Un par de cachondos enamorados

Sucedió así:

Era primavera y contratarían a una persona en la empresa en la cual yo laboraba. Llegó un chico a ocupar el puesto. Jamás me detuve a verlo realmente, hasta que, fueron pasando los días y las semanas y comencé a darme cuenta de que cada vez me agradaba más estar a su lado, así como, cada vez buscaba yo la manera de que estuviéramos juntos realizando nuestro trabajo. Un día me descubrí parada a un lado de él, mientras revisaba a una paciente, mirándolo, pero no pienses que era cualquier mirada, no. Lo miraba y me daba cuenta que estaba admirando sus encantadores y coquetos ojos, esas mejillas delgadas pero antojables para acariciarlas, escuchaba su tan excitante voz, y aún más, disfrutaba su aliento sobre mi rostro (pues yo era mucho más baja que él) y el perfume a sexo que despedía su húmeda piel anhelando rozar sus grandes y seductoras manos con mi piel.

En ese momento, me pregunté: «¿qué estoy haciendo?»; la respuesta la obtuve con el paso de los días. Cada vez era más insistente ese deseo mío por sentirme en sus brazos, por sentir sus labios sobre los míos, por sentir su cuerpo desnudo junto al mío. Era tan grande la excitación que provocaba en mi que buscaba ocasión para rozar mi piel con la suya y esto era suficiente para comenzar a sentir mi corazón acelerarse, la adrenalina subía lentamente, comenzaba a ponerme nerviosa y las manos me empezaban a sudar. Llegó por fin el primer día en que atendíamos a dos pacientitas; una a la entrada de la casa junto a una sala de estar. La otra en una recámara en el sótano de la casa. Parecíamos dos adolescentes correteándonos por todos lados.

En mi cabeza y en mi cuerpo siempre existía ese deseo y esa incertidumbre de pensar que se sentía acariciar su rostro, sus labios, penetrar mi lengua en su tan antojable boca, tocar sus nalguitas que siempre escondía detrás de un muy amplio pantalón, conocer y acariciar su verga, tocar sus pelos, sentir sus dedos en mi sexo, sentir su lengua en mis tetas, sentir su miembro penetrarme, en fin, tener su cuerpo al desnudo sólo para mí. Siempre «casualmente» nuestras manos se rozaban, él acariciaba suavemente las pulseras que rodeaban mi muñeca. En todo momento uno al otro invitaba a un silencioso juego erótico y muy placentero. Nos encontrábamos saliendo de la recámara después de atender a la paciente (ambos, creo yo, ya estábamos cachondos) y en el pasillo (que se encontraba un poco oscuro) había un póster de un ser muy extraño y feo; fue un perfecto pretexto para comentarle: «está muy feo, me da miedo» al mismo tiempo que cubrí completamente con mis manos mi rostro y deteniéndome agaché la cabeza.

El dio media vuelta y rodeó mis hombros con sus grandes y seductores brazos. Mi ser se estremeció por completo no quería que me soltara, mi sexo comenzó a escurrir y fue delicioso sentir su pecho presionando mis parados pezones, de hecho, quise levantar el rostro pero yo sabía que si lo hacía terminaríamos tirados en la alfombra cogiendo y cogiendo sin parar. Salí corriendo de la habitación sin hacer ningún comentario. Siempre que íbamos a visitar a esas dos pacientes, era un hermoso trayecto.

En el camino de ida platicábamos de mil y un cosas pero siempre sus ojos me invitaban a cachondear. Por supuesto, yo no desperdiciaba el tiempo, mostraba lo mejor que podía mi atractivo, me paseaba delante de él anhelando que me viera, procuraba que todos mis movimientos lo invitaran a desearme tanto como yo a él, sus ojos me gritaban que dentro de él existía un deseo desesperante de penetrar su verga en mi pucha y mamar mis tetitas sin parar. Mientras revisábamos a las pacientes, era un hermoso juego seductor, por supuesto sin palabras, sólo existían nuestras miradas que siempre revelaban el fuego ardiente de sexo que existía dentro de cada uno. En el camino de regreso, siempre nos sorprendía la noche, recorríamos un largo camino a pie y tratábamos de disimular esa pasión que recorría todo nuestro cuerpo.

Un día, recorriendo este camino de regreso, sucedió que sin más ni más mientras platicábamos su rostro y el mío se encontraban a tan solo un centímetro de distancia, sentía su ardiente aliento en mi rostro, así como sentía que mis labios rozaban los suyos mientras mi pucha se humedecía, mis tetas se inflaban a la vez que rozaban sus fuertes brazos, mis pezones estaban muy paraditos deseando que su lengua los tocara, el corazón palpitaba a mil por hora y por fin me dijo: “Yo te ayudaré a que decidas si quieres ser mi novia o no».

