Capítulo 5

EL ANUNCIO – CAPÍTULO 5

  •   No tienes que temer nada. – le advirtió Silvia tumbándose junto a la chica que la miraba con sus ojos asustados. – Te gustará.

Pablo se tumbó al otro lado de ese cuerpo juvenil expuesto a su merced y comenzó a acariciarlo, desde sus pechos hasta su ano, para volver a subir y bajar sin descanso, por cada rincón de su perfecta anatomía, sin dejarse nada por rozar con la yema de sus dedos. Mientras la polla de él golpeaba su cadera derecha, Silvia seguía acariciando por el otro lado, besando sus labios o pellizcando sus pezones,

  • ¡Que gusto, joder!, ¿Me va a follar? – clamaba la chica sintiendo un extraño placer a cuatro manos, mientras ella permanecía inmóvil atada a las cuatro esquinas de la cama.

Pablo, sin contestar, subía lamiendo ese cuerpo de abajo a arriba, mientras Silvia lo hacía a la inversa por el otro lado. Una mano circundaba su seno, otra acariciaba la cara interna de sus muslos o sus labios vaginales, mientras alternadamente unos labios se posaban en los suyos y jugaban con su lengua.

Él, viendo la respiración agitada de la rubia se dedicó de lleno a ese chochito que emanaba gran cantidad de fluidos, gracias a esos dedos, que entraban y salían juguetones esparciendo ese líquido desde su pubis hasta su ano.

  • ¡Ay, Dios! – gemía de nuevo la chica.

Después de unos largos minutos de suave pero intenso placer, donde Ángela se retorcía sobre sí misma y no paraba de jadear y suspirar, Pablo mordió ligeramente su pezón, retorciéndole ligeramente entre sus dientes

  • ¡Más fuerte, más, maaasss! – Ángela suspiraba, jadeante.

Pablo se arrodilló entre sus piernas y pasó su capullo innumerables veces por esos labios vaginales, que parecían abrazarlo, pero sin llegar a meterla más que unos pocos milímetros.

La chica, sin poder controlarse, terminó corriéndose una vez más sobre esa polla que parecía querer penetrarla y abrirla como nunca, pero nunca lo hacía. Estaba tan excitada que cada caricia de ese capullo sobre su clítoris, le producía un nuevo temblor.

  • ¡Fóllame, Pablo, fóllaaameee, por favooor, te lo ruego! – exclamaba ella entre los jadeos del orgasmo que todavía le duraba.

Él, de repente se separó de ella, dejándola retorcerse sin ningún contacto y entonces la soltó un pequeño manotazo en su sensible pecho.

  • ¡AUH! – protestó ella casi en un grito.
  • ¿Quién te dijo que podrías tutearme? – soltó él levantándose de la cama.

Ella se quedó ahí atada, viendo como Pablo, colocaba a Silvia a cuatro patas sobre la cama y empezaba a follarla por detrás lentamente, abriéndole el coño con cada embestida y mirando a la chica, como diciéndole. “Cada vez que te portes mal, tendrás tu castigo” y ese se convertía en el placer de Silvia, que recibía entre gemidos aquella polla taladrando una y otra vez su húmedo coño. La rabia de Ángela se frustraba viendo cómo Pablo se follaba a otra, mientras ella permanecía atada de pies y manos.

  • ¡Por Dios, don Pablo, fólleme, no puedo más, follemeeee!, – rogaba la joven casi a punto de llorar.
  • ¿Qué crees Silvia? ¿Piensas que Ángela se lo ha ganado?
  • ¡Sí, sí, sí, uf, sí, Dios! -repetía esta mientras recibía aquellos pollazos intensos y observaba la excitación de Angela que casi lloraba de deseo.
  • ¡Don Pablo, haré lo que me pida! – gritó la otra desesperada.

