Habitación 103

Mil treinta kilómetros me separaban a mí de la mujer más deseable que había conocido en mi vida.

Nos conocíamos desde hacía unos dos años, nos habíamos conocido en un chat y quedábamos con cierta frecuencia o cuando nuestras ocupaciones nos lo permitían.

En un principio charlábamos como simples amigos, pero poco a poco nuestras conversaciones fueron pasando a temas más interesantes, nos contábamos nuestras experiencias y como nos gustaría que fuese la relación sexual perfecta con otra pareja.

Tras dos años poniéndome caliente con sus conversaciones, había decidido pasar a la acción.

Cogí el primer vuelo que había hacia Alicante con un plan ya trazado y una única idea en mi cabeza, pasar la mejor noche de mi vida.

El viaje se me hizo eterno, pero nada más aterrizar me dirigí al hotel que tantas veces me había dicho ella que sería nuestro encuentro ideal.

Allí reserve habitación para una semana, deje las maletas y me encamine a mi segunda parada obligada, Alicante.

No nos conocíamos físicamente, pues nunca lo habíamos pedido el uno del otro, pero tampoco lo necesitaba para localizarla, sabía que trabajaba en la sección de fotografía y además conocía su nombre.

Como supuse, no me costo localizarla, no le desvele quién era y me presente como un comprador deseoso de adquirir una Nikon F-100, admire su cuerpo lo más descaradamente posible, y la verdad era para admirar y catar, pero eso ya llegaría. Me despedí con un hasta pronto y comprando la cámara, pues haría buen servicio de ella por la noche.

Una hora después pagué a un chico para que le hiciese entrega de una nota «A las 22 horas en el vestíbulo del hotel de tus sueños. Firma Corso».

Ya solo quedaba esperar. Aproveche las horas muertas que tenía para adquirir el resto de material que iba a utilizar esa noche.

Se retrasaba, pasaban quince minutos de la hora, pero yo sabía que aparecería.

Así fue, pasaban veinte minutos de la hora que le había dicho, iba preciosa, con un vestido negro escotado dejando ver el inicio de sus senos y un escote aún mayor en la espalda que dejaba intuir del inicio de sus poderosas caderas.

Iba con un paso firme y seguro.

Se le acercó otro chaval con otra nota «Habitación 103». El decorado estaba preparado, la trampa dispuesta y mi presa se acercaba segura de ser la cazadora y no la presa.

La puerta se encontraba abierta, las luces apagadas, ella entró preguntando por mi, cuando entro en la habitación me coloque a su espalda y le vendé los ojos con un pañuelo de seda.

No te preocupes cariño.- le dije.

– a partir de ahora déjame dirigir a mi, ya tendrás tu momento de mandar.

– Mi dedo índice hizo un lento paseo desde la nuca hasta un poco más debajo de donde acababa su escote trasero, note que estaba cálido y eso me excito, pero tenía que tomármelo con calma.

La dirigí hacia una mesa que había preparado en la habitación. Ella seguía sin poder ver absolutamente nada.

¿Seguro que todo esto es necesario? ,preguntó ella.

Cuando terminó la pregunta noto algo húmedo en la boca, – Lame primero. – le dije.- Ella paso su lengua saboreándolo bien.

– Ahora muerde y degústalo en la boca.- lo mordió, primero con miedo, lo mastico bien y lo trago.

– ¿Te gusta?.- Sí.- contesto ella.- ¿Qué son?.

– Fresas, con champán.- le conteste, ¿ quieres otra?.- Sí por favor.- Abre la boca, pero esta vez no muerdas.

– Esto no es fresa.- No es plátano con nata.- Que rico, quiero más. – Vamos a dejar algo para después, ven, la levante de la mesa, y la dirigí a la cama, esta vez mi mano esta por debajo del vestido tocando su culo, por supuesto no llevaba bragas.

La acosté, moje mi dedo en champán y se lo di a chupar, con la otra mano le quite el vestido, no me costó mucho, era solo mover los dos tirantes a los lados, ella hizo el resto con un movimiento sensual de caderas y cintura.

Me retiré un momento para desnudarme yo también.

Ya estábamos, casi, en igualdad de condiciones.

Tal como estaba ella, boca arriba, le pedí que sintiera lo que sintiera no se moviera.