Al momento sentí como sus labios se pegaban a los míos y mi cuerpo comenzó a temblar, ¡me estaba besando! ¡Por fin llegó su lengua!, penetró mi boca casi hasta llegar a la garganta, su húmeda boca jugaba con la mía, la vista se me nubló, mi pucha estaba completamente humedecida, por supuesto mis ojos estaban cerrados y mientras sentía su apasionado beso no pude evitarlo y me vine. La excitación que existía dentro de mí era tal que deseaba que me tumbara en el suelo me quitara la ropa y con su lengua recorriera completamente mi cuerpo, pasando por mi boca, mamando mis tetas, succionando en mi pucha y penetrando mi culo.

Aun lo recuerdo y me lleno de deseo mi pucha se humedece y quisiera que su verga me penetrara. En otra ocasión nos encontrábamos con otras dos pacientes, una en una habitación muy amplia en la cual había otra persona a parte de nosotros dos, pero la otra estaba en una habitación en el piso de arriba en donde no había absolutamente nadie más que la pacientita a la cual estábamos atendiendo, la habitación no era muy amplia, el techo era bajo y el ambiente acogedor.

Mientras él estaba detrás de mi revisando a la susodicha y explicándome algunas cosas que le sucedían, yo temblaba por dentro, estaba sudando, mi corazón palpitaba a mil por hora, deseaba ansiosamente que tocara con sus grandes y deliciosas manos mis tetas, me imaginaba en ese momento si tal vez podríamos juntar nuestros labios y, sin palabras, decirle cuanto lo estaba deseando, estiré completamente mi cuerpo dejando mis tetas a la altura de su rostro deseando que lo acercara y comenzara a besarme o a acariciarme, pero él no hizo absolutamente nada. Inmediatamente después de eso ¡sorpresa¡ la luz se fue. Nos encontrábamos en una completa oscuridad, por un momento sentí que desmayaría en sus brazos deseando que él me tomara y me hiciera lo que su deseo le invitara.

Pero no fue así, me tuve que conformar con que medio me tomase de la mano y ya. Conforme fueron pasando los días me pude percatar de que mi pequeña humanidad no le era indiferente, de cuando en cuando lo cachaba mirándome con unos ojos que si hubieran hablado me hubieran dicho: » Quítate la ropa, tírate en el suelo, abre las piernas porque te voy a coger». Hasta que por fin un día por azares del destino una noche nos encontrábamos en su casa, solos, tirados en un sofá intentando ver el televisor. Se sentía un ambiente caluroso, mi cuerpo temblaba al mismo tiempo que mis manos sudaban y mi corazón palpitaba a todo lo que daba.

Deseaba con locura que comenzara a besarme después a tocarme y finalmente a penetrarme. Su lengua comenzó a introducirse en mí no pequeña boca y acariciaba mis labios al mismo tiempo que comenzaba a recorrer mi pequeño cuerpo con sus manos. Acariciaba mi espalda para después desabrochar mi brasier, en ese momento, sentí como mis tetas salían disparadas pidiendo a gritos las caricias de mi amado, estaban tan infladas y los pezones muy paraditos esperando el momento de sentir la humedad de su lengua sobre ellos. Por fin sentí sus manos sobre mis tetas, ¡qué delicia! Nunca pensé que este sueño se haría realidad, comencé a ponerme más cachonda cada vez que apretaba más mis tetas: las recorría en círculo para finalmente tratar de juntar una con la otra y, de repente, su lengua en medio. El placer que yo experimentaba en ese momento era inexplicable, sentía como mi pucha se humedecía al mismo tiempo que comenzaba a inflarse, los labios comenzaban a separarse esperando el momento de recibir a tan deseado invitado.

Llegó el momento en que él metió su mano en mi pantalón y sentí que me venía. Comenzó a acariciarme con sus largos dedos. Sentía su mano recorriendo mis pelos hasta llegar a mi pucha e introducir su dedo medio hasta el fondo. No podía hacer otra cosa que gemir y gemir, estaba completamente fuera de mí. Quería tragármelo completo mientras nos besábamos de una manera más que excitante, sentía como su lengua quería llegarla hasta mi garganta tratando, al mismo tiempo, de recorrer todo mi rostro con su lengua.

Me sugirió con una voz excitante y con un tono más que cachondo: «¿lo hacemos? «. Yo quería responder que sí sin pensarlo, pero tan solo hacía dos meses que me había besado por primera vez, consideré que era muy poco tiempo y respondí que no. Sin embargo, mi rotundo no, no fue problema para que siguiéramos tocándonos y cachondeando por no sé cuánto tiempo. Nos pusimos de pie, recorrimos completamente el piso de abajo de la casa, hasta llegar a la cocina en donde el fuego de la pasión, el deseo desesperante y la cachondez sin medida me llevaron a sugerirle suplicante y completamente cachonda: «¿puedo darle un beso?» Mientras tocaba su verga que se encontraba completamente al descubierto. Su respuesta fue: «sí».

