El show
«Este tipo hace el acto más caliente de la ciudad,» dijo Ana, «y tú me debes una salida. Yo quiero ir a verlo.». Le sacó la lengua burlonamente.
«Pero, por Dios, ¿un hipnotista?» dijo Miguel. «Me parece que puede resultar más aburrido que un cantante.»
«Se supone que él es diferente.» Ana giró hacia el espejo y comenzó a maquillarse. «Candela contó que es muy gracioso, y logró que Juan se calentara tanto que apenas pudieron llegar a su casa antes de que él se le echara encima…»
«Ah-Ha!!!» Miguel la señaló con su dedo en forma acusadora. «Ahora veo tu verdadera intención! A tí no te importa lo que somos, ¡tú sólo quieres mi cuerpo!»
Ana se río, mientras pintaba sus labios. «Ahhhh, que negros pensamientos» dijo mientras terminaba de arreglarse, «de todas maneras, aún suena divertido.»
Miguel cedió. Terminaron de vestirse y se dirigieron hacia el show. Estacionar fue muy difícil y entrar al club aún más duro. Ana dio su nombre al hombre de la puerta, y después de chequear la lista de reservas, pudieron entrar. Miguel estaba asombrado. «¿Qué puede hacer este tipo para convocar una muchedumbre como ésta?»
«Ya veremos…» acotó Ana
Era raro. ¿Desde cuándo a Ana le interesaban los hipnotizadores? Examinó el salón. Era interesante. La mayoría eran parejas de su edad. En algunos casos ambos parecían muy excitados, en otros sólo uno lo parecía mientras la otra parte lucía tan desinteresada como probablemente él lo estaba, pero no vio ninguna pareja donde ambos estuviesen sin saber lo que iba a ocurrir. Podía imaginar una conversación similar a la que él tuvo con Ana, en otros coches, en otros dormitorios, uno entusiasmado, el otro descreído.
Miguel y Ana tomaron un par de tragos mientras esperaban el show, y eso ayudó a relajar un poco más a Miguel. «Puede ser que sea divertido», pensó y esperó tranquilo junto a Ana, que también estaba inspeccionando el lugar. De pronto, se apagaron las luces y apareció en el escenario una persona de la edad de Miguel.
«Hola a todos, mi nombre es Richard, pero mi representante me ha dicho que si yo quiero hacer de ésto un negocio, tengo que presentarme como….» (redoble de tambores) … «¡¡¡¡EL ASOMBROSOOOOOO HYPNOOOOOOO!!!!!» El volumen se incrementó y con el efecto de eco, la voz parecía salir de una cueva. La audiencia se mezcló entre risas y aplausos y hasta Miguel se unió a ellos. «Debe ser un cómico que se hace pasar por hipnotista para divertir o algo así, puede estar bueno.»
«Okay, suficiente, comencemos.» Richard se dirigió hacia la izquierda del escenario y cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, subieron y se pararon delante de cuatro sillas. Comenzó a oírse una música suave y Richard preguntó a cada uno de ellos sus nombres, como si estuviesen en un programa de juegos.
«Okay, ustedes han conocido a nuestros amigos, empecemos.» Uno a uno, el tocó sus nucas y ellos fueron cayendo en las sillas que tenían detrás, como marionetas a las que se les han cortado los hilos. La reacción fue tan imprevista que la audiencia abrió la boca casi al unísono. Ana estaba transfigurada y aún Miguel se encontró interesado.
«Ahora, esta gente ha sido puesta en un trance profundo y pronto comenzaremos a ver todo lo que ellos harán para ustedes. ¿Con quién deberíamos comenzar?». Posó su mano sobre cada sujeto y, juzgando el aplauso del público, eligió a la dama de los pechos más grandes. Esto agradó a Miguel inmediatamente.
«De pie, Pam» dijo el hipnotizador, y ella se incorporó despacio, con sus ojos aún cerrados. «Okay, Pam, hace mucho calor aquí, mucho calor, tendrías que sacarte tu remera o te derretirás…» Ella obedeció inmediatamente, exponiendo un tremendo par de pechos. Tibios aplausos seguidos de estruendosas carcajadas. La sugestión parecía haberle pegado duro; ya estaba sudando, sus tetas, sin corpiño, brillaban con una ligera capa de transpiración. «Bien Pam, mucho mejor ahora, más confortable.» El acarició su pelo y ella pareció relajarse. «Ahora, cuando cuente tres, tu cuerpo comenzará a anestesiarse. No serás capaz de sentir nada debajo de tu cuello… podrás ver y oír, pero el resto, totalmente entumecido… ¿me entiendes?». Pam movió la cabeza silenciosamente. «Buena chica, y 1…..2…..¡3!». Cuando Richard dijo «3» las luces sobre el escenario parpadearon, como un flash. «Lindo efecto», pensó Miguel. En Pam no se notaba ninguna diferencia, pero Richard miró a la audiencia con una mueca orgullosa.
