Habitación número 10

Trabajo como camarera en la cafetería del salón de Oficiales de la Armada; a primera hora de la mañana estoy sirviendo los cafés y desayunos de los militares, sobre las doce de la mañana el aperitivo, después de comer otro café, así transcurren mis días hasta las seis de la tarde que salgo del trabajo.

Es entonces cuando mi vida sale de su rutina diaria y puedo liberarme de mi mandil, de mis zapatos de tacón, de mi corto vestido negro, de los impolutos guantes blancos.

Pero todo esto lo hago al llegar al hotel donde aparte de mi se hospedan cincuenta y cinco oficiales.

Cincuenta y cinco oficiales de los cuales un grupo de doce poseen copia de la llave de una misma habitación: la habitación número 10. Mi habitación.

Al llegar a ella y como os contaba, me saco mi uniforme de trabajo y me dirijo al aseo, donde me preparo un buen baño de agua caliente, con sales y aceites perfumo mi piel y mi cabello, me relajo un buen rato bajo el agua, hasta que escucho como se abre la puerta y entran dos Oficiales charlando distendidamente sobre sus cosas, cerrando con llave a sus espaldas.

Me levanto del baño, cojo la toalla y me secó poco a poco, cepillo mi pelo y salgo a la habitación desnuda.

Ellos esperan sentados en las butacas, uno fuma un cigarrillo mientras el otro sonríe algún comentario anterior…

Cuando me ven se hace el silencio, observan mi cuerpo desnudo.

El que fuma me pide que me acerque, cosa que hago inmediatamente, entonces me pide que me arrodille y me coma su polla.

Me arrodillo y desabrocho su cinturón y su pantalón y saco su miembro de tamaño considerable y comienzo a comerlo y a lamerlo lo mejor que puedo, mientras el otro oficial se coloca a mis espaldas y me azota en las nalgas desnudas que poco a poco se van poniendo rojas.

Cuando se corre en mi boca el otro me sujeta por el cabello y me indica que me levanté y me dirige hacia la cama donde me estira los brazos y los ata uno al cabezal de la cama, haciendo luego lo mismo con las piernas en las patas de la cama, dejando mi sexo totalmente expuesto…

Comienzan a acariciarme los pezones y a besarme, estoy superhúmeda, entonces uno aprovecha para meter sus dedos en mi interior e ir abriéndome y deslizando mis flujos hacia mi ano lubricándolo e introduciendo poco a poco varios dedos por el…

Saca su verga y la apoya en mi culo, estoy todavía un poco nerviosa así que no soy capaz de abrirme, pero el empuja y poco a poco va metiendo más centímetros de su polla lo que me hace gemir y que mi coño no deje de babear pidiendo otra igual…

Pero no me van a conceder ese disfrute, asique sigue empujando lubricando y poco a poco follando mi dilatado ano, mientras el otro juega con mis pezones, los estira y muerde, me da tambien azotes en las nalgas que ya están al rojo vivo…

Como no soy capaz de dejar de gemir uno de ellos saca de su bolsillo un enorme pepino que mete en mi boca advirtiendome que como deje que se caiga me va a dar una zurra que entonces sí que voy a gritar de verdad…

Cuando el otro termina dentro de mi culo una enorme corrida que resbala por mi orificio abierto se visten, se ponen sus gorras y guantes y me dejan allí atada de pies y manos a cuatro patas con el enorme pepino forzando mi boca que no para de babear.

Estuve así un buen rato que se me hizo eterno, hasta que oigo el sonido de la llave en la cerradura y entran otros dos oficiales diferentes.

Se acercar a mi y uno me acaricia el cabello y me susurra al oído que me he portado muy bien con sus compañeros y que van a comprobar si me voy a seguir portando bien con ellos, mientras el otro se va al cuarto de baño donde llena una bolsita de agua caliente para colocarme un enema.

La cánula entra con facilidad por mi trasero, pero cuando el líquido comienza a entrar en mi interior empiezo a sudar y pienso que las rodillas se me van a doblar.

Los hombres me acarician mientras el líquido va entrando hasta vaciar la bolsa y me colocan un tapón anal dejando el líquido en mi interior.

Mi coñito sufre por tener algo dentro y babea cada vez más.

Ellos se sientan en las butacas y me contemplan con mi pepino en la boca y mi flujo resbalando por las piernas…

Cada vez me duele mas y necesito vaciar mi vientre, noto que tengo unas ganas incontenibles de mear y que me lo voy a hacer encima, entonces comienzo a intentar hablar pero no puedo.

Ellos se dan cuenta, me desatan, sacan el pepino de mi boca y me llevan al baño donde me sacan el tapón y me vacío del enema y meo a la vez.

Siento un alivio increíble, la mandíbula y todo mi cuerpo relajado, excepto mi coño que sigue pidiendo guerra.

Ellos me besan y me acarician.

Uno me agarra por el pelo y me obliga a volver a la habitación de rodillas donde acostándome boca arriba y mientras uno me sujeta las piernas abiertas el otro penetra mi ansioso y ardiente coñito, haciendo que me corra y grite como nunca.

Esta y otro tipo de situaciones son las que vivo diariamente en el hotel de los Oficiales de la Armada…