Capítulo 13
EPÍLOGO – EL SECRETO DE MI ÉXITO (Pablo)
Aun no me creo estar aquí tumbado en la suite del hotel, en el que no hay ruido, no hay gente deambulando…y aquí estoy más que satisfecho y relajándome por fin después de todo este año tan ajetreado, en el que mis chicas han dado el 100%… ¿qué digo? ¡El 300%! Mucho más de lo que nadie esperaba y sorprendiendo a todos… a mí el primero. Y me parece mentira cómo ha pasado todo este tiempo, tan deprisa como si fuese ayer el día en el que comencé esta aventura y contraté a Silvia para este proyecto, mucho más que un nuevo experimento social y sexual. Ni yo mismo creía haber alcanzado ese nivel de complicidad, hasta el punto de tener que renunciar a muchos proyectos, porque la demanda superó lo imaginable casi todo ha sido gracias a ellas, pero en especial a Silvia, mi baluarte… No niego también la entrega de sus compañeras infatigables que han seguido sus pasos y su tutela. Pero de quien más orgulloso estoy es de Silvia, sin ella, nada de esto hubiera sucedido.
No dejo de pensar en aquella chica tímida que apareció tras un anuncio nada convencional y que prueba a prueba se fue esmerando y superando a sí misma, hasta conseguir ser la mejor, la más deseada.
Bueno, por fin mi editor me ha confirmado el éxito de ventas con la publicación del libro en el que explico cada caso, argumentado con cifras, gráficos y experiencias de los protagonistas todas esas experiencias. No sé cómo resumir el resultado del estudio, pero se puede decir que ha resuelto en grandes rasgos muchas dudas, incógnitas, hándicaps y tópicos que a priori se planteaban como seguros. En muchos casos, todas esas teorías le han dado la vuelta a la tortilla” … pero ¿qué se puede sacar en conclusión? Que los humanos nos movemos por instintos, que nuestras ideas preconcebidas pueden cambiar de raíz, que el egoísmo conduce a las personas al caos y la depravación, llevándolos a la infelicidad. Sin embargo, todo puede estar más cerca de lo que creemos. hemos de ser libres y vivir nuestra libertad. las ataduras solo llevan al deterioro de las relaciones. nadie debe pertenecer a nadie, para que la vida sea perfecta.
Podría profundizar y extenderme en los matices del estudio, pero eso lo dejamos para aquellos, miles de lectores que tendrán que valorar este, porque ni yo mismo saco una sola conclusión. Sí, estoy feliz, totalmente eufórico, aunque triste al mismo tiempo. Eufórico porque las más de trescientas páginas del estudio me han llevado a cosechar este éxito personal y profesional… casi social… en el que he recibido felicitaciones de muchísima gente, también me ha llenado los bolsillos, para qué vamos a engañarnos. Y triste, sí, muy triste por tener que separarme de esas mujeres impresionantes. Sobre todo, de Silvia a quien he tomado algo más que un especial afecto.
Es inevitable recordar ese día que la vi en la cafetería preparada para esa famosa entrevista conmigo… y sin que por fuera despertara ninguna expectativa. Cómo se metió tan decidida en aquel autobús para que varios desconocidos le metieran mano, como gracias a Ana en aquella primera boutique, pude descubrir ese filón que era Silvia y es que sus ojos siempre me indicaron que iba a ser algo increíble como así ha sido.
No puedo olvidarme de Ángela, ¿qué es eso, un ángel…? la más joven en este proyecto, la que tenía un espíritu más libre, pero que de la mano de Silvia fue ascendiendo hasta más allá de lo que ella misma se veía capaz. Silvia por su parte necesitaba alguien en quien poder sujetarse, alguien que guiase sus pasos, que le hiciera sentirse segura, primero su férrea confianza en mí, pero también en esa joven alocada a la que ella misma debía domar. Y, por otro lado, cómo no, Helena, su hermana mayor, que no sólo ayudó en el proyecto sino a la propia Silvia a comandar todas y cada una de las sesiones programadas, hasta más allá de lo que ellas mismas conocían la una de la otra.
Es inevitable sentir añoranza de todos esos momentos vividos y de todas las vicisitudes pasadas durante el año. Ahora quiero adentrarme en nuevos proyectos, todavía no sé ni cuales, pero seguramente viajaré por medio mundo. Soy lo que se dice… “un culo inquieto”
Ahora, lo que más me gustaría es reunirme con las chicas. Para esto, saco mi iphone marcó primero el teléfono de Ángela:
- – Ángela, soy Pablo, ¿Qué tal estás? – le pregunto.
- – Bien, estoy de maravilla.
- – ¿Dónde andas ahora?
- – Pues estoy en el Caribe, rodeada de esas bellezas que me enseñaste a valorar.
- – Jajajajja que golosa eres. ¿Te llegó la última transferencia?
- – Sí, todo OK, jefe… Muchas gracias. Qué pena que todo se haya terminado.
- – Bueno, ahora toca disfrutarlo. Te llamaba para poder cenar un día, voy a desaparecer por un tiempo.
- – Vaya Pablo, me encantaría y te lo agradezco, pero no tengo intención de volver en unos cuantos meses. Estos chicos tienen cuerda para rato.
- – Me imagino que estarás disfrutando a tope el momento y la verdad es que te lo has ganado.
- – Gracias, pero nos veremos en otra ocasión, oh…. en alguno de tus futuros proyectos, ya sabes que puedes contar conmigo.
- – Claro Ángela… ahora disfruta y ten cuidado no te desgarren jajajaj
- – No me importaría y que sepas que aquí hay unos nativos que tienen buenos pollones. Si quieres hacer un estudio, hay mucho material, jajaja…
- – Lo apunto. Ángela, preciosa… un besazo y cuídate.
- – Otro beso para ti y gracias por darme aquella oportunidad…
No quiero soltar la lagrimita y cuelgo. La primera llamada ha sido un pequeño fracaso, aunque ya me imaginaba que Ángela y sus ganas de volar, no le iban a traer al nido en mucho tiempo, aunque me alegro mucho por ella. Esa chica se merece todo, por su buen hacer y su disciplina, por ir siempre más allá de lo que casi ninguna otra hubiera siquiera intentado.