«¡Y allí está!, ¡totalmente anestesiada!» Después de un silencio, que debió ser llenado con aplausos, Richard hizo una mueca de tristeza. «Ahh, ustedes necesitan pruebas, ¿no es cierto? Okay… gente descreída….» El público rió y él se dirigió hacia uno de los hombres que se encontraba dormido sobre el escenario.
«De pie, Guille.» Guille se incorporó. «Guille, abre tus ojos, pero continúa dormido». Sus ojos parpadearon y miró en derredor. «Hola Guille, ¿te estás divirtiendo?».
«Sí, Señor» A Miguel lo sorprendió que lo haya llamado «Señor».
«Okay, Guille, el público necesita pruebas. Juega con Pam.»
«Sí, Señor» Caminó despacio hacia Pam y comenzó a apretar sus pechos despacio y en forma sensual. Miguel miró con interés. Pam seguía parada inmóvil, sin darse cuenta de la actividad que se desarrollaba debajo de su cuello. Guille parecía más bien distraído, él tenía en sus manos dos manojos de primera categoría, y estaba como desinteresado, como un jubilado bailarín eunuco. Miguel estaba impresionado. «Esta gente debe estar realmente bajo su poder», pensó.
«Más fuerte» ordenó Richard, y Guille tomó los pezones y los apretó. Su mano estaba temblando visiblemente de tan fuerte que estrujaba la aureola roja de la muchacha. Ella permanecía inmóvil. La misma cara de placer. «Detente», y sus manos cayeron hacia los costados de su cuerpo. Los pezones de Pam estaban rojos del estrujamiento, pero ella ni se había enterado. Todos aplaudieron. Eso era de hecho impresionante.
«Okay, Guille, siéntate. Pam, tú no sentirás ninguna incomodidad cuando despiertes, ni siquiera un moretón, ¿okay?.» Pam asintió. Mientras tanto Guille había vuelto hacia su asiento y se había sentado, volcando su cabeza hacia su pecho. «Pam, ven aquí». La llevó hacia un extremo del escenario. «Pam, estás comenzando a sentirte un poco extraña. Tu cuerpo se está volviendo de plástico, ¿me entiendes?». Se podía ver a Pam tratando de decir que sí con la cabeza, pero le resultaba muy dificil dada la sugestión que se le había impartido. «A la cuenta de tres, abrirás tus ojos. No serás capaz de moverte, serás un maniquí en pose, en la vidriera de una elegante boutique. Uno, dos…. y tres»
Los ojos de Pam se abrieron. Apenas parpadeó y permaneció totalmente rígida. Richard hizo unos rápidos movimientos frente a sus ojos, ella no retrocedió su cabeza, incluso ni parpadeó. «Okay, terminemos el trabajo…» dijo Richard y una suave música se oyó al tiempo que él bajaba los pantalones de Pam. La balanceó ligeramente hacia un costado, sacándoselos por una de las piernas y repitiendo la operación con la otra. Pam quedó desnuda delante del público, inmóvil y ajena. Richard fue hacia una esquina del escenario y trajo un pedestal con una vara de metal saliendo del centro del mismo sosteniendo una especie de silla de montar. Acomodó el pedestal, alzó a Pam y la sentó sobre él. Inventó una pose con sus brazos y acomodó su pelo. Segundos después era imposible distinguirla de un muñeco de plástico de una vidriera. Además, ella estaba desnuda. Miguel nunca se había calentado antes con un maniquí… y vergonzosamente cruzó sus piernas al notar el bulto en su pantalón. Ana se dio cuenta y sonrió disimuladamente.
«¿Hacemos algo más?» La audiencia asintió animadamente; Miguel también. «Okay, Carla y Teo, arriba.» Las otras dos personas se pusieron de pie. Richard miró al público «Los muchachos generalmente no necesitan una sugestión para hacer ésto…. Teo, desvístete». Teo comenzó a sacarse la ropa inmediatamente, ante las carcajadas del público. «Lo que les decía». dijo Richard, guiñando un ojo. Más risas. «Carla, camisa y pantalones, por favor». Carla también se desvistió. Richard le colocó sobre la cintura un arnés de cuero con un pequeño soporte circular en su parte delantera. Algo así como los que usan las lesbianas para penetrar a su compañera, nada más que a este arnés le faltaba, justamente, el falso pene. Miguel estaba REALMENTE disfrutándolo… Ana, en ese momento, comenzó a frotar su pubis.