Él sonriente, al escuchar esa última súplica, se separó de Silvia azotando su culo. Se subió a la cama y aprovechando que el cojín alzaba ese apetitoso coño, apuntó su polla hacia él. La sensación de calor hizo que ese duro miembro adquiriese toda su dimensión, él mismo notaba que le dolía de lo dura que estaba. Entró en ella muy despacio, muy lento, notando como cada centímetro de ese grueso cilindro abría su coño lentamente y su humedad le hacía entrar sin impedimento alguno.

  • ¡Siii, oooooh, siiiii me llenaaass. Jodeeer, qué polla tieneeess! – gritaba ella tirando de las cuerdas sintiendo cómo los músculos vaginales casi no daban abasto para abarcar ese grosor.

Pablo se separó sacándola completamente y ella entendió nerviosa, que había cometido el error de volver a tutearle inconscientemente.

  • ¡Perdón, perdón, perdón, don Pablo… no pare, no pare, por Dios! – le rogó queriéndose incorporar infructuosamente pues las cuerdas volvían a tumbarla.

Él sonrió al ver esa predisposición y volvió a clavársela esta vez con más brío, hasta el punto de sentirla totalmente metida, haciendo que él mismo abriese la boca cogiendo aire al notar ese coño tan estrecho abrazando su verga.

  • ¡Sí, joder, síiii, me mueroooo! – gritaba la chica enardecida embriagada de placer.

Pablo no paraba, a pesar de querer correrse, la famosa pastilla amarilla le permitía controlar su orgasmo y seguía perforando ese chochito estrecho, hasta el punto de tener que disminuir sus embestidas a más lentas, para no derramarse en su interior, pues a pesar del autocontrol, no era fácil caer en la tentación de soltarlo todo follándose a esa maravillosa mujer. Él seguía inexorablemente abriendo ese coño, entrando y saliendo con suma lentitud disfrutando de cada segundo y de cada centímetro de ese coño acogedor.

Ángela se retorcía sujeta a las cuerdas y se alzaba en busca de una penetración más fuerte y más rápida, necesitaba el ritmo frenético para volver a correrse. Su excitación era tal que solo quería volver a hacerlo una y otra vez y ese era el punto más placentero que hubiese experimentado jamás…

  • ¡Vamos cabrón!,¿no sabes hacer más? ¿Tan viejo eres que no puedes darme más fuerte? – le gritaba ella desesperada sin pensar en nada más, con todo el placer acumulado y descontrolado.

Esta vez Pablo no salió de dentro de ese abrigo, ni siquiera por las insolentes palabras de la chica, sino que continuó con su ritmo lento sabiendo que esa rubia estaba totalmente fuera de sí. Él lo disfrutaba todavía más viéndola gritar, sabiendo que había pasado la frontera, era suya y eso le hacía sonreír victorioso.

  • ¡Dame fuerte joder que me vas a matar!, ¡Por favor, por favor, por favor! – repetía la otra sacudiéndose entre las cuerdas.

Pablo se apiadó de ella y sujetando con fuerza su cintura empezó un enérgico mete y saca totalmente desbocado, penetrándola hasta que Ángela prácticamente volaba sobre la cama, con su cuerpo totalmente arqueado y sus manos sujetas con fuerza a las correas oscilando sobre ellas.

  • ¡Siiiiii, siiiiii jodeeeer, como follas, cabronazooo, que corriiidaaaa, siiiii! – gritaba ella, incapaz de recordar el número de orgasmos que llevaba en esa loca noche.

Cuando él se separó de la joven, un chorro de flujo salió del coño de la chica bañando todo su pecho

  • ¡Joder, jodeeeeer, esto no me había pasado nuncaaaaa! – decía ella extrañada ante ese liquido transparente que salía de su sexo disparado de forma incontrolada.

En ese momento empezó a temblar extrañamente y entre Silvia y Pablo la desataron, para calmarla unos instantes hasta dejarla tumbada, rendida y feliz por recibir tanto placer.