Busco en mi agenda a Helena que contesta con su simpatía de siempre.
- – Hola Pablo… Te echaba de menos.
- – Hola Helena, ¿Qué tal estás? ¿Bien?
- – Si, Pablito cielo, la verdad estoy fenomenal, aquí cuidando de mis vástagos y disfrutando de ellos, ahora además me puedo permitir estar con ellos todo el tiempo que quiera. Desde que me divorcie mi vida a cambiado y ahora, gracias a ti, me puedo permitir cuidar de mis hijos y más de un capricho, no sólo de carne y hueso…jajaja
- – Ten cuidado con los jovencitos que enganchan…
- – Sí, jajaja… ah por cierto gracias por ese ingreso que recibí de mi porcentaje de las ventas del libro. Eres un cielo.
- – Las gracias te las doy a ti, Helena. Recibirás uno cada mes. Y me alegra mucho que puedas disfrutar de tu nueva vida junto a tus hijos y tus nuevos chicos. Pero recuérdame, ¿quién es el que mejor te ha follado?
- – Indiscutiblemente, tú, Pablo y cuando quieras me das un toque y ahí estaré preparada para lo que me pidas.
- – Bueno algo así quería pedirte. Quería hacer una cenita con vosotras para celebrar y para despedirme porque quiero hacer unos cuantos viajes.
- – Vaya, ¿y cuando te vas?
- – Dentro de unos días.
- – Uf, me encantaría, pero ahora estoy con los niños en París. Se lo había prometido.
- – ¡Vaya!
- – ¿Por qué no la dejamos para más adelante? Y ahora puedes llamar a mi hermana. Es a Silvia a quien le hace falta esa cena. Nos llamamos hace unos días, pero ahora no sé nada de ella. No sé por dónde anda, creo que es la que más echa en falta seguir en tu proyecto. Todas nos quedamos enganchadas, pero ella la que más
- – Vale, pues muchas gracias, Helena, ahora la llamo. Oye, espero que seas muy feliz.
- – Muchas gracias por todo, Pablo, tú me enseñaste que la vida es corta y si queremos es fácil. Me diste la oportunidad de vivir, de disfrutar y de sentirme una mujer plena. Te lo agradezco y nunca lo olvidaré, de verdad.
- – Joder, me vas a hacer llorar, Helena. Un besazo muy fuerte, pero oye, creo que fue al revés y fuiste tú quien me enseñó que la vida es corta y hay que vivirla a tope.
Tras colgar me quedo recapacitando… y sí, he dejado demasiado tiempo sin haber resuelto esto y haber podido quedar con las tres chicas. Sin duda, este estudio ha cambiado la vida de todas ellas y les ha dado una perspectiva más simple, más real de la vida y a mí, el primero. ¡Sí, joder!, a mis casi 60 años, empiezo a ver las cosas de otra forma y sobre todo a vivir.
Llamo a Silvia, no sin una congoja en la boca del estómago. Apenas han pasado unas semanas, pero tengo unas ganas locas de verla, de hablar con ella y de sentir el calor de ese cuerpo pegado al mío. Silvia me ha calado hondo y eso que nuestra relación se podría decir que ha sido ¿estrictamente profesional?
- – Hola Silvia. – digo en cuanto descuelga.
- – ¡Pabloooo, que gusto escucharte!, ¿qué tal estás? – dice ella.
Tardó unos segundos en contestar, porque el sólo hecho de escuchar su voz ya me la ha puesto dura… Esta mujer definitivamente tiene algo especial, por eso tantos y tantos querían unos minutos con ella… pero no sólo ha conquistado a todos ellos, a mí también.
- – Muy bien, gracias, Silvia. ¿Dónde te metes? Tu hermana me ha dicho que no te localiza hace unos días.
- – Uf, sí, acabo de llegar de Ibiza…
- – ¿Una nueva visita con los condes?
- – Que listo eres… Pues sí… Me presentaron a más gente y he pasado una semana genial con ellos. No veas qué fiestas se montan.
- – Entonces, estarás agotada.
- – Para ti nunca, Pablo.
Ese tono de voz meloso junto a esas palabras, me desarman del todo.
- – Verás, estaba pensando en celebrar los resultados del estudio. Pero ni Ángela ni Helena pueden, están fuera y yo quería desaparecer una temporada.
- – ¿Te vas, Pablo? – noto cierto temblor en su voz.
- – Si, quiero recorrer el mundo… por eso ¿te apetecería una cena?
- – Claro encantada, ¿cuándo sería?
- – Esta misma noche, ¿para qué esperar?
- – Perfecto, me encanta la idea. ¿a qué hora pasarás por mí?
- – Pues yo creo que sobre las ocho estará bien.
- – Perfecto, te espero.
Nada más colgar, tengo que sacar mi polla del pantalón y menearla unas cuantas veces y en bajito, pronunció ese nombre: “Silvia” aunque suene petulante o parezca un asqueroso engreído, he follado con cientos de mujeres, a cada cual más bella, pero absolutamente ninguna como… Silvia.
Inmediatamente hago unas cuantas llamadas, primero para reservar en el Rubaiyat, y después hago lo propio en El Florida Retiro, en donde siempre tienen una mesa reservada para mí y donde rematamos la noche con una copa.
En el armario veo mi gran colección de trajes y lo primero que pienso, es que debo ponerme uno de los favoritos de Silvia, pero lo dejo para después. Sin duda, ambos nos conocemos bien, lo suficiente para saber nuestros respectivos gustos, ¿realmente conocemos nuestros sentimientos? El mío aún no lo tengo claro, pero ¿el de ella hacia mí?… aún menos.