«Ahora, necesitamos algo duro para colocar aquí», dijo Richard señalando el orificio en el arnés. «Teo, una erección, por favor…» Teo ya se encontraba desnudo y al oír la orden su miembro se infló y se estiró, alcanzando una impresionante erección. Las mujeres del público aplaudieron, los hombres rieron. El hipnotizador bajó la vista hacia el erecto miembro y lo tomó con su mano firmemente. «Yo pienso que no necesitas este pito nunca más, Teo… Te lo voy a quitar». Abrió su mano y la apartó despacio, el miembro resbaló entre sus dedos. Pero cuando su mano se apartó por completo, la erección de Teo cayó y comenzó a retroceder como si estuviese en una piscina de agua helada. En unos pocos momentos, su genital se había retraído a nada. Teo permaneció de pie, ajeno a todo. Miguel se impresionó de lo fuerte que era el trance en el que había caído el muchacho. Y aplaudió con el resto del público.
De atrás de una de las sillas, Richard tomó un consolador de goma. «Aquí está tu pito, Teo». Teo miró lo que el creía «su miembro» impasiblemente. Richard se dirigió hacia Carla, que seguía aún de pie, y colocó el consolador en el arnés que ella estaba usando. Llevó la mano de Carla hacia el consolador y le dijo «Escúchame bien Carla, todos los sicólogos dicen que las mujeres sufren la frustración de no tener un pene… tú ahoras tienes uno, es tu pene… diviértete!» Ella comenzó a acariciarlo, ausente mentalmente, pero con una satisfacción en su cara cercana al placer. La gente estaba sorprendida. Richard volvió hacia Teo nuevamente. «Teo, ¿te gusta el sexo oral?» Teo asintió. «Y seguramente siempre te lo han hecho a tí, tú nunca se lo has hecho a otro hombre, ¿verdad?» Esta vez Teo negó con la cabeza, afirmando, aun inconsciente, su heterosexualidad. «Pero que distinto sería si le hicieses una buena mamada a tu propio pene, claro, si pudieses, ¿verdad?. Imagínatelo un momento…» La cara de Teo se transformó con una mueca de placer. «Pues allí está tu pene» dijo Richard señalando el consolador que Carla seguía acariciando. «Tú sabes lo que tienes que hacer, Teo». El muchacho fue hacia donde estaba Carla, se arrodilló delante de ella y comenzó a envolver con sus labios el consolador de goma.
Ana agarró la mano de Miguel, él la apretó suavemente pero sin dejar de mirar lo que ocurría en el escenario. La cabeza de Teo se meneaba arriba y abajo, y Carla comenzó a jadear como si ella sintiera la acción. Mientras ellos continuaban, Richard se dirigió a la audiencia. «Ahora, ¿están conformes?». El aplauso fue estruendoso. Agradeció y continuó:
«Ahora, debo confesarles algo. Yo trabajé un poco con estas personas antes del show; por ese motivo ellos entraron en trance tan fácilmente. Pero el hipnotismo no siempre tiene que ser tan complicado. De hecho, les voy a mostrar que fácil puede ser, con la ayuda de alguien en el público. ¿Algún voluntario?»
Miguel pensó que nadie se prestaría como voluntario, después de ver que tan fácilmente esos muchachos se habían convertido en títeres para Richard….
«Ah, gracias señorita, un fuerte aplauso por favor.» Miguel comenzó a mirar al público, cuando sintió un movimiento a su lado. «¿Ana?» se preguntó cuando ella se paró y se dirigió al escenario. Ella lo miró con cara de «¿Porqué no?» y subió. «Dios Santo…», pensó Miguel y aplaudió junto al resto de la gente.
«Gracias, querida. ¿Cuál es tu nombre?»
«Ana»
«Damas y caballeros: ¡¡¡¡La ASOOOOOMBROSA ANAAAAA!!!!». Volumen, redobles y aplausos. Ana se moría de vergüenza.
«Okay, okay….Ana, no nos hemos visto nunca antes, ¿correcto?»
«Correcto»
Richard comenzó a acariciar los hombros y los brazos de Ana para ayudar a calmar sus nervios. El rubor de su cara se normalizó mientras hablaban. «¿Has visto el show, antes?»
«No, nunca»
«Te diviertes?»
«Uhhh, Sí…» ella río y se sonrojó nuevamente. El público río con ella.