Una vez calmada, Pablo seguía con su polla completamente tiesa y dura, sin duda esas pastillas eran buenas, pero necesitaba descargar de una vez. Puso a Silvia a cuatro patas sobre la cama y poniéndose en el borde empezó a bombear su coño por detrás, follándola con energía, pero a ritmo lento, mientras la sujetaba por las caderas. Él disfrutaba de ese nuevo coño con la misma intensidad que el de la joven rubia, disfrutando de las curvas de ese cuerpo experimentado de Silvia, que bailaba marcando el ritmo. Ella misma acompasaba cada movimiento, en un puro baile, haciendo que la pelvis chocara contra ese culazo de forma intensa. Sin desmerecer la belleza y el joven coñito de la rubia, Silvia era su mejor elección, la mujer perfecta para él y la follaba con ganas, sintiendo ese coño apretándose a su inflamada polla. Además, ella hacía todo lo posible por apretar sus músculos vaginales haciéndole notar a él como esas cálidas paredes le abrazaban con fuerza.

  • ¡Cómele el coño a Ángela! – ordenó él.

Silvia apoyando sus codos entre las piernas de la rubia, empezó a lamer ese coñito que seguía empapado y que hizo temblar a la otra de nuevo, sujetando su cabeza mientras esa boca la devoraba.

  • ¡Joder tía, que bien chupas! – gritaba Ángela atónita de tanto placer.

Pablo viendo aquello aceleró el ritmo sujetando las manos de Silvia a su espalda, aferrándose a sus muñecas y cada embestida hacía que su boca chocase contra el coño de la joven, que emitía pequeños hipidos al sentir esa cálida lengua chupando su rajita.

En ese momento, Pablo ya no podía aguantar por más tiempo y sacando la polla de ese cálido coño, ordenó a las chicas arrodillarse en la cama, mientras él de pie, al borde se pajeaba viendo sus cuerpos desnudos, tan hermosos, brillantes por el sudor, el primer chorro salió disparado chocando contra la cara de Ángela. Apuntó de nuevo y el segundo fue a la cara de Silvia, así sucesivamente, innumerables chorros fueron saliendo sin cesar, parecían no acabar nunca, hasta el punto de que Pablo se sorprendió de ver la cantidad de semen que bañaba esas caras, impactando en sus ojos, sus bocas, resbalando por sus curvilíneos cuerpos, hasta que los tres quedaron exhaustos tendidos sobre la cama.

Las chicas, queriendo complacerle, empezaron a lamerse las caras mutuamente recogiendo esos chorretones que embadurnaban sus respectivos rostros, mientras Pablo tumbado acariciaba agradecido sus redondos culos.

  • ¿Me he ganado el conjunto? – Preguntó entonces Ángela sonriente, arrodillada frente a él, mostrando ese cuerpo desnudo y brillante.
  • Si pequeña, si, lo has ganado, aunque todos sabemos que no venías exclusivamente a por ese regalo, ¿o no?
  • Y tanto… don Pablo, debería ser yo quien se lo regalase. En serio, estaría dispuesta a pagarles, menuda sensación, todavía me dura por todo el cuerpo. ¿Podremos repetir? Estoy a sus órdenes.
  • Podremos. Todo a su tiempo. Ahora descansad. – dijo él sonriente y victorioso, por haber conseguido su primer equipo de trabajo, dándoles un beso en cada una de sus frentes y las chicas se tumbaron en la cama.

Dejó a las chicas durmiendo, mirando su reloj que marcaba las tres de la mañana. Sin duda la jornada había sido provechosa y altamente gratificante, pero intensa, quizás demasiado. Al fin y al cabo, el estudio era así, el entrenamiento formaba parte de él y requería de ese primer paso tan intenso. Tras revisar los pedidos que le iban llegando solicitando sus servicios, con las peticiones más variopintas. Él fue descartando hasta quedarse solo con los más interesantes. Rechazar importantes sumas, por peticiones concretas era difícil, pero él quería un equipo pequeño y bien entrenado, sin duda podría contar de momento con las dos chicas que dormían plácidamente sobre la cama y posiblemente alguna otra chica, pero de momento quería centrarse en ir paso a paso en este laborioso proyecto, siendo Silvia la principal carta con la que contaba, ya que había superado con creces todos los retos y pruebas… pero Ángela también llevaba un buen camino, aunque debido a su juventud, sería algo más difícil domarla. Intentó recomponerse y que nada de su plan se derrumbase por ir demasiado acelerado, se tumbó en la otra cama grande que poseía esa lujosa suite hasta quedar dormido.

