Capítulo 10
- Capítulo I La llegada
- Capítulo II El resto de la familia
- Capítulo III Al día siguiente
- Capítulo IV La institución para señoritas
- Capítulo V Margarita, La Flaca y Carlos
- Capítulo VI Julia conoce la finca
- Capítulo VII Jordana
- Capítulo VIII La reunión familiar
- Capítulo IX Don Gabriel, el cura del pueblo
- Capítulo X Carlos y Margarita ¿qué pasará con ellos?
- Capítulo XI D. José y Julia, a solas en la finca ¿o no?
- Capítulo XII La interrupción de Jordana
- Capítulo XIII Gertrudis
- Capítulo XIV Doña Maruja visita a Don Gabriel
- Capítulo XV El Domingo
- Capítulo XVI El cuartel
- Capítulo XVII El doctor y la enfermera
- Capítulo XVIII El dormitorio de Julia
- Capítulo XIX El convento
- Capítulo XX La revisión médica
- Capítulo XXI Sor Digna
- Capítulo XXII El Arcángel
Mientras Marta y su abuela padecían los rigores de D. Gabriel, Carlos el mellizo, llegó al Instituto, sabiendo que debía enfrentarse a D. Fulgencio, su violador, que ya le había avisado que hoy terminaría su castigo. Nada mas su padre lo dejó en el patio se dirigió a la higuera y se sentó al pie del árbol pensando en lo que se le venía encima.
Así estaba, ensimismado en sus pensamientos, cuando escuchó una voz femenina al otro lado del tronco que decía: ¿te dolió mucho?
Carlos se giró sobresaltado y sorprendido, y allí vio la cara de Margarita, la hija de Don Venancio, el director…¿doler el que…?
Que va a ser hombre… que te metan semejante tranca por el culo, dijo haciendo una mueca maliciosa que afeaba todavía mas su rostro ya de por si no muy agraciado…
Carlos se puso rojo como un tomate, estaba profundamente avergonzado ¡ella lo había visto! ¡Dios que humillación!
¿y bien? Volvió a preguntar la muchacha con un tono altanero
Yo…yo…
¿Tú qué? ¡arranca hijo! Todavía más chula
¿y tu que hacías ahí si no puedes salir del colegio? La pregunta del joven descolocó momentáneamente a la muchacha.
Yo…yo…esta vez era ella quien titubeaba… yo si puedo y se lo diré a mi padre…exclamó para huir de la situación
¡No, eso no por favor! Suplicó el chico haciendo que Margarita retomara el control de la situación.
La campana les interrumpió y Carlos se incorporó para dirigirse a clase, pero Margarita le agarró del brazo y le dijo, al salir de clase en el mismo sitio donde te enculó Fulgencio…¡no faltes!
Carlos asintió con la cabeza tímidamente y se dirigió a la entrada caminando como un zombi, apenas hizo caso a los comentarios de sus compañeros. Después del recreo tocó la clase de D. Fulgencio que aprovechando la distracción de Carlos le hizo varias preguntas que no supo responder lo que le llevó a tener que subir a la tarima y doblarse agarrándose los tobillos para recibir una ración de vara.
ZAS, uno gracias señor
ZAS, dos gracias señor
El sonido resonaba en el aula, pero Carlos ni sentía ni padecía, por su mente solo pasaba la cara de Margarita diciendo que lo sabia
ZAS, tres gracias señor
ZAS, cuatro gracias señor
El pantalón de tergal apenas protegía su trasero y el dolor era punzante, pero Carlos aguantaba estoicamente
ZAS, cinco gracias señor
ZAS, seis gracias señor
ZAS, siete gracias señor
D. Fulgencio estaba disfrutando de una manera sádica del castigo, sabía que el muchacho estaba a su merced en todos los sentidos
ZAS, ocho gracias señor
ZAS, nueve gracias señor
ZAS, diez gracias señor
Carlos repetía la retahíla de gracias como un autómata
ZAS, once gracias señor
ZAS, doce gracias señor
Fueron 12 azotes muy duros, los demás alumnos se miraban asustados, nadie quería ser el siguiente, pero a la vez todos estaban sorprendidos de la escasa reacción de Carlos, que por lo general era mas reacio a los castigos. Hoy estaba como entregado y no lo entendían.
El día fue pasando y las clases terminaron. Carlos inició el camino de regreso a la finca, inconscientemente se echaba las manos a las posaderas para amortiguar el dolor que sentía, pero su mente solo pensaba en Margarita y que querría.
Al llegar al punto en cuestión no había nadie. Carlos se apoyó en un árbol cercano y esperó durante un buen rato, cuando ya estaba decidido a marcharse apareció detrás de un matorral Margarita.
Hola muchachote
Hola, contesto el tímidamente…¿Qué quieres de mí?
Vas a tener que hacer lo que yo quiera chaval, si no quieres que se lo diga a mi padre ¡te expulsaría!