«Eso está bien, muy bien. Ahora, Ana, quiero que me mires a los ojos, y me escuches, olvídate de todas estas personas, olvida todo, sólo existo yo y mi voz…». Ana lo miraba mientras él hablaba. «Todo lo que necesito es que te relajes, nada más, todo lo que quieres hacer es relajarte, y cuánto más te relajas, más fácil será concentrarte…»
Miguel miró alrededor. La gente estaba en silencio. Era como estar detrás del telón en un acto de magia. Todos querían ver los secretos de la hipnosis. Miguel estaba asombrado. Nuevamente miró al escenario. La chica que se encontraba sobre el pedestal, seguía inmóvil. Apenas podía ver su respiración. El muchacho seguía «mamando» el pene de goma como si hubiera nacido sólo para eso, mientras la chica que lo llevaba en el arnés continuaba haciendo gestos de extremo placer. Y este tipo estaba….¡hipnotizando a su esposa!….Era como estar, de pronto, dentro de una película de Fellini. Miró a Ana. Sus ojos estaban fijos sobre el hipnotizador. Su frente ceñida. La voz de Richard se había convertido en un susurro, sus palabras se unían como en un zumbido…
«Muy bien, Ana, sólo mira y escucha, relájate y escucha. Tus brazos te pesan, tus ojos te pesan, es difícil mantenerlos abiertos… sólo relájate…comenzaré a contar para que te duermas, 10…comienzas a sentirte soñolienta, 9…se te hace difícil pensar, no hay problema, sólo mira y escucha…»
Ana lucía serena, con la placidez que da la calma. Miguel no podía desviar la atención del escenario… «5…esos ojos son cada vez más difíciles de mantener abiertos, sólo déjalos caer, 4…la cabeza cae para adelante, sólo déjala caer, 3… cada vez más dormida, 2….»
La cabeza de Ana cayó sobre su pecho, su respiración era profunda y regular. Mientras Richard continuaba con la inducción, Miguel pensó: «¿Cuándo dijo 8, 7 y 6..?.» No podía recordarlo.
«y…1.» Ana comenzó a derrumbarse, Richard la tomó en sus brazos. Miguel estaba asombrado. Richard la sentó en otra silla que…. simplemente apareció. Miguel no vio de donde había sacado esa silla.
«¿Ana?» Richard se agachó hasta ponerse a la altura de la cara de Ana.
«MmmmmmSiii» Su voz era ronca y áspera. Y, maldición, muy SEXY.
«Ana, estás hipnotizada. ¿Cómo te sientes?»
«Bien»
«¿Te agrada cómo te sientes?»
«Siiii»
«Me alegro. Ahora vamos a jugar a algunos juegos, ¿okay?»
«Okay»
«Párate, Ana» Ella se incorporó despacio. «¿Sabes cantar?»
«Un poco»
«Bien, yo pienso que sabes cantar muy bien. De hecho, cuando yo toque tu ombligo, cantarás una canción y todos verán que buen cantante eres. ¿Qué tal, ‘Mambrú se fue a la guerra’?, creo que es una buena canción.» La gente comenzó a reírse. «Cada vez que yo toque tu ombligo, cantarás ‘Mambrú se fue a la guerra’, y luego olvidarás que lo has hecho, ¿okay?». Su remera finalizaba sobre la cintura, su ombligo era fácil de ver y alcanzar.
«Okay»
«¡Grandioso!, a la cuenta de tres, abrirás los ojos, pero seguirás dormida, ¿okay?. 1, 2…. y 3»
Ana pestañeó y miró a su alrededor. La audiencia aplaudía, ella parecía confundida.
«Ignóralos, lo estás haciendo muy bien. ¿Cómo te sientes?»
«Bien, ¿estás tratando de hipno……»
Richard tocó ligeramente su ombligo. Los ojos de Ana se pusieron vidriosos.
«Mambrú se fue a la guerra, chiribin chiribin chin chin, Mambrú se fue a la guerra, no se cuando vendrá, Ajaja, Ajaja, no se cuando vendrá»
Miguel y el resto de la gente rieron y acompañaron la canción con sus palmas. Ana salió de su deslumbramiento
«………tizarme?» Más risas y aplausos.
«Si, en eso estoy, Ana, sólo quería asegurarme que estuvieses bien…». El público lloraba de la risa. Richard tocó la nuca de Ana y su cabeza cayó para adelante, nuevamente.
«¿Lo estás disfrutando, Ana?»
«Sí»
«Bien, trataremos de hacer algo nuevo, pero primero…» él giró hacia la audiencia…. «¡¡¡DE PIE!!!», gritó.
El público se reía. Miguel no sabía porqué, hasta que se dio cuenta que él mismo estaba parado. Miro a su alrededor. Dos muchachos más estaban parados, también, igualmente confundidos.