La mañana le despertó con los primeros rayos de sol entrando por la ventana. Al mirar su móvil, se dio cuenta de la cantidad de pedidos que se le acumulaban en la bandeja de entrada. No estaba seguro de poder abordar todas esas peticiones, pero había alguna más que curiosa, que incluso iba más allá de todo lo planteado en su decálogo sexual. Él siempre era muy metódico en todo, pero no descartaba salirse del guion, porque había opciones muy interesantes.

Pidió un desayuno para los tres y ambas chicas salieron desnudas a abrir la puerta siguiendo la petición de Pablo, que sonreía al ver a Oliver, el joven botones, nervioso y alucinado al encontrarse a esas dos bellezas en pelotas en la puerta, a duras penas, empujó el carrito hasta el interior de la habitación, intentando ocultar infructuosamente la tremenda erección que ocultaba su pantalón.

  • ¿Todavía aquí? – preguntó Pablo al ver al chico empujando el carrito.
  • Bueno, mi turno acabó hace horas… pero me he quedado por si necesitan cualquier cosa. – repetía el joven ilusionado.
  • Gracias por esa entrega. – añadió Pablo agradecido.
  • ¿Necesitan algo más? – preguntó el chico sin dejar de mirar alternadamente a un cuerpo y otro de esas bellezas que empezaban a picotear o más bien, devorar, el desayuno que les había traído, sin duda le había dejado impactado el polvo de la noche.
  • Gracias Oliver. De momento eso es todo – dijo Pablo metiendo en el bolsillo del chico otra generosa propina.

Oliver abandonó a continuación la habitación echando un último vistazo a esos culos tan majestuosos.

  • Mañana tengo turno de noche. – dijo el chico esperando recibir algún que otro sorprendente regalo.

Cuando el chico abandonó la habitación, los tres se echaron a reír y hambrientos, degustaron aquel suculento desayuno. Una vez que terminaron, Pablo les habló de su siguiente proyecto. No quería atosigarlas, pero tenía claro que debería empezar por algo y no estaba muy seguro de que todo aquello las bloquease:

  • ¿Vamos a follar, don Pablo? – dijo la joven queriendo empezar otra jornada frenética de sexo mientras le escuchaban atentas.
  • No, de momento no. Ahora deberéis ir a casa a descansar. Os voy a necesitar para esta noche totalmente en forma y a ambas. Dijo mirando esas caras expectantes.
  • ¿Vamos a volver aquí? – preguntó Silvia terminando de tragar un buen trozo de croissant.
  • No, de momento tenéis que cubrir un pedido especial. Os informaré detenidamente. Estoy ultimándolo.
  • ¿De qué se trata? Adelántenos algo.

Pablo miró atentamente a ambas chicas desnudas, sintiéndose orgulloso de que formasen parte de ese equipo, sabiendo cuánto lo iba a disfrutar él mismo, además le supondría un importante aporte económico. Tras un bocado, siguió relatando:

  • Tendréis que vestiros elegantes y sexys. Nuestro cliente es un hombre muy exigente con todo. Estáis de momento invitadas a una cena muy especial. Si lo hacéis bien, podréis tener una buena recompensa económica, además del disfrute personal.
  • ¿En serio? – dijo la rubia. – ¿pero sólo vamos a cenar?
  • Bueno, eso queda por contratar, es un cliente muy raro, todavía no sé lo que quiere exactamente.
  • ¿Entonces estoy contratada también? – preguntó la rubia.
  • Sí, Silvia por el camino a casa, te irá comentando los detalles y en esta carpeta está tu contrato, si estás dispuesta a participar, claro.
  • Ni lo dude, don Pablo. Y gracias por darme la oportunidad de ser parte de este equipo. – dijo entusiasmada la chica agarrada al brazo de su compañera.

