Los domingos por la tarde
Durante ese frio mes de noviembre, todas los domingos por la tarde me quedaba sola en casa, puede ser agradable estar solo cuando uno tiene que estudiar, leer o simplemente pensar.
A mi me gustaba mucho estar sola, para cantar y hacer cosas sin que nadie me viese ni me oyese, pero aquel día me hubiera gustado estar con alguien.
Como todas las tardes, fui tranquilamente a ducharme, me gusta hacerlo sin prisas, con agua muy calentita, y con mucho tiempo por delante.
Me encerré en el baño y me desnudé por completo, me miré en el espejo de cuerpo entero y pensé: «ojalá alguien estuviera detrás de mi, mirándome», pero estaba sola, una pena porque me pone mucho que me miren desnuda, me da mucha vergüenza y por eso me pone a cien.
Me tumbé en el suelo sobre la toalla y puse las piernas en alto y abiertas, me abrí la rajita con mis dedos y noté que estaba muy húmeda, hacía meses que no me masturbaba.
Cogí un espejo de mano y me la miré, empecé a juguetear con mis labios y cada vez se fué humedeciendo más y más.
Los pelos de mi chochito, negros y fuertes, se estaban empapando de liquido blanco y pringoso, necesitaba masturbarme ya de la forma en que lo hacía siempre, pero aun quedaba un poco para eso.
Me puse en pie de nuevo y me volví a mirar en el espejo, me agaché y me toque el chochito otra vez, deseando que alguien me estuviese viendo, pero no había nadie ahí.
Salí del baño desnuda y me di un paseo por toda la casa, sintiendo en mi piel al aire fresco del resto de la casa, notando como mis pezones se endurecían a cada paso, retiré la cortina y me asome a la puerta del balcón que da a la calle, sin salir.
Permanecí inquieta frente al balcón, desnuda, esperando que alguien me viese desde la calle y cuidando que ese alguien no fuese nadie conocido, pasaron un par de chiquillos que me miraron riéndose, yo permanecí inmóvil.
Tuve miedo de que me viese alguien conocido asique cerré la cortina y volví al baño, más necesitada de placer que nunca.
Me metí en la bañera y me lavé el pelo rápidamente porque yo sabia lo que iba a venir después, me tumbé en la bañera y abrí las piernas todo lo que pude, abrí mi rajita con mis dedos y comencé a tocarme el chochito de arriba a abajo unos segundos, cogí el grifo y aumentando la presión del agua me lo dirigí a la rajita, con una mano sujetaba el grifo y con la otra abría mis labios para que mi clítoris quedase al descubierto, sintiendo como pinchazos al rozarlo con el agua, me acerqué el grifo mucho, y lo alejé de nuevo, comencé a mover mis caderas rápidamente, gimiendo de placer, mis gemidos se camuflaban con el ruido del agua, rápidamente sentí que ya no podía más, me puse de rodillas y abrí exageradamente las piernas, seguía echándome el agua en el chochito y me corrí muy rápido, es increíble como con agua puedo correrme tan rápido, en apenas unos segundos, sólo esperaba que la próxima vez alguien pudiera ver como lo hago.
Debilitada de placer terminé mi ducha y ya os contaré lo que pasó el domingo siguiente de ese frio mes de noviembre.