Me voy a la ducha, en donde no dejo de pensar en esa mujer y en sentirla, sus roces, su voz, sus besos… lo que no hace aumentar la tensión en mi miembro que agarró con fuerza, sintiendo su dureza, pero tras dos o tres meneos, me detengo, no quiero gastar mis “balas” inútilmente y me concentro en la ducha. Tras secarme, me rocío con ese desodorante corporal que tanto le gusta a ella…
Desnudo, frente al espejo, sonrío y me veo como un adolescente en su primera cita, es curioso… Me afeito y me perfumo. Miro en el armario y saco ese precioso traje negro de Armani. Pícaramente, decido no llevar ropa interior. Una corbata de seda roja brillante cierra el cuello de una impecable camisa blanca. Me miró una vez más al espejo, atusándose el pelo y no escondo esas canas que son uno de mis puntos fuertes. Una vez en el garaje me decido por mi lujoso Mercedes AMG coupé, rojo y en unos minutos estoy en doble fila bajo la casa de Silvia, le hago una llamada.
- – Silvia, estoy en la puerta.
- – Dame dos minutos.
No me importa esperar, porque sé que eso merecerá la pena y no me equivoco, cuando Silvia aparece por la puerta de su portal, está realmente espectacular. Lleva el famoso vestido rojo que Ana escogió para ella en nuestra visita a su showroom… ¿Llevará ropa interior o nada como entonces?
Inmediatamente salgo del coche y me acerco a la otra puerta que abro, esperándola, mientras la veo caminar hacia mí, marcando sensualmente el movimiento de sus caderas y el sonido hipnótico de sus finos tacones en el asfalto.
Silvia apoya su mano en mi pecho y se acerca lentamente hasta que noto el aroma de su perfume.
- – ¡Qué guapo! – me dice.
- – ¡Tú estás para comerte! – contesto yo notando la tensión en mi entrepierna.
De un solo movimiento con mi brazo, la atraigo por la cintura hacía mí, notando el calor de su cuerpo, a la vez que un ligero temblor. Resulta chocante, nos conocemos demasiado, como para sentir esos nervios, pero parece que para ambos sea nuestra primera vez y me enciendo, con la sola idea de… ¿cómo puede acabar la noche? Mientras la siento pegada a mí, dándole un piquito en los labios pintados de rojo.
- – Silvia, Estás preciosa, soy el hombre más afortunado de Madrid.
- – Jajjaja ¿qué querrás, adulador? – dice ella haciéndose la inocente.
Tras morderme el labio por no follarla allí mismo en medio de la calle, le extiendo mi mano y de esa forma única se mete en el coche mostrándome sus largas piernas, pongo rumbo a Rubaiyat.
- – ¿Dónde me llevas pillín? – me pregunta, recolocando su escote en el que veo que sus pezones se marcan ostensiblemente.
- – A tu perdición, jajjaja.
Llegamos al restaurante y tras entregarle las llaves al aparcacoches, el metre nos acompaña hasta la mesa reservada, discreta y apartada, como había pedido. De nuevo me siento orgulloso de ser su acompañante y cómo todos los hombres le miran con envidia.
– ¿me has echado de menos? – le pregunto, observando ese rostro iluminado que tengo frente a mí y en especial el brillo espectacular de sus ojos.
- – Si, mucho, Pablo, ¿tú a mí?
Esa conversación, medio en broma, lleva implícito mucho más y ambos lo sabemos.
- Te he traído una cosa. – le digo y ella se pone muy contenta.
Busco en el bolsillo de mi americana sacando el famoso huevo vibrador.
- – ¿Te acuerdas?
- – Jajjaja como para no, pobre Ángela. – dice ella riendo y tomándolo entre sus dedos.
- – ¿Te atreves?
- – ¿Lo dudas?… – dice segura – trae, dámelo, me quedé con las ganas aquella vez.
Silvia, lo chupa mirándome fijamente a los ojos, sin importarle lo más mínimo que cualquier otra mesa se haya fijado y bajando su mano, lo introduce en su coño, lo que me confirma que no lleva nada debajo del vestido.
- – Eres tremenda. – le digo sonriente.
- – Y tú un cabrón incorregible que me pone cachondisima.
En ese instante accionó el dispositivo en mi iphone y lo pongo a mitad de potencia. Silvia lanza un suspiro entrecerrando los ojos.
- – ¡Hummmm que rico se siente, Pablo! – me dice ella suspirando.
- – Lo dejaré ahí despacito, quiero que esta noche sea especial.
- – ¿Ah sí? – dice ella mordiéndose el labio pues aún tiene ese temblor constante en su sexo.
- – No lo dudes.
Silvia acerca su mano para acariciar mi mejilla a la vez que me guiña un ojo.
- – Estoy segura de que será especial. – me dice.
Me siento afortunado… ¿Cuántos hombres pagarían toneladas de dinero por follarse a esta preciosidad, con ese currículo? Y ella va a ser mía, exclusivamente mía.
El ritmo del huevo es perfectamente soportable a ese nivel, lo sé de fijo, pero ella confiesa.
- – Me estoy mojando.
- – Y yo estoy empalmadísimo.
- – ¡Uffff, Pablo! – vuelve a morderse el labio.
El camarero se acerca a la mesa, momento que aprovecho para subir un poco el nivel, sonriendo a Silvia, que se tapa la boca con la servilleta y puedo notar sus carrillos encendidos.
Pedimos un pulpito a la gallega para compartir como entrante y yo una tirita de picana mientras ella prefiere un “steak tartar”, aunque se lo tengo que traducir al camarero, pues ella entre temblores apenas puede pronunciarlo. Lo regamos todo con una botella de vino tinto, “Pago de Carraovejas”, mi favorita y tras los postres y unas risas, rememoramos cada una de las” pruebas” que han pasado en ese estudio, algunas sublimes, otras apoteósicas y muchas sorprendentes.
Silvia está especialmente feliz, lo noto en su mirada recordando todas esas cosas… qué lejos queda aquella modosita mujer que se presentó en la cafetería un año atrás y ahora ha pasado por cientos de experiencias. ¿Y yo?… me encuentro en una vorágine de sensaciones, hablando con ella, tan a gusto, que el tiempo pasa sin darme cuenta y notando cómo mi excitación va en aumento con ganas de sentirme acoplado a ella, pero de forma literal.
- – He pensado tomar una copa en “El Florida” – le comento.
- – Claro. Me parece genial.
- – Pues vamos.
- – Pero Pablo, apaga el aparatito, que se me va a escapar.
- – Estoy seguro de que puedes dominarlo a media potencia.