Una vez vestidas y dispuestas a abandonar la habitación, él les comentó.

  • Es un importante encargo. No me falléis.
  • ¡No! – contestaron ambas a la vez sonrientes.
  • Cuanto más satisfecho salga de esa experiencia, mejor será su contribución al proyecto.
  • ¿Es rico?
  • Mucho. Yo estaré cerca, pero creo que ambas estáis sobradamente preparadas.
  • Cuente con ello. – dijo Ángela.
  • Por supuesto – afirmó también Silvia, sabiendo que lo iban a disfrutar, además de reportar un buen sueldo y comisiones.

Las dos chicas tras despedirse de su jefe, abandonaron el hotel y salieron en busca de un taxi. Al llegar a la puerta, se encontraron con la sorpresa de que ver que, una limusina enorme, les estaba esperando.

  • ¿Las muchachas de don Pablo?, ¿Silvia y Ángela? – preguntó el chófer, no sin antes hacerles un buen escaneo a ambas ataviadas con esos vestidos tan sexys.
  • Las mismas. – dijo Silvia admirando el porte de ese atractivo joven empleado de don Pablo.
  • Pues adelante, mi nombre es Adrián y estaré encantado de atenderlas. – dijo el chico, mientras las chicas se subían al coche con el subidón de todo lo vivido.

Nada más cerrar la puerta de la limusina, Ángela le dijo en un susurro a su nueva compañera.

  • ¡Está bueno, el cabrón!
  • No te lo vayas a follar sin permiso de don Pablo – advirtió Silvia mucho más sensata viendo que la otra iba desatada.

Tal y cómo les había anunciado Pablo, sobre su asiento disponían del nuevo contrato para Ángela y Silvia durante el largo camino hasta casa, le fue explicando minuciosamente cada detalle del proyecto en el que se veía metida, junto con ella.

  • Vaya dos putas que estamos hechas, entonces. – dijo Ángela tras escuchar esa nueva faceta en la que ya estaba envuelta.
  • Bueno, a don Pablo no le gusta esa palabra y en realidad, aunque cobremos por ello, será siempre parte de un estudio y para nuestra propia satisfacción.
  • Desde luego, si es todo como lo ocurrido en la habitación del hotel, yo estaría dispuesta a pagar, por cierto, tú no sé, pero puta, soy muy puta. – añadió la rubia.
  • Jajaja… – ambas rieron.

El chico no podía escuchar lo que hablaban porque les separaba un gran cristal blindado, pero sí que podía ver, aparte de la espectacular belleza de ambas chicas, lo bien que se lo pasaban, se divertían, incluso señalándole en alguna ocasión con algún comentario sobre él.

Una vez firmado el contrato, las dos chicas comentaron todo lo sucedido y lo que estaba por llegar, aprovechando la comodidad de esa limusina y abriendo una botella de champán que tenían a su disposición. El chofer dejó primero a Ángela, que salió del vehículo mostrando una pose de rica, no muy abundante en su barrio.

  • Ángela, pasaré a recogerte a las ocho en punto. – dijo Adrián.
  • Gracias guapo. – dijo ella lanzándole un besito seductor, haciendo que el chico enrojeciese.

Dejó después en su domicilio a Silvia y le anunció que pasaría a buscarla después de las ocho, tras recoger a la otra, pero con tiempo suficiente para llegar a la dirección del nuevo cliente. Tenían que salir de Madrid y tardarían sobre una hora en llegar a la mansión.

