Mi juguete predilecto

Un zumbido suave surgía de detrás de la puerta. Mi familiaridad con el aparato me hizo reconocerlo y su sonido me alertó del hecho que había un hombre curioseando por mi habitación.

Sonreí, congratulándome por haber sido lo bastante lista como para haberle dado a Damián una llave de mi departamento, tras la epopeya erótico festiva que habíamos tenido la noche anterior.

Sin dejar de sonreír me detuve por un momento en la puerta y pregunté quién estaba.

El contesto que se trataba de alguien muy caliente y no pudiéndome contener más me abalancé en la habitación, rodeando su cuello con mis manos.

Damián me besó con fuerza, tanteando con su lengua los puntos más excitables del interior de mi boca.

Cuando me rodeó con sus brazos pude notar cómo la punta rotatoria del vibrador zumbaba contra mi espina dorsal.

Le pedí un masaje con «esa» pija y cuando me desnudé y me tumbé en la cama usó el aparato para relajar los músculos de la parte inferior de mi espalda.

Las suaves vibraciones se fueron propagando por mi cuerpo, acariciando otras partes, unas erógenas, otras menos y haciéndome recordar el placer que habíamos compartido hacía tan pocas horas.

Gimiendo, me giré bajo él, para quedarme recostada de espaldas.

Le propuse hacer un 69 porque quería saborear su sexo de macho caliente y obedientemente y de muy buena gana, Damián se colocó en esa posición, plantando una rodilla a cada lado de mi cara.

Luego, llevó su pija a mis labios lentamente, como en cámara lenta, para que así aumentase mi tensión erótica.

No pudiendo soportarlo más, estiré la lengua para ir al encuentro de su sexo colosalmente duro.

Mis labios se abrieron y distendí la boca para poder abarcar aquella gran circunferencia y así poder chuparle, mientras notaba cómo su mano derecha apretaba la cabeza del vibrador contra el punto crucial, sito bajo mi clítoris.

Suspiré en derredor de la gruesa pija. Iba a poder disfrutar simultáneamente del arte de chupar vergas, mientras experimentaba un orgasmo y sabía que iba a disfrutar de cada segundo de aquel sesenta y nueve.

Las mujeres tenemos hoy en día la reputación de saber lo que queremos y saber cómo lograrlo, especialmente en la cama.

A mí me gusta creer igual que al resto que puedo obtener la parte del pastel del sexo que, en justicia, me corresponde.

Hoy por hoy, a mí me gusta pasarla bien y no me creo problemas con mi conciencia cuando llega el momento de cambiar de monta.

Muchos amigos se preguntan como es que si soy tan liberada necesito usar un vibrador para calmar mi apetito sexual, el por qué disfruto de las pijas vibrantes.

Dicen que una mujer liberada no necesita de esos aparatitos sobre todo si comprende su cuerpo y no teme comunicarle sus necesidades a su amante.

No obstante, el que no lo necesite no significa que no pueda disfrutar de un vibrador y otros juguetes sexuales, cuidadosamente elegidos para que incrementen las experiencias que una mujer puede tener con un hombre.

Una amiga mía llega a usar gruesas pijas de goma en sus encuentros sexuales. Otra, que es bisexual, disfruta cogiendo tanto con hombres como con mujeres y con estas últimas disfruta el montarla provista con una pija que no se arruga y está siempre parada.

A mí, particularmente, me gusta mucho chuparle la pija a un tipo mientras el usa el consolador para cogerme. De ese modo recibo por los dos lados al mismo tiempo.

No hay forma de describir la sensación de plenitud física que me produce que me llenen de ese modo los dos agujeros a la vez.

Me siento tan excitada que no puedo evitar acabar y acabar.

A veces incluso, dejo que mi compañero use el vibrador en mi clítoris y ello me vuelve realmente loca.

Las mujeres heterosexuales, especialmente las que siempre se están quejando por no tener suficiente pija, son unas grandes usuarias de estos consoladores.

Mi primer consolador me lo regaló un hombre con el que estaba saliendo. Era mucho más experto que yo en la cama y le producía un placer enorme enseñarme variedades del sexo.

No se limitaba a cogerme, me la chupaba y me enseñó a gozar mamándosela.

Al cabo de un tiempo apareció una noche con aquella verga negra gigante y al principio me asusté.

Pensé que era demasiado grande para mi conchita.

Me dijo que lo hacía porque era un poco mayor para mí y no podía lograr una erección tras otra para satisfacerme y por ello había traído ese aparatito.

Yo estaba muy relajada y abierta tras nuestra actividad sexual previa, así que pude recibir la enorme verga de plástico más fácil de lo que me podía imaginar.

Muchas mujeres tenemos fantasías de ser cogidas con dos gordas pijas a la vez pero las que todavía no nos atrevemos a meter dos hombres en nuestra cama podemos jugar con un consolador perfectamente.

Cuando estamos con nuestro amante el puede ocupar mi boca con la pija verdadera mientras me penetra por la concha con la otra.

O puede ser a la inversa y ponerme el artificial en la boca.

Hoy en día sirve para mejorar los numeritos eróticos del precalentamiento y también cuando tenés un hombre al lado que vuelve estresado de su trabajo y no tiene tiempo para relajarse y tener una buena erección.

El «amigo especial» te puede dar lo que necesitas y no es cuestión de dejarlo de lado.