- – ¿Eso vas a incluirlo en el estudio?
- – No, eso lo quiero comprobar en tu mirada. ¿Eres capaz?
- – ¡Jodeeer, uf…! – dice notando que he aumentó el nivel – no sé, lo intentaré.
Montamos de nuevo en mi coche en dirección al retiro y una vez dentro de la discoteca nos acompañaron a la zona en donde las mesas estaban dispuestas en semicírculo y la verdad que no había mucha gente. Nuestro sitio, también muy discreto, estaba al final y no teníamos a casi nadie alrededor.
En el momento de pedir nuestros “Gin tonics” favoritos, aprovecho, ante la llegada del camarero para darle otra sesión al aparatito que guarda Silvia en su sexo a través de la aplicación y ella cierra sus piernas y sus ojos… mientras disfruto del momento, como en los viejos tiempos.
- – ¡Cabrón! – me dice moviendo los labios, mientras el camarero nos sirve ajeno a todo, aunque nota que ella está inquieta.
Mientras compartimos esa copa, también lo hacemos rememorando momentos únicos de todo este año y que a ambos nos enseñaron tanto, porque sí, los dos hemos aprendido uno del otro, trabajando juntos… y follando juntos, naturalmente.
No me olvido de ensalzar sus valores, no sólo físicos que saltan a la vista, sino su capacidad de control y de dar placer y recibirlo a partes iguales, ella hace lo propio conmigo, valorando esos momentos vividos entre ambos y que tanto hemos disfrutado.
Así de perfil, mientras ella mira a la pista, me siento tentado a besarla… acerco mi cara y acarició su nuca con una suave cadencia, recreándome del momento y deslizando mis dedos por su rostro, llegó a su boca, metiendo dos de mis dedos dentro, van cargados de su esencia. Ella con su lengua, los lamé. Sin dejar de mirarme fijamente, los chupa con deseo y esos ojos vidriosos de Silvia me invitan a lanzarme… Acercando mi boca a la suya comenzamos un beso muy lento y muy húmedo. Nuestras lenguas se buscan continuamente en una danza ligera que nos va calentando por momentos. Cuando ella sujeta mi cabeza con sus manos, queriendo que ese beso no termine, indica lo cachonda que está.
- – Niña, no sé qué hacemos aquí. – le digo con mis ojos muy cerca de los suyos.
- – Eso mismo digo yo.
- – ¿Vamos a mi casa o prefieres la suite? – le pregunto jugando con su rodilla y buena parte de su muslo desnudo.
- – Mejor tu casa. Para mí es fenomenal, tienes piscina y sabes que me gusta bañarme desnuda de noche.
- – ¡Uf, vamos que como sigas diciéndome cosas así no llegaremos! – digo levantándome y tirando de su mano nos encaminamos a la calle.
Arrancamos el Mercedes con esa calentura de ambos, muy por encima de lo que pudiéramos controlar y eso que los dos habíamos entrenado esa parte, pero estamos sedientos el uno del otro, no hay duda. Nada más llegar al garaje no puedo resistir la tentación de volver a besar a Silvia a la vez que bajó un tirante de su vestido para descubrir la forma armoniosa de su pecho.
- – ¡Ahh, Pablo! – jadea ella con su labio mordido por mis dientes y mis dedos dibujando la forma de esa perfecta teta que asoma fuera del vestido.
Muy lentamente empiezo a acariciar todo ese terso pecho, rodeando sus formas mientras paso la palma de mi mano por ese duro pezón que casi se me clava de lo duro que está, lo rodeo con mis dedos para pellizcar con ternura. Al contrario de otras veces de apretarlo, morderlo, golpearlo… ahora me entretengo en acariciarlo, de sentir esa tersura con mi tacto suave y lento.
- – ¡Ah! – resopla ella cerrando los ojos.
Mi boca baja hacia esos pechos que empiezo a besar, a lamer y a sorber, con cariño, recreándome lentamente en ese pezón, rodeándolo con mi lengua, envolviéndolo en ella para succionarlo después. Mi otra mano se cuela entre sus piernas y dibujo la forma de sus labios mayores, hasta encontrarme con el famoso aparatito que tiene atrapado en su sexo y tirando de él noto como sus músculos lo succionan, al extraerlo lo llevo a su boca, para que ella misma lo chupe… algo muy erótico, al tiempo que mis dedos ocupan el lugar en el que estuvo el juguete, lo que hace que ella resople de nuevo. Saco mi mano chorreando y esta vez soy yo el que la lame delante de su cara, ella sujetándome por la muñeca chupa junto a mí ese maravilloso elixir que impregnan mis dedos
De nuevo mi mano vuelve a acariciar ese coñito sin ninguna prisa, descubriendo cada pliegue y sólo rozando levemente el clítoris, que está muy sensible a tenor por el ruido que sale de su garganta.
Silvia está excesivamente cachonda, lo noto al sentir cómo se retuerce sobre el asiento, buscando que esos dedos la penetren al máximo, pero, no, aun quiero seguir sintiendo la forma de esa rajita cálida y húmeda entre mis dedos. Repaso esos labios sin prisa, pero sin pausa. Mi otra mano, sigue en su pezón, rodeándolo y pellizcándolo con suavidad, a la vez que entierro mi lengua en su boca con gran ímpetu, el mismo que ella aplica en ese contacto continuo de un beso apasionado.
Mi dedo corazón se adentra en el coño, sin dejar de besarla hasta que ella abre los ojos y noto ese brillo tan especial. Sé que no puede más…
Ahora sé que es el momento de recrearme en su clítoris, haciendo bailar mi dedo sobre él de forma pausada, como si de la más lenta de las canciones se tratase. Continúo, mordiendo sus labios, hasta que Silvia explota en un largo y gustoso orgasmo, apretando con fuerza mi nuca, atrayéndome hacia ella y atrapando con su lengua la mía en señal de gratitud, gimiendo al mismo tiempo.
- – Hummm ahora entiendo cómo disfruto Ángela el día que la atamos.
- – Sí, a veces lo más lento y más leve, es más fuerte que lo más enérgico y francamente necesitaba sentirte así…Silvia, dé otra forma que nunca he sentido antes.