Cuando Silvia llegó a su apartamento ni se acababa de creer en el mundo en el que se había metido, se miró en el gran espejo del baño, observando lo guapa que estaba con esa nueva indumentaria y se sintió orgullosa de sí misma y de haber aceptado ese nuevo trabajo tan interesante y excitante.

Se dio cuenta de que, en el espejo del baño, su hermana Helena le había dejado una nota: “¿Dónde has pasado la noche, zorrón?” … me tienes que contar todo con pelos y señales cuando vuelva de trabajar.

Ella se quedó mirando esa nota y pensando, “si tu supieras…” Tras llenar su enorme bañera y poniendo música clásica se introdujo en el agua después de servirse un buen vino tinto. El calor del agua hizo que su piel se erizase y un ligero temblor recorrió su cuerpo. Lo necesitaba. Cerró los ojos y recordó con agrado como había sido su día. Se excitó al pensar en Ana, la dependienta de la exclusiva tienda de ropa. Recordaba cómo le había recorrido con su lengua, a la vez que la excitaba acariciando su coño. Esos labios posados en sus duros pezones, como los sorbía, como los lamia y como tiraba de ellos con sus dientes

  • ¡Uhmmmmmmm! – soltó al notar un cosquilleo extraño.

Cuando quiso darse cuenta, se descubrió con la mano en su coño acariciándolo muy lento, como si de una lengua se tratase. Recordó cómo la primera boca femenina, la de Ana había recorrido sin prisas sus labios para adentrarse en su coño y tras chupar su rajita, buscar su clítoris. Sus dedos ya habían alcanzado este botoncito del placer y lo circundaban sin prisa extrayendo gemidos del fondo de su garganta. Recordó esa boca caliente en su clítoris, esa lengua que lo martirizaba recorriéndolo solo con su puntita una y otra vez. Notó como se iba humedeciendo cada vez más y cómo se iba retorciendo más en la bañera. Cuando sus dedos apretaron su clítoris en un pellizco sintió como la boca de Ana sorbia su sexo y lo chupaba como una peña polla. Se sentía absorbida por esa boca. Mientras, Silvia pellizcaba su clítoris. Una corriente eléctrica surgió desde ese punto hasta su nuca y alzando las caderas tuvo un tremendo orgasmo en esa bañera.

  • ¡Siiiiiiii, jodeeeer que buenooooooo! – gimió corriéndose con aquellos recuerdos.

Cayó rendida en la bañera apretando sus piernas con fuerza para aguantar lo más posible ese delicioso orgasmo.

A poca distancia de allí, Ángela había llamado a su otro jefe de la tienda de lencería para que le concediera unos días libres, pues su nuevo destino estaba muy claro y con lo que iba a ganar, no tendría problema en pedir una excedencia. Se sonrió a sí misma tras colgar la llamada y feliz por esa nueva aventura junto a Pablo y Silvia.

Se dispuso a buscar la ropa que llevaría en esa noche tan especial, ella quería estar a la altura, teniendo en cuenta que era su prueba de fuego. Evidentemente estrenaría su precioso conjunto de lencería. Lo sacó de la caja y se lo probó, mirándose una y otra vez frente al espejo. Estaba espectacular, sus preciosas tetas se sentían aún más tiesas dentro de esas copas que realzaban ese pecho. Sus pezones intentaban atravesar la fina y transparente seda. Las braguitas dejaban entrever su depilado coñito en forma de flor realzándolo a través de esa fina seda. Los toques de encaje le daban un espectacular aporte. Se miró en el espejo y sujetando sus pechos se lanzó un sonoro beso guiñándose un ojo, diciéndose a sí misma.

  • ¡Estas espectacular, Ángela y pareces un buen putón!