Al rato ella empezó a sentir como la mojaba con un líquido frío, primero el cuello, el valle de sus senos su ombligo, y la mayor parte iba a parar su entrepierna, solo se estremeció pero obedeció y no se movió, al rato mi lengua fue secando ese líquido, primero su cuello, luego el valle de sus senos, donde me entretuve un poco, en sus bellas montañas coronándolas mi lengua un par de veces.

Seguí mi recorrido por su ombligo, y llegue a mi meta su entrepierna.

Ahí empecé a chupar y lamer como un loco, primero sus muslos, que ya estaban secos, pues no los había mojado, luego me fui acercando, poco a poco a su clítoris.

Y ahí fui donde lamí y chupé con más fuerza, mi lengua se fue introduciendo en ella, cada vez más profundamente.

Ella no pudo resistirse más, me jalo de los cabellos, y me empujaba más hacia ella cada vez más rápidamente.

Se vino en mi y yo la bese con fuerza en la boca, con sus líquidos calientes aún en mi boca.

¿Te ha gustado?. – Le pregunté.

– Mucho, ¿qué era?.

– champán francés, ¿quieres probarlo?.

– Sí, por favor, tengo sed.- Le di a beber una copa de champán.

– ¿Tienes hambre?.- No mucha.

– Prueba esto, haz lo mismo que antes, chupa, pero no muerdas.

– Empezó a chupar, hasta secarme de mi pene el champán con que lo había mojado.

– Esto no es ninguna fruta, pero me gusta.- sonrío pícaramente.

– Pues sigue, ahora no me dejes a medias.

– Ella empezó a chuparme el pene, era toda una experta, le pasaba la lengua, se lo introducía hasta el fondo, me estaba haciendo sentir el rey del mundo, yo no pude evitar descargar todo mi semen en su boca.

La volví a besar y me di cuenta de que se había quitado el antifaz, nos miramos a los ojos fijamente y empezamos a acariciarnos y besarnos por todas partes, todo era una masa, de sudor, saliva, semen, manos, dedos, caricias, todo se mezclaba y entremezclaba una y otra vez, mi pene se frotaba contra su concha, hasta que el pobre ya estaba firme y listo para la primera embestida de la noche.

Me puse de rodillas y puse sus piernas sobre mis hombros, su vulva estaba ante mi vista, se la fui introduciendo poco a poco, sus ojos miraban los míos, empecé a subir el ritmo, cada vez más fuerte, el bombeo se fue haciendo cada vez más rápido y aunque intente retrasarlo lo más que pude me vine en su interior antes de que ella llegara al orgasmo.

Aunque estaba cansado no podía dejar a mi fiel amante así, por lo que mi lengua volvió a dar buena cuenta de su concha hasta que ella llego al orgasmo.

En recompensa, ella volvió a la tarea de saborear mi pene con su boca.

Cuando volvió a estar listo para la batalla la detuve, había un manjar que aún no había probado y al que tenía muchas ganas.

Fui un momento a la mesa y volví con un frasco de mantequilla, unté su culo con la mantequilla, y fui introduciendo mis dedos, uno a uno, hasta que cabían todos.

Me volví a poner de rodillas y sus piernas sobre mis hombros, ella elevo un poco las caderas para tener mejor entrada por el orificio anal.

Fui introduciendo poco a poco mi pene en su ano.

El orificio se fue acoplando poco a poco a mi pene, y lo fue tragando hasta que mis bolas tocaban con sus glúteos.

Aunque se estaba de maravilla ahí dentro calentito y suave, lo fui sacando y empecé el bombeo, primero suave y rítmico, disfrutando del momento, luego lo fui acelerando mis manos amasaban sus pechos, y tuve el mejor orgasmo de la noche cuando mi semen se descargó en su interior.

La noche no terminó ahí, seguimos retozando durante toda la noche, chupando, lamiendo, besándonos, acariciándonos, nuestros cuerpos, las sábanas, el semen, la saliva, el sudor, nuestras manos, nuestro calor, habían sido dos años esperando, y había que culminar tantos deseos atrasados.

A la mañana siguiente ella estaba en la mesa donde por la noche cato las fresas y el plátano tomándose un suculento desayuno.

Lo de esta noche fue genial.- me dijo ella.

– Pues hoy te toca a ti decidir cómo hacerlo…