.

–¿Por qué esa barrera? Pregunte.

–Es el primer control, sobre todo está ahí para evitar a personas que se hallan extraviado.-informo Ramón.

Una media hora después llegamos a otro puesto de control, este era más riguroso, tres hombres uniformados, con rifles a la espalda lo custodiaban.

Una larga cerca de alambre doble se perdía a ambos lados del puesto de guardia. También creí oír unos ladridos de perros.

Me estaba intrigando tantísima seguridad. Sin decir palabra decidí que lo averiguaría por mí mismo, no le pregunte nada a Ramón.

La carretera seguía con bastantes curvas, estaba perfectamente cuidada, una bóveda vegetal nos cubría. A luz de los faros del coche hacían que pareciera un larguísimo túnel.

Amaneció rápidamente, dando una serie de matices y colores a lo que observaba. Diversos sonidos llegaban amortiguados a través de los cristales del coche. Ana y Michelle se habían dormido con las cabezas apoyadas una encima de la otra.

De repente apareció una tercera barrera, más que barrera eran unas puertas enormes de madera. Un guarda de seguridad, con ametralladora, pistola al cinto y radio.

Esto es demasiado, pensé, mientras observaba una muralla de tres metros de alto hecha de ladrillos toscos, una senda pasillo corría paralelo cerca de ella por el exterior.

Una vez franqueada, un bosque con especies no autóctonas se nos apareció a la luz cambiante del amanecer. Todo era césped, muy cuidado, no había hojas en el suelo. Caminos de tierra apisonada se cruzaban de un lado a otro. De repente una gran casa se apareció como por ensalmo ante nuestra vista.

Grandes escalinatas llegaban hasta ella.

Ramón bordeando la entrada nos llevó hacia un garaje subterráneo donde había varios coches más. Nos dejó en uno de los laterales, alfombrado que conducía a una puerta con ascensor.

Desperté a Ana y Michelle. Ellas bostezando se bajaron del coche.

Ramón nos abrió la puerta del ascensor, entramos y marco la segunda planta.

Todo el personal estaba allí formado esperándonos. Me repuse de la sorpresa.

Una mujer de unos cuarenta y cinco años, muy bien conservados, se adelantó inclinado la cabeza me saludo diciendo: — Sean bienvenidos los señores a su casa, soy Natividad, la ama… de llaves–

Sigue la intriga, pensando en cómo había dicho ama de llaves con una ligera pausa entre ama y llaves.

–Gracias-conteste, no sabía que más decir.

Había dos hombres y diez mujeres de distintas razas, todos vestidos de negro, ellos con camisa y pantalones negros, ellas con traje negro con algunos encajes blancos.

Sin hacer ningún intento de presentar al personal, Natividad, continúo.

–Los Señores vendrán cansados, los baños están dispuestos, el personal– dijo señalándolos con una mano, — a sus órdenes-dijo con una pausa– sean las que sean.

Esto me escamo del todo, la tome por el brazo fuertemente a la vez que le dije en voz baja –Natividad, deje al personal aquí, vamos a un despacho.-

Ella se encamina hacia una de las puertas, que abrió sin que yo la soltara,

entramos y cerré la puerta con el pie. Soltándola la tome por las muñecas de frente.

–Vamos a ver, que ocurre aquí, que quiere decir eso de “nuestras ordenes, sean las que sean”.-dije.

–Señor, el difunto Señor venía muy a menudo por aquí, todo está como él lo dejo, no se ha cambiado nada en los últimos 18 meses-dijo en un todo de disculpa.

–Que es lo que sé tenía que cambiar, que es lo que me estas ocultando, vieja bruja-la insulte con furor.

Ella mirándome, con miedo se dejó caer de rodillas. Sorprendiéndome una vez más. En un acto reflejo intente que no cayera. Pero ella postrándose ante mí dijo;

–Amo, he intentado en estos dieciocho meses mantener a tus esclavas y esclavos. Todo ha funcionado en esta tu casa, como si esperáramos que volvieras, nos ha llegado otro Amo y Señor, todo está dispuesto para servirte igual que le servimos al difunto Señor.-dijo llorando mientras continuaba-si algo encuentras que no sea del agrado del Amo dímelo y su humilde sierva pagara por ello.-

Ahora sí que mi sorpresa llegó al límite. Así que el pariente viejo y chocho tenía el mismo gusto por el sado, tenía esta finca como refugio, ahora entendía las medidas de seguridad. Diez esclavas había contado antes, y dos esclavos, tenía que saber qué papel desempeñaba Ramón, y si había más personal.