Carlos agachó la cabeza entregado, pero en ese instante algo se le pasó por la cabeza…¡es cierto, pero también tendría que echar a D. Fulgencio y reconocer que hay sodomitas en su colegio, además de que su hija, su querida hija, se ha escapado de la casa para ver esos actos sodomitas! ¡cerrarían el colegio!
Glups Margarita tragó saliva al mismo tiempo que su tez ya de por si blanquecina se volvía más y mas pálida…Carlos le había dado la vuelta a su chantaje…
¡Ven aquí muchacha que te voy a enseñar a chantajear! Gritó Carlos al tiempo que levantaba su pierna apoyándola en una piedra y subía a la muchacha boca abajo sobre ella.
¡que haces, para…para te digo! Gritaba ella, pero el sin ningún animo de parar sino mas bien envalentonado por su hábil reacción, le levantó el vestido y dejó a la vista su impresionante y carnoso trasero, solo protegido por unas braguitas blancas con estampado de Margaritas. ¿Qué te pones la ropa interior para ir a juego con tu nombre? Dijo el con sorna y de un tirón se las bajó…
Margarita intentó cubrir sus nalgas con las manos, pero la posición era muy incómoda e inestable y prefirió agarrase a la pierna de Carlos y, aunque no era como lo había imaginado, por fin iba a estar con Carlos en intimidad, aunque fuera enseñándole de manera obligada el culo…
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS
Carlos de una manera torpe y apresurada descargó toda su ira sobre el trasero de su chantajista amiga que pataleaba, lloraba y gemía sin parar, porque el golpeo del joven estaba siendo duro y atropellado.
Pronto las pálidas nalgas adquirieron un tono rosado y Carlos viendo esa imagen que tanto había soñado comenzó a espaciar los azotes
PLAS, PLAS, PLAS
PLAS, PLAS, PLAS
PLAS, PLAS, PLAS
La chica comenzó a disfrutar de la situación…se sentía menos avasallada y mas acariciada en ese momento…instintivamente fue abriendo las piernas y Carlos pudo observar su ojete y su coñito, rodeado de una mata de pelo bastante espesa…
Los azotes PLAS, PLAS, antes rápidos y violentos, se fueron tornando lentos, pausados, disfrutando de cada impacto, de cada roce, de cada caricia…La muchacha fue cediendo el control y dejó de ofrecer resistencia para dejarse llevar por las fuertes manos de Carlos. Llevaba soñando con Carlos mucho tiempo, por eso lo seguía por el campo cuando regresaba a casa y por eso había presenciado la escena de la Flaca y la de Don Fulgencio…
Carlos cesó por completo los azotes y estos dieron paso a un manoseo de las nalgas de la joven. La excitación de ambos iba en aumento y pronto el la bajo de su pierna y la agarró entre sus brazos, le metió la lengua en la boca y ambos, no sin cierta torpeza de primerizos, se enfrascaron en un morreo largo, húmedo y sensual…Con una mano el le agarraba las nalgas y con la otra le manoseaba los senos por encima del vestido. Ella se dejaba hacer llena de una pasión propia de las novelas que leía en la soledad de su cuarto. Era su momento, su momento mágico…
En plena vorágine de besos y manoseos, totalmente absortos en su pasión juvenil, se escuchó ¡EJEM, EJEM!
Como si ambos sintieran una descarga eléctrica se soltaron y se separaron. La escena era terrible: Margarita despeinada, con la cara colorada, los labios y sus alrededores húmedos por la mezcla de salivas, la falda medio arrugada y las bragas de margaritas llenas de hojarasca enrolladas en sus tobillos. Al lado Carlos, igualmente despeinado y colorado, con los morros también sobados y una tremenda erección en el pantalón de tergal del uniforme escolar que destacaba como un gran bulto a punto de rasgar la tela. Enfrente Fulgencio, Don Fulgencio, con su bastón, su sombrero de ala ancha y su traje beige con chaleco a juego mirando para ellos con una sonrisa maliciosa en la cara. ¡vaya, vaya, vaya…esto no me lo esperaba! ¡la joven señorita Margarita! ¿Qué dirá su padre?
¡Pues que es usted un cerdo porque ayer le vi como sodomizaba a Carlos! Soltó la muchacha sin pensar demasiado. Esto no hizo sino enfurecer al maestro que levantó el bastón con ademán de golpearla, ante cuyo gesto saltó Carlos para ponerse delante ¡no la toque!
¡Mira tu que caballero! Así que ayer nos has visto y claro…te gusto lo que viste y hoy has querido probar ¿verdad?