La mano de Silvia se dirige a mi bragueta y acaricia el bulto duro que guardo bajo los pantalones.
- – Vamos a la piscina – le digo, pues, aunque estoy loco por sentir su boca comiéndome la polla, quiero aguantar todo lo posible antes de correrme y disfrutar de este momento con ella, solos los dos.
Salimos corriendo como dos adolescentes por el jardín mientras nuestra ropa se va quedando por el camino hasta zambullirnos de la mano en la iluminada piscina. Volvemos a besarnos cuando nuestros cuerpos ardientes salen del agua, pero nuestras manos no dejan de recorrernos mutuamente bajo el agua… Yo amaso lentamente la fina piel de su trasero y ella acaricia mis huevos y pasa sus dedos por mi vástago duro. Jugamos a perseguirnos, a besarnos, a lamernos, a sentirnos al máximo, cuando ella comienza a masturbarme bajo el agua.
- – ¡Hummm, Pablo!, ¡quiero sentir esa polla!, ¡La echo tanto de menos!, ¡necesito chupártela! – me ruega, en el descanso de otro de nuestros besos.
Me siento en el borde de la piscina y ella, metida en el agua hasta sus hombros se cuela entre mis muslos para empezar a chuparla, agarrándola por la base, recreándose en ella, disfrutándola, sintiendo como su lengua dibuja su largura, cómo esos labios palpan las venas marcadas, la dureza que se tensa cuando llega a mi glande jugando traviesa con mi frenillo, para luego deslizar su lengua y succionar mis huevos, apretarlos levemente entre sus labios y seguir mamando de nuevo…
- – ¡Joder, Silviaaaa! – suelto entre jadeos, ante esa impresionante felación que domina como ninguna.
Ella traga, hasta que toda mi polla entra en su boca, no le cuesta lo más mínimo tener sus labios pegados a mi pubis, con todo mi miembro alojado en su garganta, para luego sacarlo lleno de babas, sonreír y volver a tragar… Acompañando a esas lamidas, se sube ligeramente hasta situar mi polla entre esos turgentes pechos para realizarme una cubana, succionando mi capullo, haciéndome ver las estrellas.
- – ¡Uf, preciosa, sal del agua que quiero follarte! – le digo cogiéndola por las axilas y tirando de ella hasta quedar pegados con nuestros cuerpos desnudos y empapados.
De forma apresurada, salimos de la piscina y rodamos entre besos sobre la hierba, hasta que coloco ese precioso cuerpo a cuatro patas frente a mí. Su hermoso culo se me ofrece tentador y sus dos agujeritos preparados para ser devorados… mi lengua se aplica en ambos, primero impregnándome con los jugos de su coño y después jugando con el pequeño y cerrado agujerito de su culo. Agarrando mi polla, la paso unas cuantas veces por el encharcado coñito de Silvia, me encanta sentir esa humedad en mi polla y el roce de esos labios. como si la envolvieran.
- – ¡Vamoooos, Pablo! ¿a qué esperaaas? – se impacienta.
Me encanta oírla tan desesperada, casi suplicante. Dejando mi capullo en la entrada de ese jugoso coñito, me agarro a sus caderas para empujar muy despacio, a cámara lenta, haciendo que ambos soltemos un resoplido profundo, para ir avanzando más y más, notando la presión de ese estrecho coño en cada milímetro conquistado y así consigo tenerla metida hasta el fondo. Hoy quiero hacerle el amor, suave y sin ninguna prisa. Hoy quiero que Silvia sea mía.
- – ¡Uggg… Pablo, qué polla tienes! – jadea ella, mientras yo dibujo la forma de su cintura y sus caderas con toda mi polla dentro.
Entro y salgo muy despacio, al tiempo que los gemidos de Silvia son todo un estímulo para mí, además ese estrecho coño me abraza asfixiando mi polla. Nunca habíamos follado tan suave y tan lento, parece que ambos queremos que esto dure eternamente, como si ese proyecto hubiera sido para siempre…. Notando perfectamente en cada embestida la dureza de mi polla, como los músculos de su vagina la envuelven oprimiéndola al máximo y bañándola en sus jugos.
Con esta cadencia y parsimonia de mis acometidas, Silvia vuelve a tener otro orgasmo, lo percibo, además de en las contracciones que atrapan mi miembro, en la rugosidad de sus pezones y esa piel de gallina en sus tetas bamboleantes que acaricio sin dejar de follarla cada vez a más velocidad.
- – ¡Ahh… Diosssss…. qué gustoooo! – gime ella en pleno orgasmo.
Creo que es el más intenso y más dulce de los muchos que ha tenido conmigo, le debe recorrer todo su cuerpo, un orgasmo que sin duda se clavará en su cerebro, navegando por él y acercándola más a mí. Igual que está sucediendo conmigo, al sentir a Silvia más intensamente que nunca. No, no quiero abandonar ese coño.
- – ¡Qué maravilla es follarte, Silvia! – jadeo yo con mi cuerpo temblando sin dejar de penetrarla.
- – ¡Me maaataaas, meeee maaataaas, Pabloooo! – es un gemido casi convertido en grito.
Acariciar las tersas nalgas de Silvia es uno de los mayores placeres. Esas nalgas tersas y suaves, redonditas. Mi polla sigue horadando con lentitud ese precioso cochito, escuchando el chapoteo de su orgasmo haciendo la banda sonora junto con el choque de mi pelvis. Voy subiendo el ritmo muy poco a poco, muy lento, sin dejar ni un momento de sentir cómo sube el calor con el roce contra las paredes de ese coño tan apretado. Mis manos dibujan cada una de sus curvas y ella se retuerce de gusto, alargando al máximo ese orgasmo y sacando su culo hacia atrás en busca de mi gorda verga que la llena a la perfección, como si fuese un guante hecho a medida…dándole un inusitado placer, el mismo que estoy recibiendo yo.
- – ¡Joder, qué pasaddaaaa! -. digo disfrutando de ese momento en el que acompañó un fuerte azote sobre su nalga derecha.