Bien-reflexione en voz alta-que quiere decir que todo está como el Amo anterior lo dejo. Contesta.

Ella continuaba postrada, el llanto había cesado.

He gobernado la casa según las instrucciones y el gusto del Amo, los esclavos han sido sometidos a disciplina cada vez que han cometido un error, las dependencias se mantienen perfectamente arregladas y conservadas.

–Levántate, ahora hay cosas que cambiar, acomoda a mis señoritas y después ven rápidamente para enseñarme toda la casa y darme las explicaciones necesarias. -ordene a la vez que me sentaba en un sillón grande.

Natividad se levantó presurosa con un – Si Amo.- y se marchó a hacer lo ordenado.

Observe la habitación, era un despacho biblioteca bastante grande, solo había un sillón, era en el que estaba sentado, una mesa de despacho y amplias estanterías llenas de libros de todas clases, también había una caja fuerte grande y antigua. Que sorpresas me estaba llevando, sabía que la finca costaba una pasta, que no daba beneficios, ahora lo entendía. No podía creer mi suerte.

En unos minutos estaba de vuelta. Unos golpes en la puerta anunciaron su regreso. Conteste dando mi permiso, ella entro, cerrando las puertas tras de sí se postro de nuevo ante mí.

–Levántate-ordene con voz firme, — ponte de pie a mi lado, cuéntame cómo es la casa.

Si Amo, en la parte baja está los almacenes, cocinas, garaje y cuadras, en el primer piso están las habitaciones del personal e invitados divididos claro está.

En ella he instalado a las dos señoritas. La segunda y tercera planta son de uso exclusivo del Amo. Este despacho biblioteca, el hall y los dormitorios de los esclavos. La tercera planta es el dormitorio del Amo.

Un buen dormitorio, pensé, grandísimo. –Vamos a verlo.-ordene.

Ella caminaba detrás de mí, salvo cuando había que abrir puertas o a indicación mía, me gustaba llevarla delante.

Tomamos el ascensor, también había una escalara de dos metros de ancha en mármol.

La tercera planta, un pequeño distribuidor con una puerta doble, ella tomando una de las llaves, abrió de par en par y se retiró para que pasara. Una sala enorme, de unos 300 metros cuadrados. El suelo estaba enmoquetado en una parte, alrededor de la cama, en la otra losetas de madera, una gran cama como para cinco o seis personas se encontraba en un lateral, amplios ventanales daban luz natural a la habitación, en uno de los rincones próximo a la cama, el cuarto de baño cerrado por tres paredes, era completísimo, inodoro, bidé, bañera, ducha, ducha turca, sauna y jakuzzi, camilla de masaje. En la parte derecha pequeñas habitaciones comunicadas por un pasillo exterior, al dormitorio daban con un cristal que permitía ver las habitaciones. Me dirigí al fondo a la izquierda, potros, cruces, artilugios para la práctica del sado más exigente, poleas, suspensorios, látigos, fustas paletas de todas clases, mordazas, silla de montar. No faltaba de nada.

Por todas partes había argollas y asideros firmemente afianzados a la pared a distintas alturas, también en el techo a tramos había barras y ganchos.

–Que son esas habitaciones-pregunte señalándolas a Natividad.

–Amo esas habitaciones son para las esclavas que designe el Amo, están todas insonorizadas, el Amo puede ver a la esclava sin que la esclava vea al Amo.-explico.

Que bien se lo montaba el hijo de puta, pensaba alborozado.