¿Probar? ¿yo? No, no se atreverá…se lo diré a mi padre
¡Tú a tu padre no le dirás nada, niña malcriada! ¿Qué quieres que se sepa que su hija es una guarra? Que le cierren el colegio y os vayáis los dos a la calle, piensa en la vergüenza que pasará en la Falange, con sus compañeros de armas… tu calladita y a aprender lo que es bueno…
Una vez mas la muchacha reculó y agachó la cabeza. Carlos interrumpió el discurso y le dijo: ¡déjela Don Fulgencio, usted me quiere a mí, úseme y déjela a ella!
Pero mira que eres caballero, claro que te usaré pero ella va a aprender una importante lección…
Dicho esto se sacó la chaqueta del traje, se desabrochó el chaleco y colgó ambas prendas de una rama cercana. Agarró a Margarita por el brazo y la hizo apoyarse con las palmas de las manos en una gran roca cercana, doblando la espalda y poniendo su trasero en pompa. Le levantó el vestido y vio la rojez de sus nalgas…ummmm veo que le has enseñado modales Carlos, muy bien…como si de un médico se tratara le separó ambas nalgas y le palpó el ojete…la incomodidad de la muchacha era evidente…el maestro escupió sobre la palma de la mano y la restregó por el ano de la muchacha para lubricarla…a ella le temblaban las piernas y Carlos ya suponía lo que iba a ocurrir pero estaba paralizado…ni corto ni perezoso Fulgencio metió un dedo en el ojete de la muchacha que comenzó a quejarse lastimeramente ay, ay, ay, ay, ya…¡mira que eres quejica, por un dedo de nada! Se quejó el maestro que le hizo una señal a Carlos para que se acercara…
¡Quítate los pantalones! Carlos obedeció sin saber bien a que atenerse y se quitó los pantalones… ¡ahora los calzones! Y también obedeció. La verga de Carlos estaba flácida fruto del momento, así que Fulgencio le ordenó darle unos azotes con la mano a Margarita
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS con cada azote la verga de Carlos iba creciendo y ese era el objetivo de Fulgencio…Mientras la muchacha recibía los azotes del chico con sorpresa, miedo y una pizca de curiosidad…
Fulgencio agarró la polla del muchacho y tirando de ella y obligando a Carlos a acercarse a Margarita le enfiló la verga en el ojete y le dijo que empujara muy despacio…Carlos obedeció y el glande del muchacho fue abriéndose camino dentro del esfínter de la muchacha que volvía a recrear los quejidos del dedo ay, ay, ay, ay, ya…
¡Pará! Le dijo el maestro cuando apenas tenía solo el glande dentro de ella…y a continuación se puso detrás del joven, se sacó la verga y, en ese momento Carlos comprendió lo que iba a suceder, de un empujón le clavó la verga en el culo de Carlos que con el impulso le clavo la suya a Margarita y los dos muchachos al unísono gritaron ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! Para mayor disfrute del maestro que los estaba empalando en fila.
¿quería saber lo que se siente señorita? Esto es lo que se siente al ser enculada…
Para Margarita era muy doloroso, su juvenil y virginal trasero estaba siendo violado con embestidas cada vez más fuertes por una verga muy dura, le dolía el esfínter, le dolían las nalgas recién azotadas y las palmas de las manos por tener que soportar el peso de las embestidas de los dos hombres contra la roca. Para Carlos era mas placentero que doloroso, por un lado el entrenamiento de su culo por parte de su tía le había ayudado a sentir mas placer con la embestida, aunque esta estaba siendo dura y tenía las nalgas muy castigadas por la vara, pero al mismo tiempo estaba pudiendo encular a Margarita y su verga nunca había estado más grande y dura, notaba como le crecía con cada embestida del maestro…y Fulgencio…Fulgencio era el rey…
El primero en correrse fue Carlos que se dejó caer sobre la espalada de la muchacha mientras derramaba abundante líquido caliente dentro de la muchacha que notó como se corría y la verga se deshinchaba suavizando la presión sobre su ano…Carlos le susurró…amo tu culo Margarita y la muchacha sintió como un elixir de placer que le hicieron olvidar por un instante el dolor sufrido…
Fulgencio al ver que el muchacho ya se había corrido aceleró las embestidas y le llenó el culo de semen…
En cuanto el maestro retiró su verga del culo del muchacho ambos jóvenes se dejaron caer al suelo…exhaustos y doloridos…ambos se abrazaron y se besaron ¡que tiernos! Exclamó burlón Fulgencio. ¿os ha gustado chicos? ¿repetimos?
Noooo exclamaron ambos al unísono…mientras Fulgencio se vistió y se despidió de ellos con un temible ¡hasta otro día!
Margarita miró a Carlos y le dijo ¡Dios mío ahora se cómo has sufrido! pero Carlos le dijo que eso era solo la primera vez, luego dolía mucho menos, incluso era placentero…Ella le miró extrañada ¿le había gustado?… bueno quizá sí, en otras condiciones, sin Fulgencio, a él le gustaba su culo…se lo había dicho…Mientras se vestían se miraban de reojo, en el fondo ambos sabían que no había estado tan mal y que repetirían…