La chica, vestida únicamente con esa lencería tan sexy se sentía poderosa y caminó por su apartamento con sus tacones, aprendiendo a gesticular a moverse al tiempo que volvía a releer el contrato dándose cuenta de la suerte que le había caído, por un lado, podría probar cosas que nunca antes había vivido y por otro iba a cobrar lo de todo un año en pocos días. ¿Acaso no le había tocado la lotería? Llamó a su novio para decirle que tenía que trabajar unos días para un tema de inventario… sin hacer mención, por supuesto a su nuevo proyecto ni a lo que había vivido en las últimas horas.

Silvia, en su casa, seguía rebuscando entre los nuevos vestidos eligiendo un precioso vestido de gasa verde, que se ajustaba perfecto a su pecho con una vaporosa caída hasta la rodilla. al mirarse al espejo, vio que el sujetador se notaba en exceso y se lo quitó. Se puso una tanguita verde de las recientes compras y empezó a maquillarse y a peinarse. A pesar de que aún faltaba tiempo y podía haber descansado, estaba pletórica por adentrarse en la nueva aventura que Pablo le había preparado y justo en ese momento llegó su hermana, descubriendo lo guapa que estaba y así se lo hizo saber, pero queriendo averiguar más, mientras que Silvia se limitó a decir que su jefe era un hombre serio, elegante y exigente, que sí que estaba bueno y al final tuvo que reconocer que se lo había follado, pero sin entrar en más detalles, no fue capaz de confesarlos.

  • Pues para ser un tipo serio como dices, te has puesto realmente sexy… tú nunca vistes así. – dijo la hermana viendo ese vestuario tan deslumbrante.
  • Bueno, es un trabajo que requiere que esté elegante. – respondió Silvia.
  • ¿Elegante? Parece que te vas a comer el mundo… te van a arrancar hasta las bragas, hermanita.
  • Es sólo trabajo – contestó Silvia incapaz de confesarle a Helena su verdadero fin.

Ángela en la distancia, notaba que su nerviosismo iba en aumento y aunque Pablo les había indicado que se echaran una pequeña siesta, no fue capaz y empezó a probarse modelitos, decidiéndose al fin por un precioso vestido negro. Este tenía un impresionante escote y una raja que llegaba hasta la cinturita de su braga. Nunca antes se había puesto algo así, pero si había una ocasión para sentirse pletórica, esta era una de ellas. Al darse cuenta del escote y apreciar cómo se notaba el sujetador, con mucho dolor de su corazón, decidió quitárselo. Con esas preciosas tetas el sujetador le daba un poco de vida, pero realmente no hacía mucha falta y de esa forma, se mostraba mucho más sensual.

Poco antes de las ocho, sonó el telefonillo en casa de Ángela y tras calzarse sus largos tacones, bajó para encontrarse con el chofer, que la esperaba apoyado en la limusina. Poniéndose en pie lanzó un silbido al ver ese atuendo sexy.

  • ¿Estoy guapa? – dijo ella, llegando a su altura en pequeños saltitos sabiendo que estaba arrebatadora.
  • ¡Joder, estas espectacular! – dijo el chofer.
  • Muchas gracias, Adrián. – dijo ella, apoyando su pecho en el torso del chico y dándole dos besos más que cercanos a sus labios.

Cuando Ángela abrió la puerta, se encontró con la cara sonriente de don Pablo que no podía evitar admirarla y soltar un.

  • ¡Ángela, estás divina!
  • Gracias, don Pablo. – respondió sonriente más que halagada, entrando en el coche ayudada por la mano de él.

La limusina arrancó en dirección a la casa de Silvia a la que llegaron unos diez minutos después. En ese instante, ella salía acompañada de su hermana Helena, pues quería ver desde cerca quién era ese nuevo jefe de Silvia en ese nuevo y extraño empleo. Inmediatamente Pablo se bajó del coche:

  • ¡Maravillosa, Silvia! – dijo ensalzando la belleza que deslumbraba, con ese vestido.
  • Gracias. – respondió ella agradecida.
  • ¿Y esta belleza que te acompaña? – añadió él agarrando con estilo la mano de la hermana de Silvia, para besarla en el dorso muy caballerosamente.
  • Él es don Pablo y ella es mi hermana – les presentó Silvia.