No esperé ni un momento. Me bajé desesperada para el encuentro más anhelado de la noche mis labios y mi lengua con su verga. Comencé a recorrer con mi lengua tan solo la puntita, seguido de unas lamidas como si fuera el dulce más delicioso que jamás hubiera probado.

Chupé y chupé y chupé como si fuera el helado de chocolate más rico del mundo finalmente mamé su verga suplicándole a ella que me escupiera su leche no sólo dentro de mi boca sino sobre mi cara, sobre mi cuerpo, quería nadar en ella. Aun no comprendo que fue lo que me llevó a llegar a tal excitación, a tal cachondez, fue algo más que increíble; fue su mirada, sus labios, sus manos, su aliento, sus piernas, sus nalguitas, su excitante verga, sus palabras, su sola presencia me ponía cachonda; pienso que ni las mejores películas porno pueden transmitir algo tan fascinante como lo que a mí me sucedió aquella noche. Sentí como su verga me escupía y me escupía semen y más semen. Su sabor era delicioso y logró el éxtasis completo en mí.

Al mismo tiempo que recibía gustosa su leche yo misma me estaba viniendo. Sin embargo, parecía como si su semen me hubiera cargado la pila, quería seguir cachondeando y mamando toda la noche sin parar, que digo toda la noche, toda la vida sin parar. Nos sorprendió el sol abrazados como dos enamorados. Me llevó a mi casa y continuamos con el cortejo. Me tiró en la primera cama que encontramos y seguimos. Así fueron los siguientes días y semanas, era suficiente uno de sus besos para venirme. No perdíamos oportunidad para juguetear. Un día estando en su casa subimos a su habitación y sucedió lo que ambos deseábamos como ninguna otra cosa en el mundo:

Comenzamos a juguetear como solíamos hacerlo, me metía la mano en la pucha, jugaba con mis tetas mientras las chupaba. Por mi parte, metía mi mano en su pantalón jugueteaba con su verga, la ponía al descubierto para poder darle esas mamadas que tanto me han gustado y mientras todo esto sucedía llegó la pregunta que todas las veces llegaba: «¿lo hacemos». Esta vez la respuesta fue: «Sí».

Sus ojos me dijeron lo que pasaba dentro de sí, su verga parecía la más contenta porque por fin podría penetrarme y mi pucha parecía una excitante cascada de leche en la cual nadaba todo mi culo esperando el momento en que el tan esperado invitado llegara. Entonces comenzamos a coger. Fue así: sentí la puntita tocando mis labios inflados, pude disfrutar de un éxtasis completo mientras delicadamente me penetraba cuando por fin toda su verga estaba dentro de mí, no pude evitarlo y me vine sin poder contenerme, comencé a gemir y a gritar, experimentaba dolor, pero un dolor que estoy dispuesta a sentir toda mi vida con tal de ser penetrada por la deliciosa verga de mi amado.

Lo sacaba y lo metía, mis piernas rodeaban su cintura, mi pucha abrazaba su verga deseando no soltarlo en ningún momento, sus besos me comían, sus caricias me acababan y su rostro me mataba. Cada vez pedía yo más y más.

No te puedes imaginar cuan deliciosa es su verga, cuan delicioso es sentirlo dentro de mí, cuan delicioso es sentir como me penetra, cuan delicioso es mamárselo, cuan delicioso es cuando me masturba, cuan delicioso es tener mi culo en su boca.

Fue algo increíble mi pequeña humanidad se encontraba en sus manos dispuesta a ceder en todo lo que me quisiera hacer, tocar, chupar, comer, meter y sacar, y yo completamente fuera de mi en un completo estado de cachondez que si hubiera sido termómetro hubiera regado mercurio por toda la habitación.

Los días siguientes fueron así: metía y sacaba su verga dentro y fuera de mi pucha. Era tanto el deseo que sentíamos uno por el otro que hubo ocasiones que cogimos y cogimos y cogimos hasta tres horas seguidas sin parar y deseando que el tiempo no avanzara para poder mamar y coger a nuestro antojo.

Un día estando en un viaje de vacaciones, decidí hacer algo nuevo con mi amado. Mientras chupaba su verga como solía hacerlo la mayoría de los días, lo masturbaba con mi mano mientras él metía sus dedos en mi culo (por cierto que lo hacía tan rico y tan seguido que llegó el momento en que toda su rica mano pudo penetrarme, eso es delicioso pero no tanto como sentir su verga dentro de mi) llegó el momento tan anhelado de recibir su leche en mi boca, pero esta vez, no sólo en mi boca sino que pasó por mi garganta recorriéndome hasta llegar a mi estómago, sí, me los tragué.

