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Haciendo el amor con Priscilla

Ella se quedó quietita, jadeando sobre la cama, soportando todavía mi cuerpo encima de su cuerpo tembloroso, diciendo con su vocecita entrecortada que era toda mía, que me amaba y que se enloquecía de deseo y de placer, que ya no le alcanzaba con ser mi hijita sino que quería ser mi mujer. La besé en la boca y mi hijastra me respondió con su lenguita insaciable.