Necesitaba ver el resto de la casa, así se lo hice saber a Natividad, ella mansamente me enseña los aposentos de los esclavos, estaban todos en el comedor, nada más entrar se postraron a indicación de Natividad, no pude apreciarlos bien, tenían servicios comunes, un guardarropa muy extenso donde predominaban las prendas de cuero negro, botas, zapatos negros de bacón alto y muy alto. También había una sala grande de maquillaje, peluquería, comedor, gimnasio y un pequeño hospital muy bien equipado con sala para pequeñas operaciones, sillón de odontólogo, y dos habitaciones con dos camas cada una. No faltaba detalle, había un dormitorio mayor el de los demás con tres puertas macizas, una daba al hall del ascensor, otra a las escaleras otra al piso junto a las escaleras, todas ellas cerradas con llave, había que pasar por el dormitorio de Natividad para acceder al piso. Natividad era la clave, era la guardiana del paraíso.

–Este es mi dormitorio-dijo Natividad.

No tenía signos de ostentación, solo un armario con llaves, una mesa de trabajo con teléfono y una cama doble con el colchón muy duro.

Los dormitorios del personal y de los invitados no me interesaron, había veintiocho habitaciones perfectamente amuebladas con cuarto de baño individual cada una. Las dedicadas al personal eran más sobrias pero extraordinariamente limpias y ordenadas.

Entramos en la cocina, allí me presentaron a dos cocineras, tres jardineros, a Ramón el chofer que ya conocía, al jefe de seguridad, dos personas de mantenimiento, una mujer mayor encargada de la lavandería y plancha, en total diez personas. Me di cuenta enseguida de que había sido presentado como el nuevo propietario de la finca, no como el Amo. Pediría más tarde explicaciones a Natividad.

El almacén tenia de todo lo necesario para resistir un año, provisiones perfectamente ordenadas y una grandísima cámara frigorífica, incluso dos pequeños coches para dos personas. Sin embargo no había caballos. Apunte el hecho mentalmente para preguntárselo también a Natividad.

Vista la casa solo me quedaban los alrededores pero no me apetecía. Así que di por terminada la visita de inspección y ordene a Natividad que me condujera otra vez al despacho.

Cuando llegamos, Natividad se dejó caer de rodillas ante mí, yo me dirigí directamente al único sillón y me senté.

–Vamos a ver Natividad-empecé-quiero que me expliques porque me has presentado abajo en la cocina como el nuevo propietario y no como Amo y que hacen dos pequeños coches en el almacén, también quiero saber cuáles eran los gustos del antiguo Amo y las costumbres por la que se rige esta casa, no olvides nada, tengo todo el tiempo del mundo. Así que comienza.-ordene.

Natividad, miraba al suelo, se sentó sobre sus talones dejando caer sus manos en sus muslos con las palmas hacia arriba, tenía la cabeza agachada. Yo quería verla los ojos la verdad es que era un poco mayor pero estaba de muy buen ver.

Sin darle tiempo ordene-levanta la cabeza y mírame, solo por esta vez–.

Ella levanto la cabeza y sus ojos negros me miraron, empezando las explicaciones. Su voz era melodiosa y suave, agradable.

Amo, lo que ocurre en las plantas segunda y tercera, solo lo sabe Ramón y el jefe de seguridad. Los demás solo saben que trabajan para un rico americano que viene a descansar. Ramón y Antonio, el jefe de seguridad, son de la más absoluta confianza, han sido probados varias veces y siempre han superado la prueba con lealtad al Amo. Cuando el Amo desee conocer el exterior, con alguna de las esclavas como caballos de tiro, yo me encargare de que el personal se ausente durante ese día. Los esclavos y esclavas se encargan de la limpieza y mantenimiento de los pisos superiores. Toda la casa esta insonorizada. En las celdas dormitorios de la tercera planta, el Amo puede disponer de los esclavos como apetezca. En esa caja fuerte hay dinero suficiente para el mantenimiento de la casa en cuanto a facturas que no se pueden explicar, yo soy la encargada de su contabilidad y de darle cuentas al Amo.

Además de ama de llaves y administradora, cuáles son tus funciones con las esclavas.-interrumpí.-

Amo, tengo permiso para aplicar castigos, encargarme de ejecutar los que el antiguo Amo dispusiera, llevo la administración general y estoy al servicio de los deseos del Amo. – Dijo humildemente.-

No me interesaba cambiar el sistema.