Es algo que lo he venido haciendo desde entonces hasta hoy. Me encanta ver su cara cuando me escupe sus mocos y ve que me los tragó, es algo verdaderamente excitante, tanto que de sólo recordarlo ya me quiero venir. En otra ocasión, nos encontrábamos en una habitación de un hotel deseándonos, cogiéndonos, mamándole yo su verga y mamándome él mi pucha, penetrando con su exquisita verga mi ansiosa pucha.

Estábamos demasiado cachondos cuando él me preguntó: «Te penetro con mi verga por el culo?» Sin pensarlo dije «Sí». Experimente dolor al mismo tiempo que ardor, sentí su verga poco a poco introducirse en mi ardiente y dispuesto culo.

Mi pucha estaba inflada, húmeda y muy cachonda.

Mientras él entraba y salía con su verga mi ano se iba ensanchando cada vez más, me metió también la mano y no sé cuántas cosas me hizo en el culo, lo único que sé es que fue delicioso, fue algo tan excitante que necesitas sentirlo para poder entenderlo.

Mi culo ahora es más grande y se encuentra dispuesto para recibir a la exquisita y ardiente verga de mi amado. Juntos hemos experimentado y conocido todo lo anterior, él me ha enseñado a liberarme de prejuicios y pensamientos que no me permitían relajarme y dejarme llevar tan solo por el deseo de coger con mi amado.

Él también se ha liberado de prejuicios tontos pues, un día estando en la puerta del baño de su casa comenzamos a tocarnos y a juguetear en ese juego ardiente que nos encanta. Me pidió que le mamara la verga y como toda una puta descansé mis rodillas en sus zapatos a la vez que puse al descubierto su tan excitante verga quedando mi rostro frente a ella comencé a lamerla como si nunca lo hubiera hecho, como si fuera la primera vez que la probaba, chupe y chupe mientras lo abrazaba de las nalgas y trataba de empujarlas intentando tragarme toda su verga junto con sus huevitos, se la mamé y se la mamé mientras él gemía y su rostro me decía que quería más, sus piernas temblaban y yo junto con ellas. Mi pucha estaba completamente inflada y mi leche escurría a chorros deseando que la verga de mi amado me penetrara, mi culo estaba caliente y yo completamente cachonda le dije: «¿me lo metes?»

Sin pensarlo, se sentó en el escusado y me dio la media vuelta a la vez que me sentó encima de él dejando que su parada verga penetrará mi ardiente pucha ¡wau! Fue realmente excitante, mi cachondez era tal que deseaba gritar en lugar de gemir, quería que ese momento no se terminara mientras él metía y sacaba su verga en mi pucha. Sentía como mis nalgas rebotaban en sus huevos a la vez que sus manos rodeaban mi cadera presionándome para que no parara de meterme su verga.

No podía aguantar las ganas de tragarme su leche y al momento saqué su verga de mi pucha y comencé a mamarla rodeándola con la lengua y dándole unas chupeteadas muy ricas. Su leche no tardó en salir. Su verga escupió semen en toda mi boca y parte de mi cara a la vez que mi pucha se venía. Al instante, él acercó su boca a la mía y yo sin pensarlo compartí con el el semen que aún quedaba en mi boca. Tan excitante fue la experiencia que me volví a venir pero para él no lo fue así pues, al momento corrió a lavarse las manos a escupir y quiso vomitar. La cachondez se le bajo y hasta su verga se dobló, las ganas de coger se le quitaron y comenzó a gritar que jamás volvería a hacer algo así. Finalmente, te contaré lo último que hemos experimentado es algo que me dejó fascinada. Siempre me había dado miedo tan solo pensar que me podía masturbar. Sin embargo, es buenísimo hacerlo por teléfono con él.

He llegado a sentir como si realmente fuera él quien me penetra y quien me toca tan sólo con escuchar su cachonda voz al otro lado del teléfono.

Estoy verdaderamente enamorada de él y más aún, estoy verdaderamente fascinada con él: Sus ojos me encantan, sus labios me encantan, lo que sabe hacer su lengua me fascina, sus manos me encantan, su verga me excita, la manera en la que mama mi pucha es inigualable, cuando me penetra es exquisito, su presencia me provoca cachondez y es suficiente tenerlo a mi lado para que mi pucha se humedezca.

Pero lo que más me encanta es el amor con el que mira, me cuida y me hace todo lo que me hace. Lo amo y estoy segura que porque lo amo y me ama hemos logrado llegar a sentir tantas maravillas juntos. No creo que existe mejor maestro en la cama que él y me siento muy afortunada de que sea mío y sólo para mí, porque de eso estoy segura, de que es sólo para mí.