- – ¡Ahhh! – suena entre quejido y gemido…
A partir de ahí, mis embestidas son cada vez más rápidas, casi diría más rabiosas, furiosas los golpes de mi pelvis son más enérgicos aumentando también la velocidad, con todas mis ganas, Silvia torna sus ojos en blanco, volviendo su cara ligeramente hacía mí aferrándose con fuerza al suelo y levantando su culo para recibir mis nuevas acometidas.
- – ¡Vamos, Pablo, dame siii fuerteee.hummm que rico siiiii jodeeer!, ¡párteme en dos!
Yo al escuchar eso, noto una fuerte tensión en mi polla, algo que irremediablemente me lleva a no poder aguantar por más tiempo ese aprisionamiento y ese placer de follarme su coño, hasta que un potente chorro sale de mi polla
- – ¡Joder, sí, siiiiii! – grito yo.
- – Más y más chorros invadieron ese coñito de Silvia, hasta al menos siete pude contar, que ella recibió con sumo agrado.
- – ¡Siiiiiiii, asiiiiii, siiiiiii, qué riccooooo, cómo me has llenadooo! – gime ella y yo mirando su agujero veo que restos de semen se escurren por sus muslos.
Aún noto los latidos con mi miembro dentro de ella… mientras sigo acariciando la suave piel de esas caderas y disfrutando al máximo de ese momento.
- – ¿Te ha gustado? Para mí ha sido genial. – le pregunto.
- – Ufff, Pablito menudo polvazo me has pegado. Ese lento mete y saca me ha vuelto absolutamente loca y luego cuando me has dado fuerte, ¡madre mía!. Creo que tendremos que repetirlo.
- – Sí, ha sido increíble.. Único.
Al decir esa frase, los ojos de ella brillan, sin duda que nuestra conexión es máxima.
Así permanecimos durante un buen rato, hasta que decidimos darnos otro baño en la piscina, para seguir jugando con nuestros cuerpos desnudos, acariciarnos y besarnos, hasta que decidimos subirnos a dormir, pues habíamos quedado agotados
…
La mañana parece espléndida y más teniendo en mi cama el cuerpo desnudo de Silvia… al que empiezo a pasar la yema de mis dedos por todas partes, tanto por sus caderas, su tripita, sus pechos, bajando por sus muslos hasta llegar a sus pies. Allí empiezo a hacerle cosquillas, a pesar de que ella sigue profundamente dormida, pero poco a poco va espabilando al sentir el placer de mis dedos jugando con los de sus pies, luego con su talón, con su bonito empeine, con su pantorrilla…
- – ¡Tú sí que sabes despertar a una! – me dice entreabriendo los ojos y descubriendo mi cuerpo desudo entre sus piernas.
- – ¿Te gusta despertar así?
- – Uf, sí… ese placer que siento es maravilloso… me llega por la columna hasta mi cerebro.
Ella con los ojos cerrados, parece estar recibiendo el máximo placer, gracias a ese lento masaje de mis dedos, pero cuando realmente se despierta del todo y abre sus ojos completamente, es al ver que tengo los deditos de su pie derecho entre mis labios y los estoy chupando, lo hago repasando cada uno de ellos con la parsimonia de quien tiene todo el tiempo del mundo. Meto su dedo gordo en mi boca y lo chupo como si fuese una polla, mis dedos suben por su pierna y descubren su humedad. Al verla completamente despierta voy subiendo con mi lengua, por su pantorrilla, sus rodillas, la cara interna de sus muslos hasta que mi cara quedó frente a ese jugoso coño, al que empiezo a dar besitos. Más tarde mi lengua se encarga de lamer por todos sus pliegues con ávida intensidad y pasión.
- – ¡Uhhhh, jodeeerrrr! – se relame ella, recibiendo mi lengua jugando con su clítoris.
Después de un buen repaso a su sexo recorro con mi lengua el interior de sus muslos, acabo subiendo por su pubis hasta su ombligo para volver a bajar, pero esta vez mucho más abajo, pasando por su perineo hasta llegar a su ano en donde mi lengua juega con los pliegues de su esfínter. Silvia se retuerce sujetando fuerte mi cabeza contra ella, apretándome con sus piernas, como si no quisiera que abandonara nunca ese lugar.
- – ¡Que rico me lo comes hummmm! – me dice susurrando y acariciando mi pelo.
Mi lengua y mis labios no dejan de explorar toda su entrepierna, de arriba abajo, sin dejar de lamer ni un milímetro de todo ese lugar, esmerándome en su húmedo coño, que me sirve de lubricante para embadurnar aún más toda la zona, hasta que tras un largo tiempo llegó a su clítoris, me dedico a pellizcar con mis dedos sus pezones y succionar en pequeños sorbitos ese coño, metiendo mi lengua dentro y abarcando todos los pliegues de sus labios mayores para volver a pasar la lengua hasta su culito y subir de nuevo al pequeño clítoris que está inflamado.
- – ¡Cabroooon me estasaas maaataandoooo! – gime cada vez más fuerte, totalmente fuera de sí
En ese momento, viendo lo cachonda que está, mi lengua sigue trabajando la rajita y mi dedo se dedica a su ano, jugando por fuera hasta que logró meter la yema de mi dedo en su interior. Ella me facilita la maniobra, en realidad está acostumbrada a que la follen duro, por donde sea… pero yo quiero que sea único, especial e irrepetible. Con la relajación de sus músculos en un movimiento rápido de mi dedo juguetón, logró meterlo hasta la mitad.
- – ¡Hummm, Pablo, síiii, qué gustitoooo! – gime.
Silvia mueve ese culo buscando una más profunda penetración y yo meto el dedo hasta el fondo y lo vuelvo a sacar una y otra vez recreándome en recorrer las paredes de ese estrecho culito, que de seguro le está proporcionando un enorme placer y es entonces cuando de su coño empieza a brotar un rico líquido que recojo con mi lengua, sin dejar de follar con mi dedo su culito.
- – ¡Siiii asiiii siiiiii hummmmm jooodeeeer queee buenoooooo hummmmm riicoooo! – se retuerce Silvia sintiendo que el orgasmo ya no puede esperar más tiempo,se encuentra con mi boca comiéndole el coño y dos dedos en su esfínter, entrando hasta la segunda falange.