Dejándome llevar por el morbo pregunte.

–¿Cuáles eran los gustos de mi “tío?-por llamarle de alguna manera, me molestaba los de “antiguo Amo” “difunto Amo”.

Natividad parecía pensar, contesto inmediatamente.

Su tío era un gran hombre, disfrutaba del sexo con las esclavas y esclavos, venia unas tres veces al año solamente durante una o dos semanas, parecía que había pasado un huracán.

Así que mi “tío” era también bisexual.

Sexualmente cual era tu relación con el.-pregunte–.

Ella cogida de sorpresa, contesto entre balbuceos. — yo era su esclava de confianza–.

Bien eso sería todo, vamos al dormitorio principal –dije levantándome- conocer a todas y cada una de las esclavas.

Me sentía un Dios, era el Amo de un montón de mujeres. Aun seria más divertido cuando las saque a pasear como mis yeguas por el parque, me regocije.

Cuando llegamos al dormitorio hice que Natividad trajera a Ana y a Michelle, ellas se presentaron inmediatamente.

–De rodillas-ordene en el momento en que empezaban a mostrar asombro por lo que habían visto. Ellas se dejaron caer.

Quería dejar bien sentado que yo era el Amo, deje pasar unos instantes me acerque a Ana y la puse de pie a mi lado.

Escucha bien, de ahora en adelante y hasta nueva orden Natividad será obedecida como si de mí se tratara. Serás instalada con las demás esclavas.-dije a Michelle.

Ella se marchó con Michelle, Ana a mi lado, me miraba riéndose, ella sería mi Ama-esclava de confianza, la que exploraría por mí los lugares secretos de esta casa, la que me informaría de todo, la que me daría los placeres secretos y la que me enseñaría a ser una Amo fuerte e implacable.

Ella adivinándome el pensamiento, se dejó caer en la cama a la vez que decía –

Que piensas hacer ahora con esa bruja, ten en cuenta que lo primero es ponerla en su sitio.-

Si eso haré.- conteste pensativo,- cuando ella vuelva te presentare como nueva Ama, no me alborotes al gallinero abajo, deseo que aprendas todos los manejos de la casa, dejare que la administración siga llevándola Natividad, ella será la tercera en el mando.

Mientras hablaba me dedique a recorrer tranquilamente mi feudo. Cerca de la cama había un panel en el que no había reparado antes, un pequeño tirador señalaba una puerta, más que puerta accedía a una especie de barra americana con varios monitores a color. En ellos veía lo que pasaba en cada rincón de la casa. Me entretuve en ello. Menudo elemento había sido mi “tío”, reí a carcajadas.

Al poco rato llamaron a la puerta, yo mire el monitor y sabía que era Natividad, ella entro sin esperar mi respuesta. Cuando se lo hice saber pareció muy ofuscada,– Amo-dijo-la habitación esta insonorizada, nunca me enteraría.

Que idiota soy, pensé.

Bien Natividad, Ana será tu Ama de ahora en adelante, seguirás con la administración y con las mismas prerrogativas y privilegios que hasta ahora has tenido, ella se inclinó y se arrodillo ante Ana que se había levantado y se puso a mi lado. Una sonrisa maliciosa se asomó a los labios de Ana. Se acercó lentamente a Natividad y tomándola por los pelos la miro fijamente y con furor a la cara, la lucha de voluntades típica de Ana había empezado, sin embargo quería el primer bocado solo para mí.

Ana, ordene espero que lo comida será de mi agrado, vete a ocuparte de ello, para la servidumbre del piso bajo eres la nueva señora, ten cuidado.- Dije despidiéndola con un gesto.

Bien mientras esperamos la comida…… ¡desnúdate!– Ordene con imperiosidad a Natividad.

Ella se levantó, dejo suelto su pelo, totalmente negro como sus ojos, los dientes eran perfectos, los labios finos, mentón algo metido para adentro, dejo caer las ropas que la cubrían, no llevaba bragas ni sujetador, los pechos eran blancos, los brazos musculosos, vientre plano, coño afeitado, piernas algo cortas y fuertes. Los pies eran pequeños y bonitos.

