Con el de hoy, inicio esta saga de pequeños relatos donde la disciplina pura y dura, será la auténtica y casi única protagonista, habrá spanking puro y duro en todas sus formas, es decir azotes, azotainas, zurras, palizas, tundas, felpas, sobas, vapuleos…
Me encantaría que lectores y lectoras me dijeran en comentarios o por correo, los diferentes nombres que reciben en sus zonas palabras como azotaina o paliza, seguro que será muy enriquecedor para todos, y pos supuesto me encantaría que me contaran escenas disciplinarias vistas o anheladas a lo largo de su vida.
La idea es que sean relatos cortos, que vayan al grano, se cuenta una escena dentro de una pequeña historia y a otra cosa, a ver si soy capaz.
Hoy empezaremos con una historia que me ha contado un amigo y es tan verdad como que hay que pagarle a Hacienda todos los años.
Nos situamos en los años 70 en Albacete en una casa de planta baja en un barrio de la ciudad, y una madre preocupadísima porque su hijo no llegaba casa, llevaba una hora exacta de retraso y eso era muchísimo, la pobre madre sólo pensaba en todas las cosas malas que le habrían podido pasar a su retoño
-Dónde se habrá metido este sinvergüenza, le voy a dar una…lo mato a palos esta tarde…
Por otro lado el chico iba que se le salía el corazón por la boca, no se explicaba cómo se le había hecho tan tarde, y temía la reacción de su madre, no era la primera vez que cobraba por no estar a la hora en casa, pero esta vez se había retrasado ni más ni menos que una hora, llamó a la puerta y sólo con ver la cara de su madre empezó a llorar.
-¿Ya estás llorando? Pasa “pa” dentro que ahora si vas a llorar con motivo.
La mujer lo agarró del brazo y lo metió en la casa de un empujón, le dio un guantazo, y se descalzó la zapatilla a la velocidad del rayo, se descalzó subiendo la pierna derecha hacía atrás y un poco hacia afuera, y agarró la zapatilla con ganas, era una de esas típicas de las madres de la época, azul marino, de felpa, suela de goma amarilla, y muy flexibles, esas suelas se pegaban a los culos que daba gusto, después de un repaso con una de ellas, los chicos se quedaban más suaves que guantes.
Era tal el cabreo que la primera tanda se la dio junto a la puerta, nada más cerrarla, lo inclinó hacia delante mientras lo sujetaba y le dio una somanta que lo puso fino.
Pero claro el chaval no se estaba quieto, intentaba zafarse como fuera de aquel infierno, y se tiró al suelo, y ahí su madre le dio otra retahíla, le caían en todo el cuerpo pero sobre todo en el culo. Eso sí la posición no dejaba de ser incómoda, así que la mujer, más cabreada aún debido a la incomodidad de la postura, agarró a su hijo del jersey, lo levantó de un tirón y lo fue llevando a zapatillazo limpio hasta el comedor.
Estos zapatillazos eran puros cañonazos, eso sí más espaciados.
-Tira delante de mí PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS , tira que no he “terminao” contigo PLASSSSSSSSSSSSS, te voy a enseñar a venir a tu hora PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSS
Y con cuatro o cinco enormes zapatillazos llegaron al comedor, allí la madre cogió una silla sin soltar la zapatilla, se sentó y se puso a hijo en su regazo, le bajó de un tirón pantalones y calzoncillos, y con el culo al aire prosiguió con la paliza, el culo ya estaba marcado de los zapatillazos anteriores, pronto se puso como un tomate, y le estuvo dando hasta ponerlo morado, el chico lloraba, pero a ella le daba igual, aquel mal rato que había pasado se lo iba a hacer pagar, y además tenía que aprender la lección, menos mal que se le cansó el brazo, sino no sabemos cómo hubiera terminado aquella tarde.
Al acabar la tunda, el chico cayó al suelo, y su madre lo mandó castigado a su habitación, sólo salió para cenar sobre un cojín, y después lo mandaron de nuevo a la cama, durmió bien caliente, y bocabajo.
A la tarde siguiente, después de llegar de la escuela y merendar, el chaval salía de su casa con cierto miedo, y mucho más cuando su madre le preguntó.
-¿A dónde vas?
-A jugar.
-¿Sabes a qué hora tienes que venir?
-Sí mamá, a las seis estoy aquí, te lo juro.
Entonces la madre cogió la silla de la tarde anterior y le dijo.
-Ven que te voy a recordar lo que te pasará si llegas tarde otra vez.
El enfado aunque menor aún le duraba, se lo volvió a poner sobre su regazo, el chico miraba a su hermana pequeña con incredulidad, su madre se quitó la zapatilla estando sentada, la recogió del suelo, y le dio un buen repaso de unos 35 o 40 zapatillazos, eso sí sobre los pantalones, lo que no impidió que el chaval llorara como una magdalena, la madre dio por concluida la zurra y poniéndolo de pie le dijo aún con la zapatilla en la mano.
-Te juro que te la rompo en el culo como se te ocurra venir tarde otra vez, la paliza de ayer no será nada con la que te daré hoy si llegas tarde, ¿entendido?
-Sí mamá.- Dijo aún con lágrimas en los ojos.
La hora de llegada eran las 6 de la tarde, y cuando faltaba un minuto para las seis menos cuarto el chico llegó a su casa, su madre le abrió la puerta, y él le dijo.
-Mamá voy a lavarme las manos y a hacer los deberes.
Su madre lo besó en la cabeza, sonrió, y pensó en las palabras que siempre les decía su propia madre a ella y a sus hermanos; “eso lo arreglo yo con una buena zapatilla”, y tenía razón.
P.D. Me encantaría vuestra colaboración bien por aquí, bien al correo (slipper2013@yahoo.es)