«No se asusten, compañeros, me pareció que algunos más quieren ser voluntarios.» La gente reía. Miguel miró a sus «admiradores».
Richard bajó del escenario y se acercó a los dos que se habían parado junto a Miguel. «Veamos, generalmente la persona con la erección más grande es el mejor candidato…» Uno de los muchachos cubrió su ‘bulto’ y se sonrojó. Cuando Richard se acercó a Miguel, le preguntó: «¿No estaba Ana sentada aquí?»
«Sí, es mi esposa.»
«Oh, damas y caballeros, ¡Tenemos un GANADOR!» Richard llevó a Miguel al escenario y el público se desbordó, vivando y aplaudiendo. Miguel no se resistió.
«Okay, Miguel, espera aquí. Trataré de hacer una cosa.» Miguel se quedó parado esperando. A su alrededor, todos los ‘participantes’ estaban haciendo lo que se les había ordenado…y él iba a ser uno de ellos, pensó. Aún contra su voluntad, su erección se hizo un poco más grande al sólo pensar ésto. Richard le habló a Ana nuevamente: «¿Ana?, escúchame. Tú eres la hipnotizadora más grande del mundo. Tienes el poder de hacer caer a los hombres a tus pies, para tu placer. ¿Me has entendido?»
Ana suspiró profundamente, como si la idea la hubiese excitado. «Sí.»
«¿Sabes cómo los hipnotizarás?»
Ana levantó sus pechos con sus manos. «Siiiii…»
La gente miraba excitada. Miguel estaba a punto de desmayarse. Richard llevó a Ana frente a Miguel. «La persona que esté parada frente a tí, cuando abras los ojos, será tu victima. A la cuenta de tres, ¿okay?, 1…..2…. y 3.»
Los ojos de Ana se abrieron y entonces lo vio a Miguel. En sus ojos se notaba que no lo reconocía. Ella lo veía como una….presa. Miguel estaba sorprendido.
Ana lo miró fijo y entonces se sacó la remera y se quitó el corpiño. El público parecía demasiado shockeado para reaccionar. Miguel estaba boquiabierto. Ella levantó sus pechos y apuntó sus pezones, duros como rocas, hacia Miguel. «Mira», fue todo lo que dijo. Los ojos de Miguel bajaron hacia las tetas de Ana y ahí se dio cuenta que no podría resistirse. Su cabeza estaba nadando, y la sangre se concentraba en sus orejas, no dejándolo oír nada, excepto la voz de Ana. Ella le habló en un tono monocorde, guiándolo hacia la relajación, hacia el sueño, hacia un profundo, profundo trance. «Sí», pensó Miguel, «Obedeceré, obedeceré…..».
Luego, las luces se prendieron y la gente aplaudía como loca. Miguel miró a su alrededor, como encandilado. Ana estaba parada al lado de él, mirando también como si recién se hubiese despertado.
«Muchas gracias, amigos, por ayudar. Aquí hay un regalo para cada uno de ustedes por su colaboración.» Una mujer joven apareció trayendo dos pequeñas bolsas de regalo. La, aun vacilante, pareja los recibió y sonrió. La audiencia estaba riéndose en tono burlón, y cuando Miguel miró dentro de la bolsa, supo porqué. Sus ojos saltaron de sus órbitas, como en los dibujos animados, porque en la bolsa había… un par de calzoncillos. ¡SUS calzoncillos!. Su mano tanteó dentro de sus pantalones y, como era de esperar, no los llevaba puestos. Ana también miró su bolsa, encontrando su corpiño y ruborizándose. La gente estaba aullando mientras Miguel y Ana no sabían que hacer. Richard palmeó sus espaldas, les agradeció su colaboración y los guió hacia sus asientos.
Miguel y Ana no podían parar de hablar acerca de lo que les había sucedido. Miguel le contó hasta donde pudo, pero después ella lo había dormido y entonces ambos no sabían que había sucedido después. Al día siguiente, ella llamó a su amiga Candela, y coincidieron en que era un gran show. Esa noche, cuando ambos se preparaban para ir a la cama, el teléfono sonó.
«¿Hola?» dijo Ana cuando levantó el auricular. Después de una pausa, su cara se aflojó. Mike la miró, confundido. «Sí…sí….entiendo.» Colgó el teléfono y se dirigió hacia Miguel.
«¿Quién era?» le preguntó Miguel. La cara de Ana era inexpresiva, pero plácida. Se abrió su camisa y sostuvo sus pechos.
«Nos necesitan para la actuación de esta noche». Ella comenzó a hablar, y Miguel comenzó a sentirse…….