Esta vez te voy a dejar elegir, — dije con una sonrisa – ve y elegí el instrumento con el que desees ser azotada.

Ella me miro solo un momento y fue en busca del instrumento, yo aproveche para desnudarme totalmente. Cuando ella volvía, la ordene que se lo pusiera en la boca y que se aproximara donde mi a cuatro patas. Traía un látigo corto terminado en varias tiras de cuero negro. Eran deliciosos sus movimientos, el bamboleo de sus pechos y la cadencia de su culo. Llego hasta mí y tome el látigo de su boca.

–Perra, has sido azotada alguna vez solo para dar placer a tu Amo.-pregunte.

Si amo — contesto con un murmullo puntualizando — pero hace ya dos años que no he sido azotada.

Pues ahora lo serás, solo para mi deleite,– dije a la vez que azote su espalda, ella lanzo un pequeño grito arqueando su espalda.

Té falta entrenamiento, alza el culo.

Así lo hizo quedando con los pies y las palmas de las manos en suelo. Su coño se me ofrecía sin limitación alguna. La azote en el culo, en las espaldas varias veces hasta que la respiración se me agito. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Había gruñido, pero lo aguanto sin quejas ni suplicas. Esto me agradaba.

Toque su coño, está muy húmedo, deje el látigo y me senté en la cama. Deseaba que me la chupara, la llame y poniéndola de rodillas, se lo puse en la boca, ella con timidez, lentamente, la beso, la mimo, la chupo con maestría sin igual. Era una experta. No deseaba correrme tan rápidamente, quería disfrutar aún más, la aparte.

Ella con cara de preocupación y temor creyó que no había sabido complacer a su Amo. Quería emborracharme de sexo, de placer, ser el Amo. 

 

–Perra, por ahora lo estás haciendo bien, sin embargo aún no he terminado contigo, no me enseñaste las consolas con las cámaras de circuito cerrado de televisión, pagaras por ello, ponte de pie,– ella lo hizo rápidamente, me subí en ella, sobre sus espaldas, –agárrame con tus manos y cúrvate un poco hacia delante-ordene, el látigo caía lacio enganchado a mi muñeca-adelante las manos buscando sus pechos, tome sus pezones y los apreté a la vez que la ordenaba que caminase.

Vamos, puta, camina, cuando te apriete andarás deprisa, si te tiro del derecho iras a la derecha, lo mismo harás si te tiro del izquierdo. Dije apretando sin compasión sus pezones.

Ella salto hacia delante, la hice correr, rápido, lentamente, girar un sentido y el otro, a los cinco minutos, el sudor brotaba y mojaba su pelo, la respiración se

le agito de una manera terrible. Estaba deseando que empezara a flaquear, sentía su corazón latir con fuera, su sufrimiento por el esfuerzo y el dolor se dejaban sentir, yo lo percibía en el contacto de mi piel con la suya. A los quince minutos y después de varias vueltas, torpemente obedecía a mis pellizcos dados en sus doloridos pechos, tropezó y casi cayó. Con un gran esfuerzo logro mantener el equilibrio. Salte de su espalda, agarre el látigo y la azote con fuerza.

Puta, más que puta, has intentado tirar a tu Amo.-dije.

La empuje, tome una cuerda y le ate las manos, pase la cuerda por una de las argollas del techo y tire con fuerza, la levante hasta que solo se apoyaba en la punta de los dedos, amarre bien la cuerda en otra argolla,

Di vueltas alrededor de ella, la azote en los glúteos y espaldas. Al octavo latigazo pidió clemencia: Perdón Amo, te lo suplico, perdóname-dijo gritando por el dolor.

No te creas que vas a salir tan bien parada, todavía no he terminado contigo, te arrepentirás.- dije a la vez que la volvía a azotar.

El castigo había sido grande, pero faltaba algo más, deje el látigo y salí desnudo del cuarto dejándola colgada.

Encontré un esclavo que se puso de rodillas, busca al Ama Ana y dile que suba inmediatamente.- ordene imperioso, volviendo a mis aposentos.

