Capítulo 2

Alessio y Giorgio se quedaron allí, contemplándose perplejos, atónitos; sin que ninguno de ellos lograra reunir el valor de ir tras Anilem o tan siquiera de romper el denso silencio que habían creado.

Como respuesta a su frustración o quizás motivados por ella, trataron desesperadamente de entregarse a sí mismos de nuevo, pero no funcionó esta vez. De un momento a otro pareció ganarles el sentido común y entonces todo aquello, incluida su presencia allí y la desnudez de sus cuerpos, todo eso le parecía ahora tan absurdo, como la torre de Pisa en Tokio; su libido había sido sustituido de repente por la sensación de que, coincidiendo con las palabras de Anilem, se habían aprovechado de ella. Trataron nuevamente de tocarse para acallar la voz de sus conciencias y una vez más no funcionó, entonces empezaron a darse de puñetazos en los costados y a rodar juntos sobre las hojas, como procurando transferirse el uno al otro una culpa que sentían tan agobiante y finalmente se abrazaron llorando, llorando no solo por el impacto de las palabras de Anilem, sino además por su propia ausencia de hacia apenas unos minutos.

Entonces, sucedió la magia. No sabían si por el sentimiento de culpa y empatía frente al daño que se infringieron mutuamente o por el sentimiento de soledad y frustración compartida, el caso es que comenzaron a tocarse nuevamente, heridos y magullados por sus propios golpes.

Donde antes rodaron golpeándose ahora lo hacían acariciándose; primero de manera suave y luego con un deseo animal. Alessio invadió la boca de Giorgio con un deseo primitivo, mordiéndole el labio inferior para marcarlo como suyo y saboreando a seguidas el gusto ferroso de la sangre.

Alessio acariciaba a Giorgio en los pezones, el vientre y la cara interna de los muslos; el pelirizado tenía ya el pene como un mástil derígido y Alessio se apoderó de él con sus ávidos y sensuales labios. Jugaba con su prepucio y finalmente desnudó su apetitoso balano. Giorgio gemía como loco y se doblaba sobre el torso de Alessio, hasta el momento en que le entregó su viscosa rendición a este último en lo más profundo de su paladar.

Tan copiosa fue la eyaculación de Giorgio que Alessio casi se atraganta.

Luego Giorgio se volvió de espaldas, ensanchando su trasero, aquella era su ofrenda de reconciliación para Alessio. Alessio exploró la entrada de Giorgio con sus hábiles dedos y travieso le hizo un poco de cosquillas, Giorgio rió de buena gana.

Alessio acerco la lengua al cálido hoyito de Giorgio, que se dilataba a la par de sus lamidas, Giorgio le retuvo la cabeza allí, acariciando su cabello con ternura.

—¡Ah, Caro mío! — susurró Alessio— Bien sabes que no puedo enojarme contigo en serio…

Luego el bronceado tomó a Giorgio de la cintura y atrajo su trasero hacia su gran erección, presionando contra ella. Una vez que Giorgio lo recibió en sus entrañas, Alessio comenzó a moverse cadenciosamente, besando al chico en el proceso.

En el momento del orgasmo Giorgio apretó las nalgas, aunque fue un orgasmo casi seco; por la copiosa corrida anterior, ambos lo disfrutaron plenamente.

Se separaron sudados y con el corazón latiendo en sus sienes; tendiéndose un rato a reposar sobre el suelo.

— La culpa es tuya —acusó Alessio al recuperar el aliento, limpiándose un hilillo de sangre de la comisura— No debiste provocarla de esa manera.

-—Solo exprese lo que tú cobardemente callaste todo este tiempo…

El canto de los pájaros se abría paso hasta ellos, en otro contexto y situación lo habrían disfrutado mucho.

— ¿Sabes una cosa? Se me ocurre que tal vez ella tenga razón y que jamás debimos habernos involucrado hasta este punto… ¡Oh, demonios! Si tanto queríamos un trío podíamos intentarlo con una de las chicas de Palermo, con Nicoletta, por ejemplo…¿Por qué teníamos que venir a complicarnos la vida con una nativa de estas islas?

— Quizás porque ella nos resultó especial— aventuró Giorgio, incorporándose a medias— y no vinimos a ella con intención de tener un menaje a trois, todo fluyó de manera espontánea.

— Y si es así…¿Por qué no vamos tras ella?

—Tal vez porque en el fondo tú y yo comprendemos que amar también significa apartarse para no herir al otro.

Alessio se limpiaba ahora un hilo de restos de semen.

—Solo que esto no es amar sino pura y simplemente coger, como dijo ella…

—Retira eso— le ordenó Giorgio, amenazándole con el puño.

— Larguémonos de aquí— propuso Alessio.

— ¿De este matorral o de la isla?

Alessio se sacudió la tierra del cabello.

— De ambos…pidamos licencia por cualquier cosa, decimos que nos intoxicamos con los mariscos…

— ¿Olvidas que hay médicos en el barco?

Alessio se sentó y hundió la cabeza entre los brazos. Giorgio se aproximó y lo tomó de la cara.

— Acerquémonos a ella y digamos lo siento, caro mío… es lo mejor.

— ¿Y luego qué? La seguimos viendo el resto de los días que nos queden aquí sin saber cómo volver a interactuar con ella…

— Irnos no cambiará las cosas, solo seríamos unos majaderos cobardes – apuntó Giorgio.

El sol empezaba ya su ascenso en el horizonte, pronto sería mediodía y las mujeres servirían el arroz, las sopas de cangrejo o el pescado frito en salsa de coco.

— Solo lo seremos para ella y para los escasos habitantes de esta isla perdida en medio de la nada…

— Y para nuestras conciencias— añadió Giorgio antes de empezar a caminar rumbo a las chozas.