Pablo observó a la hermana mayor de Silvia, comprobando que era también muy bonita.

  • Buenas tardes, bella joven, es un placer conocerla, soy Pablo, el nuevo jefe de su hermana.
  • Hola, don Pablo, gracias por lo de joven, es para mí el placer.

Ella sintiéndose admirada y halagada con la mirada de ese elegante caballero, comprobó que ese maduro, estaba “para mojar pan”, como solía decir ella ante un tío bueno. Y, además, con solo mirarla había conseguido que se estremeciese.

  • Mi nombre es Helena y estoy aquí para servirle, para lo que necesite. – dijo ella.

Pablo, sin soltar su mano estuvo observándola detenidamente de arriba abajo y aunque vestía de manera informal, le gustó mucho lo que tenía delante, una guapa mujer que rondaría los cuarenta y tantos, pero muy bien llevados, con un bonito cuerpo y una sonrisa que derretiría a muchos hombres, incluido él, que se quedó prendado de su belleza. Irremediablemente pensó que podría servir en alguna de las ocasiones futuras para alguno de sus muchos proyectos.

  •  Le tomó la palabra, Helena, si surge alguna cosa, ¿Podría contar con usted?

Por un momento las dos hermanas se miraron y a pesar de la sonrisa de Helena, Silvia no lo tenía nada claro y dudaba si su hermana podría estar capacitada para comprender esa locura y mucho menos para adentrarse en ella.

  • Estaría encantada. – respondió Helena despidiéndose, mientras Pablo volvía a depositar sus labios en el dorso de su mano, haciendo que un manantial brotase entre sus piernas.

Girando sobre su cuerpo entró en la limusina y tras él, lo hizo Silvia tras haberse despedido de su hermana y arrancaron el coche a continuación.

  •  Entonces, Pablo ¿vienes con nosotras? – preguntó Silvia.
  •  Por supuesto, como os dije, estaré siempre muy cerca, nunca se sabe.

Mientras él respondía parecía estar respondiendo a varios mensajes en su móvil.

Las dos chicas alabaron su nueva vestimenta, ensalzó la belleza de una y de otra, pero Silvia notó que iba cambiando la cara de él a medida que leía un mensaje y le preguntó:

  • ¿Todo bien, Pablo?
  • Bueno, sí, el cliente me comentó que había cambios de última hora y eso no me gustó mucho por eso me invitó, para comentarlo.
  • ¿Cambios?
  • Sí, bueno, parece ser que quiere modificar algunos aspectos de su pedido inicial y en principio no me gusta nada. Quiere algo muy especial.

Silvia en ese momento cogió la mano de Pablo para decirle.

  • ¿Está preocupado por nosotras?
  • Bueno, sí, aunque conozco muy bien a este cliente, no sé, la idea inicial tenía un guion, que era ligárselo y follárselo y poco más
  • ¿Y no hemos venido a eso? – intervino Ángela
  • Sí, – aclaró él – pero parece que, aunque el plan le parecía atrayente, quiere jugar a su modo.
  • ¿Y qué problema hay? – insistió Silvia.
  • No, ninguno, pero no sé, pensé que íbamos a seguir a rajatabla el plan, cuando algo se me sale del guion, no me gusta.
  • Tranquilo, Pablo, confía en nosotras
  • Lo hago, pero no confío tanto en él.
  • Haremos un buen trabajo y daremos cuenta de todos los detalles.

Pablo le agradeció con un pequeño beso en sus labios el que ella no pusiera objeción a ningún cambio de última hora.

  • Bueno, espero que no sea nada relevante, quiero comentarlo directamente con él. Es un cliente al que conozco, por eso estoy tranquilo.
  • Por nosotras, mejor venir acompañadas, pero estamos abiertas a cualquier cambio. ¿Verdad Ángela?
  • Claro que sí. – respondió la otra totalmente convencida.

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

Continúa la serie