Cuando llego Ana, se hizo cargo inmediatamente de la situación.

Yo sentado en la cama, dije.- Esta puta esclava ya sabe quién es el Amo, ahora quiero que sepa quién es la Ama, es toda tuya.-

Ana se acercó lentamente a Natividad, la pago con la mano en el culo varias veces y como no, la abofeteo, sin decir palabra.

Yo soy tu nueva Ama, me obedecerás sin titubear, solo vivirás para mi placer.

–dijo amenazadoramente.-

Se acercó y tomo una fusta larga y flexible y una barra para separarle las piernas, le coloco la barra con lo cual la esclava se quedaba sin apoyo alguno al suelo. Con la fusta fue pegando pequeños fustazos en el coño de la esclava,

Ana giraba alrededor de ella, de vez en cuando intercambiaba pequeños fustazos en el interior de los muslos, por las contorsiones y gritos de Natividad debían ser muy dolorosos. Al poco rato se cansó, la bajo soltándole solo las manos, dejo la barra. Ana la atrajo a base de tirones de pelos hasta la cama, ella se sentó en el borde e hizo que Natividad la chupara profundamente su coño, sin dejar de colocar certeros fustazos en las nalgas y espaldas de la esclava.

Yo me levante bese a Ana en la boca, y me separe un poco para gozar del espectáculo, las espaldas, las nalgas, los muslos estaban totalmente rojos, cruzados por un rojo intenso donde los golpes habían sido más fuertes. Mi pene se puso erecto.

Interrumpiendo el placer de Ana la volví hacia mí tirándola de los pelos, hice que pusiera las manos a la espalda, me acerque y le metí la polla en la boca, puse mis manos en su cabeza obligándola a que se la tragase entera, moviendo mis manos cada vez más deprisa según iba sintiendo placer. Varias veces estuvo a punto de atragantarse, su respiración después del esfuerzo aún no se había normalizado. Intentaba tomar aire desesperadamente por la nariz. Mi polla totalmente metida en su boca era hábilmente manipulada por su lengua. Llego el éxtasis y me corrí arqueando mi cuerpo hacia tras llegando su boca y manchando su cara.

Termina de dar placer a tu Ama, dije a la vez que la empujaba con fuerza, ella se puso a la tarea con devoción sumisa, Ana la recibió con agrado y la regalo con varios golpes de fusta, al poco rato Ana gemía como una posesa, disfrutando de un largo orgasmo.

Bien, ahora deseo que hagas subir las esclavas, de dos en dos-ordene.

–Si Amo-musito ella, fue hasta el teléfono, marco y dijo unos nombres. Colgó y se encamino hacia la puerta mientras se limpiaba las manchas de semen de su cara con los dedos que luego chupaba. Esta se abrió en dos minutos, entraron esclavas. 

 

Nada más entrar se arrodillaron, vestían como criadas, de negro con encajes blancos, zapatos de tacón fino y de unos ocho centímetros. Pusieron las manos en la espalda y bajaron la vista al suelo.

Natividad con la cara descompuesta por el sufrimiento, lagrimas habían corrido por sus mejillas, se acercó a ellas, verdaderamente los pechos le debían producir un tremendo dolor, por el color morado que había adquirido. Los mire fascinado. Este correctivo ha sido necesario, pensé, si la he dominado, las demás serán también dominadas.

Esta es María — dijo Natividad tocando su cabeza, de pelo negro, ojos negros, pómulos sobresalientes, alta, piernas muy bien formadas y bonitas – y esta Lisa – dijo a la vez que tocaba su cabeza. Lisa era más baja, también delgada, pechos de impresión llenos y pletóricos, algo pelirroja, ojos negros, muy separados, nariz recta y fina, era una muñeca.

Bien -dije–, de ahora en adelante les pondrás muñequeras, tobilleras y collar de perro en el cuello a cada una. Y que se desnuden. Ordene mientras iba al baño a orinar.

Natividad se apresuró a hacer lo ordenado, cuando volví ambas estaban desnudas, los coños estaban perfectamente depilados, eran morenas, sus cuerpos sin la más mínima grasa, eran perfectos.

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