- – ¡Estás riquísima!- le digo degustando su sabor.
Cuando ella ha terminado con sus temblores, se incorpora para besarme y notar el sabor de su propio coño en su boca…
- – ¡Hummmm, sí que estoy ricaaa! – dice riendo…
Y en ese momento, casi de un salto, consigue incorporarse para ponerse de rodillas sobre la cama y agarrar mi polla por la base, ya totalmente tiesa.
- – Ahora quiero mi postre… que de seguro también está muy rico. – me dice relamiéndose
- – Es tu helado favorito – contestó sonriente.
- – ¿Quién te va a comer a ti??? ¿Ehhhh quién te comeraaá? – añade pasando la yema de su pulgar por mi sensible glande.
- – ¡Ufff…. túuuu! – digo cerrando los ojos.
Y bajando su boca se introduce mi dura y venosa verga hasta el fondo, llevándola hasta su garganta, al tiempo que noto la respiración de su nariz resoplando sobre mi pubis… Pocas mujeres pueden tragar de esa manera y Silvia es más que experta en eso… Cuando vuelve a sacar mi polla embadurnada con su saliva, ese mismo líquido, mezcla de ambos, le sirve para embadurnar mis huevos con su lengua y extenderlo más arriba, logrando dejar mi polla totalmente brillante. Silvia sube y baja con la misma lentitud que yo le había comido el coñito, queriendo hacerme recordar ese momento, de forma pausada y continua a la vez, de forma lenta pero enérgica también… logrando que mi polla este cada vez más y más dura, como si fuera a estallar y Silvia sigue chupando, impregnando mi polla con el calor de su boca y su garganta, logrando que todo mi cuerpo tiemble de gusto.
- – ¡Quiero sentirte dentro! – dice susurrando.
- – Silvia, pues ven súbete encima y fóllate tú misma.
- – No, prefiero que me folles tú… como hiciste anoche. – insiste.
Dándome la espalda y poniéndose en cúbito, abre ligeramente las piernas para esperar a que la penetrase en el estilo cucharita. Pongo mi polla en la entrada del coñito, pero no hago nada, tan sólo notar su calor. Es ella misma quién sujetando mi polla con dos dedos, la ubica y se la mete hasta el fondo.
- – Despacito, Pablo, por favor muy despacito. Ya te diré cuando correr. – me dice susurrando al tiempo que yo acaricio su pecho izquierdo.
Así nos mantenemos un buen rato follando muy lento, sintiendo ambos cómo nuestros cuerpos se van fundiendo en uno solo…y como nuestros sexos, cada vez están más acompasados, el calor y esa adaptación, bien lubricados nos produce a ambos un enorme placer.
- – ¡Ahhh, Pablooo, qué gustoooo! – grita de placer.
- – ¡Sí…síiii, Silviaaa! – yo hago lo propio.
Sigo con mis profundas penetraciones… acariciando sus pechos y sintiendo como me atrapa en ese baile lento.
- – ¿Te gusta? – me pregunta.
- – Siii, joder… estoy a puntoooo….
- – Si, te lo noto, Pablo ¿sabes qué me gustaría? Sentirla en mi culito. – me dice de pronto agarrándome por la nuca y besándome los labios de costado.
En ese momento Silvia se levanta y apoya su pecho y su cara contra la pared poniendo las manos pegadas y abriendo su culo, ofreciéndomelo como un rico caramelo.
Salto de la cama y me pongo tras ella. Saco mi lengua y empiezo un lento baile sobre su culito a la vez que la voy metiendo poco a poco dentro de él. Recojo saliva y la introduzco en su agujero posterior. Cuando ya está bien llenito. Agarrándome a su cintura Voy pasando mi polla entre sus tersos glúteos, cogiendo mi polla, recogiendo el flujo que sale de su húmedo sexo, la ubico en su trasero, la oriento hacia su culo, clavándola sin problema hasta la mitad, para con un golpe de cadera después, llevarla hasta el fondo.
- – ¡Uhhhh, aahhhhh, siiiiii! – gime al sentirme bien adentro y notando mi cuerpo aplastando contra el suyo y a su vez ella contra la pared.
- – ¡Qué gustooo, joderrr!
- – ¡Rómpeme, el culo… Pablo!, ¡quiero que me folles el culo muy fuerte! – exclama ella abriendo sus posaderas queriendo que llene su orificio al máximo.
- – ¿Quieres que termine suave?
- – Nooo, dame fuerte, Pablooo, por favor, dameeee – dice con la voz entrecortada.
Saco mi polla casi hasta el final para meterla de una, con fuerza. La vuelvo a sacar.
- – ¡Follameee…! – grita de nuevo y facilita ese movimiento…
La oigo suspirar profundamente con su boca casi pegada en la pared. Sujeto su cuello por debajo y pongo mi cuerpo medio flexionado, para de un solo movimiento clavársela hasta el fondo de sus entrañas con golpes secos e intensos.
- – ¡Ahhhhh, joderrrrr, joderrrr…..! – exclama ella gritando, al sentirse empalada de esa forma tan salvaje.
A partir de ese momento empiezo a sacarla, hasta casi la punta y volverla a clavar hasta lo más profundo arrancando de su garganta, alaridos de placer… haciéndole sentir llena de polla, yo abrazado por esos músculos que piden darle duro, muy duro, empotrando su cuerpo y su cara contra la pared. Estamos desatados.
- – !Siiii, asiiiii maaas fuuuueeerteeee, más, máaaassss.! – me anima ella.
Yo le doy con todas mis ganas, aunque apenas me quedan fuerzas y mi polla entra con todo el brío que puedo darle, pero es tanto el placer que siento, ese gusto acumulado que ya no aguanto más, se la clavo hasta el fondo y me corro dentro de ella entre temblores, sujetando su cuerpo casi en volandas, apoyado contra esa fría pared. Y allí terminó de clavarla. En cada embestida un chorro inunda su culo. plas, plas, plas, plas.
- – ¡Tomaaaaa tomaaaaaa asiiiii siiiii me vasss a secaaaar jooodeeer siiiiii ! – exclamo en un alarido.
- – ¡Hummmm que rico niño, que ricooooo, Pablooo, que polla tienesssss!
Ella se corre de nuevo, sin que yo apenas pueda sostener por más tiempo su cuerpo elevado y al fin logramos separarnos y caer rendidos sobre la cama.
- – ¡Jodeerrrrr! – exclamamos ambos a la vez, con la respiración agitada y nuestros cuerpos sudados.
Así nos quedamos dormidos no sé por cuánto tiempo, pero me despierta el hambre y dejando que Silvia duerma como un angelito, desnuda sobre mi cama, me bajo a la cocina y preparo un desayuno bien energético. Nos lo hemos ganado.
- – Mmmm, qué rico huele. – me dice ella de pronto apareciendo tras de mí y pegando su cuerpo desnudo al mío… puedo notar sus tetas y clavando sus pezones en mi espalda.
- – ¿Tienes hambre?
- – Mucha… – dice pasando su lengua por el lóbulo de mi oreja y acariciando mi pecho con su mano.
Tras tenerlo todo preparado, desayunamos uno frente al otro, casi sin hablar, estamos hambrientos y nuestras miradas no se despegan ni un momento, parece que queremos decirlo todo sin hablar. Por un lado, alimentamos nuestro estómago y por otro con nuestra mirada nos decimos ese deseo que nos profesamos mutuamente.
- – ¿Dónde tienes previsto desaparecer? – me pregunta, tras dar un bocado.
- – El Caribe… – contestó sonriendo.
- – Vaya… seguro que te encuentras con la preciosa Ángela. – me dice.
- – Sí, de hecho, ya he quedado en verme con ella… ah y con otra.
- – ¿Quién? – pregunta frunciendo el ceño.
- – Helena… ya está buscando una canguro para que se quede con los niños.
- – ¿Mi hermana?
- – Sí, ¿qué te parece?
Ella no contesta… parece un poco desinflada.
El resto del día lo pasamos prácticamente durmiendo o relajados, hasta que llega la noche y me presento en la habitación, descubriendo de nuevo su maravilloso cuerpo desnudo al que admiro, viendo como esa preciosa mujer descansa plácidamente.
- – Silvia, ponte este vestido, te espero en el recibidor en media hora.
Le enseño ese vestido rojo tan sensual y con transparencias colgando de una percha y ella entreabrió los ojos para decirme.
- – Joder, Pablo, no tengo ni puta gana.
Le sonrío.
- – Preciosa, haz lo que te digo, es una sorpresa. Verás cómo te va a gustar.
Silvia se sienta en la cama y con cara algo malhumorada, todavía disgustada al saber que me voy a reunir con su hermana y con Ángela. Sin duda, no le ha gustado nada que hiciera planes sin ella. Yo la observo sin quitarle ojo y la sigo hasta el baño, en donde se da una ducha rápida y dispuesta a ponerse una bonita lencería.
- – Silvia, sin nada debajo, por favor.
Eso le hace gracia, pues ya se ha convertido en costumbre y dejo que se termine de arreglar.
- – Ya estoy – dice apareciendo en el salón mientras yo sirvo dos whiskies.
- – ¡Joder, todavía me impresionas como el primer día! – digo acariciando su cintura, viendo la apertura del vestido y como ensalzan sus piernas los altos tacones de aguja.
- – Gracias, tú también estás muy guapo.
He querido ponerme ese traje de lino de color azul celeste que tanto le gusta, con una camisa blanca y unos zapatos de charol negros. Le ofrezco la copa y nos miramos, notando que ella me observa con detenimiento.
- – Esto me suena a despedida. – comenta con algo de tristeza.
Me limito a suspirar.
- – Ven. Silvia, tienes que ponerte esto.
Ella me mira sorprendida cuando extiendo mi mano con el antifaz negro. Me sonríe por otro nuevo juego que le sorprende y se gira para que yo mismo se lo ponga.
Una vez se lo coloco, le digo que se agarre a mi brazo y le ayude a llegar hasta el coche. Arrancó en silencio y ella se toca las piernas de forma nerviosa, está expectante.
- – Llevamos mucho tiempo de viaje, ¿dónde vamos, Pablo?
- – Tranquila, ya falta poco. – le digo.
Cuando paró el motor y ayudó a Silvia a salir del coche, me vuelve a preguntar, pero no contestó. Nos acercamos a unas escaleras, subimos y al entrar unas manos que no son las mías, acarician su cuerpo, su cuello, sus hombros y ella se deja hacer. Se pueden notar los pezones marcados bajo la tela. Esas manos desconocidas, lentamente deslizan los tirantes de su vestido dejando sus enormes pechos al aire. Una boca los besa, los lame, mordiendo ligeramente sus pezones y ella permanece quieta, jadeante… La cara de Silvia es un poema, aún enfadada por no incluirla en mis planes, pero no puede evitar tener su cara de inmenso placer. El vestido cae al suelo y las manos desconocidas acarician su vulva, jugando con los pliegues inflamados de su sexo, hasta que unos labios se unen a los suyos. Ella parece adivinar de quien es esa boca.
- – ¿Helena? – dice quitándose el antifaz.
- – Hola hermanita ¿te vienes con nosotros? – le dice su hermana mayor dejando a Silvia sin palabras.
Tan solo se miran fijamente, se abrazan y luego ella, todavía desnuda, me mira y dice:
- – ¡Eres un cabrón!
A continuación, se lanza a mi boca y me la come con todas las ganas que tenía guardadas, no sabe si matarme o comerme por esa gran noticia y Helena le vuelve a colocar el vestido para bajar los tres por una escalera mecánica hacia el hangar en donde un jet privado nos espera con los motores encendidos.
- – Pero, Pablo… ¿Cuánto tiempo…? – empieza a preguntarme.
- – Un buen cliente me dejó el Jet. Lo tengo por seis meses. ¿Te parece disfrutarlo conmigo, tu hermana y Ángela?
- – ¡Síii! – dice entusiasmada
- – ¡Pues, vámonos! – digo.
Una a cada lado, me agarran de ambos brazos y caminando con paso firme nos dirigimos a la escalerilla de ese avión.
FIN
Javier & Sylke